Inocencia
Se acabó la inocencia.
Era una bebida empalagosa y breve,
una comida exótica,
ahora ya lo sé.
La probé.
De esas cosas que se toman un día
y siempre las recuerdas,
de esa gente que te encuentras
y no vuelves a ver.
Nunca sabrás lo que pasaría
en el banco de la inocencia.
Con los pies colgando
allí sólo vive la gente que no recuerdas,
lo que nunca ha pasado.
Te sentaste un momento
a escuchar desde lejos la orquesta.
Era duro y solitario
el banco de la inocencia.
Demasiada prisa en volver
como para no olvidarte algo.
Ahora ya lo sabes,
la inocencia es esa gente
que se quedó tu chaqueta.
("life vest under your seat")
lunes, 29 de febrero de 2016
domingo, 28 de febrero de 2016
Uriel Martínez (1950 )
El aseo
me visto tu pijama
y calzo tu calor ausente,
el aroma de tus ingles
y labios cerrados;
me lavo la boca con jabón
que lavaron tus manos,
que rozaron vellos,
canillas y dedos;
me paso por la yugular
la Guillette que redondeó
tu perfil, las tijeras
que cuadraron pómulos;
los filos que delinearon
la manzana de Adán
pasan lentos
por mi piel;
ya muy noche, cuando el silencio
acentúa tu ausencia, cansado
me tiendo, me eclipso,
te espero.
me visto tu pijama
y calzo tu calor ausente,
el aroma de tus ingles
y labios cerrados;
me lavo la boca con jabón
que lavaron tus manos,
que rozaron vellos,
canillas y dedos;
me paso por la yugular
la Guillette que redondeó
tu perfil, las tijeras
que cuadraron pómulos;
los filos que delinearon
la manzana de Adán
pasan lentos
por mi piel;
ya muy noche, cuando el silencio
acentúa tu ausencia, cansado
me tiendo, me eclipso,
te espero.
sábado, 27 de febrero de 2016
Frank O´Hara (1926/1996 )
A la recherche d´Gertrude Stein
Cuando me siento deprimido y ansioso malhumorado
todo lo que tienes tú que hacer es quitarte la ropa
y todo es barrido y se revela la ternura de la vida
que somos carne y respiramos y estamos cerca de nosotros
como eres tú realmente como eres yo me convierto en lo que
realmente soy estoy vivo y sé vagamente lo que es
y lo que es importante para mí por encima de las intrusiones
de las relaciones incidentales y accidentales
que no tienen nada que ver con mi vida.
cuando estoy en tu presencia siento que la vida es fuerte
y vencerá a todos sus enemigos y a todos los míos en mí
la lógica enferma y el razonamiento débil se curan
por la perfecta simetría de tus brazos y piernas
extendidos haciendo juntos un círculo eterno
creando un dorado pilar junto al Atlántico
la tenue línea de pelo que divide tu torso
da descanso a mi mente y libera mis emociones
al aire infinito donde como estamos
juntos siempre lo estaremos en esta vida pase lo que pase.
Cuando me siento deprimido y ansioso malhumorado
todo lo que tienes tú que hacer es quitarte la ropa
y todo es barrido y se revela la ternura de la vida
que somos carne y respiramos y estamos cerca de nosotros
como eres tú realmente como eres yo me convierto en lo que
realmente soy estoy vivo y sé vagamente lo que es
y lo que es importante para mí por encima de las intrusiones
de las relaciones incidentales y accidentales
que no tienen nada que ver con mi vida.
cuando estoy en tu presencia siento que la vida es fuerte
y vencerá a todos sus enemigos y a todos los míos en mí
la lógica enferma y el razonamiento débil se curan
por la perfecta simetría de tus brazos y piernas
extendidos haciendo juntos un círculo eterno
creando un dorado pilar junto al Atlántico
la tenue línea de pelo que divide tu torso
da descanso a mi mente y libera mis emociones
al aire infinito donde como estamos
juntos siempre lo estaremos en esta vida pase lo que pase.
("marcelo leites", trad. de rolando costa picazo)
viernes, 26 de febrero de 2016
José Watanabe (1945/2007 )
Animal de invierno
Otra vez es tiempo de ir a la montaña
a buscar una cueva para hibernar.
Voy sin mentirme: la montaña no es madre, sus cuevas
son como huevos vacíos donde recojo mi carne
y olvido.
Nuevamente veré en las faldas del macizo
vetas minerales como nervios petrificados, tal vez
en tiempos remotos fueron recorridos
por escalofríos de criatura viva.
Hoy, después de millones de años, la montaña
está fuera del tiempo, y no sabe
cómo es nuestra vida
ni cómo acaba.
Allí está, hermosa e inocente entre la neblina, y yo entro
en su perfecta indiferencia
y me ovillo entregado a la idea de ser de otra sustancia.
He venido por enésima vez a fingir mi resurrección.
En este mundo pétreo
nadie se alegrará con mi despertar. Estaré yo solo
y me tocaré
y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña
sabré
que aún no soy la montaña.
("enfocarte", no.32)
Otra vez es tiempo de ir a la montaña
a buscar una cueva para hibernar.
Voy sin mentirme: la montaña no es madre, sus cuevas
son como huevos vacíos donde recojo mi carne
y olvido.
Nuevamente veré en las faldas del macizo
vetas minerales como nervios petrificados, tal vez
en tiempos remotos fueron recorridos
por escalofríos de criatura viva.
Hoy, después de millones de años, la montaña
está fuera del tiempo, y no sabe
cómo es nuestra vida
ni cómo acaba.
Allí está, hermosa e inocente entre la neblina, y yo entro
en su perfecta indiferencia
y me ovillo entregado a la idea de ser de otra sustancia.
He venido por enésima vez a fingir mi resurrección.
En este mundo pétreo
nadie se alegrará con mi despertar. Estaré yo solo
y me tocaré
y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña
sabré
que aún no soy la montaña.
("enfocarte", no.32)
jueves, 25 de febrero de 2016
Cees Nooteboom (1933 )
La muerte
En un rincón, oscuro, frío y húmedo, gime una voz de polvo sucio -es lo único que me permite ver la oscuridad-, un ser humano del que no queda más que un fardo de ropa. Da toda la impresión de no pesar más de un kilo, pero la voz se queja y murmura y solloza quedamente, alguien, algo que se está muriendo, algo viejo apenas existente, una voz invisible sin cuerpo, un alma arrinconada por la gente. Me acerco, la voz se torna susurro, un estertor apagado, pero yo sigo sin ver cabeza alguna, y entonces viene hacia mí una mujer conminándome con señas a que me vaya, esta vergüenza no debe verla un extranjero.
