“Yo soy la irlandesa típica: nada extraordinaria, heredera de un largo linaje nada extraordinario, de esos que no dejan huella. De un país católico conservador que tenía miedo de la sexualidad y que me prohibía incluso obtener información sobre mi cuerpo, yo podía esperar -desde mi posición de niña, desde mi posición de mujer- a encontrar dificultades en mi existencia. Pero al menos -era lo que se decía entonces- yo no tendría la enorme responsabilidad de ganar mi vida. Un hombre terminaría por casarse conmigo y por cuidarme. Pero la gente típica no existe”. La voz que habla es la de Nuala O’Faolain (1940-2008), periodista y escritora irlandesa. Mi encuentro con ella fue bastante peculiar. Normalmente entro a las librerías buscando libros de autoras desconocidas o poco publicadas en Colombia y en una de esas visitas me saltó a los ojos el Premio Fémina 2006, “La Historia de Chicago May”. Como hago siempre, leí la reseña de la contracarátula y la breve presentación del libro me cautivó. Estaba ante algo que se salía de todos los esquemas hasta ese momento por mí conocidos. Llegué a casa y me devoré el libro en poco menos de tres días. “La Historia de Chicago May” puede leerse desde diversos ángulos: Desde la sociología, si uno desea conocer al pueblo irlandés de finales del siglo XIX y su éxodo a Estados Unidos; o desde la historia de la prostitución y de los bajos fondos que marcaron esa época; o desde la posición de una mujer a la que la vida le ha negado toda posibilidad de educación y de un trabajo digno. Pero también puede leerse como los apartes autobiográficos de la autora, irlandesa como su protagonista, y conocedora del medio familiar y social de Chicago May. Por sus páginas se deslizan dos vidas paralelas, la de Chicago May, prostituta y ladrona de poca monta, que vivió sus momentos de “gloria” a finales del siglo XIX y comienzos del XX y la de Nuala O’Faolain, periodista exitosa de comienzos del siglo XXI, en las que el hambre, el alcohol y las faltas de oportunidades se hacen eco.
Es un libro que mezcla el trabajo investigativo, con la sociología y con la literatura. El trabajo investigativo bucea en la biografía de una mujer que existió realmente; con la sociología porque trata de entender las causas sociales, económicas e históricas que influyeron en Chicago May; y en la literatura, porque la autora se siente libre para recrear el personaje y poner en su boca palabras que posiblemente nunca dijo ni pensó. Al mismo tiempo que hace crítica literaria, ya que su libro está marcado por autores irlandeses, como Joyce, por ejemplo, al que analiza y reconoce como el principal escritor irlandés. Hace, también, una crítica feroz a la Iglesia católica y a la influencia nefasta que ha tenido en la sociedad irlandesa. Ve en ella una maquinaria de opresión y de avasallamiento contra los más desposeídos y los más vulnerables:
“May se sacudió la fe con tanta brutalidad que se deshizo de las medallas benditas… Pareciera que ella no hubiera estado nunca influenciada por los curas –como muchos irlandeses católicos que abandonan todo una vez cometido el primer pecado, como si el autoritarismo de la Iglesia fuera tan absoluto que ninguna parte de sí mismo pudiera finalmente verse comprometido-.”
Más adelante dice:
“En la época en que May moría, incluso hace medio siglo, Irlanda era víctima del terror institucionalizado hacia las mujeres; es decir, hacia la sexualidad. Un hombre irlandés, entre cincuenta, era sacerdote: las tres cuartas partes de los hombres entre 25 y 34 años eran célibes; las admisiones de hombres en los hospitales siquiátricos se habían multiplicado por cuatro en sólo diez años e Irlanda tenía la tasa de natalidad más baja de Europa. El clero trabajaba de una manera obsesiva con el fin de controlar la sexualidad por imposición y propagando el sentimiento de asco hacia el mismo. Cuando yo era joven… el arzobispo de Dublín prohibía el uso de tampones, para evitar que las niñas se familiarizaran con su cuerpo. Quedar embarazada, por fuera del matrimonio, significaba la desgracia total para las niñas y sus familias. La contracepción estaba prohibida, e incluso se negaba el conocimiento a la misma. Las mujeres debían ir a la iglesia para purificarse después de cada alumbramiento. ”
La crítica a la Iglesia, y a la religión católica, atraviesa toda la obra de Nuala O’Faolain. La autora se revela como una gran anticlerical y es consciente del gran mal que la religión, en este caso la católica, ha hecho entre las masas, a través de todos los tiempos y de todas las sociedades.
