Abrigo
¿Te acuerdas del archivista que se suicidó
por una hoja traspapelada?
¿De tres bibliotecarias que jamás volvieron del depósito?
¿Del estudiante de historia que mordió el cuello del
profesor en el examen
por no poder recordar el precio de la sopa de papas en
mayo de 1889?
¿Del loro que gritaba sin cesar Stalingrado, revolución
sexual, independencia?
Sin embargo, está la otra memoria donde no guardas
nada.
El abrigo que nadie fabricó, que nadie puede poseer.
Pero no puedes pedirlo prestado para sentir calor y poder
soñar.
Ser huésped en tu propia casa. El arrendatario de la
segunda persona del singular.
Con la primera memoria intentas acordarte de todo en
vano.
En la otra, que te está llamando de la nada, piensas pocas
veces.
("el libro de las cosas y los cuerpos", ed. arlequín, guadalajara, 2014, s/c al traductor)
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