("hotel nómada", ed. debolsillo, trad. isabel-clara lorda vidal, méxico, 2008)
En un rincón, oscuro, frío y húmedo, gime una voz de polvo sucio -es lo único que me permite ver la oscuridad-, un ser humano del que no queda más que un fardo de ropa. Da toda la impresión de no pesar más de un kilo, pero la voz se queja y murmura y solloza quedamente, alguien, algo que se está muriendo, algo viejo apenas existente, una voz invisible sin cuerpo, un alma arrinconada por la gente. Me acerco, la voz se torna susurro, un estertor apagado, pero yo sigo sin ver cabeza alguna, y entonces viene hacia mí una mujer conminándome con señas a que me vaya, esta vergüenza no debe verla un extranjero.
("hotel nómada", ed. debolsillo, trad. isabel-clara lorda vidal, méxico, 2008)
miércoles, 24 de febrero de 2016
Janet Frame (1924/2004 )
Los muertos
No tengo nada que decir a los muertos
a menos que se acerquen a mí primero.
Tienen derecho de aproximarse
con paso suave, cantando
o gimiendo como gusten.
Los muertos lloran la noche entera bajo los árboles.
Nunca me canso de escucharlos.
A veces quiero invitarlos a pasar
para que calienten sus manos al fuego
pero nadie quiere a los muertos adentro,
mucho menos los vivos. Cierren la puerta,
déjenlos afuera, dicen,
o antes de que los veas venir
te vencerán con la muerte,
se alimentarán de ti, te robarán,
te sangrarán a ti y los recuerdos que conservas.
Los muertos no tienen memoria. Una bufanda rota
entra y sale de su cabeza, controlada
por el viento del olvido, no por los muertos,
y los muertos no saben
dónde puede estar el principio o el final
pues no tienen memoria, no tienen.
("huesos de jilguero", ed. uv-xalapa, ver., méxico, 2015, trad. de julia constantino)
martes, 23 de febrero de 2016
Osvaldo Bossi (1963 )
Camellos
Aquella noche, al dormirme
soñé que era un extraño camello
dejando sus huellas claras y pesadas
sobre un hermoso desierto que no se sabe
adónde empieza ni dónde termina,
el pecho en alto bajo el cielo estrellado
o el sol que orla, como un anillo de oro implacable,
la cabeza de esos niños que se alejan
(demasiado temprano o demasiado tarde)
bajo una nube de pensamientos:
yo y mi cantimplora interior,
los grandes ojos acostumbrados a lidiar
con toda suerte de espejismos, contento
(como ahora, por ejemplo) de ver otra vez
a ese muchacho tan querido por mí
avanzando a través de las dunas
con su pañuelo en el cuello y su gorra
de legionario: aliviado (¡como si no lo conociera!)
por el solo hecho de volver a tenerme.
Yo y mi joroba casi perfecta,
y mis pestañas largas y aterciopeladas
apartando (grano por grano, con una paciencia
infinita) enormes o pequeños saharas
que parecen de arena y son, en realidad
pura sombra… Pero qué importa,
qué puede importar todo eso, ahora.
La luna -como siempre- estaba ahí,
y yo por supuesto también estaba
ahí, adelante, deteniéndome cada tanto
al lado de un fueguito fatuo, capaz
de atemperar la noche más larga y más fría
del universo, para luego pensar, simplemente,
como deben pensar todos los camellos
a cierta hora: Dios mío, todo esto es mejor
que atravesar el ojo de una aguja.
("hasta donde llega la voz")
Aquella noche, al dormirme
soñé que era un extraño camello
dejando sus huellas claras y pesadas
sobre un hermoso desierto que no se sabe
adónde empieza ni dónde termina,
el pecho en alto bajo el cielo estrellado
o el sol que orla, como un anillo de oro implacable,
la cabeza de esos niños que se alejan
(demasiado temprano o demasiado tarde)
bajo una nube de pensamientos:
yo y mi cantimplora interior,
los grandes ojos acostumbrados a lidiar
con toda suerte de espejismos, contento
(como ahora, por ejemplo) de ver otra vez
a ese muchacho tan querido por mí
avanzando a través de las dunas
con su pañuelo en el cuello y su gorra
de legionario: aliviado (¡como si no lo conociera!)
por el solo hecho de volver a tenerme.
Yo y mi joroba casi perfecta,
y mis pestañas largas y aterciopeladas
apartando (grano por grano, con una paciencia
infinita) enormes o pequeños saharas
que parecen de arena y son, en realidad
pura sombra… Pero qué importa,
qué puede importar todo eso, ahora.
La luna -como siempre- estaba ahí,
y yo por supuesto también estaba
ahí, adelante, deteniéndome cada tanto
al lado de un fueguito fatuo, capaz
de atemperar la noche más larga y más fría
del universo, para luego pensar, simplemente,
como deben pensar todos los camellos
a cierta hora: Dios mío, todo esto es mejor
que atravesar el ojo de una aguja.
("hasta donde llega la voz")
lunes, 22 de febrero de 2016
Juan Rodolfo Wilcock (1919/1978 )
John O. Kinnaman
En 1938 John O. Kinnaman visitó Sodoma. De regreso a Inglaterra publicó Excavaciones en busca de la verdad (Digging for Truth, 1940); en el libro explica que en aquel lugar ha encontrado una cantidad considerable de columnas y pirámides de sal, lo que hizo muy difícil, por no decir imposible, la tarea que se había fijado: descubrir cuál de aquellas protuberancias era la mujer de Lot. Escribe: "Hay demasiadas; ¿cuál será el féretro de aquella desgraciada, quién puede decirlo ahora?"
A cambio, descubrió en los alrededores la casa donde vivía Abraham y en la casa una piedra que llevaba grabada en su superficie la firma del patriarca: "Abraham".
("la sinagoga de los iconoclastas", 3a. ed. anagrama, barcelona, 2010, trad. joaquín jordá)
En 1938 John O. Kinnaman visitó Sodoma. De regreso a Inglaterra publicó Excavaciones en busca de la verdad (Digging for Truth, 1940); en el libro explica que en aquel lugar ha encontrado una cantidad considerable de columnas y pirámides de sal, lo que hizo muy difícil, por no decir imposible, la tarea que se había fijado: descubrir cuál de aquellas protuberancias era la mujer de Lot. Escribe: "Hay demasiadas; ¿cuál será el féretro de aquella desgraciada, quién puede decirlo ahora?"
