Ed è subito sera
De pronto se hizo noche.
Mis libros se oscurecen en los estantes,
todas las cosas cobran un triste y elegante tono sepia
y mis hijos, ésos, construyen por sí mismos sus vidas.
Yo nunca planté un árbol.
Viene cerca de mí:
de todas las ciudades que atravesamos
ninguna nos dio el mágico elíxir,
pero todas nos enseñaron alguna cosa
de aquello que todavía crece dentro de nosotros.
["nueve poetas portugueses para un nuevo siglo, antología", ed. unam, méxico, 2016, traducción de josé javier villarreal; sel., prólogo y notas de nino júdice]
miércoles, 31 de mayo de 2017
martes, 30 de mayo de 2017
Gabriel Ferrater (1922/1972 )
Las generaciones
La muchacha que me corta los cien gramos de mantequilla
(graciosa y humilde, sonríe menudito, como que es de buena
pasta, pero de treinta años y todavía soltera) comenta
con su amiga de carne opulenta que escoge tomates,
lo que ha engordado Ramona.
“A lo mejor peso más yo,
pero es de siempre; no sé cómo decírtelo; ni me lo noto.
A ella la vi ayer, de espaldas; no lo podía creer.
De embarazada yo aumenté diecisiete kilos;
ella casi nada”.
“No la recuerdas bien: estaba bastante gorda, pero
como tiene mucha cadera no daba la impresión”.
Treinta años
que ellas se conocen los cuerpos, y los olvidan un poco:
los pesos, medidas y cogidas de esta y de aquella
y de Ramona y veinte amigas más (las luces de la escuela
de invierno, color de arena muerta. La arena y el viento
que les liman las mejillas: corren, se calientan el pecho
oprimiendo con fuerza sus panes redondos. La arena
yacente en los atardeceres de domingo, el mareo de las voces
groseras de los muchachos, que huyen y vuelven y sofocan,
y es preciso que las muchachas se rían
sin dulzura ni reposo).
Afuera, en la playa,
arde el último sol de octubre. La magnífica mujer,
inacabablemente desnuda de vientre y de espalda,
la larga holandesa que ni uno de nosotros olvida
por muchos instantes seguidos (¿cuántas semanas
hace ya?), revuelca por la playa a su hijo, el cachorro
azul y rubio como la mar y la playa. Cinco niñas a las
que la mar y la playa han vuelto en pocos años morenas
cerradas, y sus madres visten (calcetines y zapatos)
más de lo que me falta a mí viejo, a nosotros los
ociosos de la vieja cultura cerrada —cinco niñas
hacen ronda alrededor del cachorro, y la mujer, que ríe
y les muestra la carne más tierna. Las niñas se empujan
y dos o tres manos se alargan y palpan,
sobornadas, la cosa más frágil, la cosa que se encierra
en un grosor de quince años por venir. Ese momento
(sólo yo lo espío) les va haciendo más usual y más cierto
el reclamo. Niños, todos los días se ven. Otro niño confiado
(como los días, los brazos de los hombres no son nunca
distintos) nutre la juiciosa actitud que habrán de compartir
mujeres amigas de siempre, en un pueblo cerrado,
que hablan de los cuerpos de una y de otra, visten
a las hijas igual, y todo lo recuerdan y lo olvidan juntas.
(tomado del muro fb del poeta y traductor orlando guillén)
La muchacha que me corta los cien gramos de mantequilla
(graciosa y humilde, sonríe menudito, como que es de buena
pasta, pero de treinta años y todavía soltera) comenta
con su amiga de carne opulenta que escoge tomates,
lo que ha engordado Ramona.
“A lo mejor peso más yo,
pero es de siempre; no sé cómo decírtelo; ni me lo noto.
A ella la vi ayer, de espaldas; no lo podía creer.
De embarazada yo aumenté diecisiete kilos;
ella casi nada”.
“No la recuerdas bien: estaba bastante gorda, pero
como tiene mucha cadera no daba la impresión”.
Treinta años
que ellas se conocen los cuerpos, y los olvidan un poco:
los pesos, medidas y cogidas de esta y de aquella
y de Ramona y veinte amigas más (las luces de la escuela
de invierno, color de arena muerta. La arena y el viento
que les liman las mejillas: corren, se calientan el pecho
oprimiendo con fuerza sus panes redondos. La arena
yacente en los atardeceres de domingo, el mareo de las voces
groseras de los muchachos, que huyen y vuelven y sofocan,
y es preciso que las muchachas se rían
sin dulzura ni reposo).
Afuera, en la playa,
arde el último sol de octubre. La magnífica mujer,
inacabablemente desnuda de vientre y de espalda,
la larga holandesa que ni uno de nosotros olvida
por muchos instantes seguidos (¿cuántas semanas
hace ya?), revuelca por la playa a su hijo, el cachorro
azul y rubio como la mar y la playa. Cinco niñas a las
que la mar y la playa han vuelto en pocos años morenas
cerradas, y sus madres visten (calcetines y zapatos)
más de lo que me falta a mí viejo, a nosotros los
ociosos de la vieja cultura cerrada —cinco niñas
hacen ronda alrededor del cachorro, y la mujer, que ríe
y les muestra la carne más tierna. Las niñas se empujan
y dos o tres manos se alargan y palpan,
sobornadas, la cosa más frágil, la cosa que se encierra
en un grosor de quince años por venir. Ese momento
(sólo yo lo espío) les va haciendo más usual y más cierto
el reclamo. Niños, todos los días se ven. Otro niño confiado
(como los días, los brazos de los hombres no son nunca
distintos) nutre la juiciosa actitud que habrán de compartir
mujeres amigas de siempre, en un pueblo cerrado,
que hablan de los cuerpos de una y de otra, visten
a las hijas igual, y todo lo recuerdan y lo olvidan juntas.
(tomado del muro fb del poeta y traductor orlando guillén)
lunes, 29 de mayo de 2017
Golgona Anghel (1979 )
No me interesa lo que
dicen los disidentes de la dictadura.
Pero confieso que me gustaban los chocolates Toblerone
que mi tía me traía por Navidad.
No creo en los detenidos políticos,
ni me impresionan los niños descalzos
que muestran los dientes a las cámaras Minolta
de los turistas italianos.
No voy a pedir asilo.
Desconozco los avances
o retrocesos económicos de mi país.
Ya hablé de Drácula que viene.
Ya recolecté fresas en Andalucía.
Ya fui gitana, ya fui puta.
Excusen de preguntarme otra vez.
