Esta vez las sábanas aletearon
al sol y al viento
como libélulas de verano.
De los tres pares que conservo
son las más antiguas, más
luidas, casi transparentes.
Ya tarde, en la noche,
las traigo a casa
y las conservo en dobleces perfectos.
Les paso por el rostro
las palmas, los dedos,
los mapas marinos de mis años.
Las plancho de otro modo
aunque se empeñan
y conservan su verdadera edad,
la fecha de nacimiento.
A su modo son felices
pues se ajustan a mis noches,
a las madrugadas cuando
sueño lobos, mastines o serpientes.
No piden tregua ni esperan
remiendos en los remiendos.
Son sábanas que velan a mis muertos.
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