A cambio, descubrió en los alrededores la casa donde vivía Abraham y en la casa una piedra que llevaba grabada en su superficie la firma del patriarca: "Abraham".
("la sinagoga de los iconoclastas", 3a. ed. anagrama, barcelona, 2010, trad. joaquín jordá)
domingo, 21 de febrero de 2016
Ted Hughes (1930/1998 )
Cuervo y mamá
Cuando Cuervo gritó de la oreja de su mamá
quedó sólo un muñón calcinado.
Cuando se rió ella lloró
Sangre sus pechos su palma su frente toda ella lloró sangre.
Intentó dar un paso luego otro y de nuevo uno más-
Cada uno marcó el rostro de su madre para siempre.
Cuando estalló en furia
Ella retrocedió con una cuchillada atroz y un grito de espanto.
Cuando se detuvo ella se plegó contra él como un libro
Sobre el separador pero él tenía que irse.
Subió a un coche la cuerda del remolque
Se enredó al cuello de su madre y é saltó.
Subió a un avión pero el cuerpo de ella se atascó en el reactor-
Hubo un gran escándalo y el vuelo se suspendió.
Subió a un cohete su trayectoria
Perforó limpiamente el corazón de su madre y él continuó su camino
Estaba a gusto en el cohete no podía ver mucho
Pero se asomó por la ventanilla a la Creación
Y vio estrellas a millones de kilómetros de distancia
Y vio el futuro y el universo
El Principio y la hendedura
Y siguió su camino y se durmión y finalmente
Se estrelló contra la luna despertó y se arrastró fuera
Bajo la grupa de su madre.
( "la palabra y el hombre", no.34, oct.-dic.2015, revista de la uv-xalapa ver., méx., trad. david medina portillo.)
Cuando Cuervo gritó de la oreja de su mamá
quedó sólo un muñón calcinado.
Cuando se rió ella lloró
Sangre sus pechos su palma su frente toda ella lloró sangre.
Intentó dar un paso luego otro y de nuevo uno más-
Cada uno marcó el rostro de su madre para siempre.
Cuando estalló en furia
Ella retrocedió con una cuchillada atroz y un grito de espanto.
Cuando se detuvo ella se plegó contra él como un libro
Sobre el separador pero él tenía que irse.
Subió a un coche la cuerda del remolque
Se enredó al cuello de su madre y é saltó.
Subió a un avión pero el cuerpo de ella se atascó en el reactor-
Hubo un gran escándalo y el vuelo se suspendió.
Subió a un cohete su trayectoria
Perforó limpiamente el corazón de su madre y él continuó su camino
Estaba a gusto en el cohete no podía ver mucho
Pero se asomó por la ventanilla a la Creación
Y vio estrellas a millones de kilómetros de distancia
Y vio el futuro y el universo
El Principio y la hendedura
Y siguió su camino y se durmión y finalmente
Se estrelló contra la luna despertó y se arrastró fuera
Bajo la grupa de su madre.
( "la palabra y el hombre", no.34, oct.-dic.2015, revista de la uv-xalapa ver., méx., trad. david medina portillo.)
sábado, 20 de febrero de 2016
Eduardo Chirinos (1960/2016 )
Derrota del otoño
Aquí no es bienvenido el otoño.
Nadie lo espera
a la orilla de ningún río melancólico
que esconda en su cauce los secretos del mundo.
El otoño reina en otras latitudes.
Allá lejos, donde los ciclos se cumplen, allá lejos
donde envejecen y renuevan las metáforas.
(El sol se hunde en un verdoso charco
donde flota, solitaria, una hoja de laurel).
Pero esta tarde no ha llovido. Las hojas
se aferran a sus ramas,
heroicamente luchan contra el viento
y en la noche celebran la derrota del otoño.
No saben que las hojas que caen son las escritas
y el árbol un seco y callado poema sin estrías.
("vallejo & co.")
viernes, 19 de febrero de 2016
Miguel Méndez Camacho (1942 )
Kampeones
En la revista del colegio
una fotografía de veinte años atrás
donde estamos posando sudorosos
después de la victoria.
Todos tenemos un aire de grandeza
que hemos ido gastando:
El gallego Tomás, el pecoso Pedroza
el maracucho Antonio,
que hizo un gol memorable
y ahora tiene una casa de citas en Valencia.
El tatareto Vega
que era puntero izquierdo
y ahora juega a político
por el ala derecha.
Siboney el negrito centro - medio
y Juan Ramón “Pocillo”
porque tenía una oreja solamente.
A1 respaldo con mi letra de entonces
una larga leyenda que comienza:
Campeones (con K)...
el nombre y los apodos del equipo,
los goles y su hazaña
con fecha y hora
de esa tarde de marzo cuando fuimos
brevemente inmortales.
("poesía us")
En la revista del colegio
una fotografía de veinte años atrás
donde estamos posando sudorosos
después de la victoria.
Todos tenemos un aire de grandeza
que hemos ido gastando:
El gallego Tomás, el pecoso Pedroza
el maracucho Antonio,
que hizo un gol memorable
y ahora tiene una casa de citas en Valencia.
El tatareto Vega
que era puntero izquierdo
y ahora juega a político
por el ala derecha.
Siboney el negrito centro - medio
y Juan Ramón “Pocillo”
porque tenía una oreja solamente.
A1 respaldo con mi letra de entonces
una larga leyenda que comienza:
Campeones (con K)...
el nombre y los apodos del equipo,
los goles y su hazaña
con fecha y hora
de esa tarde de marzo cuando fuimos
brevemente inmortales.
