Yendo en metro
Siempre que estoy en París tengo frío.
Mi abrigo guarda la llave del invierno.
Y nieva en mi silencio un silencio de nieve
en el suelo blanco del mundo, en el suelo blanco
que borra todas las culpas y miserias.
Y al ir en metro mi frío se agrava:
como si los pasajeros que me rodean
con sus rostros de cera y de cerusa,
sus rostros de fantasmas mal dormidos,
fuesen difuntos que deben bajarse
con los zapatos húmedos de nieve
en la blanca estación de Père-Lachaise.
(texto tomado del blog El Cultural, del diario El Mundo,
traducción de Martín López-Vega.)
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