Domicilio conocido
en esta calle de muros
tatuados con manchones
ilegibles, vivió Cabiria
y en la planta alta
de ese edificio de ventanas
apedreadas, murió sola
en aquella glorieta donde
da vuelta el eco,
se quitó la vida de nuevo
y aquí enfrente, donde
estuvo la oficina de correos,
rentó un apartado postal
cada mes y durante un año
estuvo esperando noticias
antes del viaje en tren
fue una espera en balde,
canceló la celda de cartas
y tiempo después se registró el fin.
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