Lo que me preocupa- y eso, sí, puede ser relevante
para el fin de la historia- es saber
¿cuándo fue que me transformé,
yo que era una loba solitaria,
en este perro de apartamento que les habla ahora?
("nueve poetas portugueses para un nuevo siglo, antología", edición bilingüe, ed.unam, méxico, 2016, traducción josé javier villarreal)
dicen los disidentes de la dictadura.
Pero confieso que me gustaban los chocolates Toblerone
que mi tía me traía por Navidad.
No creo en los detenidos políticos,
ni me impresionan los niños descalzos
que muestran los dientes a las cámaras Minolta
de los turistas italianos.
No voy a pedir asilo.
Desconozco los avances
o retrocesos económicos de mi país.
Ya hablé de Drácula que viene.
Ya recolecté fresas en Andalucía.
Ya fui gitana, ya fui puta.
Excusen de preguntarme otra vez.
Lo que me preocupa- y eso, sí, puede ser relevante
para el fin de la historia- es saber
¿cuándo fue que me transformé,
yo que era una loba solitaria,
en este perro de apartamento que les habla ahora?
("nueve poetas portugueses para un nuevo siglo, antología", edición bilingüe, ed.unam, méxico, 2016, traducción josé javier villarreal)
domingo, 28 de mayo de 2017
Margaret Atwood (1939 )
Muerte de un hijo menor por ahogamiento
Él, que atravesó triunfal
el río peligroso de su nacimiento,
volvió a ponerse en camino
en viaje de exploración
a una tierra sobre la que floté
sin poder tocarla para reclamarle.
Sus pies resbalaron en la orilla
y se lo llevó la corriente, girando
en la crecida, mezclándose con el hielo y los árboles;
se zambulló en parajes remotos,
con la cabeza como una batisfera
y los ojos atravesados por burbujitas de vidrio.
Al acecho, aventurero insensato
en un paisaje más extraño que Urano
donde ya estuvimos todos y que algunos recuerdan.
Fue un accidente: el aire se cerró,
y él quedó colgado del río como un corazón.
Me devolvieron su cuerpo embarrado,
túmulo de mis planes y organigramas,
con palos y ganchos,
entre los empujones de los troncos.
Era primavera, el sol seguía brillando,
el pasto nuevo ganaba solidez,
mis manos relucían de detalles.
Después de un viaje tan largo, yo estaba cansada de las olas.
Mi pie tocó la piedra. Las velas soñadas
colapsaron, rotas.
Y lo planté en este país
como una bandera.
("el placard", versión sandra toro)
sábado, 27 de mayo de 2017
Valerio Magrelli (1957 )
La luz de la luna es trabajada como arte
La luz de la luna es trabajada como arte,
una materia prima pulida, torneada
hasta que se convierte en pedernal,
llama mineral,
pero llama débil, muerta, como hierba
que se deja crecer en la oscuridad,
la pálida, ritual hierba mala,
que da la claridad fosforescente,
fría y subacuática
del acetileno.
("otra iglesia es imposible", versión jorge aulicino)
La luz de la luna es trabajada como arte,
una materia prima pulida, torneada
hasta que se convierte en pedernal,
llama mineral,
pero llama débil, muerta, como hierba
que se deja crecer en la oscuridad,
la pálida, ritual hierba mala,
que da la claridad fosforescente,
fría y subacuática
del acetileno.
("otra iglesia es imposible", versión jorge aulicino)
viernes, 26 de mayo de 2017
Margaret Atwood (1939 )
En pleno verano
Estamos en pleno verano,
el final de nuestra vida aquí ya se acerca.
¿Para qué construimos vallas?
No hay nada que podamos dejar fuera.
La mostaza silvestre, las larvas de polillas, las orugas
empuja los lindes de este espacio
que nos ha llevado diez años escardar.
Los campos, de exuberante verde y desolados
como promesas, todavía fingen
que nos pertenecen. Pero nada
nos pertenece, ni siquiera las tumbas
al otro lado de la carretera, con los
nombres claramente cincelados.
Confiamos en que los manzanos,
muertos y vivos,
se despidan de nosotros.
Pero eso no sucede.
("historias reales", ed. bruguera, barcelona, 2010, trad. maría pilar somacarrera íñigo)
Estamos en pleno verano,
el final de nuestra vida aquí ya se acerca.
¿Para qué construimos vallas?
No hay nada que podamos dejar fuera.
La mostaza silvestre, las larvas de polillas, las orugas
empuja los lindes de este espacio
que nos ha llevado diez años escardar.
Los campos, de exuberante verde y desolados
como promesas, todavía fingen
que nos pertenecen. Pero nada
nos pertenece, ni siquiera las tumbas
al otro lado de la carretera, con los
nombres claramente cincelados.
Confiamos en que los manzanos,
muertos y vivos,
se despidan de nosotros.
Pero eso no sucede.
("historias reales", ed. bruguera, barcelona, 2010, trad. maría pilar somacarrera íñigo)
jueves, 25 de mayo de 2017
Manuel Moya (1960 )
Salario
A cada hombre su luna y su salario,
su tanto de sal, su pobre mano
abrasada y hueca. Yo fui
con esos hombres y como uno de ellos
he vuelto a casa con la luna en los ojos.
Como cualquiera de ellos
he visto sucederse la lluvia en los plantíos
y el sol en los
últimos jaguarzos de la tarde,
cuando es la luna todavía un ojo helado.
Cada hombre tiene su luna y su prodigio,
su tormenta y su hora de estar viendo llover
impasible a la lluvia. Yo vi a los hombres,
a muchos de esos hombres llegar ante mi puerta,
llamarme por mi nombre y pues he sido
uno de esos hombres, y con ellos
dormido en el barbecho
y grabado en este tronco mi memoria
y su sazón, me vuelvo ahora,
aterido y débil en pos de mi salario.
("poetas andaluces")
A cada hombre su luna y su salario,
su tanto de sal, su pobre mano
abrasada y hueca. Yo fui
con esos hombres y como uno de ellos
he vuelto a casa con la luna en los ojos.
Como cualquiera de ellos
he visto sucederse la lluvia en los plantíos
y el sol en los
últimos jaguarzos de la tarde,
cuando es la luna todavía un ojo helado.
Cada hombre tiene su luna y su prodigio,
su tormenta y su hora de estar viendo llover
impasible a la lluvia. Yo vi a los hombres,
a muchos de esos hombres llegar ante mi puerta,
llamarme por mi nombre y pues he sido
uno de esos hombres, y con ellos
dormido en el barbecho
y grabado en este tronco mi memoria
y su sazón, me vuelvo ahora,
aterido y débil en pos de mi salario.