("poesía us")
jueves, 18 de febrero de 2016
Armando Romero (1944 )
El árbol digital
Era un hombre al que le habían enterrado su mano
derecha
Pasaba sus días metido en una pieza vacía
Donde se sentaba
Los pies contra el ángulo superior de la ventana
Y su mano izquierda sosteniendo un ojo de buey
Por el cual los rinocerontes
Ensartaban su cuerno
Y hacían brillar su corteza metálica
Le había dado por ser poeta
Y se pasaba todo el tiempo hablando de la guerra
De tal manera
Que había descuidado su mano derecha
Esta creció lenta y furiosamente
Y sin que él se diera cuenta
Atravesó el mundo de lado a lado
Cuando los niños de la parte norte de Sumatra
Vieron aparecer un árbol sin hojas y sin frutos
Corrieron espantados a llamar a sus padres
Estos vinieron con sus gruesas espadas
Y cortaron el árbol de raíz
Un líquido blanco lechoso salió de la corteza
tronchada
Desde ese entonces
El hombre como un poeta
Siente un dolor terrible
Agudo
En un sitio del cuerpo que no puede determinar
Era un hombre al que le habían enterrado su mano
derecha
Pasaba sus días metido en una pieza vacía
Donde se sentaba
Los pies contra el ángulo superior de la ventana
Y su mano izquierda sosteniendo un ojo de buey
Por el cual los rinocerontes
Ensartaban su cuerno
Y hacían brillar su corteza metálica
Le había dado por ser poeta
Y se pasaba todo el tiempo hablando de la guerra
De tal manera
Que había descuidado su mano derecha
Esta creció lenta y furiosamente
Y sin que él se diera cuenta
Atravesó el mundo de lado a lado
Cuando los niños de la parte norte de Sumatra
Vieron aparecer un árbol sin hojas y sin frutos
Corrieron espantados a llamar a sus padres
Estos vinieron con sus gruesas espadas
Y cortaron el árbol de raíz
Un líquido blanco lechoso salió de la corteza
tronchada
Desde ese entonces
El hombre como un poeta
Siente un dolor terrible
Agudo
En un sitio del cuerpo que no puede determinar
("círculo de poesía")
miércoles, 17 de febrero de 2016
Eduardo Cote Lamus (1928/1964 )
Dibujando la fiebre
Algo bulle en mí: muy hondo siento el fuego
que no es luz, que no es voz, que no es el sueño.
pero es más tú, más yo, mucho más fuerte
que hacer de uno mismo o que morir
de ti, de mí, de aquello que hemos sido.
Esto no sé lo que es. Te digo, amor,
no sé qué pueda ser: Mírame tú
aunque no me oigas ni me veas, dime
si ha llegado el final, si la campana
acaba con la torre o con la aldea
cuando suena. Yo, amor, de tanto amarte
ya tengo el pecho rojo. Es el silencio
esta tarde de otoño. El movimiento
viene de aquí, de allí, de no sé dónde.
Cuántos pájaros negros en mis ojos
dibujando la sombra, pero el mundo
mantiene luminosas costas, sitios
por donde no he pasado y quedan lejos.
Amor, dame la mano, ven, me siento
tan solo, detenido entre mi cuerpo
y no puedo salir. Yo quiero decirte
que no tengo la culpa, que es de fuera,
de adentro, que mis pies se agrandan para
que pueda mantener el corazón.
El fuego es muy profundo, amor, lo es mucho:
es la vida, la muerte, la conciencia.
("casa de poesía silva")
Algo bulle en mí: muy hondo siento el fuego
que no es luz, que no es voz, que no es el sueño.
pero es más tú, más yo, mucho más fuerte
que hacer de uno mismo o que morir
de ti, de mí, de aquello que hemos sido.
Esto no sé lo que es. Te digo, amor,
no sé qué pueda ser: Mírame tú
aunque no me oigas ni me veas, dime
si ha llegado el final, si la campana
acaba con la torre o con la aldea
cuando suena. Yo, amor, de tanto amarte
ya tengo el pecho rojo. Es el silencio
esta tarde de otoño. El movimiento
viene de aquí, de allí, de no sé dónde.
Cuántos pájaros negros en mis ojos
dibujando la sombra, pero el mundo
mantiene luminosas costas, sitios
por donde no he pasado y quedan lejos.
Amor, dame la mano, ven, me siento
tan solo, detenido entre mi cuerpo
y no puedo salir. Yo quiero decirte
que no tengo la culpa, que es de fuera,
de adentro, que mis pies se agrandan para
que pueda mantener el corazón.
El fuego es muy profundo, amor, lo es mucho:
es la vida, la muerte, la conciencia.
("casa de poesía silva")
martes, 16 de febrero de 2016
Cristina Toro (1960 )
Del amor a solas
Esa mano que saborea mi cuerpo,
que escarba sus rincones y se detiene
en los pliegues inagotados.
Esa mano inquieta que tanto me conoce,
ha hecho brillar mis poros
con la melodía de su roce exacto,
ha llegado al origen de los líquidos
que enjuagan mis cavernas,
reconoce las señales de mi avidez,
el justo instante agónico
en que requiero el énfasis.
Esa mano feroz y a la vez calma
aprendió a despertar
los senderos de mis orejas,
la vibración de mis senos
atentos a todo juego,
a toda intromisión.
Esa mano que me asalta imperceptible
ante la multitud
o en presencia de mi soledad
es esta misma mano que ahora escribe:
mi cómplice
mi única enamorada.
("el cultural", la razón, 14, ii, 2015)
Esa mano que saborea mi cuerpo,
que escarba sus rincones y se detiene
en los pliegues inagotados.
Esa mano inquieta que tanto me conoce,
ha hecho brillar mis poros
con la melodía de su roce exacto,
ha llegado al origen de los líquidos
que enjuagan mis cavernas,
reconoce las señales de mi avidez,
el justo instante agónico
en que requiero el énfasis.
Esa mano feroz y a la vez calma
aprendió a despertar
los senderos de mis orejas,
la vibración de mis senos
atentos a todo juego,
a toda intromisión.
Esa mano que me asalta imperceptible
ante la multitud
o en presencia de mi soledad
es esta misma mano que ahora escribe:
mi cómplice
mi única enamorada.
("el cultural", la razón, 14, ii, 2015)
lunes, 15 de febrero de 2016
Anabel Torres (1948 )
Mi dueño
Mi dueño me ha dado avena,
avena recién girada,
caña de azúcar
picada.
Mi dueño me ha liberado
sobre sus verdes praderas,
el olor de la hierba recién cortada
más dulce aún, si cabe.
Saciada de placer
me han soltado a pastar.
Mi dueño me ha dado avena,
avena recién girada,
caña de azúcar
picada.
Mi dueño me ha liberado
sobre sus verdes praderas,
el olor de la hierba recién cortada
más dulce aún, si cabe.
Saciada de placer
me han soltado a pastar.
