A cierta edad
Buscábamos confesar nuestros pecados, pero no había a quién.
Nubes blancas se negaron a aceptarlos, y el viento
Estaba muy ocupado visitando un mar tras otro.
No tuvimos éxito en interesar a los animales.
Los perros, decepcionados, esperaban una orden.
El gato, como siempre inmoral, se fue quedando dormido.
Una persona aparentemente muy cercana
No estaba dispuesta a oír sobre cosas pasadas.
Conversaciones con amigos entre vodka o café
No deberían prolongarse más allá de la primera señal de aburrimiento.
Sería humillante pagar por hora
A un hombre diplomado, sólo por escucharnos.
Iglesias. Tal vez, iglesias. ¿Pero para confesar qué?
Que solíamos vernos hermosos y nobles,
Pero más tarde, en nuestro lugar, un feo sapo
Entreabre su grueso párpado
Y uno ve claramente: “Esto soy yo”.
(fuente: "otra iglesia es imposible", versión del inglés de carmen iriondo y rafael felipe oteriño)
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