Nómada
Se sentó en el puerto y mostró a quienes lo escuchaban
su cuaderno de bitácora.
Había conocido las montañas heladas del norte y atravesado de noche
bosques blancos y densos, acosado por los osos. Había cruzado
ciudades luminosas donde las mujeres tenían el cabello rubio,
pero nadie hablaba su idioma; y se había dejado arrastrar
por los vientos hasta las playas calientes del sur donde se atavió
de piel morena y ojos verdes. Después
se instaló provisionalmente en las ruinas de un viejo continente
donde fue monje, amante, hombre letrado, y enseñó a jóvenes
de un claustro blanco los rudimentos de la lectura. Y, al fin,
partió para un lugar apartado del mundo,
donde lo tomaron por el último marinero y lo persiguieron.
Había perdido a dios en su camino y había vuelto atrás.
Había entre sus recuerdos una pequeña herida en la voz:
en ningún lugar había hallado aún el nombre de su casa.
("horizonte índigo", trad. nuria p. serrano)
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