Es algo que casi todos los hombres encuentran muy interesante", dice el prólogo de 'La petite mort', libro de fotografías de Will Santillo (editado por Taschen), en relación a su tema: la masturbación femenina. Sin embargo, lo que a primera vista parece un deleite para 'voyeurs' (más bien varones, más bien heterosexuales), termina por ser una reivindicación feminista.
En serio.
Hay que leer los textos que acompañan a las fotografías de Santillo. El autor entrevistó a 37 de las 60 modelos que se masturbaron ante su cámara (hasta el orgasmo, donde quisieran y en las circunstancias que eligieran) para que expresaran sus fantasías, sus hábitos y sus sensaciones después de posar.
"Desde que recuerdo me he masturbado. Nunca he sentido vergüenza por ello porque siempre he sabido que es algo sano y normal en una persona sexual. Ver películas porno siempre me funciona. Porno gay, entre lesbianas, bisexual, en grupo. ¡Siempre me excito! Posar para Will estaba en el primer puesto de mi lista de fantasías. Después está que un compañero me pida que me masturbe. ¡Me gusta que me fuercen!", cuenta Lindsey, a la que se presenta como profesora de 33 años. Al lado, su retrato ante una pantalla de ordenador.
"Estaba recién separada después de 15 años de un matrimonio muy convencional. Me había convertido en madre y mujer de negocios; mi ropa era discreta, poco maquillaje. Todo un cambio respecto a mis años de universidad, en los que había hecho bastantes locuras. Así que la sesión fotográfica fue como explotar algo que, por necesidad, había reprimido", confiesa Venus, arquitecta paisajista de 44 años.
Y, en paralelo, está el tratamiento de las imágenes, viradas al sepia, desenfocadas, tendentes a la abstracción... "El enfoque abstracto que permite la técnica digital aleja el trabajo de la pornografía y lo acerca al arte", dice el autor en las páginas de 'La petite mort'.
(Me dice un profesor universitario que la mejor manera de evitar el insomnio es masturbarse una o dos veces, no sé si las recomiende porque él vive solo, como yo. Tuve un amigo escritor que reivindicaba el jugueteo sexual con los órganos propios. Sólo en una ocasión vi a una chica, en su trabajo, estar cruzada de piernas y mover una sobre la otra de manera obsesiva, mientras charlaba. Se cohibió cuando le dije: Sonia, si quieres masturbarte hazlo a solas y en casa. La muchacha dejó de balancearse, apenada. Nota tomada del diario El Mundo.)
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