viernes, 2 de octubre de 2020

Adam Zagajewski (1945 )

 La noche es una cisterna


La noche es una cisterna. Cantan las lechuzas.

     A rastras los refugiados

van por senderos en el bramido y el murmullo de 

     una desdicha eterna.

Quién eres tú, que vas perdido en la trémula

     multitud.

Y quién serás, en quién te convertirás,

cuando vuelva el día y un saludo normal perfile los 

     límites íntimos.


La noche es una cisterna. Bailan las últimas parejas

     en la fiesta.

Del mar se oyen gritos de altas olas y el viento mece

     un pino.

Al este una mano dibuja la primera línea del alba.

Palidecen las lámparas, se ahoga el motor de un 

     coche.

Ante nosotros la senda de la vida y breves momentos 

     de astronomía.


No hubo infancia


¿Y cómo fue su infancia? -pregunta

finalmente el periodista, ya aburrido.

No hubo infancia, sólo negros cuervos

y tranvías ávidos de electricidad,

pesadas casullas de gordos curas,

maestros con cara de latón.

No hubo infancia, sólo espera.

Las hojas de los arces brillaban

en la noche, como el fósforo, la lluvia

humedecía los labios de los cantantes.


("apología de la luz", trad. xavier farré)

jueves, 1 de octubre de 2020

Cees Nooteboom (1933 )

La despedida 


IX

Ahora mis pies cuentan el camino, lo sé,


prohibido volver la vista. Mis pasos miden el tiempo,


un poema sombrío sin parangón, un ritmo


que no puede ser más lento. Intento


ver todavía de todo, como siempre


he hecho. A gran altura sigue volando el pájaro


que fingía seguirme, un último


compañero de viaje que sabía adónde me dirigía,


que conocía mi camino. Tantos caminos


recorrí, siempre en busca de algo


que se encontraba más allá y que al fin,


cuando lo veía, desaparecía como un espejismo


o reaparecía en forma de poema.


("altazor", traducción de isabel-clara lorda vidal)

miércoles, 30 de septiembre de 2020

Jorge Carrera Andrade (1902/1978 )

Biografìa


 


La ventana nació de un deseo de cielo

y en la muralla negra se posó como un ángel.

Es amiga del hombre

y portera del aire.


Conversa con los charcos de la tierra,

con los espejos niños de las habitaciones

y con los tejados en huelga.


Desde su altura, las ventanas

orientan a las multitudes

con sus arengas diáfanas.


La ventana maestra

difunde sus luces en la noche.

Extrae la raíz cuadrada de un meteoro,

suma columnas de constelaciones.


La ventana es la borda del barco de la tierra;

la ciñe mansamente un oleaje de nubes.

El capitán Espíritu busca la isla de Dios

y los ojos se lavan en tormentas azules.


La ventana reparte entre todos los hombres

una cuarta de luz y un cubo de aire.

Ella es, arada de nubes,

la pequeña propiedad del cielo.


("yavendras")

martes, 29 de septiembre de 2020

Fabio Morábito (1955 )

Ese bombero era magnífico


 Ese bombero era magnífico,

dijo uno de los sobrevivientes

de las Torres Gemelas,

y se le quebró la voz.


En medio de los gritos y el humo,

mientras todos bajaban las escaleras,

el joven bombero subía

hacia los pisos del desastre.


Se encontraron a la mitad

del edificio,

el hombre camino a la vida,

el otro camino al infierno,


y se miraron un segundo,

quizá menos.


Subía de dos en dos

los escalones sin equivocarse,

fue lo que dijo el hombre en la televisión,

y se le quebró la voz.


Todos lo estamos viendo

subir de dos en dos los escalones

a contracorriente de la vida,

hacia el centro ardiente de las cosas,


el magnífico bombero

camino a la licuefacción.


El verdadero infierno siempre queda arriba

y sólo alguien magnífico

puede subir de dos en dos

los escalones hacia él,


como otro joven y magnífico

en Grecia

subió y subió hasta derretirse

después de abandonar todos los muros.


("revista altazor")

lunes, 28 de septiembre de 2020

Amanda Durán (1982 )

 La belleza

a.

Desperté con el cielo adentro

alguien lo derramó mientras dormía

me gustaría saber quién, o al menos cómo.

Por eso no te llamo

porque no se puede hablar

con el cielo así todo incrustado.

Al abrir los ojos

empieza a brotar celeste

como cascadas

y el lagrimal se rompe:

no duele tanto pero sabes -tú sí sabes.

 Nadie quiere deshacerse del cielo tras habérselo bebido

entero.


b.

La última palabra de mi madre fue un aullido.

Sostuve su cabeza con mis manos

y rompí el cascarón de su frente, para que pudiera irse.

Ella se quedó ahí observando

cómo el reloj seguía el mismo baile

de esa mañana cuando el mismo cuadro,

colgado en la pared, se movía con el viento.

Abrí con mis dientes la herida

para que saliera volando.


