sábado, 30 de mayo de 2020

Uriel Martínez (1950 )




                                                                        mercadolibre



Fase 3 (parte 7)



1.
Néstor me confía su sueño de llegar a los setenta años de edad. Escalera a la cual yo he ascendido hace horas. Desgraciadamente hace un lustro fue diagnosticado de un síndrome escandinavo o bávaro y a una frase atroz: "estás desahuciado", le dijeron los especialistas consultados a propósito de una deficiencia hereditaria, de un defecto de fábrica. Y aunque lleva un régimen médico riguroso, unas desmañanadas para asistir puntual a la cita, el emplazamiento a muerte le ha obligado a saborear el día a día, a abrirse paso en su camino con machete firme con que desbroza yerba silvestre y animales de mal agüero.

2.
Como es tiempo de disfrutar la cuarentena por la pandemia y cerrar el ciclo de sesenta días enclaustrados, antes de la siesta recuerdo la aparición del VIH-Sida; evoco la relación que fui (fuimos) elaborando de los amigos caídos y olvidados al paso de décadas, lustros, años y oscuros días de aquella pandemia vuelta vendaval sombrío. Evoco los días de dudas, temores, de ayunos carnales que me (nos) obligaron a cambiar conductas, procederes, fórmulas y cortesías. Veo luego el interminable cementerio de cruces por donde seguí (seguimos) desbrozando la vida, la vocación, los libros, la literatura; los días contados, los años vividos.

3.
¿Para qué hacer planes a futuro, para qué soñar llegar a la ancianidad, a los achaques, a las lagunas mentales inevitables, al Parkinson, al Alzheimer, a los trastornos de próstata?, le cuestiono a Néstor, diagnosticado del "síndrome de Eisemenger"? (* )- "Mejor el aquí que el futuro hipotético, el quién sabe del después. Cierto, hubo un Antes de Cristo (a.C.) pero ¿vendrá un d.C.? y en qué condiciones lo viviremos, en qué circunstancias, habrá cupo en los asilos, en los hostales, en las estaciones de trenes olvidadas; en qué set, en qué locación ficticia nos acomodarían; en qué iglesia de cual cristo nos harían el último exorcismo. Cuántas fosas comunes pueden estarte esperando, me pregunto antes de dejarme ir en el tobogán de media tarde.

4.
Pronto se cumplirá una década del fallecimiento de mi sobrino A. La última vez que lo vi ya era esqueleto y pellejo, después de haber sido un chico rechoncho. Su madre me contó el recorrido que hizo del consultorio del alópata al homeópata, del diagnóstico de la doctora al dictamen del médico;  del yerbero al chamán. A todos les pidió -sin ella admitirlo-, que le mintieran, que la engañaran, que le dijeran que A. se iba a salvar. Lloraba al contarlo, lloraba al escucharlos; no sabía qué hacer con el peso de la sentencia: le quemaba en los oídos, le espantaba saberlo, no quería admitirlo.

Pasaron años para conocer los antecedentes del mal del sobrino consentido. Antes de morir a los 24 años fue "enganchado" por un narcomenudista, quien lo inició en el consumo de drogas duras, quizá cocaína, crystal o piedra. Ya "iniciado", ya narcodependiente, su nuevo patrón lo puso a trabajar en la venta de la mercancía: el rechoncho simulaba lavar un coche afuera de la casa del jefe. Ahí, A. vendía a los jóvenes del barrio y de la colonia y de la ciudad lo que necesitaban. Etcétera. Cuando su madre le preguntaba en qué ocupaba el tiempo, mi sobrino le mentía: "Trabajo en una pollería". Hasta que se infectó con una aguja hipodérmica contaminada, quizá, de aids. Fue perdiendo peso irreversiblemente hasta tomar el semblante cadavérico que le aprecié en la última visita a su casa. Le dejé un reloj de pulsera y una cantidad equis de dinero "para medicinas", le aclaré. Murió al mes. No fui ni al velorio ni le acompañé al cementerio. Y ahora me domina el pánico por el Covid19; me olvido de episodios dolorosos y de la pandemia desatada -quizá- hace más de tres décadas: el narcotráfico.

Esto aquí expuesto se lo narro a mi amigo Orlando, quien es padre de un chico de 14 años consumidor de "piedra", joven actualmente internado en un centro de rehabilitación. Para el internamiento habló con su mujer y con el chico, quienes estuvieron de acuerdo en la reclusión. Cada semana eroga quinientos pesos para la atención y espera fervientemente que pronto lo den de alta. Si más adelante recae, esa ya será otra historia.

5.
Si un día inicia la "nueva normalidad", ¿significa que volveremos a la rutina de los hombres decapitados, a los cuerpos destazados y embolsados, a las llamadas a casa de extorsión, a los secuestros express, a los asaltos en camiones foráneos y al robo en combis de traslados colectivos, a los raptos de menores de edad de ambos sexos, a los feminicidios, a las violaciones, a los allanamientos de morada, a las "mordidas" de parte de las fuerzas públicas de seguridad, a las multas injustas, a los fraudes de cuello blanco, a los delitos electorales, a los narcomenudistas y puchadores, a la prostitución y trata de blancas menores de edad, a los incrementos periódicos de impuestos de todo tipo, a las caídas del sistema en tiempos de elecciones, a las Fake News de los diarios de derecha, centro e izquierda, a la reelección de Donald Trump, al regreso al poder del PRI-PAN y partidos morralla satélites, al "redondeo" de las tienditas de la esquina tipo "Seven Eleven" y oxxo, a los planes funerarios de aquí y allá; al reload de Televisa, Tv-Azteca y sus programas matutinos de cómicos patéticos...?

-Es probable que sí.

                                                                                      Dogville, mayo 2020, año de la Pandemia.


 (*)  "Es un trastorno que afecta el flujo de sangre del corazón a los pulmones en algunas personas que nacieron con problemas estructurales del corazón. Medlineplus.

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