lunes, 31 de agosto de 2020

Elia Z. González Beltrán

Siento que la tierra se mueve*



Si la Tierra se abriera y se cerrara, ¿podríamos
platicar con ella como si fueran labios?

Al parecer puede comer, a veces le salen barros y se
le hace agua la boca en grandes cantidades, y con espuma
en las orillas, ¿por qué no va a hablar?

¿Tendría que tener una garganta también? El hecho
de tener tal vez no es suficiente, según yo se necesita algo
                                                                                      más.
La Tierra está cubierta de frío pero llena de calor. Por eso
                                                                                     abre

la boca pocas veces y luego la cierra.

Su aliento aterra a quien la considera poderosa por
                                                                     grande,
Pero ella es chiquita y siente.

Se mueve.

*título de una canción de carole king

("la jornada semanal", nueva época, no.22, 12 noviembre 1989)

domingo, 30 de agosto de 2020

Uriel Martínez (1950 )


                                                                      felipe pigna




Fase 3 (parte 20)


El calor púbico


Durante mucho tiempo llevé anotada la frase "en el raro abecedario de tus ojos" en mi libreta de apuntes, página uno. La llevé anotada también en todos los fólders color crema en que reunía mis tareas de estudiante universitario. Siempre con la idea de que esa frase enigmática y a un tiempo maniquea era de Agustín Lara. Hasta que una noche de Pandemia, en una ciudad callada, sin el llanto de ambulancias ni patrullas, sin el estruendo del escape abierto de motocicletas ni chatarras, sin la alarma de coches y camionetas estacionados en la avenida, me senté a escuchar composiciones de Álvaro Carrillo. Fue cuando se me cayó la venda de las entendederas: el suntuoso Agustín Lara no había ideado esa frase hermosa, según yo, escrita al calor púbico de Fuensanta por el veracruzano. No qué va. Era del vate oaxaqueño.


1. Tareas ingratas

a) Remover el sarro. Seis meses de Pandemia y confinamiento han sido insuficientes para hacer aseo a fondo en casa, ¿necesitaré otro semestre para darme por satisfecho?, El sarro presente en mis días y noches, cuándo apareció y por qué hasta hoy me entrego a la tarea de ensayar la remoción; cuando fui al dentista -etapa que me llevó medio año para dar por terminada esa tarea costosa-dolorosa-tormentosa-, ¿no me hizo percatarme del sarro acumulado a través de la vida? Dejaré de obsesionarme por lo irremediable.

2.

b) Me pregunto qué me lleva a observar a la mujer de uñas de acrílico sobrepuestas sobre las uñas originales, ¿es un accesorio de belleza, para mí, innecesario; es un aditamento para evitar, en lo posible, rascarse la cabeza, hurgarse la nariz, tocarse la cara -como recomiendan los epidemiólogos en estos meses de Pandemia y de contagios-; es signo de distinción social, una necesidad de destacarse de entre la masa anónima de la ciudad. Sé que para despejar dudas necesitaría aplicar una encuesta entre mujeres que las porten. Pero carezco del método científico que se aplica en cualquier encuesta seria. Tampoco me interesa indagar a los Milennials que van y vienen con un lóbulo auditivo deformado por un agujero enmarcado por la argolla de plástico; ni a aquellos que van por la ciudad con tatuajes sobre puestos a lunares, verrugas y arrugas mal colocadas.

3.

Epidemias 


"...los conquistadores nos dieron la viruela a trueque de la fiebre amarilla. Introducida en 1520 por el negro Francisco Eguía, quien formaba parte de la expedición de (Pánfilo de) Narváez contra (Hernán) Cortés, la viruela se extendió... y fue el mejor aliado de los teules. Cundió en Tenochtitlan, abatió a Cuitláhuac. Los anales de Xahil fijan en 1520 el año de esa epidemia, que asoló también a Yucatán. Enriquecida con el paludismo (importado como la viruela, el sarampión, la influenza, por los europeos).

    " El nombre de fiebre amarilla parece haberse aplicado a la enfermedad desde 1715 en inglés. Ya le da ese nombre  en 1770 el General Romanet, autor del Viaje a la Martinica, al notar la ictericia como carácter esencial de una enfermedad nueva que se bautizó con el nombre de Fiévre Jaune.

"... el padre (jesuita Francisco Javier) Alegre hace la triste afirmación de que "la fiebre amarilla fue importada por la primera vez a Veracruz, en el año de 1699 por un buque inglés que trajo un cargamento de negros." Ya hemos visto que la fiebre amarilla tiene mejor origen. Lo que pasaba con los negros es que al llegar inmunes y propensos a Veracruz -o a la Florida- contraían rápidamente la fiebre, y se convertían -nuevos monos aulladores- en opulentos reservorios para el contagio."

Salvador Noovo, Breve historia y antología sobre la fiebre amarilla, edición La Prensa Médica Mexicana, 1964



Dogville agosto 2020                                                                                                                (Inédito)

sábado, 29 de agosto de 2020

Octavio Paz (1914/1998 )

Cuerpo a la vista



Y las sombras se abrieron otra vez y mostraron un cuerpo:
tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,
tu boca y la blanca disciplina de sus dientes caníbales, prisioneros en llamas,
tu piel de pan apenas dorado y tus ojos de azúcar quemada,
sitios en donde el tiempo no transcurre,
valles que sólo mis labios conocen,
desfiladero de la luna que asciende a tu garganta entre tus senos,
cascada petrificada de la nuca,
alta meseta de tu vientre,
playa sin fin de tu costado.

tus ojos son los ojos fijos del tigre
y un minuto después son los ojos húmedos del perro.

