Sin aliento
A algunos les gusta la montaña, a algunos la playa,
dice a cámara Jean-Paul Belmondo
en la escena inicial.
A algunos les gusta dormir bocarriba,
a algunos bocabajo,
pienso en mi cama:
algunos se acomodan como víctimas de homicidio
y yacen de espaldas la noche entera,
algunos flotan con el rostro hundido en el agua oscura.
Y están aquellos que como yo
prefieren dormir de lado,
las rodillas contra el pecho,
la cabeza apoyada en la curva de un brazo
y un suave puño rozando la barbilla,
justo el modo como quiero que me entierren:
hecho un ovillo en el ataúd,
vistiendo una fresca pijama de algodón,
una almohada bajo mi cráneo pesado.
Al cabo de una vida de alerta
y vigilancia nerviosa
estaré más que listo para dormir,
así que olviden el traje negro,
la absurda corbata
y las manos flojas y pálidas sobre el pecho.
Bájenme a mi letargo,
enroscado sobre mí mismo
como el feto más antiguo del mundo,
y mientras las vacas ven por encima del muro
del cementerio déjenme reposar aquí,
en mi pequeño dormitorio de tierra,
con las pestañas cubiertas de hielo
y las raíces de los árboles cada vez más cerca,
sin ningún sueño que vuelva a perturbarme.
("confabulario", versión mauricio montiel figueiras)
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