martes, 11 de enero de 2011

EL VAMPIRO NAVIDEÑO

Autor: Alberto Huerta

Desde los primeros días de diciembre la oficina fue adornada con arreglos navideños: arbolito con esferas, moñitos y escarcha, guirnaldas, farolitos de papel, luces de colores, flores de nochebuena…
Esta noche será la posada, el intercambio de regalos y el inicio de unos días de asueto.
“Coquito: Ando con el vampiro… Si preguntan por mí, inventa cualquier cosa. Por fa…
Conchis ”

A Pepetoño (el novio de Conchis) nunca se le quitó la maña de leer los recados ajenos.
Para el novio metiche, la oficina se trasformó en los bosques de Transilvania, hasta pudo escuchar los aullidos de los lobos, largos… larguísimos.
¿El Vampiro? ¿Y ese puto quién es? –se preguntó Pepetoño– Seguro, segurito… un pinche padrote…

Fue entonces que la vio saliendo de baño.
Apareció pálida (¡Qué gacho… Ya se la chupó el culero!), con unas ojeras negras y ribeteadas en morado que se columpiaban en los párpados… la mirada lánguida… opaca…

—Amor, no te vayas a engorilar… Es que traigo unos cólicos bien gachos… Que quieres… traigo el vampiro navideño

28 de diciembre de 2010.
Jerez, Zacatecas


(texto tomado del portal de Ficticia, sección Puerto Libre, 13 concurso de cuento navideño súbito, primer lugar.)

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