Siempre hay abejas en tu pelo.

Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos
como la espalda del río a la luz del incendio.

Aguas dormidas golpean día y noche tu cintura de arcilla
y en tus costas, inmensas como los arenales de la luna,
el viento sopla por mi boca y su largo quejido cubre con sus dos alas grises

la noche de los cuerpos,
como la sombra del águila la soledad del páramo.

Las uñas de los dedos de tus pies están hechas del cristal del verano.

Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,
bahía donde el mar de noche se aquieta, negro caballo de espuma,
cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
boca del horno donde se hacen las hostias,
sonrientes labios entreabiertos y atroces,
nupcias de la luz y la sombra, de lo visible y lo invisible
(allí espera la carne su resurrección y el día de la vida perdurable)

Patria de sangre,
única tierra que conozco y me conoce,
única patria en la que creo,
única puerta al infinito.



("trianarts"y "El fuego de cada día", seix barral-planeta, 1989)

viernes, 28 de agosto de 2020

Ramón Xirau (1924/2017 )

Breves


Caminad, ciervos, no os acecha
arco ni venablo,
caminad
en los prados vastísimos de la tarde.

+++

Retornar el árbol al campo,
por la ventana lo veo
verde como el espacio,
darle el árbol, al campo.

+++

Son ciervos, ciervos son,
delicadísimos, leves,
¡ah, ramas huidizas!

Son ciervos, ciervos son.
La muchacha los mira, mira
junto a la fuente.

Sí, ciervos, ciervos son.

1

Los caminos del jardín
todos son inevitables,
en el pozo de la noche,
inevitables.

2

El junco es un pájaro,
canta el pájaro del junco
prodigios de la tarde.

3

Los juncos junto al agua,
las piedras, calma, en el agua,
junco limpio junto al agua.


("la jornada semanal", nueva época, no.13, 10 septiembre, 1989)

jueves, 27 de agosto de 2020

Fabio Morábito (1955 )

Los columpios



Los columpios no son noticia,
son simples como un hueso
o como un horizonte,
funcionan con un cuerpo
y su manutención estriba
en una mano de pintura
cada tanto,
cada generación los pinta
de un color distinto
(para realzar su infancia)
pero los deja como son,
no se investigan nuevas formas
de columpios,
no hay competencias de columpios,
no se dan clases de columpios,
la radio no transmite rechinidos
de columpios,
cada generación los pinta
de un color distinto
para acordarse de ellos,
ellos que inician a los niños
en los paréntesis,
en la melancolía,
en la inutilidad de los esfuerzos
para ser distintos,
donde los niños queman
sus reservas de imposibles,
sus últimas metamorfosis,
hasta que un día, sin una gota
de humedad, se bajan
del columpio
hacia sí mismos,
hacia su nombre propio y verdadero,
hacia su muerte todavía lejana.



("la jornada semanal", nueva época, no.13, 10 septiembre 1989)

miércoles, 26 de agosto de 2020

Eduardo Casar (1952 )

Sisma teológica



¿De qué tamaño tendrá Dios
el corazón?

¿Le late a Dios, o
lo tiene detenido?

Debe ser más impresionante
que la mezquita de
Casablanca por adentro:
ya me figuro el ventrículo izquierdo,
su bóveda celeste tiñéndose de rosa,

las amplias avenidas de aquellas venas cavas

y el abismo de su aorta descendente,
o el sonido de la válvula mitral
abriéndose y cerrando su portazo
de cuatrocientos chelos enfrenando al concierto.
Y la sangre ¿ha de ser transparente?
Si nosotros, pedestres, desplazamos
cinco litros de sangre por minuto,
¿cuántos desplaza Dios, si es que le late?

Si nuestro corazón se mueve
y toca sus tambores al margen de nuestra voluntad,
¿el de Él ha conseguido toda su autonomía?

¿O depende del capricho y del menor descuido?

¿Y si no tiene Dios ni corazón ni páncreas,
ni tejido esponjoso ni cerebro?

¿Y
si Dios está vacío?



("letralia")

martes, 25 de agosto de 2020

Efraín Bartolomé (1950 )

Me dijeron que no



Me dijeron que no
Me dijeron que había que andar siempre con la cabeza gacha
mirando el polvo
y los escupitajos sobre el asfalto sucio

Me dijeron que yo no era un milagro
sino un mero accidente biológico carente de sentido
Me explicaron que yo no era más que
un producto social
           o un producto económico
o un producto de mi historia temprana

Me dijeron que nadie podía hablar con el Viento
Que las serpientes nunca lamieron los oídos de nadie
ni instalaron en ellos el susurro profético

Ante mis ojos desplegaron argumentos irreprochables:
silogismos  teoremas  corolarios  premisas
en fin: chisporroteantes fuegos de artificio

Me dijeron que no tendría jamás
la blanca imagen
enjoyada y desnuda de la Diosa
en mi cama

Agregaron que no existe Diosa

Dijeron por lo tanto y luego entonces
Dijeron si y solo si

Pero yo dije no
y regresé hasta el lecho donde ella me esperaba
enjoyada y desnuda

Y le he contado todo
tal como ahora se los platico a ustedes



("la jornada semanal", nueva época, no.27, 17 diciembre 1989)

lunes, 24 de agosto de 2020

Rosario Castellanos (1925/1974 )

Tercera elegía del amado fantasma



II

Como queriendo sorprender tu ausencia
desnuda, abro las puertas de improviso
y acecho las ventanas entornadas.