("leepoesia")

domingo, 27 de septiembre de 2020

Uriel Martínez (1950 )


                                                                          web huicholes

                                                                  



Fase 3 (parte 24)


1.

Pasará mucho tiempo para que yo olvide este mes aún vivo, aún latente como latente está el inicio del otoño; pasarán soles y lunas y tendré presente que este abril -el mes más cruel, según la observación de un poeta-, fue desdoblándose y fue repitiéndose en la piel de muchos como un sueño de horror sin fin, como una purga pendiente en un organismo enfermo. Hace días recibí otra mala nueva: aquella mujer que trajo de su pueblo a esta ciudad a sus padres ancianos desde marzo -para protegerlos del Covid19-, los había perdido arrasados por la Pandemia. Pero días escasos después, le sucede a ella. Cuando me entero ya eran tres montones de ceniza. Como una broma de mal gusto, en febrero ella y yo habíamos convenido un proyecto de investigación para el rescate de manuscritos inéditos de un amigo mío fallecido prematuramente. Le envié y leyó una semblanza redactada por mí a manera de carnada para iniciar el trabajo integral sobre ese autor cercano a ella. El acuerdo fue encontrarnos ya pasada la Pandemia. Y hoy hablo de lo que nunca fue.


2.

Con una demora de semanas pero me deshice de un par de zapatos con los que transité los últimos seis meses de emergencia sanitaria mundial. Eran negros como los presagios insospechados que se avecinaban desde inicios de este año bisiesto -"año bisiesto, año siniestro", sintetizó quizá un profeta-; todavía en febrero pasado les di lustre y les cambié las agujetas para no perder el trote ni el rumbo. Todavía me los encasquetaba con calzador que me donaron en la tienda en que los merqué un año atrás. Antes de la emergencia sanitaria mundial era, para mí, posible viajar a otras ciudades y adquirir ese par de calzado para pie artrítico; elaborado manualmente con piel de venado y de borrego importadas. Cuando tuve el arrojo de botarlos en un contenedor lo hice con prisa y la cabeza fría; con ellos se iban recuerdos de lugares en donde estuve, con ellos abrí y cerré el día, la semana, el mes, el equinoccio y el solsticio vividos como un acto de fe. Imaginé si alguien los rescataría del depósito de deshechos o los pepenaría en el basurero municipal; si los llevaría con algún zapatero prodigioso que les enderezara las mandíbulas torcidas, los tacones desgastados, los pasos mal dados/equivocados/falsos que me han caracterizado. Hasta el día de hoy no he soñado con ellos, acaso porque ya he estrenado un par últimamente.


3.

Todavía en febrero de 2020 emprendí un viaje de Laguna Honda a Pueblo sin Nombre con ese par de zapatos desgastados; hube de caminar cuatro kilómetros del punto A al B antes de conseguir un Stop Finger en una camioneta Toyota. Casi al pardear la tarde de ese día hube de regresar al punto A en otro viaje de cortesía -con lluvia pertinaz y ligera- luego de no obtener invitación a pernoctar en B. Regresé con la certeza de haber cerrado un ciclo con el pasado: infancia, recuerdos, estampas escondidas u olvidadas en alguna gaveta de la caja negra que algunos conservamos -acaso-, intacta. ¡Ah!, los granados cerca de la entrada a casa de los abuelos; ¡ah!, el té de hojas de naranjo en las mañanas frías; ¡ah!, las canicas transparentes para los juegos aprendidos de chico; ¡ah!, los dulces de biznaga, camote, calabaza y de leche antes de las primeras caries. ¡Ah!, la abuela en la cocina cubierta de sombras y humo de leña todo el tiempo. ¡Ah!, los jinetes rumbo al coleadero en días de fiesta. La huerta, las tardes interminablemente lluviosas. Los quinqués cuando empieza a oscurecer, las sombras en las paredes y vigas. El silencio del pueblo. Todo vuelto ceniza como víctima temprana de la Pandemia.


4.

Huichola

La huichola llega con un trozo de unicel y me muestra una colección de aretes artesanales en venta; aparece con blusa y falda estampadas de flores y el viento me bulle sus imágenes. Antes que la fuerza del aire la desplace le obsequio una fruta para que no se vaya con los ojos tristes de un sábado de muertos, los míos, los incinerados.


Dogville, septiembre 2020                                                                                                (Inédito) 

sábado, 26 de septiembre de 2020

Enrique Winter (1982 )

 La transformación


cuando una mañana gregor samsa

despabiló de sueños inquietantes

se encontró transformado en un monstruoso

parásito     estaba recostado


sobre el caparazón duro     de espaldas

y al levantar un poco la cabeza

veía su barriga curva     parda

dividida en arqueadas rigideces


a cuya altura el edredón     apenas

se mantenía sin caerse entero

sus varias patas     tristemente flacas


en relación al resto del volumen

parpadeaban inermes a sus ojos

qué me pasó     pensaba     no era un sueño


("periódico de poesía")