El sueño de la criatura intacta
Hizo, pues Yavé Dios caer sobre el hombre
un profundo sopor.
Génesis
Era yo, en el comienzo,
(esta triste palabra
que fue forjada después por el pecado)
un agua transparente.
No sabía de la orilla,
del caminar exacto y pasajero.
El mar estaba lejos o,
tal vez no existía.
El abrazo salobre de la Nada
se cernía como un sueño que pude no soñar.
Mis sentidos carecían de su objeto:
la luz estaba dentro de la carne,
detrás de la mirada;
el sonido era uno, circular, infinito,
una voz inasible, impregnadora;
el tacto se alargaba sobre todos los seres
expectantes y mudos;
un aroma indistinto
se extraviaba en la sombra
como un ciego sin luz;
los labios transitaban sin pudor
en los frutos colgantes
(la simiente del dolor anunciado);
lo sensible era blanco, perennemente dúctil,
arena que recuerda lo que se hunde y flota.
Dios estaba conmigo
en esta infancia de la tierra y del alma.
El instante callaba
sin herir a las piedras y al aliento:
perro de piernas frágiles
que no alcanza a la vida.
El polvo era de luz, de fuego,
un medio solamente
para encarnar anhelos de la criatura intacta.
Sólo palabras interiores
brotaban dócilmente
sin sentido y sin forma:
surtidor que retorna a su fuente primaria.
Sólo el nombre tocaba
a las aves del cielo y a las bestias del campo
para darles relieve, ubicación, latido.
Estaba con el mundo, con el tiempo, con todo,
y sentía algunas veces
en el fondo de la conciencia adormecida
que era único y solo.
Esto brotaba en el país del sueño…
Saber, sufrir, andar a tientas
con la razón incandescente
era el oscuro patrimonio
que el mandato celeste otorgaría.
Aquí, en este cruce de los mundos
unidos, separados,
anteriores, futuros,
una mano impalpable
arrullaba la dignidad amarga de ser
hombre.
Por las ondas ocultas se transmite
la palabra terrible...
Entenderás mi voz de otra manera.
Esta mano que un día modeló tu contorno
ha pensado dejarte.
La dicha es un veneno que sólo yo soporto,
la unidad es un fruto para mi boca universal.
La primera distinción que concibas
te arrojará en el pozo de la muerte;
te cubrirá la desnudez
con su manto de hielo y de furor;
en el agua de tu propio costado
contemplarás un rostro deslumbrante y amargo:
la acechanza invisible
que te dirá quien eres;
dejarás lo que es tuyo
(la raíz de tus frutos)
por el influjo de la carne ondulante
que te dará la paz, el extravío,
y unas leves pisadas arrastrando en su ritmo
la crueldad del enigma;
tendrás otra mirada para hundirte en su abismo,
unos labios para el dolor y para el canto;
contra tu cuerpo un cuerpo
semejante y distinto:
recipiente que contendrá continuidad y lágrimas.
La sencillez de los objetos
ofreciendo sus formas y su esencia
se tornará impermeable a tu mirada.
Sabrás lo que es amar el mundo,
la pureza del aire,
el aliento del fuego,
la lluvia descendida de mis manos ocultas,
por la tristeza de sentirlos distintos,
separados, perdidos.
Amar será apresar el viento, el humo, la distancia.
Conocerás el reino que no cambia
por el flujo que llevará a tu cuerpo
hacia la noche irreparable y maldita.
El gusano del tiempo
romperá la corteza de tu dorada plenitud;
bajo tus plantas perforadas
se tejerán alfombras de un vacío
que sólo colmarás con la locura y el pecado:
ciudades de terror, hambre, murallas,
crímenes contra el cuerpo y contra el alma;
percibirás la inútil fuerza,
la sensación caliginosa, trágica,
de surgir para nada;
en el ritmo, el color, la palabra,
recordarás el acto que sólo yo poseo:
la creación interminable,
el contemplar puro, sin ojos,
el amor silencioso y sin objeto.
¿Quién detendrá ese sueño
antes de que se precipite
en las aciagas formas de lo real,
en la imagen quebrada de lo que no sucumbe?
Rebeldía-libertad-dolor-conocimiento.
("periódico de poesía")
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