domingo, 31 de julio de 2016
Uriel Martínez (1950 )
El derrumbe
te pedí buscaras con tiempo
otra alcancía, no donde
almacenar penas sino
de barro para estrellarla;
una y otra vez supliqué
te procurases un cajero
automático para vaciarse
las 24 horas;
recuerda que no te hiciste
del colchón en que se
guardan billetes, joyas
y pagarés para emergencias;
te pedí encarecidamente
no marcaras por cobrar
al móvil, al timbre ni
a mi paciencia;
si llegó el derrumbe, el derrumbe fue procurado
[Inédito]
sábado, 30 de julio de 2016
Derek Walcott (1930 )
Mapa del Nuevo Mundo
1
Archipiélagos
Al final de esta frase, comenzará la lluvia.
Al filo de la lluvia, un velero.
Poco a poco el velero perderá de vista las islas;
se desvanecerá en la bruma
la fe en los puertos de una raza entera.
La guerra de diez años ha terminado.
La cabellera de Helena: una nube gris:
Troya: un foso blanco de ceniza
a orillas de la mar donde llovizna.
La llovizna se tensa como las cuerdas de un arpa.
Un hombre con la vista empañada presiente la lluvia
y tañe el primer verso de la Odisea.
(pleno verano, poesía selecta, vaso roto, trad. josé luis rivas, barcelona, 2012)
1
Archipiélagos
Al final de esta frase, comenzará la lluvia.
Al filo de la lluvia, un velero.
Poco a poco el velero perderá de vista las islas;
se desvanecerá en la bruma
la fe en los puertos de una raza entera.
La guerra de diez años ha terminado.
La cabellera de Helena: una nube gris:
Troya: un foso blanco de ceniza
a orillas de la mar donde llovizna.
La llovizna se tensa como las cuerdas de un arpa.
Un hombre con la vista empañada presiente la lluvia
y tañe el primer verso de la Odisea.
(pleno verano, poesía selecta, vaso roto, trad. josé luis rivas, barcelona, 2012)
viernes, 29 de julio de 2016
Carilda Oliver Labra (1924 )
Esta memoria
Esta memoria
que se cierne como los gorriones
en la rama más alta de mí misma,
este escuchar la noche
cuando hace sombra y el perfume
persiste en su influencia,
esas costumbres tuyas
en la casa,
húmeda del ensueño y la porfía.
La casa donde amabas tu inocencia
sigue guardando
esos primores de ceniza,
sigue con tu respiración flotando. A cuestas
trae los fantasmas pensativos:
está mi padre
rodando entre las cosas
( quería decirme: ¡hija,
al fin nos conocimos!... )
Y han vuelto algunos pétalos
que de un botón remoto habían caído.
Ha vuelto todo el tiempo
que borramos,
en este instante en que repito tu nombre
y sin embargo no es latido.
Telarañas me enseñan donde tengo
olvidada la nuca.
Está sin sábanas el lecho,
en un sillón florece el frío.
¿Cuál es el mago que te trae ahora
y te pone a bruñirme las ojeras,
cuál es el rico
que me da tu cuerpo?
Ya no es posible hallarte en remolinos,
la sorpresa sería
comerte con los ojos.
La casa,
la casa enorme con soledades y heliotropos,
lúgubre, vacía,
la casa centenaria sigue goteando
sobre mis heridas.
Arrancaré el azogue de todos sus espejos
buscándote.
Arrancaré las cenefas, los umbrales,
buscándote.
Arrancaré los muebles, los mosaicos,
el sol,
la selva que en el patio ha dado un solo paso,
mi insomnio de leona enternecida;
arrancaré el recuerdo
buscándote,
y he de encajar de nuevo en tus costillas.
Arrancaré los rincones de la casa,
la casa,
sí
la casa donde nos podrimos.
Ha de quedar algún pedazo tuyo entre raíces,
alguna vibración de tus entrañas,
algún cabello que cayó de pronto
y luego fue un hilo de agonía,
el dejo de tu voz entre las horas:
ha de quedar el giro de tu mano, al fin, llamando:
algo espantoso y bello.