("poetas andaluces")
miércoles, 24 de mayo de 2017
Xavier Villaurrutia (1903/1950 )
Nocturno grito
Tengo miedo de mi voz
y busco mi sombra en vano.
¿Será mía aquella sombra
sin cuerpo que va pasando?
¿Y mía la voz perdida
que va la calle incendiando?
¿Qué voz, que sombra, qué sueño
despierto que no he soñado
serán la voz y la sombra
y el sueño que me han robado?
Para oír brotar la sangre
de mi corazón cerrado
¿pondré la oreja en mi pecho
como en el pulso la mano?
Mi pecho estará vacío
y yo descorazonado
y serán mis manos duros
pulsos de mármol helado.
("nostalgia de la muerte", editorial sur, buenos aires, 1938)
Tengo miedo de mi voz
y busco mi sombra en vano.
¿Será mía aquella sombra
sin cuerpo que va pasando?
¿Y mía la voz perdida
que va la calle incendiando?
¿Qué voz, que sombra, qué sueño
despierto que no he soñado
serán la voz y la sombra
y el sueño que me han robado?
Para oír brotar la sangre
de mi corazón cerrado
¿pondré la oreja en mi pecho
como en el pulso la mano?
Mi pecho estará vacío
y yo descorazonado
y serán mis manos duros
pulsos de mármol helado.
("nostalgia de la muerte", editorial sur, buenos aires, 1938)
martes, 23 de mayo de 2017
Xavier Villaurrutia (1903/1950 )
Nostalgia de la nieve
¡Cae la noche sobre la nieve!
Todos hemos pensado alguna vez
o alguien -yo mismo- lo piensa ahora
por quienes no saben que un día lo pensaron ya
que las sombras que forman la noche de todos los días
caen silenciosas, furtivas, escondiéndose
detrás de sí mismas, del cielo:
copos de sombra.
Porque la sombra es la nieve oscura,
la impensable callada nieve negra.
¡Cae la nieve sobre la noche!
¡Qué luz de atardecer increíble,
hecha del polvo más fino,
llena de misteriosa tibieza,
anuncia la aparición de la nieve!
Luego, por hilos invisibles
y sueltos en el aire como una cabellera,
descienden
copos de pluma, copos de espuma.
Y algo de dulce sueño,
de sueño sin angustia,
infantil, tierno, leve
goce no recordado
tiene la milagrosa
forma en que por la noche
caen las silenciosas
sombras blancas de nieve.
("nostalgia de la muerte", editorial sur, buenos aires, 1938)
¡Cae la noche sobre la nieve!
Todos hemos pensado alguna vez
o alguien -yo mismo- lo piensa ahora
por quienes no saben que un día lo pensaron ya
que las sombras que forman la noche de todos los días
caen silenciosas, furtivas, escondiéndose
detrás de sí mismas, del cielo:
copos de sombra.
Porque la sombra es la nieve oscura,
la impensable callada nieve negra.
¡Cae la nieve sobre la noche!
¡Qué luz de atardecer increíble,
hecha del polvo más fino,
llena de misteriosa tibieza,
anuncia la aparición de la nieve!
Luego, por hilos invisibles
y sueltos en el aire como una cabellera,
descienden
copos de pluma, copos de espuma.
Y algo de dulce sueño,
de sueño sin angustia,
infantil, tierno, leve
goce no recordado
tiene la milagrosa
forma en que por la noche
caen las silenciosas
sombras blancas de nieve.
("nostalgia de la muerte", editorial sur, buenos aires, 1938)
lunes, 22 de mayo de 2017
Eugénio de Andrade (1923/2005 )
Frutos
Higos, fresas, manzanas,
melones, melocotones, cerezas,
peras, sandías, naranjas,
oh música de mis sentidos,
pura delicia de la lengua;
déjame ahora hablar
de la fruta que me fascina,
por el sabor, por el color,
por el aroma de sus sílabas:
mandarina, mandarina.
(tomado de la nube)
Higos, fresas, manzanas,
melones, melocotones, cerezas,
peras, sandías, naranjas,
oh música de mis sentidos,
pura delicia de la lengua;
déjame ahora hablar
de la fruta que me fascina,
por el sabor, por el color,
por el aroma de sus sílabas:
mandarina, mandarina.
(tomado de la nube)
domingo, 21 de mayo de 2017
Uriel Martínez (1950 )
EL BESTIARIO DE JULIA PASTRANA
1
a) Las locas siempre han proliferado en México, como los conejos, los piojos y otros parásitos, la sarna, los mayates, los vagos, los priístas, los malvivientes, las enfermedades venéreas, las casas de citas, las cartomancianas, los ambulantes y pordioseros. Salvador Novo no se cuestiona de dónde proviene y por qué el término "loca", pero es lógico suponer que se le llame loca a aquella persona que ha perdido la cabeza o la tiene fuera de lugar. Entonces la loca es "irregular", "asimétrica", "rara" o "diferente"; puede presentarse con el pelo trasquilado, teñidos los pelos del color del elote tierno, la zanahoria sancochada, el azul pálido del moribundo o el verde pistache de aquellos pantalones de Terlenka acampanados de los años sesenta del siglo pasado. No se sabe si la loca por naturaleza es exhibicionista o si es parte de su perfil de "rara". Lo que sabemos por boca del propio SN (*) es que en tiempos de Nezahualcóyotl la loca moría apedreada o en una montaña de leños, tragada por las llamas: de donde se tomó la imagen religiosa del ánima sola, seguramente.
b) El español es rico en términos para designar la misma cosa. Así tenemos que a la loca se le llama joto, marica, puto, choto, sol, somético, homosexual, etcétera. Nuestro idioma, en su variedad y riqueza, se presta para elaborar metáforas, alegorías y retruécanos en torno a un sustantivo. Así, a la loca le gusta "El arroz con popote", "La coca cola hervida", "Le hace agua la canoa", "Le gusta cachar granizo", "Le gusta que le midan el aceite". Al propio grupo de Novo, Los Contemporáneos, les llamaron los Anales; y cuando le preguntaron a SN por qué no le gustan las mujeres, él respondió: "Porque no soy lesbiana".
