No creas, yo también tuve
un verano dorado y más tarde
un otoño de postal Kodak,
hasta que llegó la era digital.
Como a ti, a mí también me amenazaron
me vigilaron, me persiguieron
y busqué así refugio
en mi sombra, proyectada de noche.
Cuando se acaba aquello
también mueres un poco,
te desangras sin darte cuenta
a veces, otras ya pides esquina.
Vas por la calle sin reconocer a nadie,
huyes del personal médico
como del incendio declarado
en tu cama, en tu sueño.
Hasta que un buen día
te cercenan los planes
de un tajo. Eres sujeto
del morbo a ocho columnas.
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