martes, 29 de enero de 2013

Oshima, icono de los 60

Su película más recordada es El imperio de los sentidos, explícito drama de una relación sadomasoquista que culminaba en una de sus escenas más famosas, todo un hito del cine de los ‘70: nada menos que una sangrienta castración.
Pero su obra es más que esa castración. Nagisa Oshima, muy a su pesar, fue catalogado como líder del movimiento de la Nueva Ola japonesa de la década de 1960, y hasta terminó siendo junto a Akira Kurosawa uno de los pocos cineastas que tenían a su mando producciones internacionales a partir de los años ‘70.
Oshima murió el martes pasado en un hospital en Tokio. Tenía 80 años y estaba mal desde un ataque que había sufrido en 1996, que lo mantenía inactivo como cineasta. Había nacido el 31 de marzo de 1932 en Kioto, donde su familia era muy influyente, e incluso tenía ascendentes samurais. Como buen hijo de una familia tradicional, estudió leyes en la Universidad de Kioto, pero ya ahí empezó a mostrarse activo en cuestiones políticas.
Ni bien se graduó, ejerció la profesión que estudió poco y nada. Pronto estaba trabajando en los estudios Shochiku, donde enseguida fue ascendido a realizador. Sus primeras películas ponían el énfasis en los problemas de los jóvenes, tal vez como metáfora de los conflictos del nuevo Japón y tenían títulos como Una ciudad de amor y esperanza o Cruel historia de juventud (Seishun Zankoku Monogatari, 1960).
Casi inmediatamente Oshima empezó a politizar su cine de manera contundente y radical. El suceso histórico que provocó las protestas estudiantiles de 1960 –el nuevo tratado de seguridad mutua con los Estados Unidos– también enfureció a Oshima, tal como demostró en su combativa Noche y niebla en Japón de 1960, que contaba las luchas internas de un grupo de estudiantes al borde de la rebelión. En medio del clima político turbulento y luego de la conmoción por un asesinato político que ocupó especialmente a la opinión pública nipona, los estudios Shochiku pensaron que el film era simplemente demasiado y lo retiraron de su grilla de estrenos, quitándolo de los cines donde ya estaba exhibiéndose. Oshima renunció al estudio e inmediatamente formó su propia empresa productora.
Hay que destacar que el film no sólo era revolucionario en tema y en tono político, sino también en forma, ya que estaba filmado con un lenguaje altamente personal basado en planos secuencias y tomas larguísimas: en todo el film no había mas de cincuenta planos.
Poco a poco Oshima fue convirtiéndose en una figura clave de la llamada nouvelle vague japonesa, idea que a él no le caía bien, ya que como figura pública empezó a dar entrevistas donde afirmaba que había que “desjaponizar totalmente el cine japonés” y que “odiaba a todo el cine japonés por igual, incluyendo a mis colegas contemporáneos”. También decía que el cine tenía que ser “un acto auténticamente criminal”. Desde este punto de vista, pronto sus películas empezaron a estar basadas en historias reales de criminales con los que el cineasta de algún modo se identificaba. Violencia al atardecer (1966) contaba el extraño triángulo entre un violador y dos mujeres que lo protegían, Muchacho (1966), sobre un chico deformado expresamente por unos criminales para un plan extorsivo y El ahorcamiento contaba el tema de la discriminación racial a los coreanos a través de un juicio por violación y asesinato.
El film más famoso de Nagisa Oshima, Ai no Korida (es decir la prohibidísima El imperio de los sentidos, de 1976) también se basó en una historia real que conmocionó al Japón de la década de 1930, cuando la castración de un hombre rico reveló la relación sadomasoquista que sostenía con su empleada doméstica.
Oshima contó que la idea del film surgió de un encuentro social con el productor francés Anatole Dauman, que le dijo medio en broma: “¡Hagamos una porno!”. El japonés se lo tomó en serio y pronto estaba filmando su relato s&m en Japón, pero mandando el negativo para revelarlo en un laboratorio en Francia, ya que jamás habría podido pasar por la censura nipona. En Alemania, luego de proyectarse en la Berlinale, fue secuestrado durante un año y medio antes de poder darse en los cines. En Estados Unidos pasó algo similar, y en Israel e Inglaterra recién se pudo estrenar en los años ‘80. Igual que en la Argentina, donde fue prohibido por la censura de la dictadura y se estrenó en democracia, pero en los multicines que pasaban cine porno.
Aprovechando el éxito, Oshima filmó inmediatamente un film erótico no explícito, la excelente El imperio de las pasiones (Ai no Borei) con la que ganó el premio al mejor director de Cannes.
Además de El imperio de los sentidos muchos recuerdan a Oshima por el drama militar homoerótico Furyo (Merry Christmas Mr. Lawrence, 1983) filmado en Nueva Zelanda con Ryuichi Sakamoto y un gran trabajo actoral de David Bowie, totalmente alejado de su imagen de estrella de rock. Pero tal vez su mejor film sea la menos conocida comedia negra-zoofílica Max Mon amour (1986) que juntaba a Charlotte Rampling con un chimpancé realizado con efectos especiales supervisados por Rick Baker.


(Semblanza de Alfredo García, tomada tal cual del sitio "radar", Clarín.)

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