2
Mientras el camión urbano atravesaba el paso a desnivel ese día, Julia Pastrana imaginó un bestiario de seres monstruosos; un circo que aglutinara a señoras asimétricas sin los dos labios de la panocha como Frida, la de abortos involuntarios y la tina del baño oscura de sangre; a viejas como Sylvia, enrarecida en una atmósfera de gas LP, de estufas de gas Mabe cochambrosas, de ratas que corren en la oscuridad invernal. Pensó también en las mujeres barbarbonas del circo, en aquellas de cuerpo mitad tortuga y mitad niñas rezongonas y desobedientes, aquellas que no cumplen la tarea por salirse a la calle de machetonas, al parque de vagas, al cine porno, al antro de donde regresan de madrugada a casa. Pero, se cuestionó la Pastrana, ¿alguien entenderá la alegoría? Luego rompió el post-it en cuatro partes. Pensó luego en los seres deformes y fabulosos como la "Medusa" de Julio Ruelas, con serpientes en lugar de pelos; en los descabezados de Caravaggio, en los locos de Brueghel el viejo, en las tentaciones del ermitaño san Antonio, de Flaubert y las putas calientes de Klossowski y los tormentos del joven Torless. JP pensó en tantas cosas que atormentan al mortal como ella. Pero todo eso era alta cultura del pasado. Rompió en tiritas la segunda viñeta.
3
Julia, mientras llegaba a su destino, anotó en el tercer papelito de color: era el lupanar triste de un pueblo olvidado, El Fuerte o Los Olivos. Ahí en una catre apestoso estaba echada la Manuela. Había identificado el ruido de la Chevrolet roja de Pancho, el galán de galanes, su hombre ideal. Se incorporó, se acercó a la ventana a oscuras, con la uña mugrosa corrió ligeramente la cortina y lo vio apearse. Era él, 1.66 de estatura, nalgón, el paquete abrazado por la mezclilla. Automáticamente la Manuela cogió el espejo. Le faltaba una oreja de nacimiento, estaba casi pelona, tenía el gesto torcido de las que oyen por un solo lado. Recitó: "Hay pájaros que nacen/con el pico en la cola,/ con el nido en los huevos,/con el vuelo en reverso". Era su autorretrato.
[texto leído en el Festival Cultural de la Diversidad Sexual, a propósito de la presentación del poemario Inversa memoria, de César Cañedo, editorial Valparaíso, 2016, del 11al 16 de mayo 2017, Zacatecas, México]
(*) S. Novo, Las locas, el sexo y los burdeles, editorial Diana, México, 1979.
sábado, 20 de mayo de 2017
Diana Azcona Trejo (1982 )
Crónicas de hospital
II
Te vi entrar al quirófano
con la mano vendada y nuestras discusiones
en las piernas.
Saliste de ahí después de tres horasmeses,
a las dos de la tarde.
Llegaste a Terapia intensiva
luciendo un bellísimo y moderno aparato
que medía tu presión intracraneal
y mis remordimientos.
Entré a verte después del espantapájaros.
Le grité al médico:
¡tu habitación no tiene vista al mar!
Lloré por tres minutos sobre tu sábana
y recité Hora de junio
para matar el noventaynuevepuntonueveporciento de los gérmenes
que dejó tu madre durante su visita.
Luego de la ablución, me senté en el corredor a leer
El Lazarillo de Tormes.
Cuando terminé,
habíamos cumplido ya
doce años de no amarnos
y no pude más que maldecirte;
te maldije por haberme dejado aquella noche,
sin farol y sin cigarros.
("caína bella")
II
Te vi entrar al quirófano
con la mano vendada y nuestras discusiones
en las piernas.
Saliste de ahí después de tres horasmeses,
a las dos de la tarde.
Llegaste a Terapia intensiva
luciendo un bellísimo y moderno aparato
que medía tu presión intracraneal
y mis remordimientos.
Entré a verte después del espantapájaros.
Le grité al médico:
¡tu habitación no tiene vista al mar!
Lloré por tres minutos sobre tu sábana
y recité Hora de junio
para matar el noventaynuevepuntonueveporciento de los gérmenes
que dejó tu madre durante su visita.
Luego de la ablución, me senté en el corredor a leer
El Lazarillo de Tormes.
Cuando terminé,
habíamos cumplido ya
doce años de no amarnos
y no pude más que maldecirte;
te maldije por haberme dejado aquella noche,
sin farol y sin cigarros.
("caína bella")
viernes, 19 de mayo de 2017
Norah Lange (1905/1972 )
Poemas
I
Vacía la casa donde tantas veces
las palabras incendiaron los rincones.
La noche se anticipa
en el plano mudo
que nadie toca.
Voy a solas desde un recuerdo a otro
abriendo las ventanas
para que tu nombre pueble
la mísera quietud de esta tarde a solas.
Ya nadie inmoviliza las horas largas y cerradas
tanto pudor de niña.
Y tu recuerdo es otra casa
Y mis latidos forman una hilera de pisadas
grande y quieta
por donde yo tropiezo sola.
que van desde su puerta hacia el olvido.
II
Ventana abierta sobre la tarde
con generosidad de mano
que no sabe su limosna.
Ventana, que has ocultado en vano
tanto pudor de niña.
Ventana que se da como un cariño
a las veredas desnudas de niños.
Luego, ventana abierta al alba
con rocío de júbilo riendo en sus cristales.
¡Cuántas veces en el sosiego
de su abrazo amplio
dijo mi pena
su verso cansado!
("el batiscafo rojo")
I
Vacía la casa donde tantas veces
las palabras incendiaron los rincones.
La noche se anticipa
en el plano mudo
que nadie toca.
Voy a solas desde un recuerdo a otro
abriendo las ventanas
para que tu nombre pueble
la mísera quietud de esta tarde a solas.
Ya nadie inmoviliza las horas largas y cerradas
tanto pudor de niña.
Y tu recuerdo es otra casa
Y mis latidos forman una hilera de pisadas
grande y quieta
por donde yo tropiezo sola.
que van desde su puerta hacia el olvido.
II
Ventana abierta sobre la tarde
con generosidad de mano
que no sabe su limosna.
Ventana, que has ocultado en vano
tanto pudor de niña.
Ventana que se da como un cariño
a las veredas desnudas de niños.
Luego, ventana abierta al alba
con rocío de júbilo riendo en sus cristales.
¡Cuántas veces en el sosiego
de su abrazo amplio
dijo mi pena
su verso cansado!
("el batiscafo rojo")
jueves, 18 de mayo de 2017
Anne Sexton (1928/1974 )
Querer morir
Ya que preguntas, casi nunca puedo recordar.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Luego la casi innombrable lujuria retorna.
Ni siquiera entonces guardo rencor a la vida.
Conozco bien la brizna que mencionas,
los muebles que pusiste bajo el sol.
Pero los suicidas hablan un idioma especial.
como los carpinteros, quieren saber qué herramientas.
No preguntan para qué construir.
Dos veces me expresé con tanta sencillez,
poseí al enemigo, comí al enemigo,
adopté su oficio, su magia.
Así, pesada y atenta,
más tibia que el aceite o el agua,
descansé, babeando por el hueco de la boca.
No preví que punzarían mi cuerpo.
Hasta la córnea y la orina sobrante se llevaron.
Los suicidas traicionan al cuerpo de antemano.
Muertos al nacer, no siempre mueren,
encandilados más bien no logran olvidar una droga tan dulce
que hasta los niños, al mirar, sonreirían.
¡Empujar toda esa vida con la lengua! -
eso, en sí, se vuelve una pasión.
La muerte es un hueso triste; contuso se diría,
y aun así ella me espera, año tras año,
para destejer delicada una vieja herida,
para vaciar mi aliento de su horrenda prisión.
en ese equilibrio, a veces, los suicidas se encuentran,
se ofuscan con la fruta, una luna inflada,
abandonan el pan que confundieron con un beso,
dejan la página del libro abierta al azar,
algo sin decir, el tubo descolgado
y el amor, cualquiera que haya sido, una infección.
("la ficción del olvido", trad. maría negroni)
Ya que preguntas, casi nunca puedo recordar.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Luego la casi innombrable lujuria retorna.
Ni siquiera entonces guardo rencor a la vida.
Conozco bien la brizna que mencionas,
los muebles que pusiste bajo el sol.
Pero los suicidas hablan un idioma especial.
como los carpinteros, quieren saber qué herramientas.
No preguntan para qué construir.
Dos veces me expresé con tanta sencillez,
poseí al enemigo, comí al enemigo,
adopté su oficio, su magia.
Así, pesada y atenta,
más tibia que el aceite o el agua,
descansé, babeando por el hueco de la boca.
No preví que punzarían mi cuerpo.
Hasta la córnea y la orina sobrante se llevaron.
Los suicidas traicionan al cuerpo de antemano.
Muertos al nacer, no siempre mueren,
encandilados más bien no logran olvidar una droga tan dulce
que hasta los niños, al mirar, sonreirían.
¡Empujar toda esa vida con la lengua! -
eso, en sí, se vuelve una pasión.
La muerte es un hueso triste; contuso se diría,
y aun así ella me espera, año tras año,
para destejer delicada una vieja herida,
para vaciar mi aliento de su horrenda prisión.
en ese equilibrio, a veces, los suicidas se encuentran,
se ofuscan con la fruta, una luna inflada,
abandonan el pan que confundieron con un beso,
dejan la página del libro abierta al azar,
algo sin decir, el tubo descolgado
y el amor, cualquiera que haya sido, una infección.
("la ficción del olvido", trad. maría negroni)
miércoles, 17 de mayo de 2017
Nikiforos Vretakos (1912/1991 )
Mis versos se parecen
Mis versos se parecen al dorado contacto del sol sobre la nieve
se parecen a la bondadosa mirada de los caballos
se parecen al peso del alba sobre las margaritas
se parecen al peso de la esperanza sobre el corazón
se parecen a la apacible lluvia sobre las abnegadas ovejas.
("no me quites paz", s/c al traductor)
Mis versos se parecen al dorado contacto del sol sobre la nieve
se parecen a la bondadosa mirada de los caballos
se parecen al peso del alba sobre las margaritas
se parecen al peso de la esperanza sobre el corazón
se parecen a la apacible lluvia sobre las abnegadas ovejas.
("no me quites paz", s/c al traductor)
martes, 16 de mayo de 2017
Beatriz Vignoli (1965 )
Diciembre 31, 2001
Y la vida era esto:
salir a la vereda el treinta y uno
a las doce, ver cómo un vecino
enciende una bengala.
El brazo en alto, inmerso en la luz ígnea.
Un silencio rosado y expectante,
un fuego inmóvil el mundo.
¿Celebra? ¿Pide ayuda? Nada pasa.
Nada llega. Todo al final se apaga.
Pero aquel brazo en alto, aquella duda.
Aquella intensidad.
("el placard")
Y la vida era esto:
salir a la vereda el treinta y uno
a las doce, ver cómo un vecino
enciende una bengala.
El brazo en alto, inmerso en la luz ígnea.
Un silencio rosado y expectante,
un fuego inmóvil el mundo.
¿Celebra? ¿Pide ayuda? Nada pasa.
Nada llega. Todo al final se apaga.
Pero aquel brazo en alto, aquella duda.
Aquella intensidad.
("el placard")
lunes, 15 de mayo de 2017
Antonio Colinas (1946 )
Letanía del ciego que ve
Que este celeste pan del firmamento
me alimente hasta el último suspiro.
Que estos campos tan fieros y tan puros
me sean buenos, cada día más buenos.
Que si en tiempo de estío se me encienden las manos
con cardos, con ortigas, que al llegar el invierno
los sienta como escarcha en mi tejado.
Que cuando me parezca que he caído,
porque me han derribado,
sólo esté arrodillándome en mi centro.
Que si alguien me golpea muy fuerte
sólo sienta la brisa del pinar, el murmullo
de la fuente serena.
Que si la vida es un acabar,
cual veleta, chirriando en lo más alto,
allá arriba me calme para siempre,
se disuelva mi hierro en el azul.
Que si alguien, de repente, vino para arrancarme
cuanto sembré y planté llorando por las nubes,
me torne en nube yo, me torne en planta,
que sean aún semillas mis dos ojos
en los ojos sin lágrimas del perro.
Que si hay enfermedad sirva para curarme,
sea sólo el inicio de mi renacimiento.
Que si beso y parece que el labio sabe a muerte,
amor venza a la muerte en ese beso.
Que si rindo mi mente y detengo mis pasos,
que si cierro la boca para decirte todo,
y dejo de rozar tu sangre ya sembrada,
que si cierro los ojos y venzo sin luchar
(victoria en la que nada soy ni obtengo),
te tenga a ti, silencio de la cumbre,
o a ese sol abatido que es la nieve,
donde la nada es todo.
Que respirar en paz la música no oída
sea mi último deseo, pues sabed
que, para quien respira
en paz, ya todo el mundo
está dentro de él y en él respira.
Que si insiste la muerte,
que si avanza la edad, y todo y todos
a mi alrededor parecen ir marchándose deprisa,
me venza el mundo al fin en esa luz
que restalla.
Y su fuego
me vaya deshaciendo como llama
de vela: despacio, muy despacio,
como giran arriba extasiados los planetas.
("abc.es")
Que este celeste pan del firmamento
me alimente hasta el último suspiro.
Que estos campos tan fieros y tan puros
me sean buenos, cada día más buenos.
Que si en tiempo de estío se me encienden las manos
con cardos, con ortigas, que al llegar el invierno
los sienta como escarcha en mi tejado.
Que cuando me parezca que he caído,
porque me han derribado,
sólo esté arrodillándome en mi centro.
Que si alguien me golpea muy fuerte
sólo sienta la brisa del pinar, el murmullo
de la fuente serena.
Que si la vida es un acabar,
cual veleta, chirriando en lo más alto,
allá arriba me calme para siempre,
se disuelva mi hierro en el azul.
Que si alguien, de repente, vino para arrancarme
cuanto sembré y planté llorando por las nubes,
me torne en nube yo, me torne en planta,
que sean aún semillas mis dos ojos
en los ojos sin lágrimas del perro.
Que si hay enfermedad sirva para curarme,
sea sólo el inicio de mi renacimiento.
Que si beso y parece que el labio sabe a muerte,
amor venza a la muerte en ese beso.
Que si rindo mi mente y detengo mis pasos,
que si cierro la boca para decirte todo,
y dejo de rozar tu sangre ya sembrada,
que si cierro los ojos y venzo sin luchar
(victoria en la que nada soy ni obtengo),
te tenga a ti, silencio de la cumbre,
o a ese sol abatido que es la nieve,
donde la nada es todo.
Que respirar en paz la música no oída
sea mi último deseo, pues sabed
que, para quien respira
en paz, ya todo el mundo
está dentro de él y en él respira.
Que si insiste la muerte,
que si avanza la edad, y todo y todos
a mi alrededor parecen ir marchándose deprisa,
me venza el mundo al fin en esa luz
que restalla.
Y su fuego
me vaya deshaciendo como llama
de vela: despacio, muy despacio,
como giran arriba extasiados los planetas.
("abc.es")
domingo, 14 de mayo de 2017
Constantino Cavafis (1863/1933 )
La tregua de Nerón
No se turbó Nerón al escuchar
el oráculo de Delfos
"Guárdate del año setenta y tres".
Cuánto tiempo aún para gozar.
Tiene treinta años. Amplio en verdad
es el período concedido por el dios
para inquietarse ante futuros peligros.
Ahora vuelve a Roma algo cansado,
espléndidamente fatigado tras un viaje cuyas jornadas
fueron continuación de placenteros días
en teatros, jardines y gimnasios...
Noches en ciudades aqueas...
Y sobre todo la delicia de los cuerpos desnudos...
Así Nerón. Y en España, Galba
secretamente dispone y adiestra su ejército,
un anciano de setenta y tres años.
("cómo cantaba mayo en la noche", trad, josé maría álvarez)
No se turbó Nerón al escuchar
el oráculo de Delfos
"Guárdate del año setenta y tres".
Cuánto tiempo aún para gozar.
Tiene treinta años. Amplio en verdad
es el período concedido por el dios
para inquietarse ante futuros peligros.
Ahora vuelve a Roma algo cansado,
espléndidamente fatigado tras un viaje cuyas jornadas
fueron continuación de placenteros días
en teatros, jardines y gimnasios...
Noches en ciudades aqueas...
Y sobre todo la delicia de los cuerpos desnudos...
Así Nerón. Y en España, Galba
secretamente dispone y adiestra su ejército,
un anciano de setenta y tres años.
("cómo cantaba mayo en la noche", trad, josé maría álvarez)
sábado, 13 de mayo de 2017
Anna Ajmátova (1889/1966 )
Unos van por un sendero recto
Unos van por un sendero recto,
Otros caminan en círculo,
Añoran el regreso a la casa paterna
Y esperan a la amiga de otros tiempos.
Mi camino, en cambio, no es ni recto, ni curvo,
Llevo conmigo el infortunio,
Voy hacia nunca, hacia ninguna parte,
Como un tren sobre el abismo.
Unos van por un sendero recto,
Otros caminan en círculo,
Añoran el regreso a la casa paterna
Y esperan a la amiga de otros tiempos.
Mi camino, en cambio, no es ni recto, ni curvo,
Llevo conmigo el infortunio,
Voy hacia nunca, hacia ninguna parte,
Como un tren sobre el abismo.
("biblioteca de poesía contemporánea")
viernes, 12 de mayo de 2017
Rolando Revagliatti (1945 )
Vivir con
Mara se negó a vivir con Albert
Albert se negó a vivir con Geraldine
Geraldine se negó a seguir viviendo con Enrique
Enrique se negó a vivir con Irineo
Irineo se negó a vivir con sus hijos
Los hijos de Irineo se negaron a vivir con la madre de Irineo
La madre de Irineo se negó a seguir viviendo con su marido
El marido de la madre de Irineo se negó a vivir con Elvira o con
Amelia
Amelia y Elvira se fueron a vivir juntas
pero negándose a vivir también
con la prima de Elvira, Clarisa
Clarisa se negó a vivir con Rogelio
Rogelio se negó a vivir en el remordimiento
de haberse negado siempre a vivir con Ofelia
y ahora espera que en tiempo y forma
la pólvora activada en ese grosero
collar que rodea su cuello
lo explote en el aire.
("marcelo leites")
Mara se negó a vivir con Albert
Albert se negó a vivir con Geraldine
Geraldine se negó a seguir viviendo con Enrique
Enrique se negó a vivir con Irineo
Irineo se negó a vivir con sus hijos
Los hijos de Irineo se negaron a vivir con la madre de Irineo
La madre de Irineo se negó a seguir viviendo con su marido
El marido de la madre de Irineo se negó a vivir con Elvira o con
Amelia
Amelia y Elvira se fueron a vivir juntas
pero negándose a vivir también
con la prima de Elvira, Clarisa
Clarisa se negó a vivir con Rogelio
Rogelio se negó a vivir en el remordimiento
de haberse negado siempre a vivir con Ofelia
y ahora espera que en tiempo y forma
la pólvora activada en ese grosero
collar que rodea su cuello
lo explote en el aire.
("marcelo leites")
jueves, 11 de mayo de 2017
José Luis García Martín (1950 )
Telón
Has jugado. Has perdido. Sonríes
con desgano y desdén a la vida.
Como el mendigo que una vez fue rey,
sereno arrastras por la calle sola
el desgarrado manto de la noche.
[ruadaspretas.]
Has jugado. Has perdido. Sonríes
con desgano y desdén a la vida.
Como el mendigo que una vez fue rey,
sereno arrastras por la calle sola
el desgarrado manto de la noche.
[ruadaspretas.]
miércoles, 10 de mayo de 2017
José Watanabe (1945/2007 )
La mantis religiosa
Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol
hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cm. de
mis ojos.
Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del
Chanchamayo
y ella seguía allí, inclinada, las manos contritas,
confiando excesivamente en su imitación de ramita o palito seco.
Quise atraparla, demostrarle que un ojo siempre nos descubre,
pero se desintegró entre mis dedos como una fina y quebradiza
cáscara.
Una enciclopedia casual me explica ahora que yo había destruido
a un macho
vacío.
La enciclopedia refiere sin asombro que la historia fue así:
el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamando
hembra
y la hembra ya estaba aparecida a su lado,
acaso demasiado presta
Y dispuesta.
Duradero es el coito de las mantis.
En el beso
ella desliza una larga lengua tubular hasta el estómago de él
y por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido,
que va licuándole los órganos
y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo,
y mientras le hace gozo la lengua lo absorbe, repasando
la extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el macho
se continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula
a la muerte.
Y ya viéndolo cáscara, ella vuela, su lengua otra vez lengüita.
Las enciclopedias no conjeturan. Ésta tampoco supone qué última palabra
queda fijada para siempre en la boca abierta y muerta
del macho.
Nosotros no debemos negar la posibilidad de una palabra
de agradecimiento.
(muro "hablar de poesía" en fb)
Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol
hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cm. de
mis ojos.
Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del
Chanchamayo
y ella seguía allí, inclinada, las manos contritas,
confiando excesivamente en su imitación de ramita o palito seco.
Quise atraparla, demostrarle que un ojo siempre nos descubre,
pero se desintegró entre mis dedos como una fina y quebradiza
cáscara.
Una enciclopedia casual me explica ahora que yo había destruido
a un macho
vacío.
La enciclopedia refiere sin asombro que la historia fue así:
el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamando
hembra
y la hembra ya estaba aparecida a su lado,
acaso demasiado presta
Y dispuesta.
Duradero es el coito de las mantis.
En el beso
ella desliza una larga lengua tubular hasta el estómago de él
y por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido,
que va licuándole los órganos
y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo,
y mientras le hace gozo la lengua lo absorbe, repasando
la extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el macho
se continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula
a la muerte.
Y ya viéndolo cáscara, ella vuela, su lengua otra vez lengüita.
Las enciclopedias no conjeturan. Ésta tampoco supone qué última palabra
queda fijada para siempre en la boca abierta y muerta
del macho.
Nosotros no debemos negar la posibilidad de una palabra
de agradecimiento.
(muro "hablar de poesía" en fb)
martes, 9 de mayo de 2017
Isaac Esau Carrillo Can (1983 )
Conjuro para poseer a la noche
Toma
nueve mariposas negras,
nueve luciérnagas,
nueve ladridos de perro,
nueve diferentes silencios,
nueve diferentes penumbras,
nueve cantos de lechuza,
nueve gotas de ponzoña de tarántula,
nueve gotas de sangre de mosco,
nueve chillidos de murciélago,
ponlos en una jícara blanca,
machácalos mientras pides tu deseo,
agrega un poco de agua de cenote,
bébelo
en ayunas
durante nueve noches,
en medio de la noche,
en la soledad de la noche,
pronuncia en silencio su nombre,
dile que venga a tu lado,
que se desnude,
que se acueste en tu hamaca,
que se venga junto a ti,
que coma tu carne,
que te cante al oído,
que encienda la lumbre de tus ojos,
que corra por tu espalda,
que se pierda en el monte de la lujuria,
que augure que se quedará contigo,
hoy,
mañana,
o siempre.
("círculo de poesía")
Toma
nueve mariposas negras,
nueve luciérnagas,
nueve ladridos de perro,
nueve diferentes silencios,
nueve diferentes penumbras,
nueve cantos de lechuza,
nueve gotas de ponzoña de tarántula,
nueve gotas de sangre de mosco,
nueve chillidos de murciélago,
ponlos en una jícara blanca,
machácalos mientras pides tu deseo,
agrega un poco de agua de cenote,
bébelo
en ayunas
durante nueve noches,
en medio de la noche,
en la soledad de la noche,
pronuncia en silencio su nombre,
dile que venga a tu lado,
que se desnude,
que se acueste en tu hamaca,
que se venga junto a ti,
que coma tu carne,
que te cante al oído,
que encienda la lumbre de tus ojos,
que corra por tu espalda,
que se pierda en el monte de la lujuria,
que augure que se quedará contigo,
hoy,
mañana,
o siempre.
("círculo de poesía")
lunes, 8 de mayo de 2017
Fernando del Paso (1935 )
En Caleta
Cuando yo era niño,
en la playa de Caleta,
en Acapulco,
el agua me llegaba al cuello.
Un agua transparente y clara,
como la nada,
y veía yo pasar,
entre mis piernas,
miríadas de peces amarillos,
como si fueran bandadas
de aves doradas
retratadas en esa agua,
en esa nada.
Hoy, muchos años más tarde,
o quizá s sería mejor decir: muchos
años más noche,
sólo veo pasar a mis muertos
entre dos aguas.
Llamemos a una de esas dos aguas recuerdo,
y a la otra olvido.
Y a la suma de las dos, nada.
Hoy, que de nuevo me llega al cuello
el agua.
Reflejos que de estrellas son la cuna,
olas que son columpio de la luna,
en tus aguas, espejo y tembladero,
el cielo se cayó de cuerpo entero.
("de aquí, allá y acullá", ed. asoc. nal. del libro, méx., 2016)
Cuando yo era niño,
en la playa de Caleta,
en Acapulco,
el agua me llegaba al cuello.
Un agua transparente y clara,
como la nada,
y veía yo pasar,
entre mis piernas,
miríadas de peces amarillos,
como si fueran bandadas
de aves doradas
retratadas en esa agua,
en esa nada.
Hoy, muchos años más tarde,
o quizá s sería mejor decir: muchos
años más noche,
sólo veo pasar a mis muertos
entre dos aguas.
Llamemos a una de esas dos aguas recuerdo,
y a la otra olvido.
Y a la suma de las dos, nada.
Hoy, que de nuevo me llega al cuello
el agua.
Reflejos que de estrellas son la cuna,
olas que son columpio de la luna,
en tus aguas, espejo y tembladero,
el cielo se cayó de cuerpo entero.
