martes, 31 de marzo de 2015

José Juan Tablada (1871/1945 )

El mole y la cocina mexicana

I.
La cocina de un pueblo es uno de los más poderosos factores del patriotismo. En el destierro o en la simple ausencia de la tierra natal, recordar los sabrosos manjares del terruño, es uno de los mayores tormentos... Creédmelo, la nostalgia del paladar, hace sufrir tanto como la de la naturaleza... Sólo una cosa existe en nuestra patria sobre cuya bondad todos los mexicanos estamos de acuerdo: el mole de guajolote, obra maestra de la cocina nacional...
     Por eso Maples Arce, el poeta estridentista, que cerró uno de sus ruidosos manifiestos con el inesperado grito: "¡Viva el mole de guajolote!", no arrojó los cánones estéticos a la cazuela del mole, como muchos obtusos imaginaron, sino que tocó el único punto de sensibilidad común a nuestra estirpe toda.

(La feria de la vida, Conaculta, Tercera Serie de Lecturas Mexicanas, no.22, México, 1991.)

II.
Tuve un amigo que deseaba regresar a su terruño, Veracruz, porque extrañaba las enchiladas de mole negro que le preparaba su madre.
III.
Tuve un amigo chileno que en una ocasión me invitó a un convivio en su casa. Llegué tarde y algunos invitados ya se habían retirado. Como le dije que no había comido, me informó que sólo había emparedados: me sirvió dos en un plato. Antes de probarlos le pregunté si había chiles curtidos. "Tenías que ser mexicano para pedir chile", al tiempo que me extendía una latita.
IV.
Tuve una parienta que cada vez que iba a Estados Unidos a visitar a sus hijos residentes, ella aun vivía en Dogville, en cada casa, a donde llegaba por un mes, le pedían que preparara el platillo favorito de sus hijos y nueras: chiles rellenos, enchiladas, guacamole, mole de olla, etcétera.

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