("dulce jueves.blogspot")
domingo, 14 de febrero de 2016
Uriel Martínez (1950 )
Los cristales
la noche anterior presagiaba
tormenta, bajas temperaturas
y pies helados
la madrugada siguiente no
parecía distinta a las otras
ni posteriores a ti
pero llegó la mañana
y alguien comenzó a arrojarnos
granos de elote como escarchas
que callados golpearon cristales
de anteojos, bocas, oídos,
muros y ventanas
con un trapo sucio me di
a la tarea silenciosa de contemplarme
en el paisaje denso de vaho
hasta que en el último
cristal, el que describe
la caída, vi tu nombre
inscrito.
la noche anterior presagiaba
tormenta, bajas temperaturas
y pies helados
la madrugada siguiente no
parecía distinta a las otras
ni posteriores a ti
pero llegó la mañana
y alguien comenzó a arrojarnos
granos de elote como escarchas
que callados golpearon cristales
de anteojos, bocas, oídos,
muros y ventanas
con un trapo sucio me di
a la tarea silenciosa de contemplarme
en el paisaje denso de vaho
hasta que en el último
cristal, el que describe
la caída, vi tu nombre
inscrito.
sábado, 13 de febrero de 2016
Jaime Gil de Biedma (1929/1990 )
Gil de Biedma contra Jaime Gil de Biedma
¿De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
¡Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
("apología de la luz")
¿De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
¡Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
("apología de la luz")
viernes, 12 de febrero de 2016
Juan Vicente Piqueras (1960 )
Calles de Atenas
Los mandarinos de Píndaro.
El tráfico de Hipócrates.
Los taxis de Teseo.
Las putas de Aristóteles.
La basura de Sóflocles.
Las especias de Eurípides.
Los gases lacrimógenos de Síntagma.
Y aunque sé que nadie puede
cruzar dos veces la misma calle,
yo cruzaba dos veces cada día
la calle Heráclito.
("apología de la luz")
Los mandarinos de Píndaro.
El tráfico de Hipócrates.
Los taxis de Teseo.
Las putas de Aristóteles.
La basura de Sóflocles.
Las especias de Eurípides.
Los gases lacrimógenos de Síntagma.
Y aunque sé que nadie puede
cruzar dos veces la misma calle,
yo cruzaba dos veces cada día
la calle Heráclito.
("apología de la luz")
jueves, 11 de febrero de 2016
John Berger (1926 )
Contadores de historias
Escribiendo
acurrucados junto a la muerte
somos sus secretarios
leyendo a la luz de la vida
completamos su libro mayor
donde termina ella,
colegas míos,
empezamos nosotros, a ambos lados del cadáver,
y cuando la citamos
lo hacemos
sabiendo que la historia está a punto de acabar.
("apología de la luz", sin crédito al traductor)
Escribiendo
acurrucados junto a la muerte
somos sus secretarios
leyendo a la luz de la vida
completamos su libro mayor
donde termina ella,
colegas míos,
empezamos nosotros, a ambos lados del cadáver,
y cuando la citamos
lo hacemos
sabiendo que la historia está a punto de acabar.
("apología de la luz", sin crédito al traductor)
miércoles, 10 de febrero de 2016
Jorge Cantú de la Garza (1937/1998 )
¿Qué o quién?
IV
Soy todos los colores, todas las partículas
que hay en un keliedoscopio, soy el invierno
y al segundo siguiente el infierno; soy el diablo,
soy el domo de una catedral; soy la escalera
de las estrellas y el desfiladero frente al Fujiyama.
Siempre tengo un hermano gemelo, el que me
[ abre
la puerta de casa cuando llego, borracho, a buscarme;
¿o es él quien llega borracho a buscarse
y yo le abro la puerta? ¿Yo soy o soy?
Palíndromo perfecto. Nunca lo sabré, nunca,
[ nunca.
("poemas en que yo estaba escondido", ed. uanl, monterrey, n.l., méxico, 2008)
IV
Soy todos los colores, todas las partículas
que hay en un keliedoscopio, soy el invierno
y al segundo siguiente el infierno; soy el diablo,
soy el domo de una catedral; soy la escalera
de las estrellas y el desfiladero frente al Fujiyama.
Siempre tengo un hermano gemelo, el que me
[ abre
la puerta de casa cuando llego, borracho, a buscarme;
¿o es él quien llega borracho a buscarse
y yo le abro la puerta? ¿Yo soy o soy?
Palíndromo perfecto. Nunca lo sabré, nunca,
[ nunca.
("poemas en que yo estaba escondido", ed. uanl, monterrey, n.l., méxico, 2008)
martes, 9 de febrero de 2016
Juan Rodolfo Wilcock (1919/1978 )
Noche tranquila
El delicado extremo de tus dedos, el finísimo
silencio de mis labios que sobre ellos
encuentra el brillo de las aguas, la luna
surgiendo en un estanque de anchas hojas;
por la altura va el viento, por los árboles
y en el cielo la noche.
Ahora contempla
cómo es dulce la vida, cómo se alejan
las órbitas etéreas abandonando
una luz sobre nuestra frente.
Yo te amo
y las horas ascienden; oye el rumor
desconocido de la noche e infinito.
Lentamente en mis brazos, sin turbar
la eternidad que el aire está formando
con sus círculos inmóviles, contempla
el pálido reflejo oscilando entre las hojas,
el instante que estamos en la tierra
detenido.
Allá arriba por los espacios azules
flotan sonidos suaves, y las estrellas.
("marcelo leites")
El delicado extremo de tus dedos, el finísimo
silencio de mis labios que sobre ellos
encuentra el brillo de las aguas, la luna
surgiendo en un estanque de anchas hojas;
por la altura va el viento, por los árboles
y en el cielo la noche.
Ahora contempla
cómo es dulce la vida, cómo se alejan
las órbitas etéreas abandonando
una luz sobre nuestra frente.
Yo te amo
y las horas ascienden; oye el rumor
desconocido de la noche e infinito.
Lentamente en mis brazos, sin turbar
la eternidad que el aire está formando
con sus círculos inmóviles, contempla
el pálido reflejo oscilando entre las hojas,
el instante que estamos en la tierra
detenido.
Allá arriba por los espacios azules
flotan sonidos suaves, y las estrellas.
("marcelo leites")
lunes, 8 de febrero de 2016
Wislawa Szymborska (1923/2012 )
Noticias del hospital
Echamos un volado para ver quién iba.
Me tocó a mí. Me levanté de la mesa.
