La noche es una cisterna
La noche es una cisterna. Cantan las lechuzas.
A rastras los refugiados
van por senderos en el bramido y el murmullo de
una desdicha eterna.
Quién eres tú, que vas perdido en la trémula
multitud.
Y quién serás, en quién te convertirás,
cuando vuelva el día y un saludo normal perfile los
límites íntimos.
La noche es una cisterna. Bailan las últimas parejas
en la fiesta.
Del mar se oyen gritos de altas olas y el viento mece
un pino.
Al este una mano dibuja la primera línea del alba.
Palidecen las lámparas, se ahoga el motor de un
coche.
Ante nosotros la senda de la vida y breves momentos
de astronomía.
No hubo infancia
¿Y cómo fue su infancia? -pregunta
finalmente el periodista, ya aburrido.
No hubo infancia, sólo negros cuervos
y tranvías ávidos de electricidad,
pesadas casullas de gordos curas,
maestros con cara de latón.
No hubo infancia, sólo espera.
Las hojas de los arces brillaban
en la noche, como el fósforo, la lluvia
humedecía los labios de los cantantes.
("apología de la luz", trad. xavier farré)