Y yo sabré quien eres,
yo te reconoceré
de rodillas ante el grifo del agua,
yo te reconoceré
aunque sea por el gusto del fango;
y te daré por muerto entonces,
devastado este reino;
pero tranquila,
en orden,
porque tendré el consuelo
de imaginarte a salvo de los hombres.
("de sibilas y pitias")
Esta memoria
que se cierne como los gorriones
en la rama más alta de mí misma,
este escuchar la noche
cuando hace sombra y el perfume
persiste en su influencia,
esas costumbres tuyas
en la casa,
húmeda del ensueño y la porfía.
La casa donde amabas tu inocencia
sigue guardando
esos primores de ceniza,
sigue con tu respiración flotando. A cuestas
trae los fantasmas pensativos:
está mi padre
rodando entre las cosas
( quería decirme: ¡hija,
al fin nos conocimos!... )
Y han vuelto algunos pétalos
que de un botón remoto habían caído.
Ha vuelto todo el tiempo
que borramos,
en este instante en que repito tu nombre
y sin embargo no es latido.
Telarañas me enseñan donde tengo
olvidada la nuca.
Está sin sábanas el lecho,
en un sillón florece el frío.
¿Cuál es el mago que te trae ahora
y te pone a bruñirme las ojeras,
cuál es el rico
que me da tu cuerpo?
Ya no es posible hallarte en remolinos,
la sorpresa sería
comerte con los ojos.
La casa,
la casa enorme con soledades y heliotropos,
lúgubre, vacía,
la casa centenaria sigue goteando
sobre mis heridas.
Arrancaré el azogue de todos sus espejos
buscándote.
Arrancaré las cenefas, los umbrales,
buscándote.
Arrancaré los muebles, los mosaicos,
el sol,
la selva que en el patio ha dado un solo paso,
mi insomnio de leona enternecida;
arrancaré el recuerdo
buscándote,
y he de encajar de nuevo en tus costillas.
Arrancaré los rincones de la casa,
la casa,
sí
la casa donde nos podrimos.
Ha de quedar algún pedazo tuyo entre raíces,
alguna vibración de tus entrañas,
algún cabello que cayó de pronto
y luego fue un hilo de agonía,
el dejo de tu voz entre las horas:
ha de quedar el giro de tu mano, al fin, llamando:
algo espantoso y bello.
Y yo sabré quien eres,
yo te reconoceré
de rodillas ante el grifo del agua,
yo te reconoceré
aunque sea por el gusto del fango;
y te daré por muerto entonces,
devastado este reino;
pero tranquila,
en orden,
porque tendré el consuelo
de imaginarte a salvo de los hombres.
("de sibilas y pitias")
jueves, 28 de julio de 2016
Fernando Fernández (1964 )
Sala de espera
Uno, sí, la estoy viendo
de cuando en cuando, y después vuelvo a verla,
la espío y oteo
y quedo en vilo
y más tarde la miro todavía, y sí, es verdad,
finjo cierta demencia tras los lentes
aun cuando la mire fijamente
y hasta usted se dé cuenta.
Y sin embargo, dos, no se ve nada,
cosa que usted que debe haberse visto
cientos de veces
bien que debe saber, nada de nada,
ni un amago siquiera de tirante
por más que esté pendiente que nada se le asome
y una y otra vez, y luego una vez más,
se componga el escote.
Pero la culpa, tres,
es sólo suya,
de usted sentada frente a mí en esta sala de espera
que al tiempo que conversa por teléfono
con tres dedos precisos y nerviosa insistencia
se retoca insegura usted consigo
sopesando sus dos pechos opimos
pudorosa y quizás algo coqueta.
Es por esa razón que, cuatro, espío y asomo
y oteo e insisto
y quedo en vilo
aunque finja demencia tras los lentes,
fascinado de ver cómo remueve, y hace pender,
y agita, racimo tal de frutos semejantes,
manifiestos al aire aunque escondidos,
apegados a usted pero volantes.
("las afinidades electivas")
Uno, sí, la estoy viendo
de cuando en cuando, y después vuelvo a verla,
la espío y oteo
y quedo en vilo
y más tarde la miro todavía, y sí, es verdad,
finjo cierta demencia tras los lentes
aun cuando la mire fijamente
y hasta usted se dé cuenta.