Se acercaba ya la hora de visita.
No respondió a mi saludo.
Quise tomarlo de la mano, la quitó
como un perro hambriento que no suelta su hueso.
Parecía que le diera vergüenza morir.
No sé qué se le dice a alguien como él.
Nuestras miradas se evitaban como un fotomontaje.
No me pidió que me quedara ni que me fuera.
No preguntó por nadie de nuestra mesa.
Ni por Bolek, ni por ti Tolek, ni por ti Lolek.
Empezó a dolerme la cabeza. ¿Quién se le muere a quién?
Elogié la medicina y las tres lilas del vaso.
Le hablé del sol y me fui apagando.
Qué bien que hay escaleras para bajar corriendo.
Qué bien que hay una puerta que se abre.
Qué bien que me esperan en la mesa.
El olor a hospital me provoca náuseas.
("la ficción del olvido.blogspot", trad. gerardo beltrán)
Echamos un volado para ver quién iba.
Me tocó a mí. Me levanté de la mesa.
Se acercaba ya la hora de visita.
No respondió a mi saludo.
Quise tomarlo de la mano, la quitó
como un perro hambriento que no suelta su hueso.
Parecía que le diera vergüenza morir.
No sé qué se le dice a alguien como él.
Nuestras miradas se evitaban como un fotomontaje.
No me pidió que me quedara ni que me fuera.
No preguntó por nadie de nuestra mesa.
Ni por Bolek, ni por ti Tolek, ni por ti Lolek.
Empezó a dolerme la cabeza. ¿Quién se le muere a quién?
Elogié la medicina y las tres lilas del vaso.
Le hablé del sol y me fui apagando.
Qué bien que hay escaleras para bajar corriendo.
Qué bien que hay una puerta que se abre.
Qué bien que me esperan en la mesa.
El olor a hospital me provoca náuseas.
("la ficción del olvido.blogspot", trad. gerardo beltrán)
domingo, 7 de febrero de 2016
Uberto Stabile (1959 )
Maldita sea la poesía
Yo he visto
los mejores poetas de mi generación
desterrados, desheredados,
ocultos en el fondo de los bares,
y he visto sus miradas
como versos trepidantes
cabalgar hacia el final de la noche,
y he visto su ternura descuartizada
por la abundancia de quienes les temen
y en su miedo los hacen grandes.
He visto en la bondad de sus gestos
la rebeldía de un mundo
que no necesita orden ni ley para ser justo,
la testaruda razón de quienes a la vida responden con la vida misma.
Yo he visto
una canción que no tenía letra ni remite,
y ellos la entendieron.
Les he visto levantarse
contra los versos exquisitos y subalternos,
les he visto encadenarse a las excavadoras
para frenar la destrucción de su tierra,
de su conciencia,
y nadie los invitó a los palacios de Doñana
y mucho menos a editar poemas
bajo el sello hipócrita
de quienes lavándose la cara
ensucian el mundo.
He visto como se engañaban para seguir perdiendo en un círculo de ganadores,
como alacranes en mitad de un fuego
que desintegra y reduce
la inteligencia y el miedo.
Y por todo ello han sido procesados,
sentenciados, condenados,
abocados a la indigencia laboral
y clandestinidad de la palabra.
Yo he visto
los mejores poetas de mi generación
romper los versos a conciencia,
"porque bien ya otros lo hacen
y no ha ocurrido nada" (Eladio Orta).
En su profunda voluntad de cambio,
en sus humanas contradicciones,
en su maldita y genial resistencia
frente al pensamiento único,
he visto a los poetas de mi generación perder sus mejores oportunidades,
y no ha pasado nada,
pues nada hay más digno
que ser consecuente y efímero
en todo momento y verso.
Sólo la vocación devuelve
el género a su origen,
esa maldita poesía que nos hace libres
frente a la tradición.
("rua das petras")
Yo he visto
los mejores poetas de mi generación
desterrados, desheredados,
ocultos en el fondo de los bares,
y he visto sus miradas
como versos trepidantes
cabalgar hacia el final de la noche,
y he visto su ternura descuartizada
por la abundancia de quienes les temen
y en su miedo los hacen grandes.
He visto en la bondad de sus gestos
la rebeldía de un mundo
que no necesita orden ni ley para ser justo,
la testaruda razón de quienes a la vida responden con la vida misma.
Yo he visto
una canción que no tenía letra ni remite,
y ellos la entendieron.
Les he visto levantarse
contra los versos exquisitos y subalternos,
les he visto encadenarse a las excavadoras
para frenar la destrucción de su tierra,
de su conciencia,
y nadie los invitó a los palacios de Doñana
y mucho menos a editar poemas
bajo el sello hipócrita
de quienes lavándose la cara
ensucian el mundo.
He visto como se engañaban para seguir perdiendo en un círculo de ganadores,
como alacranes en mitad de un fuego
que desintegra y reduce
la inteligencia y el miedo.
Y por todo ello han sido procesados,
sentenciados, condenados,
abocados a la indigencia laboral
y clandestinidad de la palabra.
Yo he visto
los mejores poetas de mi generación
romper los versos a conciencia,
"porque bien ya otros lo hacen
y no ha ocurrido nada" (Eladio Orta).
En su profunda voluntad de cambio,
en sus humanas contradicciones,
en su maldita y genial resistencia
frente al pensamiento único,
he visto a los poetas de mi generación perder sus mejores oportunidades,
y no ha pasado nada,
pues nada hay más digno
que ser consecuente y efímero
en todo momento y verso.
Sólo la vocación devuelve
el género a su origen,
esa maldita poesía que nos hace libres
frente a la tradición.
("rua das petras")
sábado, 6 de febrero de 2016
Fernando Pessoa (1888/1935 )
El guardador de rebaños
Desde la ventana más alta de mi casa,
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.
Los escribí y debo enseñárselos a todos
porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.
He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia,
y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.
¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?
Flor, me cogió el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.
¡Idos, idos de mí!
Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la
que fue suya.
Paso y me quedo, como el Universo.
("el azul de los lápices.blogspot", sin crédito al traductor)
Desde la ventana más alta de mi casa,
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.
Los escribí y debo enseñárselos a todos
porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.
He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia,
y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.
¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?
Flor, me cogió el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.
¡Idos, idos de mí!
Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la
que fue suya.
Paso y me quedo, como el Universo.
