jueves, 23 de abril de 2015

Constantino Cavafis (1863/1933 )

Los caballos de Aquiles

Cuando vieron muerto a Patroclo,
tan valiente, tan fuerte y tan joven,
los caballos de Aquiles prorrumpieron en llanto;
su inmortal condición se indignó
ante la obra de la muerte que veían.
Alzaron su cabeza, sacudieron las largas crines,
golpearon el suelo con las patas, y lloraron
a Patroclo, a quien sentían inánime —destruido—
una carne abyecta ahora —el espíritu disipado—
indefenso —sin aliento—
hacia la inmensa Nada vuelto desde la vida.

Zeus vio las lágrimas de esos inmortales
caballos y sintió lástima. “En las bodas de Peleo”,
dijo, “no he debido actuar tan irreflexivamente.
Habría sido mejor no haberos regalado,
infelices caballos. ¿Qué ibais a hacer allí,
entre esos pobres seres, juguetes del destino?
A vosotros que estáis libres de la muerte y la vejez,
os atormentan calamidades pasajeras. En sus apuros
el hombre os ha atrapado”. Pero sus lágrimas,
por la calamidad eterna de la muerte,
seguían derramando los dos nobles animales.

1897


("otra iglesia es imposible", versión: francisco rivera)

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