Y sin embargo, dos, no se ve nada,
cosa que usted que debe haberse visto
cientos de veces
bien que debe saber, nada de nada,
ni un amago siquiera de tirante
por más que esté pendiente que nada se le asome
y una y otra vez, y luego una vez más,
se componga el escote.
Pero la culpa, tres,
es sólo suya,
de usted sentada frente a mí en esta sala de espera
que al tiempo que conversa por teléfono
con tres dedos precisos y nerviosa insistencia
se retoca insegura usted consigo
sopesando sus dos pechos opimos
pudorosa y quizás algo coqueta.
Es por esa razón que, cuatro, espío y asomo
y oteo e insisto
y quedo en vilo
aunque finja demencia tras los lentes,
fascinado de ver cómo remueve, y hace pender,
y agita, racimo tal de frutos semejantes,
manifiestos al aire aunque escondidos,
apegados a usted pero volantes.
("las afinidades electivas")
miércoles, 27 de julio de 2016
Diane Wakoski (1937 )
El mecánico
La mayoría de los hombres usan
los ojos
como metrónomo
para marcar el compás
del caminar de una mujer
cómo sus caderas se ciñen
contra la tela, igual que los higos
en el árbol
justo antes de reventar
sus moradas pieles,
para medir qué tanto
de su andar emplea en la cama
de noche,
la jarra del cielo
llenándose de vía láctea
centellea cada vez
que ella mueve los labios.
pero, claro,
los secretos
no son los golpes obvios
en la canción
que cualquier baterista puede dar
oyendo la velocidad del motor
—hecho también de golpes—
tan rápidos,
sutiles, supongo,
que llegan como un sonido continuo
o el corazón que, por supuesto,
golpea sin ventilador
que lo mantenga
fresco;
es una prueba,
un ritmo,
que no podrían ver
aquellos ojos medidores
aunque tal vez haya algunos
con dedos y oídos
tan cerca de los motores
con aceite limpio circulando por los oídos
que depure la sesera,
quizás algunos...
puedan decir
en qué consiste
el secreto sangrar de una mujer
Como mujer
con estrellas untuosas
en todos los puntos
de mi piel
nunca podría
fiarme de un hombre
que no fuera mecánico;
un hombre que usa sus
ojos,
sus manos,
escucha
al
corazón.
(tomado del muro de alicia digón)
La mayoría de los hombres usan
los ojos
como metrónomo
para marcar el compás
del caminar de una mujer
cómo sus caderas se ciñen
contra la tela, igual que los higos
en el árbol
justo antes de reventar
sus moradas pieles,
para medir qué tanto
de su andar emplea en la cama
de noche,
la jarra del cielo
llenándose de vía láctea
centellea cada vez
que ella mueve los labios.
pero, claro,
los secretos
no son los golpes obvios
en la canción
que cualquier baterista puede dar
oyendo la velocidad del motor
—hecho también de golpes—
tan rápidos,
sutiles, supongo,
que llegan como un sonido continuo
o el corazón que, por supuesto,
golpea sin ventilador
que lo mantenga
fresco;
es una prueba,
un ritmo,
que no podrían ver
aquellos ojos medidores
aunque tal vez haya algunos
con dedos y oídos
tan cerca de los motores
con aceite limpio circulando por los oídos
que depure la sesera,
quizás algunos...
puedan decir
en qué consiste
el secreto sangrar de una mujer
Como mujer
con estrellas untuosas
en todos los puntos
de mi piel
nunca podría
fiarme de un hombre
que no fuera mecánico;
un hombre que usa sus
ojos,
sus manos,
escucha
al
corazón.
(tomado del muro de alicia digón)
martes, 26 de julio de 2016
Raymond Carver
En Suiza
Lo primero que hay que hacer en Zurich
es tomar el trolebús No. 5 al zoológico
hasta el fin del recorrido
y bajarse. Ir sabiendo
lo de los leones. Cómo sus rugidos
pasan desde el complejo del zoológico
al cementerio de Flutern.
