miércoles, 13 de diciembre de 2017

Gloria Anzaldúa (1942/2004 )

No basta


No basta con
decidir abrirte.

Debes hundirte los dedos
en el ombligo, con las dos manos
agrietarte,
derramar los lagartos y los sapos
las orquídeas y los girasoles,
virar al revés el laberinto.
Sacudirlo.

Sin embargo, no te vacías del todo.
Quizás una flema verde
se esconde en tu tos.
Tal vez no sabes que la tienes
hasta que un nudo
te crece en la garganta
y se convierte en rana.

Te cosquillea una sonrisa secreta
en el paladar
lleno de orgasmos diminutos.

Pero tarde o temprano
se revela.
La rana verde croa sin discreción.
Todos miran.

No basta con abrirte
una sola vez.
De nuevo debes hundirte los dedos
en el ombligo, con las dos manos
desgarrarte,
dejar caer ratas muertas y cucarachas
lluvia de primavera, mazorcas en capullo.
Virar al revés el laberinto.
Sacudirlo.

Esta vez debes soltarlo todo.
Enfrentar el rostro abierto del dragón
y dejar que el terror te trague.
—Te disuelves en su saliva
—nadie te reconoce hecha charco
—nadie te extraña
—ni siquiera te recuerdan
y el laberinto
tampoco es creación tuya.

Y has cruzado.
Y a tu alrededor espacio.
Sola. Con la nada.

Nadie te va a salvar.
Nadie te va a cortar la soga,
a cortar las gruesas espinas que te rodean.
Nadie vendrá a asaltar
los muros del castillo ni
a despertar con un beso tu nacimiento,
a bajar por tu pelo,
ni a montarte
en el caballo blanco.

No hay nadie que
te alimente el anhelo.
Acéptalo. Tendrás que
hacerlo, hacerlo tú misma.
Y a tu alrededor un vasto terreno.
Sola. Con la noche.
Tendrás que hacerte amiga de lo oscuro
si quieres dormir por las noches.

No basta con
soltar dos, tres veces,
cien. Pronto todo es
tedioso, insuficiente.
El rostro abierto de la noche
ya no te interesa.
Y pronto, otra vez, regresas
a tu elemento y
como un pez al aire
sales al descubierto
sólo entre respiros.
Pero ya tienes agallas

creciéndote en los senos.


("emma gunst", trad. marlene r-cancio)


Vivir en la frontera



Vivir en la Frontera significa que tú
     no eres ni hispana india negra española
     ni gabacha, eres mestiza, mulata, híbrida
     atrapada en el fuego cruzado entre los bandos
     mientras llevas las cinco razas sobre tu espalda
     sin saber para qué lado volverte, de cuál correr;

Vivir en la Frontera significa saber
     que la india en ti, traicionada por 500 años,
     ya no te está hablando,
     que las mexicanas te llaman rajetas,
     que negar a la Anglo dentro tuyo
     es tan malo como haber negado a la India o a la Negra;

Cuando vives en la frontera
     la gente camina a través tuyo, el viento roba tu voz,
     eres una burra, buey, un chivo expiatorio,
     anunciadora de una nueva raza,
     mitad y mitad –tanto mujer como hombre, ninguno–
     un nuevo género;

Vivir en la Frontera significa
     poner chile en el borscht,
     comer tortillas de maíz integral,
     hablar Tex-Mex con acento de Brooklyn ;
     ser detenida por la migra en los puntos de control fronterizos;

Vivir en la Frontera significa que luchas duramente para
     resistir el elixir de oro que te llama desde la botella,
     el tirón del cañón de la pistola,
     la soga aplastando el hueco de tu garganta;

En la Frontera
     tú eres el campo de batalla
     donde los enemigos están emparentados entre sí;
     tú estás en casa, una extraña,
     las disputas de límites han sido dirimidas
     el estampido de los disparos ha hecho trizas la tregua
     estás herida, perdida en acción
     muerta, resistiendo;

Vivir en la Frontera significa
     el molino con los blancos dientes de navaja quiere arrancar en tiras
     tu piel rojo-oliva, exprimir la pulpa, tu corazón
     pulverizarte apretarte alisarte
     oliendo como pan blanco pero muerta;

Para sobrevivir en la Frontera
     debes vivir sin fronteras
     ser un cruce de caminos.


("la torre del silencio", trad. maría luisa peralta)

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