("el azul de los lápices.blogspot", sin crédito al traductor)
viernes, 5 de febrero de 2016
Joseph Brodsky (1940/1996 )
Canción de bienvenida
Aquí está tu matrimonio y aquí está tu divorcio.
Pues es el orden que no puedes invertir.
Bienvenido a ello, ¡y que te den por el culo!
Aquí está tu navaja, aquí están las venas de tu muñeca.
Bienvenido al juego donde eres tu propio terrorista:
llámalo tu Medio Oriente.
Aquí está tu espejo, aquí tus dientes relucientes.
Aquí está el pulpo de tus sueños.
¿Por qué intentas gritar?
("y así por el estilo", ed.uv-xalapa,ver., méx., 2009, ed.bilingüe, trad. josé luis rivas)
Aquí está tu matrimonio y aquí está tu divorcio.
Pues es el orden que no puedes invertir.
Bienvenido a ello, ¡y que te den por el culo!
Aquí está tu navaja, aquí están las venas de tu muñeca.
Bienvenido al juego donde eres tu propio terrorista:
llámalo tu Medio Oriente.
Aquí está tu espejo, aquí tus dientes relucientes.
Aquí está el pulpo de tus sueños.
¿Por qué intentas gritar?
("y así por el estilo", ed.uv-xalapa,ver., méx., 2009, ed.bilingüe, trad. josé luis rivas)
jueves, 4 de febrero de 2016
Janet Frame (1924/2004 )
Invierno
Es el peor invierno de que tengo conocimiento.
El frío vuelto vida sólida, líquida,
se ha vertido en las grietas de los muros y los boquetes en el techo,
y cuajado como roca glacial en cada cuarto.
Este invierno no he habitado mi hogar. De haber llamado,
habrías notado que la escarcha y el hielo se sentían como en casa.
Parecería que no ha habido otro invierno en mi vida
más que el pasado. Afuera
los narcisos heridos por la escarcha
han germinado como úlceras en vez de brotes
y un desconocido vino, según él, a podar y cortar
la rama derecha de la manga verde de mi árbol favorito.
Ya no puedo creer en el sol.
La recuperación y la tibieza ya no acontecen.
La nieve es cuchillos, no pétalos ni plumas.
La escarcha jamás volverá a abrir la semilla extinta.
Quedar rodeada, emparedada en una estación única,
ahora y para siempre mientras que los Alpes meridionales de granito, la cadena montañosa,
la espina dorsal
poco a poco paralizan los nervios del verano
cierran todas las puertas que conducen a cualquier rumor del sol.
Sí, conozco los lugares comunes: cómo los ancianos luchan por mantenerse con vida
y aun así la entregan a la estación que conquistan
cuando la estación misma está muerta; cómo julio y agosto
representan la última escena de Hamlet -"Salen llevándose los cadáveres"-
y los tambores son estorninos en duelo, y zorzales;
hasta los nacidos en la primavera, no las aves, tienen el pecho salpicado por el sarampión.
La infancia es una mañana de azafrán, un mediodía de galanteos, una noche de dolor de
oídos.
¿Por qué este año tenía que apoderarse de todos los sueños y recuerdos invernales?
¿Tengo que olvidar la nieve que el año pasado se acumulaba contra el muro de
la mansión de Saratoga?
¿el regreso de la tángara escarlata y el colibrí?
¿la serpiente real negra al despertar junto a la cascada
las hojas lustrosas de humedad sobrevolando delicadas como alas de murciélago
las tortugas lagarto saliendo del fango, la rata almizclera rayada, brillante
que defiende su vida y su amor zambulléndose en el agua del lago;
y las mariposas que no regresan, extraños brotes de algún feliz acoplamiento de sol y aire
un bochornoso fulgor
ornamento de florituras con la firma de la primavera?
¿Acaso no se me permite recordar otros inviernos que se extinguieron
en un final feliz?
De niña
creía que la escarcha y el hielo eran buenos.
El hielo delgadísimo se estrellaba cuando saltaba sobre él. Recolectaba y me comía
el rocío congelado en las hojas de col
y las gotas de lluvia demasiado lentas como para escapar
cautivas y sólidas en la cresta de las cercas.
Mis pies zapateaban zapateaban; el aguijón herroso
de los saltos y el anillo claro de voces de acero en torno a la luna,
y siempre, para siempre, alguna otra criatura aportando el fuego.
Los muertos están fríos. El sol brilla encarnizado.
Los muertos con caras cenizas yacen en el horno
inmunes a la química de la carne y el metal
quitando los cerrojos preparando un nuevo código para dejar de ser, fundirse y florecer
más allá y por encima de cualquier identificación. Brilla encarnizado, sol,
pero no tanto como para quemar
a los nuevos y sin nombre.
("huesos de jilguero", ed. universidad veracruzana, xalapa, méxico, 2015, traducción irene artigas y nair anaya)
Es el peor invierno de que tengo conocimiento.
El frío vuelto vida sólida, líquida,
se ha vertido en las grietas de los muros y los boquetes en el techo,
y cuajado como roca glacial en cada cuarto.
Este invierno no he habitado mi hogar. De haber llamado,
habrías notado que la escarcha y el hielo se sentían como en casa.
Parecería que no ha habido otro invierno en mi vida
más que el pasado. Afuera
los narcisos heridos por la escarcha
han germinado como úlceras en vez de brotes
y un desconocido vino, según él, a podar y cortar
la rama derecha de la manga verde de mi árbol favorito.
Ya no puedo creer en el sol.
La recuperación y la tibieza ya no acontecen.
La nieve es cuchillos, no pétalos ni plumas.
La escarcha jamás volverá a abrir la semilla extinta.
Quedar rodeada, emparedada en una estación única,
ahora y para siempre mientras que los Alpes meridionales de granito, la cadena montañosa,
la espina dorsal
poco a poco paralizan los nervios del verano
cierran todas las puertas que conducen a cualquier rumor del sol.
Sí, conozco los lugares comunes: cómo los ancianos luchan por mantenerse con vida
y aun así la entregan a la estación que conquistan
cuando la estación misma está muerta; cómo julio y agosto
representan la última escena de Hamlet -"Salen llevándose los cadáveres"-
y los tambores son estorninos en duelo, y zorzales;
hasta los nacidos en la primavera, no las aves, tienen el pecho salpicado por el sarampión.
La infancia es una mañana de azafrán, un mediodía de galanteos, una noche de dolor de
oídos.
¿Por qué este año tenía que apoderarse de todos los sueños y recuerdos invernales?