Allí camino por
el hermosísimo sendero
que lleva a la tumba de James Joyce.
Siempre fue un hombre de familia, está aquí
con Nora, su mujer, por supuesto.
Y su hijo, Giorgio,
que murió hace unos años.
Lucía, su hija, el gran dolor de su vida,
aún vive, aún confinada
en un sanatorio psiquiátrico.
Cuando le trajeron la noticia
de la muerte de su padre, dijo:
¿Qué está haciendo ese idiota bajo tierra?
¿Cuándo le va a dar por salir?
Nunca nos quita el ojo de encima.
Me quedé un rato. Creo
que le dije al señor Joyce alguna cosa en voz alta.
Debo haberlo hecho. Sé que debí hacerlo.
Pero ahora no recuerdo qué
y tengo que dejar las cosas así.
Una semana después de aquel día, partimos
de Zurich en tren a Lucerna.
Esa mañana temprano, tomé
el trolebús No. 5 una vez más
hasta el final de la línea.
El rugido de los leones cae sobre
el cementerio, como la vez anterior.
El césped ha sido cortado.
Me siento allí por un rato y fumo.
Uno se siente bien estando allí,
junto a la tumba. Yo no tenía
nada que decir esta vez.
Esa noche jugamos en las mesas
del Grand Hotel-Casino
en la costa misma del lago Lucerna.
Más tarde fuimos a ver un espectáculo de striptease.
¿Pero qué hacer con el recuerdo
de aquella tumba que me venía a mí
en medio del espectáculo,
bajo la luz rosada, muda, del escenario?
No hay nada que hacer.
O sobre el deseo que vino después,
que desplazó todo lo demás
como una ola.
Más tarde, nos sentamos en un banco
debajo de algunos tilos, bajo las estrellas.
Hicimos el amor.
Metiéndonos uno dentro de la ropa del otro.
El lago a unos pocos pasos.
Después, nos mojamos las manos
en el agua fría.
Entonces, volvimos a nuestro hotel,
felices y cansados, dispuestos a dormir
ocho horas.
Todos nosotros, todos nosotros, nosotros todos,
tratando de salvar
nuestras almas inmortales, ciertos caminos
aparentemente más indirectos
y misteriosos
que otros. Estamos pasándola
bien aquí. Pero esperamos
que pronto todo sea revelado.
("el poeta ocasional", trad. adam gai)
Lo primero que hay que hacer en Zurich
es tomar el trolebús No. 5 al zoológico
hasta el fin del recorrido
y bajarse. Ir sabiendo
lo de los leones. Cómo sus rugidos
pasan desde el complejo del zoológico
al cementerio de Flutern.
Allí camino por
el hermosísimo sendero
que lleva a la tumba de James Joyce.
Siempre fue un hombre de familia, está aquí
con Nora, su mujer, por supuesto.
Y su hijo, Giorgio,
que murió hace unos años.
Lucía, su hija, el gran dolor de su vida,
aún vive, aún confinada
en un sanatorio psiquiátrico.
Cuando le trajeron la noticia
de la muerte de su padre, dijo:
¿Qué está haciendo ese idiota bajo tierra?
¿Cuándo le va a dar por salir?
Nunca nos quita el ojo de encima.
Me quedé un rato. Creo
que le dije al señor Joyce alguna cosa en voz alta.
Debo haberlo hecho. Sé que debí hacerlo.
Pero ahora no recuerdo qué
y tengo que dejar las cosas así.
Una semana después de aquel día, partimos
de Zurich en tren a Lucerna.
Esa mañana temprano, tomé
el trolebús No. 5 una vez más
hasta el final de la línea.
El rugido de los leones cae sobre
el cementerio, como la vez anterior.
El césped ha sido cortado.
Me siento allí por un rato y fumo.
Uno se siente bien estando allí,
junto a la tumba. Yo no tenía
nada que decir esta vez.
Esa noche jugamos en las mesas
del Grand Hotel-Casino
en la costa misma del lago Lucerna.
Más tarde fuimos a ver un espectáculo de striptease.
¿Pero qué hacer con el recuerdo
de aquella tumba que me venía a mí
en medio del espectáculo,
bajo la luz rosada, muda, del escenario?