Pero, ¿Quién es Nuala O’Faolain?
Esta extraordinaria mujer nace en la Irlanda en 1940 y muere el 9 de mayo de 2008. La Irlanda de su niñez es poco más o menos la misma que describe Frank McCourt (1930). Una infancia dolorosa, traumática, gris, envuelta en una bruma espesa, como su país. Su padre era un mujeriego empedernido y su madre una alcohólica consuetudinaria, que traería al mundo mueve vástagos, sin que llegase nunca a ocuparse de ninguno de ellos. Nuala O’Faolain vivió la pesadilla del alcoholismo por espacio de varios años y uno de sus hermanos, alcohólico como ella, murió por su causa. O’Faolain comienza su carrera profesional como profesora de literatura en la Universidad de Dublín y luego se dedica al ejercicio del periodismo, destacándose por sus columnas mordaces y por su compromiso de género. Y es que a Nuala O’Faolain hay que entenderla básicamente desde su posición feminista; sin esa premisa es difícil acercarse a su obra. Nuala O’Faolain era abiertamente bisexual, tal y como lo habían sido sus predecesoras Georges Sand, Virginia Woolf, Marguerite Yourcenar o Simone de Beauvoir entre otras. Su llegada a la literatura, más bien su despertar como creadora, tiene sus raíces más en el azar, que en una búsqueda consciente de convertirse en escritora. A mediados de los noventa, un editor norteamericano le sugiere publicar sus artículos en un libro. Ella acepta la sugerencia, pero se pregunta ¿Y quién va a escribir el prólogo? Y acto seguido se responde: “Lo haré yo misma”. De un prólogo para un libro que recogía artículos sobre la condición femenina y sobre la cultura, poco a poco surge una autobiografía que llevó como título “Are you somebody?” (¿Nos hemos visto en alguna parte?). Lo que debería haber sido un prólogo de unas cuantas páginas, se convirtió en un libro de 312 páginas y su publicación fue un éxito en Estados Unidos. De la noche a la mañana Nuala O’Faolain se convertía en un hito editorial. Luego vendrían otras obras:
“My dream of you” (2001), “Almost there” (2003), “The story of Chicago May” (2005). En las que continuaba la saga de su vida. Más tarde publicaría “Quimeras”.
Al final de su vida dirigía un taller de creación literaria en una universidad de Estados Unidos.
El 12 de abril de 2008 reconocía, públicamente, que padecía cáncer de pulmón y que no sólo aceptaba la enfermedad sino que rechazaba todo tratamiento agresivo, como podía ser una quimioterapia. En dicha alocución radial, dijo frases tan bellas como:
“La belleza ya no significa nada para mí. Traté de leer a (Marcel) Proust de nuevo recientemente, pero se ha ido. La magia se ha ido. Me impresionó la rapidez con que mi vida se tornó negra.”
Para una mujer como ella -culta, melómana- al no experimentar placer con las cosas que siempre había amado, era peor que la enfermedad que la aquejaba. Al mismo tiempo reconoció ser atea y por lo tanto no creer en otra vida, por lo que se lamentó que todos sus conocimientos y experiencia adquirida, se fueran con ella a la tumba; e igualmente se lamentó de dejar a los amigos que amaba. Los últimos años los había vivido en Nueva York, así que una vez que se enteró que pronto iba a morir, emprendió un periplo hermoso: Viajó a Berlín para asistir a la Ópera, visitó el Museo del Prado en Madrid y fue a Sicilia, para luego internarse en una clínica para enfermos terminales en Dublín, donde finalmente falleció. Una bella forma de aceptar la partida definitiva y muy diferente a la muerte de millones de personas, como había sido el caso de los muertos en los campos de concentración de Auschwitz o a causa del hambre en Darfur; como ella misma lo reconoció. Nuala O’Faolain murió rodeada de la gente que amaba y en Irlanda, su país, y en su ciudad, Dublín. Murió en el espacio que reconocía como suyo y al que estaba íntimamente unida, tal y como ella lo reconociese en la entrevista anteriormente mencionada.
(entrevista tomada del blog 'el hilo de ariadna´, diario El Mundo.)
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