¿Tengo que olvidar la nieve que el año pasado se acumulaba contra el muro de
la mansión de Saratoga?
¿el regreso de la tángara escarlata y el colibrí?
¿la serpiente real negra al despertar junto a la cascada
las hojas lustrosas de humedad sobrevolando delicadas como alas de murciélago
las tortugas lagarto saliendo del fango, la rata almizclera rayada, brillante
que defiende su vida y su amor zambulléndose en el agua del lago;
y las mariposas que no regresan, extraños brotes de algún feliz acoplamiento de sol y aire
un bochornoso fulgor
ornamento de florituras con la firma de la primavera?
¿Acaso no se me permite recordar otros inviernos que se extinguieron
en un final feliz?
De niña
creía que la escarcha y el hielo eran buenos.
El hielo delgadísimo se estrellaba cuando saltaba sobre él. Recolectaba y me comía
el rocío congelado en las hojas de col
y las gotas de lluvia demasiado lentas como para escapar
cautivas y sólidas en la cresta de las cercas.
Mis pies zapateaban zapateaban; el aguijón herroso
de los saltos y el anillo claro de voces de acero en torno a la luna,
y siempre, para siempre, alguna otra criatura aportando el fuego.
Los muertos están fríos. El sol brilla encarnizado.
Los muertos con caras cenizas yacen en el horno
inmunes a la química de la carne y el metal
quitando los cerrojos preparando un nuevo código para dejar de ser, fundirse y florecer
más allá y por encima de cualquier identificación. Brilla encarnizado, sol,
pero no tanto como para quemar
a los nuevos y sin nombre.
("huesos de jilguero", ed. universidad veracruzana, xalapa, méxico, 2015, traducción irene artigas y nair anaya)
miércoles, 3 de febrero de 2016
Luis Alberto de Cuenca (1950 )
No conoces la siesta
Nunca has dormido siesta, y algo te habrás perdido,
porque, en la hora difícil en que un copioso almuerzo
se agita en la sentina de tu cuerpo, no hay cosa
que más relaje el ánimo y distienda el espíritu
que una gloriosa siesta, regalo de los dioses
para aliviar el peso de tu glotonería.
¡Digestiones horribles con los ojos ausentes
y la barriga hinchada! ¡Sórdidas sobremesas
en que no eres capaz de articular palabra,
colgado como estás del árbol del empacho!
No conoces el sueño después de las comidas,
ese sueño benéfico, liberador, aéreo,
que te traslada a un mundo de excelsas beatitudes
donde aún no has tenido que nacer y, por tanto,
sigues siendo feliz. No conoces la siesta,
ese líquido amniótico donde nadar sin límite,
ese tibio regazo donde apoyar el alma,
esa dulce memoria del primer paraíso.
Nunca has dormido siesta, y algo te habrás perdido,
porque, en la hora difícil en que un copioso almuerzo
se agita en la sentina de tu cuerpo, no hay cosa
que más relaje el ánimo y distienda el espíritu
que una gloriosa siesta, regalo de los dioses
para aliviar el peso de tu glotonería.
¡Digestiones horribles con los ojos ausentes
y la barriga hinchada! ¡Sórdidas sobremesas
en que no eres capaz de articular palabra,
colgado como estás del árbol del empacho!
No conoces el sueño después de las comidas,
ese sueño benéfico, liberador, aéreo,
que te traslada a un mundo de excelsas beatitudes
donde aún no has tenido que nacer y, por tanto,
sigues siendo feliz. No conoces la siesta,
ese líquido amniótico donde nadar sin límite,
ese tibio regazo donde apoyar el alma,
esa dulce memoria del primer paraíso.
("apología de la luz")
martes, 2 de febrero de 2016
Hyakunin Isshu
Tres poemas
Fujiwara no Shunzei
1
No hay manera
de salir de este mundo.
Si me refugio
en lo hondo del monte
brama el ciervo y lo escucho.
Oe no Masafusa
2
El Takasago
con cerezos en flor
sobre las faldas.
¡No suban, por favor,
nieblas en la montaña!
Suho no Naishi
3
Qué breve el sueño,
almohada tu brazo,
en primavera.
¡Y que mi nombre a nada
después se redujera!
("centena de cien poetas", versiones de aurelio asiain, ed. uv-xalapa, méxico, 2015)
Fujiwara no Shunzei
1
No hay manera
de salir de este mundo.
Si me refugio
en lo hondo del monte
brama el ciervo y lo escucho.
Oe no Masafusa
2
El Takasago
con cerezos en flor
sobre las faldas.
¡No suban, por favor,
nieblas en la montaña!
Suho no Naishi
3
Qué breve el sueño,
almohada tu brazo,
en primavera.
¡Y que mi nombre a nada
después se redujera!
("centena de cien poetas", versiones de aurelio asiain, ed. uv-xalapa, méxico, 2015)
lunes, 1 de febrero de 2016
Arseni Tarkovsi (1907/1989 )
La primera tormenta
De color lila en Crimea y blanca en París,
En Moscú la primavera se acerca al corazón
Como una niña que llora. Y un ladrón con capa
Bajo la lluvia esconde una bolsa de pan,
Pero allá, donde las zapatillas resbalan,
No hace falta cuidarse y llorar es absurdo,
Las nubes pasan oblicuas sobre los charcos,
Pavones arco iris flotan bajo el tacón,
Y la niña corre por el claroscuro de sus crestas
Vestida de verde hasta las rodillas,
Con su bolsa sobre la escalera en espiral,
Y la ciudad se ve abajo, mientras truena...
("el instante maravilloso, poesía rusa del siglo xx", unam, méxico, 2004, trd. jorge bustamante garcía)
De color lila en Crimea y blanca en París,
En Moscú la primavera se acerca al corazón
Como una niña que llora. Y un ladrón con capa
Bajo la lluvia esconde una bolsa de pan,
Pero allá, donde las zapatillas resbalan,
No hace falta cuidarse y llorar es absurdo,
Las nubes pasan oblicuas sobre los charcos,
Pavones arco iris flotan bajo el tacón,
Y la niña corre por el claroscuro de sus crestas
Vestida de verde hasta las rodillas,
Con su bolsa sobre la escalera en espiral,
Y la ciudad se ve abajo, mientras truena...
("el instante maravilloso, poesía rusa del siglo xx", unam, méxico, 2004, trd. jorge bustamante garcía)