No hay nada que hacer.
O sobre el deseo que vino después,
que desplazó todo lo demás
como una ola.
Más tarde, nos sentamos en un banco
debajo de algunos tilos, bajo las estrellas.
Hicimos el amor.
Metiéndonos uno dentro de la ropa del otro.
El lago a unos pocos pasos.
Después, nos mojamos las manos
en el agua fría.
Entonces, volvimos a nuestro hotel,
felices y cansados, dispuestos a dormir
ocho horas.
Todos nosotros, todos nosotros, nosotros todos,
tratando de salvar
nuestras almas inmortales, ciertos caminos
aparentemente más indirectos
y misteriosos
que otros. Estamos pasándola
bien aquí. Pero esperamos
que pronto todo sea revelado.
("el poeta ocasional", trad. adam gai)
lunes, 25 de julio de 2016
Eduardo Chirinos (1960/2016 )
Una hormiga...
Una hormiga carga con esfuerzo
una hoja.
La hoja es enorme
y multiplica su tamaño. Se trata
de un deber inevitable, de una
obediencia atávica.
Detrás de ella
idénticas hormigas cargan idénticas
hojas. Mañana repetirán el rito,
su razón de ser que ignoro.
Pronto cumpliré cincuenta años.
Pienso en la hormiga.
En su ciega danza hacia la muerte.
("life vest under your seat")
Una hormiga carga con esfuerzo
una hoja.
La hoja es enorme
y multiplica su tamaño. Se trata
de un deber inevitable, de una
obediencia atávica.
Detrás de ella
idénticas hormigas cargan idénticas
hojas. Mañana repetirán el rito,
su razón de ser que ignoro.
Pronto cumpliré cincuenta años.
Pienso en la hormiga.
En su ciega danza hacia la muerte.
("life vest under your seat")
domingo, 24 de julio de 2016
Gonzalo Rojas (1917/2011 )
Carta del suicida
Juro que esta mujer me ha partido los sesos,
Por que ella sale y entra como una bala loca,
Y abre mis parietales y nunca cicatriza,
Así sople el verano o el invierno,
Así viva feliz sentado sobre el triunfo
Y el estomago lleno, como un cóndor saciado,
Así padezca el látigo del hambre,
así me acueste
O me levante, y me hunda de cabeza en el día
Como una piedra bajo la corriente cambiante.
Así toque mi citara para engañarme, así
Se habrá una puerta y entren diez mujeres desnudas,
Marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen
Unas sobre otras hasta consumirse.
Juro que ella perdura porque ella sale y entra
Como una bala loca,
Me sigue a donde voy y me sirve de hada.
("crepusculario siglo 21")
Juro que esta mujer me ha partido los sesos,
Por que ella sale y entra como una bala loca,
Y abre mis parietales y nunca cicatriza,
Así sople el verano o el invierno,
Así viva feliz sentado sobre el triunfo
Y el estomago lleno, como un cóndor saciado,
Así padezca el látigo del hambre,
así me acueste
O me levante, y me hunda de cabeza en el día
Como una piedra bajo la corriente cambiante.
Así toque mi citara para engañarme, así
Se habrá una puerta y entren diez mujeres desnudas,
Marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen
Unas sobre otras hasta consumirse.
Juro que ella perdura porque ella sale y entra
Como una bala loca,
Me sigue a donde voy y me sirve de hada.
("crepusculario siglo 21")
sábado, 23 de julio de 2016
Raúl Gómez Jattin (1945/1997 )
Está tendido...
Está tendido en la acera
Su alma está ausente
Su sensibilidad presente
No consigue conciliar el sueño
La cara sobre el dorso de la mano
Pretende una mínima comodidad
La gente pasa en sus raudos carros
Las estrellas brillan para el desdichado
¿Qué hacer en esta noche fatal?
Intenta dormir
Olvidar la intemperie
Sus pies tactan piedrecillas
En el descampado lecho incomodándolo
¡Vendrá esta noche el diablo
Con su conversación cautivante?
¿O llegará Jesucristo a increparlo
Diciéndole que es el peor hombre del universo?
