Tal vez, como dice SH en su artículo “Muertes inútiles”, la denominación cóctel pierde sentido porque ahora suelen ser dos pastillas o una, pero me gusta seguir llamándolo así, me ayuda a aligerar la idea de bomba química que tomamos. Todavía no pude empezar con elefavirenz-Truvada, por la burocracia o por la falta de tiempo, o por los miedos... la tan de moda procrastinación. Algunos amigos me escriben para contarme sus experiencias con diferentes cócteles. Con D nos conocemos hace diez años, cuando nos encontrábamos en el club Fierro Leather. Es uno de los pocos que por aquel entonces se animaba a usar piercings en la pija. A veces me dejaba jugar con ellos, me morboseaba tanto... y entonces le preguntaba si me podía hacer uno a mí. “Cuando quieras.” Nunca me animé, la fantasía sigue flotando. Desde que el club cerró, tras la tragedia de Cromañón, dejamos de vernos. Cada tanto intercambiamos algunos “me gusta” en FB y hace unos días me escribió: “Tengo el mismo tema que vos con la hepatitis y el VIH. Hice varios tratamientos, pero todos, por algún motivo, me los terminaron cambiando. Tomé el Efa durante el año pasado y sí, me dio efectos alucinatorios, estaba como fumado todo el día. Se fueron y lo que me quedó después de muchos meses de tomarlo fue una depresión bastante fuerte, motivo por el cual me lo sacaron. Pero hay otros, como nuestro amigo F, que lo toma hace 8 años como si nada... Hace 2 meses me dieron Truvada con Telzir y Ritonavir. Lo tomé 3 semanas y casi me mató: diarrea y fiebre de hasta 43 grados. Andaba casi psicótico, hasta perdí a la persona con la que estaba saliendo, actuaba primero y pensaba después, estaba casi ciego, no podía leer a 30 cm, bajé más de 10 kg, mirá en mi álbum cómo quedé. Ahora recuperándome, ya desintoxicado. Tengo que volver a tomar el Truvada, también con Ritonavir pero ahora con Atazanavir, a ver si lo tolero. Mi médico también insiste con que es un esquema de última generación, que el Truvada es lo mejor.... ¡pero el que baja de peso y pierde el novio soy yo! Ya no le tengo miedo al tratamiento... ¡le tengo TERROR! No soporto verme en un espejo, evito salir a la calle y estar en contacto con la gente, espero que esto no siga empeorando...”. Seguimos mandándonos mensajes, me olvidé de preguntarle si todavía usa piercings. Miro las fotos de su álbum, efectivamente está muy flaco, pero sigue igual de sexy. No me vendría mal bajar de peso —pienso—, tendría que probar ese cóctel. A mí también me cuesta mirarme en el espejo, pero no por los kilos de menos, sino por los kilos de más. Y también por los años, por las canas, porque ya no veo reflejada mi alegría de juventud. Los tratamientos con sus efectos secundarios, las lipodistrofias o la pérdida de peso o de novios, puede ser, pero también el tiempo que pasa. ¿Quién iba a decirlo? ¡El tiempo pasa! Lloremos.
(crónica tomada del suplemento ¨Soy¨, del diario Página 12, argentino, autor, Pablo Pérez.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario