Querida Kate:
Las veredas de fin de semana son para las chicas pálidas. Todas esas hijas
de nuestro pueblo, alimentadas con leche, salen; sus párpados de neón
brillan. Están asustando a los gatos
y haciendo sonar las alarmas —
descaradas con sus cigarrillos y sus tampones,
pasándose brillo en los labios, con tiras de pastillas diminutas.
Absurdamente desenvueltas al besar. Siempre
besando, oh, a alguien —
y Rufus, paseando por la costanera, dice
hola, Kirsty. Jess, te ves impresionante. ¡Sam!
Casi no te… ¿cuándo te volviste tan…?
Qué culto de histéricas.
Pero más tarde, cuando chapalean pasadas de lágrimas, o
llevan a casa gaviotas heridas en cajas de cartón
o comparten una colilla en la costanera, no puedo
dejar de pensar en ellas
a nuestra edad: engordando en el callejón sin salida
de matrimonios destartalados —peor— disecándose
sobre hojas de cálculo. ¿De qué lado estamos ahora, Kate?
Pd. ¿Café? ¿Pronto?
(fuente: "otra iglesia es imposible", versión: Silvia Camerotto)
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