("el libro de la locura", póstumo, fce, colombia, 2005)
viernes, 22 de julio de 2016
León Plascencia Ñol (1968 )
Boca de iguanas
Cuatro caballos en los ojos del caimán adormilado:
mi flaca lo vio quemarse al mediodía.
Un poco de agua y la instantánea para el recuerdo. Detengámonos
un poco: la sonrisa de paloma, el cuerpo
bronceado, las flores
blancas sobre fondo negro.
Cuatro extranjeros por allá, un bar y la playa sola.
No había olas, sólo las caderas
de mi flaca sumergidas en el agua.
Sentado sobre la arena habité en el rojo.
Nunca hubo castillos, viernes o lunes
o toda la semana para repetir el aleteo de las gaviotas.
Lo que más veo es el aire
y la espalda de mi flaca alejándose desnuda en nado mariposa.
Fui mar y murmullo erecto a su regreso.
Extendí la toalla para cubrirla de un frío inexistente.
Olfato y lengua: sólo olfato
y nube para estar en su párpado izquierdo.
("zoom", pdf)
Cuatro caballos en los ojos del caimán adormilado:
mi flaca lo vio quemarse al mediodía.
Un poco de agua y la instantánea para el recuerdo. Detengámonos
un poco: la sonrisa de paloma, el cuerpo
bronceado, las flores
blancas sobre fondo negro.
Cuatro extranjeros por allá, un bar y la playa sola.
No había olas, sólo las caderas
de mi flaca sumergidas en el agua.
Sentado sobre la arena habité en el rojo.
Nunca hubo castillos, viernes o lunes
o toda la semana para repetir el aleteo de las gaviotas.
Lo que más veo es el aire
y la espalda de mi flaca alejándose desnuda en nado mariposa.
Fui mar y murmullo erecto a su regreso.
Extendí la toalla para cubrirla de un frío inexistente.
Olfato y lengua: sólo olfato
y nube para estar en su párpado izquierdo.
("zoom", pdf)
jueves, 21 de julio de 2016
Francisca Aguirre (1930 )
Apenas si veía pájaros.
Se oían voces y ruidos de vasos,
y una música triste, derrumbada,
una canción distinta, pero intensa.
Todo se hallaba absurdamente detenido
dentro de una burbuja de desdicha,
de distancia sin aire, de muralla de hielo.
Y la niebla besaba largamente
aquel rincón del mundo en que te hallabas,
aquella esquina mísera y absurda
desde la que mirabas hacia fuera,
hacia un lugar inhóspito y aislado,
un sitio que te rechazaba,
donde tú no existías,
donde nadie entendía tus palabras,
un sitio en donde sólo se podía llorar,
llorar como esa niebla que todo lo cubría.
Como una gasa vieja
aquel opaco manto te ocultaba
detrás de los cristales.
Allí, lejos del sol y falta de tu idioma
tu acorralada infancia descubrió
el castigo del abandono.
Cayó la noche sobre las aceras
como un charco de tinta:
apoyaste la frente en los cristales
y lloraste despacio en español.
Unos niños cantaban a lo lejos:
"Au clair de la lune/
mon ami Pierrot/
prete moi ta plume/
pour écrire un mot".
Y con la pluma que ellos te prestaron
has venido escribiendo sin reposo
la palabra tristeza.
Se oían voces y ruidos de vasos,
y una música triste, derrumbada,
una canción distinta, pero intensa.
Todo se hallaba absurdamente detenido
dentro de una burbuja de desdicha,
de distancia sin aire, de muralla de hielo.
Y la niebla besaba largamente
aquel rincón del mundo en que te hallabas,
aquella esquina mísera y absurda
desde la que mirabas hacia fuera,
hacia un lugar inhóspito y aislado,
un sitio que te rechazaba,
donde tú no existías,
donde nadie entendía tus palabras,
un sitio en donde sólo se podía llorar,
llorar como esa niebla que todo lo cubría.
Como una gasa vieja
aquel opaco manto te ocultaba
detrás de los cristales.
Allí, lejos del sol y falta de tu idioma
tu acorralada infancia descubrió
el castigo del abandono.