("de aquí, allá y acullá", ed. asoc. nal. del libro, méx., 2016)
domingo, 7 de mayo de 2017
Uriel Martínez (1950 )
Ted, el sombrío
En aquel entonces nadie podía amar a Ted Hughes, a donde iba arrastraba tras de sí una pila de huesos femeninos: fémures, costillas, calcañares de alguien que había ofrendado la vida a cambio de una celebración póstuma, de un lugar alejado del daño que había experimentado con el padre primero, los médicos, las descargas eléctricas, los baños de agua helada y la soledad de todos los inviernos.
Yo lo conocí en un encuentro de poetas en Morelia. Muchos índices lo señalaban como el asesino, el homicida, la bestia negra. Hoy quizá cuatro décadas después, al releer sus poemas encuentro una voz sombría, una voz maldita, un ser quizá incomprendido, un ser acogido con dilación, un talento al que le negué el reconocimiento, la identificación con un hombre atormentado. Como ha habido tantos en la historia, la dramaturgia, en la calle de todos los días, en la misma lírica.
En su momento yo también me acogí a la celebración de su víctima más citada, más celebrada, más llevada y traída en pendones y estandartes; hasta que poco a poco fui olvidándola, como a cualquier ser querido que uno termina por sepultar.
[Inédito]
En aquel entonces nadie podía amar a Ted Hughes, a donde iba arrastraba tras de sí una pila de huesos femeninos: fémures, costillas, calcañares de alguien que había ofrendado la vida a cambio de una celebración póstuma, de un lugar alejado del daño que había experimentado con el padre primero, los médicos, las descargas eléctricas, los baños de agua helada y la soledad de todos los inviernos.
Yo lo conocí en un encuentro de poetas en Morelia. Muchos índices lo señalaban como el asesino, el homicida, la bestia negra. Hoy quizá cuatro décadas después, al releer sus poemas encuentro una voz sombría, una voz maldita, un ser quizá incomprendido, un ser acogido con dilación, un talento al que le negué el reconocimiento, la identificación con un hombre atormentado. Como ha habido tantos en la historia, la dramaturgia, en la calle de todos los días, en la misma lírica.
En su momento yo también me acogí a la celebración de su víctima más citada, más celebrada, más llevada y traída en pendones y estandartes; hasta que poco a poco fui olvidándola, como a cualquier ser querido que uno termina por sepultar.
[Inédito]
sábado, 6 de mayo de 2017
Manuel Ponce (1913/1994 )
Responde Eurídice eterna
Déjame en la penumbra de mi cielo,
en mi dichoso olvido inacabable,
navegar a merced de lo improbable
en tanto boga mi bajel desvelo.
No quieras, no, romper el duro hielo
que suspendió mi sangre transitable,
ni el lirio de la muerte inmarchitable
quieras plantar en imposible suelo.
Déjame, en fin, seguir mi muerte oscura,
para extraer de tu inefable canto
la vida que me niega la ventura.
Y no alteres la ley de mi quebranto,
porque siendo razón de tu amargura,
yo viviré mientras te dure el llanto.
("el jardín increíble", ed. jus, méx., 1999)
Déjame en la penumbra de mi cielo,
en mi dichoso olvido inacabable,
navegar a merced de lo improbable
en tanto boga mi bajel desvelo.
No quieras, no, romper el duro hielo
que suspendió mi sangre transitable,
ni el lirio de la muerte inmarchitable
quieras plantar en imposible suelo.
Déjame, en fin, seguir mi muerte oscura,
para extraer de tu inefable canto
la vida que me niega la ventura.
Y no alteres la ley de mi quebranto,
porque siendo razón de tu amargura,
yo viviré mientras te dure el llanto.
("el jardín increíble", ed. jus, méx., 1999)
viernes, 5 de mayo de 2017
Margarita Carrera (1929 )
Nueva York
La ciudad estaba allí
monstruosa y gigante,
desnuda en su piedra fría.
Toqué con mis lirios
su insondable aliento.
Nada. Nadie.
Volaban las almas
en su torbellino de dólares
y el tiempo
-centavo descalzo-
se desgranaba
en sangre suicida.
Nueva York distante y dura.
Central Park
rascacielos
y profunda soledad.
(muro fb de daniel montoly)
La ciudad estaba allí
monstruosa y gigante,
desnuda en su piedra fría.
Toqué con mis lirios
su insondable aliento.
Nada. Nadie.
Volaban las almas
en su torbellino de dólares
y el tiempo
-centavo descalzo-
se desgranaba
en sangre suicida.
Nueva York distante y dura.
Central Park
rascacielos
y profunda soledad.
(muro fb de daniel montoly)
jueves, 4 de mayo de 2017
Estela Figueroa (1946 )
Pronto
Pronto van a ser
tres años de tu muerte
y todavía no la acepto.
Quise colgar tu retrato en la pared
y no pude.
Volví a guardarlo.
El clavo quedó allí
sosteniendo tu ausencia.
("el infinito viajar")
Pronto van a ser
tres años de tu muerte
y todavía no la acepto.
Quise colgar tu retrato en la pared
y no pude.
Volví a guardarlo.
El clavo quedó allí
sosteniendo tu ausencia.
("el infinito viajar")
miércoles, 3 de mayo de 2017
Anónimo
Qué enemiga y odiosa
Qué enemiga y odiosa
es la palabra que ahora
has pronunciado.
Somos dos mariposas
atadas en sueño.
Desde ahora seremos pareja
hasta el fin
de los finales.
("cantos de geisha", ed. uam-azc,, méx., 1981, trad. jorge mouriño)
Qué enemiga y odiosa
es la palabra que ahora
has pronunciado.
Somos dos mariposas
atadas en sueño.
Desde ahora seremos pareja
hasta el fin
de los finales.
("cantos de geisha", ed. uam-azc,, méx., 1981, trad. jorge mouriño)
martes, 2 de mayo de 2017
Anónimo
La neblina
La neblina esconde a la luna
que no quiere ser límpida.
El corazón se cierra
que no quiere estar contento.
Quien sabe qué debo hacer...
Pero ya qué importa.
¡Tráeme el sake!
("cantos de geisha", ed. uam-azc., méx, 1981, trad. jorge mouriño)
La neblina esconde a la luna
que no quiere ser límpida.
El corazón se cierra
que no quiere estar contento.
Quien sabe qué debo hacer...
Pero ya qué importa.
¡Tráeme el sake!
("cantos de geisha", ed. uam-azc., méx, 1981, trad. jorge mouriño)