El ángel ajeno
Ángel, cuando di con tu vida
yo era un hombre que venía de alguna mujer y de dos libros
que encontré en alguna cama y sin asombro
los perdí en alguna otra. Ahora soy una disculpa.
Confío que eso quiera decir algo, este momento
que no quisiera decir nada.
De cuando en cuando y de vez en revés
suelo caer a este cuaderno abierto
para escapar de la duración de una lluvia,
de un dolor
o de la duración de mi vida. ¡Pero basta!
Es demasiado mío y demasiado cursi
lamentarse a estas alturas de la noche y
en un puerto del mediterráneo
donde sin buscar nada
encuentro que he perdido un diente.
Si estuvieras a mi lado, correría a desnudarte el pecho
seguro que lo perdí el domingo
mientras te mordía el corazón en un sueño.
Sabes, hoy volví a cruzarme con el hombre
que amenaza hacer un libro con su vida. Agobiado
por tanto ejemplo, terminaré por hacer el mío
embarcado en una borrachera que aún no encuentro.
Seguramente
tendrá la duración de una línea en la palma de tu mano,
o la petrificada juventud
de una estatua
cayendo eterna
a la noche,
a mi vejez,
a la ascendente espuma de la niebla.
O mejor,
te contaría la historia de un muchacho
que se soñó James Dean
y de todo ese juego, lo único que ocurrió
fue que lo encontraran una mañana
crucificado al madero horizontal
de una Winchester treinta treinta.
Debería recordar la historia de aquel muchacho
si me tomara en serio, un poco.
("crearen salamanca")
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