Cayó la noche sobre las aceras
como un charco de tinta:
apoyaste la frente en los cristales
y lloraste despacio en español.
Unos niños cantaban a lo lejos:
"Au clair de la lune/
mon ami Pierrot/
prete moi ta plume/
pour écrire un mot".
Y con la pluma que ellos te prestaron
has venido escribiendo sin reposo
la palabra tristeza.
("atlas de poesía")
miércoles, 20 de julio de 2016
Rubén Bonifaz Nuño (1923/2013 )
Del templo de su cuerpo
Viudas
1
Recuerda entonces, cuando enviudes
de mí, la cuna de presagios
venturosos que meciste; ajeno,
el bullicio inútil que acallaste
llegando, imprevista y esperada,
a la cita que jamás pactamos.
Abierta de buscas y preguntas,
poblada de intachables dádivas.
Y a mi ambición fuiste la fuente
en la sequía; la colmena
en las quiebras del peñón amargo;
sobre el escándalo, el silencio;
la flor incólume y viviente
que de los despojos muertos brota.
Cuando tu plástico linaje
de realidades consumadas,
evidencia fue de los arrumbable
que será ser ciego; y gusto y tacto
y sonido y olor, me hicieron,
múltiple, un sentido para asirte.
2
No conoceré tu casa nueva,
no quise conocer la antigua.
Sólo bajo el techo de un instante
entre las dos, quedó el espacio
que esperé seguro y compartible.
Al curioso afán de un huésped nuevo,
la puerta abrirá su bienvenida
dudosa. Temblarán sus pasos
entrando junto con los tuyos.
Yo no sabré del encalado
respaldo ciego a tus libreros.
Allí, tal vez, los libros míos
que nunca leerás, tendrán su sitio
sin esperanzas. Voz de ausentes.
Otro ha de sentir, en la cocina
alquímica, el arder del horno
donde transmutas los sabores
de harina y sal, en alma humana.
Yo, el excluido, el ignorado
perpetuamente de la alcoba,
no oleré tu cama destendida
y acaso un momento solitaria.
Un reloj de giros silenciados
se acompasa a tus palpitaciones
donde yo no estoy. Muy poco tiempo
dura el pesar de amor, que sólo
tiene que durar toda la vida.
No conocí tu casa antigua,
no conozco la nueva. Nunca
seré por ellas traicionado;
no supieron de mí. Yo, lejos;
también para ti desconocido.
("del templo de su cuerpo", fce, méxico, 1992)
Viudas
1
Recuerda entonces, cuando enviudes
de mí, la cuna de presagios
venturosos que meciste; ajeno,
el bullicio inútil que acallaste
llegando, imprevista y esperada,
a la cita que jamás pactamos.
Abierta de buscas y preguntas,
poblada de intachables dádivas.
Y a mi ambición fuiste la fuente
en la sequía; la colmena
en las quiebras del peñón amargo;
sobre el escándalo, el silencio;
la flor incólume y viviente
que de los despojos muertos brota.
Cuando tu plástico linaje
de realidades consumadas,
evidencia fue de los arrumbable
que será ser ciego; y gusto y tacto
y sonido y olor, me hicieron,
múltiple, un sentido para asirte.
2
No conoceré tu casa nueva,
no quise conocer la antigua.
Sólo bajo el techo de un instante
entre las dos, quedó el espacio
que esperé seguro y compartible.
Al curioso afán de un huésped nuevo,
la puerta abrirá su bienvenida
dudosa. Temblarán sus pasos
entrando junto con los tuyos.
Yo no sabré del encalado
respaldo ciego a tus libreros.
Allí, tal vez, los libros míos
que nunca leerás, tendrán su sitio
sin esperanzas. Voz de ausentes.
Otro ha de sentir, en la cocina
alquímica, el arder del horno
donde transmutas los sabores
de harina y sal, en alma humana.
Yo, el excluido, el ignorado
perpetuamente de la alcoba,
no oleré tu cama destendida
y acaso un momento solitaria.
Un reloj de giros silenciados
se acompasa a tus palpitaciones
donde yo no estoy. