El viajero
(De Miguel, camarada viajero con el frío)
… solo, desamparado,
ciego, sin lumbre, en cárcel tenebrosa.
Garcilaso
I
El asedio tan largo, los pertrechos escasos
y ese frío inhumano y sin embargo suyo,
en sus huesos terriblemente suyo,
latente como un magma,
reverdecido,
le hizo mirar hacia las vegas lejos
y descubrió
qué pequeñas quedaban aspilleras y almenas,
adarves y troneras
por donde penetraba en absurdos jirones
la miserable luz.
Presentían sus manos alamedas de plata,
reinos de trigo,
chopos y acequias.
Alrededor
persistía el aire
el enorme dogal de la casa sitiada.
En el tambor amargo de su frente
retumbaba la espera
y eran sus ojos águilas inmóviles
que a un gesto de la tarde
batirían sus alas sobre edificios yertos
y abrir la brecha,
cruzar las líneas,
romper el cerco.
Es por eso que ahora transitaba las calles
extravíado,
absorto,
furtivamente triste,
mirándose en el hueco de las manos,
entre la inercia, el humo, la soledad, la noche,
como si alguna voz le reclamara
desde no sé qué puente,
desde no sé qué altura inevitable.
Anduvo en un asfalto clandestino,
cruzó por donde duermen las máquinas vacías
y una gran bocanada de rocío
fue poniendo su piel alertada en la noche.
Ingrata,
absurda,
enorme,
la ciudad a lo lejos semejaba
un témpano desnudo que cantara en silencio.
("trianarts")
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