Cuando borrachos nos quitamos
la ropa como ebria la estatua
espera un día la venia
para sentarse y despojarse...
Cuando retiramos la ropa
del lecho porque un grito
secreto nos reclama...
Cuando corremos las cortinas
como se conjuran las pestañas
a reconciliarse...
Cuando condenamos puertas
tapias y cualquier posibilidad
de fuga, es porque sabemos
que morir es un rito a solas,
un aleteo callado de alas
que brotan esperadas y deseadas
en la indiferencia propia
de estatuas presas de un silencio
que las ahoga, fieras.
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