Encuentro las estancias desiertas y sombrías
donde el vacío congela sus perfiles
ciñéndose a la línea de tu cuerpo.

Es como una profunda y simple copa
para beber la integridad del llanto.



III

Tal vez no estés aquí dominando mis ojos,
dirigiendo mi sangre, trabajando en mis células,
galvanizando un pulso de tinieblas.

Tal vez no sea mi pecho la cripta que te guarda.

Pero yo no sería si no fuera

este castillo en ruinas que ronda tu fantasma.



("altazor")

domingo, 23 de agosto de 2020

Uriel Martínez (1950 )


                                                                              discog



Fase 3 (parte 19)


1.

Después de seis meses de encierro, ayuno y confinamiento me he programado para salir al mundo en vísperas de otoño -en atención a la tercera estación del año y mi ingreso al peldaño de los llamados hombres maduros. Me he percatado del paso dado en estos días al encontrar en el centro botánico de Dogville un manojo de varejones de resina con aroma a Kamasutra. Desconozco esta fragancia pues es la vez primera en la vida que la adquiero. Desconozco también si al ingresar al sueño soñaré con alguien deseado-convocado-invocado en ciertas noches de cárcel voluntaria que me ha deparado la Pandemia. En todo caso, abordaré el asunto en otro párrafo. De momento el hallazgo de esta palanca que me induzca al descanso me ha llevado a una imagen observada hace más de tres décadas en otra ciudad.

2.

Durante un tiempo compartí departamento en la Avenida Ámsterdam en la colonia Hipódromo Condesa, en CDMX, con un antiguo conocido recién separado -en realidad fue abandonado- de su primera mujer. Ahí fui testigo de cómo un hombre, R, previo a su siesta vespertina, aseaba su recámara antes del descanso, y encendía luego una varita de incienso. Transcurrida una hora de sueño, se preparaba el primer trago para enseguida darse un baño antes de salir a sus ensayos: en ese entonces se entrenaba en una obra de William Shakespeare. La pieza dramática narraba la historia de un rey que, en vida, decide heredar a sus hijos los bienes que poseía. La acción lo lleva a ver cuáles son en realidad los sentimientos de su descendencia: sólo la menor de sus hijas muestra nobleza de alma, en tanto que el rey progresivamente pierde la razón. R el actor ya listo, salía a su compromiso en su auto VW hacia el sur de la ciudad. Hoy reconozco la costumbre de, periódicamente, valerme de esa resina en días que requiero de un equilibrio emocional extraviado a raíz de un confinamiento asumido casi voluntariamente.

3.

Amo despertarme a las cuatro am y asomarme a la ventana. Amo correr el cristal y sacar desnuda la mano derecha y calar así la temperatura -con cinco dedos apuntando como cinco pararrayos que llaman y tantean la madrugada, como un ciego seguro del camino-; amo el silencio que a esas horas priva en Dogville: el sueño de aquellos derrotados por el cansancio que nos deja un cuerpo inerte, el silencio que al fin han guardado los perros al ver que nuestros fantasmas se han retirado a su reposo, el humo que asciende en espiral del cenicero a la ventana como quien busca el oxígeno faltante en pulmones. Amo la voz de Cesaria Évora que un día nos dejó discretamente su versión de "Bésame mucho", amo recordar el día que la esperaban en mi pueblo para verla y escucharla, la voz del locutor de radio que anunciaba la cancelación de su concierto "por causas de fuerza mayor": la "Diva Descalza" estaba hospitalizada. Era el preámbulo de un desenlace preanunciado. Era semana santa y la borrasca anunciaba tormenta.

4.

Amo despertarme y no escuchar el canto de grillos, amo recordar aquellas madrugadas previas a la Pandemia en casa de los abuelos, el primer café caliente y el primer tabaco del día. Amo el recuerdo del ronroneo de la cisterna en la Avenida Ámsterdam, ronroneo que nunca se detuvo durante los cuatro años que habité ese departamento, amo recordar a los invitados de R a beber hasta ya avanzada la mañana. Amo recordar a Julio y sus charlas de teatro esos ratos de alcohol, esas noches que se iban como agua. Amo evocarlos a ellos, mis muertos. Era Ámsterdam 316, cerca del parque México y cerquita de Insurgentes sur. Hubo un momento en que fuimos vecinos los dramaturgos Óscar Liera, Tomás Urtusástegui, Hugo Argüelles y otros más. A R lo visitaban José Caballero, Tina French, Patricia Bernal y otra gente de teatro del norte del país. Era un vecindario de la ciudad, como los departamentos Mazatlán (Peyton Place) en la colonia Condesa, habitados por pintores, músicos, escritores y otros de oficios varios.


Dogville, agosto 2020                                                                                                       (Inédito)







sábado, 22 de agosto de 2020

Russell Edson (1935/2014 )

Hierba



   La sala de estar está invadida por hierba. Ha surgido alrededor de los muebles. Se extiende a través del comedor, pasando la puerta vaivén hacia la cocina. Se extiende por millas y millas a través de las paredes…

   Hay tesoros en la hierba, cosas caídas o puestas allí; un palo oxidado que alguna vez fue una navaja, una lápida… Todo escondido en la hierba en el cuero cabelludo del prado…

   En un sótano bajo la hierba un anciano se sienta en una mecedora, meciéndose de un lado a otro. En sus brazos sostiene a un niño, el cuerpo infantil de sí mismo. Y se mece de un lado a otro bajo la hierba en la oscuridad…



El Delicado



   Había permanecido en la cama más tiempo del que usualmente le toma a la fatiga de uno agotarse.

   Muy a menudo hay una canción que uno debe cantar toda la noche; se repite y no hay quien la pare. Uno le marca el compás con los dientes caninos, o con los dedos de los pies. Es un tic musical.

   He oído decir que es un mensaje que uno no se atreve a escuchar. En la oscuridad el inconsciente es algo peligroso. Prefiero “Melancholy Baby” a cualquier otra cosa que pueda escuchar. Y así escucho toda la noche “Melancholy Baby”, rechinando cada sílaba con mis dientes.

   Uno siente que las cosas están a punto de cambiar. He sentido esto toda mi vida. Es una disposición que le quita significado a cada acto, volviendo cada situación obsoleta, poniendo el presente en el pasado.

   Un hombre es una serie de objetos guardados en una caja, el sonido de un tren, los sonidos de sus propios líquidos goteando a través de los íntimos arroyos de su cuerpo, un cierto número de huesos, sombras de árboles que caen a través de la carne como un estampado de nervios, o vasos sanguíneos; derrames, intercambios, desconexiones…

   Improvisación montada en un trozo de carne, tendido en la cama en la noche.

   “Melancholy Baby” una y otra vez. Ralentizada. Fuera de tiempo… Cada sílaba una y otra vez…



("revistaharoldo", traducción candela fernández)

viernes, 21 de agosto de 2020

Adam Zagajewski (1945 )

Schopenhauer está llorando



Sí, se trata del mismo Schopenhauer (1788-1860),
el autor de “El mundo como voluntad y representación”,
descubridor de los progresos
de la naturaleza y la música de las esferas. Alguien lo llamará
después educador. No ha pasado nada,
porque nada pasa, sólo cierto
chiquillo, un mocoso, con un cierto parecido
con cierta mujer a la que conoció en su juventud,
la juventud no existe -le sonrió
sin necesidad-, siendo como es
un agente de la naturaleza.
Septiembre -es diferente-
ya no abre los corazones, sólo la tierra
despacio se endurece.
Vuelve a su casa, se encierra
con llave, delante de su criado.
Con cuánta suavidad
trabaja la cerradura, seguro que forma parte
de una conspiración. Está llorando.
El menudo cuerpo del gran filósofo,
séptimo continente, tiembla.
Su chaleco. Su cuello almidonado.
Sus amarillentas mejillas. Su redingote marrón.
Todas estas cosas prescindibles tiemblan,
como si sobre Frankfurt ya estuviesen cayendo
las bombas. Tiembla su soledad, densa,

delgada como un lienzo holandés.



("otra iglesia es imposible", trad. ángel enrique díaz pintado)

jueves, 20 de agosto de 2020

Nuno Júdice (1949 )

Sinfonía para una noche y algunos perros



De noche, un perro empieza a ladrar, y
después de él, todos los perros de la noche
se ponen a ladrar. Después, el primer
perro se calla. Poco a poco, los demás
también se callan, hasta que el silencio
se instala, como antes de que ladrara
el primer perro. De noche, no es
posible saber por qué ladra un perro,
si no lo estamos viendo. Tal vez porque
alguien pasó detrás de un
muro; tal vez por culpa de un gato (esas
sombras que huyen por las puertas).
No es necesario encontrar razones concretas
para justificar la noche de todos los
perros; mas es verdad que un perro, cuando
ladra y despierta a los otros perros, despierta
a la propia noche, a sus fantasmas, y
nos obliga a mirar, por la ventana, lo que
no se puede ver, es decir, el centro de la
noche, el negro motor del mundo.


La crisis griega



Fue en las islas griegas donde vi el Mediterráneo
completamente azul, sin sombra de transparencia. "Y
felizmente es así", me dijo la muchacha griega que
servía cafés a la orilla de las rocas. "Conocí a algunos que
quisieron rasgar el mar para ver lo que escondía
y nunca más volvieron". Entendí lo que quería: que
yo rasgara la superficie del mar, y bajase los peldaños
del abismo que nos cautiva hasta la eternidad. "Si vienes
detrás de mí, y me traes de vuelta, haré lo que
deseas". Pero ella fingió no entender mi
lengua, aunque hablásemos un inglés de aeropuerto.

Y cuando llegamos al gran anfiteatro, bajo
las colinas de los pinos rodenos y los bosques de
cipreses, el cielo estaba completamente limpio, como si
los dioses ya hubieran dejado de existir. Recité
un verso en griego clásico, poniendo a las aves en
desbandada. "¿Ves lo que has hecho?", me gritó la muchacha
griega. "¡Llenaste el cielo con una nube de pájaros!"
Y nos pusimos a mirarlos, a la espera de saber para
dónde se dirigían. Pero se hacía tarde para tomar
el barco. Las islas me dan claustrofobia, dijo
la muchacha griega. Y me puse a correr hacia el barco que
ya tenía los motores en marcha, sin pagarle el café.



("altazor", trad. blanca luz pulido y "otra iglesia es imposible, trad. diego valverde villena)

miércoles, 19 de agosto de 2020

Ahmed Al-Mulla (1960 )

Una estatua enterrada



Si hubiera sabido antes
lo que cargaba
me habría desembarazado de algunas de mis ilusiones
y el camino habría sido menos fatigoso,
Pero no lo sabía
y día tras día empecé a darme cuenta de su peso,
pensé que era mi nombre, del cual estaba al tanto hacía tiempo
y cuyas variadas repeticiones me agobiaban
debilitando mi brazo.

Pero entonces advertí que era el Tiempo
acompañándome como una piedra rodando desde
la cima de mi vida
Luego noté que era el Lugar
y una metáfora llamada El Sepulcro
y he aquí que estaba atada a mi pierna, mis gritos
me halaban hacia el vacío.

Entre la hierba ondulante
manchada de conchas y corales
y refugio de cangrejos asustados,
los buzos hallarán mi estatua hundida
alzando el asombro de sus ojos
con un dedo
apuntando hacia la confusión.



("festivaldepoesiademedellin", traducción omar pérez)

martes, 18 de agosto de 2020

Yolanda Pantin (1954 )

Deslave



Desolación llorada.
Nostalgia.

Arenas que no son tales,
escombros, costas
de tierra apelmazada
que el mar irá cavando
hasta los huesos.

En estos vertederos
de basura,
están las piedras
también
que arrancaron las casas
de sus raíces.

Irá cavando el mar
en esa costra, y a
dejar sus arenales

como fueron.





Ángel caído 


II

La mujer del cabello lacio
recogido
en la nuca
sombreada
levemente de azul
como los ojos
ocupa
en una composición simétrica
el centro de la fotografía
Detrás de ella
a su izquierda
un Ángel
desprendido del hombro
mira al cielo
con las alas plegadas
No hay mácula
en su condición aérea
en su espíritu puro
aunque
de la concha rosada de su oreja
surja, como el fuego, la duda.



("otra iglesia es imposible" y "altazor")

lunes, 17 de agosto de 2020

Uriel Martínez (1950 )

Fase 3 (parte 18)


I.


Ni la emergencia sanitaria
hizo a la loca del pueblo
permanecer en casa;
lo suyo es la agorafobia
y los campos de verano a lo lejos,
las gorjeos y el zumbido de abejas
en oídos.
Los días de trabajo sale
de casa temprano, se le ve
acompañada de sombrilla,
tacón de aguja, vestido de noche
y planes para antes de las cuatro.
A esa hora volverá a casa
con los ingresos que a bien la caigan
en el monedero que porta en el seno,
los cheque al portador que traiga la suerte
o los desencantos de aquellos ausentes.

A veces se dilata en los escaparates
en los los que se acomoda el fleco,
se revisa la onda del copete
o el péndulo de las arracadas
adquiridas a crédito.
Nunca deja que predomine en sus nalgas
el desánimo ni en sus noches la derrota.

Es una perra sólo dócil en apariencia.


II.

Tengo dos lámpara de papel asiático
que al menor soplo se vienen abajo
lentamente como la gota de agua
que cae sobre arena.

De noche emiten una luz ámbar
propia para pacientes hipertensos,
obesos o solterones ateridos
de soledad.

Una pende de la recámara principal
y la segunda en la cocina-comedor-biblioteca
donde mis mascotas deambulan
buscando la salida de emergencia.

Pero no hay escaleras de incendio
ni puertas simuladas en donde
se esconda la felicidad, ni lugar
en donde está el cofre del arco iris.

Aquí en casa sólo hay camas solas,
sábanas mortuorias, patíbulos
abandonados; y lámparas de papel
importado casi ingrávidas.


a)
Faltan tres domingos para que termine el mes, tres días por transitar y pisar luego los umbrales del otoño. Otro otoño más en nuestra agenda de vida y muerte. Tres días consecutivos en una bitácora que, se creería, no termina nunca ni terminará pronto. Tres semanas más con cubrebocas y baños continuos de manos con una fórmula que nos exente, provisionalmente, de amenazas externas, internas, dérmicas y cutáneas. Veintiún días sin sol, con vientos que desgarren nuestras más secretas máscaras, que exhiban miserias, bisoñés, dientes sin esmalte, sonrisa ausente. Días tardes noches encerrados en un ascensor estrecho que sigue atascado en el último piso, donde nadie viene a rescatarnos porque no habrá final rosa, no oiremos el consabido "Colorín colorado este cuento se ha acabado". Nadie vivirá feliz porque desconocemos el fin que tuvieron los extraviados en el bosque. Porque nadie recogerá nuestras cenizas. Transcurrirán tres semanas y quién sabe.


Dogville, agosto 2020                                                                                               (Inédito)

domingo, 16 de agosto de 2020

Antonio Deltoro (1947 )

Los días descalzos


I

Los días descalzos saben vivir salvajes,
van por aquí y por allá en libertad despierta;
si pisan una piedra saben su edad,
si pisan una hoja la hoja reverdece,
si pisan el asfalto emergen
las pisadas ya libres de zapatos;
viven en el placer, corren como los niños,
y se abren a la lentitud, como al sol los ancianos.
El agua en las baldosas
da charcos rojo indio,
en ella el sol de medio día
es el sol de la tarde.
Sobre la superficie del estanque
vuelan dos mariposas blancas,
abajo las libélulas trazan sus tenues territorios,
más arriba, entre nubes, vuelan los zopilotes,
va el agua por el aire,
lleva sus sombras,
recoge sus semillas.
Brotan de las piedras los amates,
salta la selva entre los arcos.



("la jornada semanal", no. 12, nueva época, 3 sept. 1989)

sábado, 15 de agosto de 2020

Fabián Casas (1965 )

Después de largo viaje



Me siento en el balcón a mirar la noche.
Mi madre me decía que no valía la pena
estar abatido.
Movete, hacé algo, me gritaba.
Pero yo nunca fui muy dotado para ser feliz.
Mi madre y yo éramos diferentes
y jamás llegamos a comprendernos.
Sin embargo, hay algo que quisiera contar:
a veces, cuando la extraño mucho,
abro el ropero donde están sus vestidos
y como si llegara a un lugar
después de largo viaje
me meto adentro.
Parece absurdo: pero a oscuras y con ese olor
tengo la certeza de que nada nos separa.



("ruadaspretas")

viernes, 14 de agosto de 2020

Francisco Hernández (1946 )

Regreso por el ombligo transparente




Regreso porque entre tanto
se me olvida mucho.
Porque ya nada vive fresco debajo de mis párpados
y los nombres acostumbrados,
se me diluyen en la lengua.
Porque es necesario volver a caminar por el dorso
de mi padre el anciano; dormir con los oídos abiertos
para cristalizar los ligeros tumbos del río,
el paso de los caballos sobre piedras huecas,
la vaguedad del ciclón bajo la puerta cerrada.
Vuelvo para sentir el mareo del mar y a comprobar
que nunca finaliza.
Regreso a ver zopilotes girar sobre mi cabeza
recién cortada, mientras despiden su hedor
a contadores públicos.
Regreso a ver gente de corazón verde.
A beber aguardiente bajo las alas de los árboles,
a estrechar la mano del amigo muerto, a zambullirme
en el único lodo que me reconoce,
a fumar tristeza cuando
una hilera de peces luminosos me pone al tanto
de los días que vienen.
Vuelvo a buscar el ombligo transparente donde la nana
colgaba mis camisas,
vuelvo por la última parte soleada de mi ojo,
vengo a hacer el amor y a deshacerlo,
a reconstruirme con minuciosidad, a repararme,
porque ante la esperanza de la muerte
y el zumbido de la tormenta
sólo se puede ser útil cuando se está completo
o extraviado.



(muro fb de rocío franco lópez)

jueves, 13 de agosto de 2020

Jotaele Andrade (1974 )

Contemplación ritual del día







Honda belleza de la catástrofe
y de la piel de cabra en el invierno

el fuego es un metal bueno
se parece a un niño que acaricia un gato
al que hay que vigilar

pero es bueno el corazón del fuego

y busca su belleza en las cenizas

yo haré de él una catástrofe sólo para probar su bondad

he de arrojar tus vestidos
los libros preciados
los hijos que perdimos a manos del encono o de las fieras

arrojaré mi casa y el recuerdo de mi padre

entonces verás que este hombre ha desencadenado la tragedia

que el agua es buena
y el aire

que he sacrificado una cabra en el sitio
donde
la ausencia se empiedra

que contemplo el día del mismo modo en que veo

                                        pudrirse una manzana.


("otraiglesiaesimposible")

miércoles, 12 de agosto de 2020

Antonio Gamoneda (1931 )

Hoy domingo




Hoy es domingo y me parece

que la mañana no está únicamente sobre la tierra

sino que ha entrado suavemente en mi vida.



Yo veo el río como acero oscuro

bajar entre la nieve.

Veo el espino: llamear el rojo,

agrio fruto de enero.

Y el robledal, sobre tierra quemada,

resistir en silencio.



Hoy, domingo, la tierra es semejante

a la belleza y la necesidad

de lo que yo más amo.


("sureando)

martes, 11 de agosto de 2020

Claudio Rodrìguez (1934/1999 )


zenda libros




Adiós

Cualquier cosa valiera por mi vida
esta tarde. Cualquier cosa pequeña
si alguna hay. Martirio me es el ruido
sereno, sin escrúpulos, sin vuelta
de tu zapato bajo. ¿Qué victorias
busca el que ama? ¿Por qué son tan derechas
estas calles? Ni miro atrás ni puedo
perderte ya de vista. Esta es la tierra
del escarmiento: hasta los amigos
dan mala información. Mi boca besa
lo que muere, y lo acepta. Y la piel misma
del labio es la del viento. Adiós. Es útil
norma este suceso, dicen. Queda
tú con las cosas nuestras, tú, que puedes,
que yo me iré donde la noche quiera.

Nuevo día

Después de tantos días sin camino y sin casa
y sin dolor siquiera y las campanas solas
y el viento oscuro como el del recuerdo
llega el de hoy.

Cuando ayer el aliento era misterio
y la mirada seca, sin resina,
buscaba un resplandor definitivo,
llega tan delicada y tan sencilla,
tan serena de nueva levadura
esta mañana…

Es la sorpresa de la claridad,
la inocencia de la contemplación,
el secreto que abre con moldura y asombro
la primera nevada y la primera lluvia
lavando el avellano y el olivo
ya muy cerca del mar.

Invisible quietud. Brisa oreando
la melodía que ya no esperaba.
Es la iluminación de la alegría
con el silencio que no tiene tiempo.
Grave placer el de la soledad.
Y no mires el mar porque todo lo sabe
cuando llega la hora
adonde nunca llega el pensamiento
pero sí el mar del alma,
pero sí este momento del aire entre mis manos,
de esta paz que me espera
cuando llega la hora
-dos horas antes de la media noche-
del tercer oleaje, que es el mío.



Clávame con tus ojos esa nube

Clávame con tus ojos esa nube
y esta esperanza de hombre que me queda.
¿Por dónde yo si estaba en la alameda
de tus ojos mintiendo cuando estuve?

Disciplina de todo lo que sube.
De lo que mira y ve, mientras se enreda
su triste agilidad, como en la rueda
de tus campos del cielo que no anduve.

Y es por seguir cegueras sin mancilla
por lo que tanta bruma nos separa
y hace del resplandor su maravilla,

su clavel mudo. ¡Y qué ajenos al daño
después, cuando tus ojos son la clara
locura de no verme siempre extraño!


("buscapalabra")

lunes, 10 de agosto de 2020

Uriel Martínez (1950 )

g. verdi, web





Fase 3 (parte 17)


Aria de Verdi

I.

Luego de cinco meses
enclaustrada
la loca del pueblo
salió a la calle;

como quien levanta
su lápida
con esmalte recién aplicado,
sacó un pie y luego el otro;

vio a la distancia
el paisaje a un tiempo
nuevo y el mismo,
sin sorpresa;

vio auras y zopilotes
que en lo alto
trazaban círculos concéntricos,
hermosos y perfectos;

era un día soleado
y se calzó los huaraches
de playa.

Luego decidió
que cantaría un aria de ópera
en la calle mayor.

2.

Llega de pronto con
una flor prendida del aire,
detenida en la sien
izquierda.

Sonríe a los teporochos
de plazas y jardines
esperando que alguno
le extienda la anforita

como se tienden
cinco dedos en señal
de reconocimiento
y confirmación de algo.

Ella se llama de un modo
y al día siguiente
porta otra identidad,
otras señas particulares.

Pero eso no importa,
importa su oficio:
aprendiz de todo
y oficial de nada.

La vida es una batea
de babas, dice dominada
por la euforia, la química
que irradia.

3.

Pasa cerca de escaparates
donde se asoman animales presos
de una rutina insomne;

al verse reflejada en los cristales
ella exhibe cara de asombro,
como quien no sale de la celda;

le da vueltas y vueltas
a la imagen impresa en las pupilas
y no halla una  razón para llevarla;

se deja entonces conducir de la sombra
que la acompaña hasta nueva orden,
como bestezuela dócil, como juguete;

hace meses que no abandonaba su encierro,
tiempo en el cual corvas, rodillas y huesos
se le atrofiaron de cuatro paredes geométricas;

sabe que todo es cuestión de entrenarse
bajo el sol, dejarse conducir por amigos
lazarillos pues ella es mascota de sí.


Anagnórisis

1.

Hace 26 semanas partí de Laguna Honda al pueblo vecino -Sin Nombre- a llevar una información que me ardía en el gaznate: las cenizas de J se habían esparcido, según su última voluntad, en el cerro más alto del pueblo. Ante la falta de transporte, esa mañana de febrero eché a andar confiando en que pasaría un taxi disponible que me diese servicio. Era una mañana fría acompañada de un chipi-chipi que por momentos disminuía, se aceleraba. Avancé cuatro kilómetros a golpe de calcetín, me detuve a tomar aliento a las orillas de un pueblo. Era la finca de un expendio de licor y cerveza abandonada. Mientras me reponía, apareció un auriga de 75 años -supuse- en su moto. Se detuvo a hurgar en su alforja un par de anteojos que lo protegiesen del viento y la lluvia. Intercambiamos saludos y nombres. Él iba al pueblo vecino y volvería pronto. Me aseguró que si me encontraba a su regreso, me encaminaría los siete kilómetros restantes para llegar a Sin Nombre. Esa mañana sólo había visto pasar un taxi  -en sentido contario- y varios vehículos en la misma dirección que yo llevaba ese domingo de febrero. "No le dé pena", me aconsejó, pida un ride, no pasa de que no lo atiendan. Nos despedimos. Me hice de sangre fría y levanté el pulgar derecho: se detuvo una Toyota, me trepé a la caja. Arrancamos y llegamos. Etcétera.

2.

Llegué al pueblo. Había festín familiar con muchas visitas de fuera. La aldea vecina de Laguna Honda tiene raíces religiosas. La lluvia había entrado en su fase de chipi-chipi, había cerveza y refrescos que estimulan caries, obesidad y diabetes mellitus a temprana edad. Ya había entregado el mensaje, ya me habían saciado el hambre, ya Ella me había preguntado por mi mujer, hijos y nietos. Me tomaba por uno de los suyos; en cambio, yo esperaba, me ofrecieran cobijo por esa noche helada y húmeda. Estaba en la sección de sobremesa cuando la matrona se acercó con bastón y, a boca de jarro, me preguntó a qué hora era mi regreso. "Ahorita mismo", respondí para evitar rodeos. Pregunté por un atajo que me llevara a la orilla del pueblo. Con suerte encontraría un taxi; con harta suerte me regresaría de ride.

3.

Cuando yo había llegado, vi pocas caras conocidas. Me decepcionó ver que el pozo de agua que  recordaba había desaparecido. Un pozo que fue durante mucho tiempo -para mí-, el pozo del poeta bucólico que en el fondo conserva una tortuga para "purificar" el agua. Era un pozo con carrillo y cubo de los tiempos de María Castaña ("¡Ay!"), un cubo de madera abrazado por un cincho de metal inoxidable. El patio de entrada se había encementado burdamente para acondicionarlo como estacionamiento de autos con placas foráneas. Salí huyendo después del convivio ofrecido y presidido por la matrona de noventa y tantos años, una versión de la Bernarda del poeta y dramaturgo granadino. Esperé a las afueras de la aldea hasta que -ya oscuro-, conseguí transporte. Me apeé en L.H. cerca de las 21 horas. Sano y Salvo. Había cerrado un ciclo en mi vida y con mi infancia.


Dogville, agosto 2020                                                                                                        (Inédito)  


domingo, 9 de agosto de 2020

Concha Méndez (1898/1986 )

Los brazos que te han llevado...

Los brazos que te han llevado,
no te dejan escapar
para volver a mi lado.

Nos separa un ancho mar
de difíciles tormentas,
y náufrago has de llegar,
si es que vuelves a mi puerta,
para quererte salvar.

Brazos que te sujetaron
para alejarte de mí,
¡a mí sí que me salvaron!…

Cuando ya no sepa de ti
¡qué bien estaré en la vida!,
cuando ya no sepa de ti.

Cuando no vuelvas a verme
y mis horas sean mías
y yo vuelva a ser quien era
lejos de tu compañía:

Cuando no te vean mis ojos,
¡qué bien me sabrá la vida!

No faltará quien se alegre…
Unos, porque no me quieran,
y alguna porque me quiere…

Tan sola no me has dejado,
que estoy conmigo y me basta
-igual que siempre lo he estado…

("trianarts")

sábado, 8 de agosto de 2020

W.H. Auden (1907/1973 )

Asilo de ancianos




Todos poseen un límite: cada uno
Tiene un matiz de daño muy distinto. La élite
Es capaz de arreglarse por sí misma,
Caminar apoyada en un bastón,
Leer completo un libro, interpretar
Movimientos de fáciles sonatas.
(Pero acaso la libertad carnal
Es el veneno del espíritu:
Conscientes de lo que ha sucedido y el porqué
Abominan su tristeza sin lágrimas.)
Luego vienen los de silla de ruedas, el promedio
Que soporta la tele
Y guiado por amables terapeutas
Canta en comunidad.
Después los solitarios que musitan
Palabras en el limbo, y al final
Los que ya son del todo incompetentes
Y como una parodia de las plantas
(Ellas pueden sudar sin ensuciarse).
No obstante, hay algo que los une:
Todos aparecieron cuando el mundo,
A pesar de sus males,
Era más habitable y más vistoso
Y los viejos tenían auditorio
Y un lugar en la tierra.
(El niño reprendido por su madre
Podía refugiarse con la abuela para ser consolado
Y escuchar algún cuento.)
Hoy ya todos sabemos qué esperar,
Mas su generación es la primera
Que se ha desvanecido de este modo:
No en casa sino asignada a un pabellón, arrojada
Como se arrumban fardos indeseables.

Mientras voy en el Metro para estar
Media hora con una del asilo,
Recuerdo quién fue ella en su esplendor.
Entonces visitarla era un orgullo
Y no una caridad.
¿Seré tan frío como para esperar
Un somnífero rápido, indoloro;
O bien para rogar, como ella ruega,
Que Dios o la naturaleza precipiten
Su función terrenal?

("trianarts", trad. j. e. pacheco)

viernes, 7 de agosto de 2020

Rosabetty Muñoz (1960 )

Oveja anciana


Puedo decir
que he gozado mis días largamente.
He comido, bebido y bailado
sin desperdiciar minuto.
Estaré lista cuando llegue el día.
Fui feliz.
Eso es todo.
No importa que nadie lo recuerde.
La gloria también cae a la tierra
y los implacables gusanos de la muerte
no obedecen ni a los pastores siquiera.


Hay ovejas y ovejas


Las que comen de cualquir pastizal
y duermen con una sonrisa de satisfacción
en los potreros.
Las que caminan ciegamente
por los caminos acostumbrados.
Las que beben despreocupadas
en los arroyos.
Las que no trepan por pendientes peligrosas.
Esas van a dar lana abundante
en las esquilas
y serán sabrosas invitadas
en las fiestas de fin de año.
Hay también
las que tuercen las patas
buscando campos de margaritas
y se quedan horas y horas
contemplando los barrancos.
Esas balan toda la gran noche de su vida
encogidas de miedo.
Y hay, por fin,
las malas ovejas descarriadas.
Para ellas y por ellas
son las escondidas raíces
y los mejores y más deliciosos pastos.

("revistaaltazor")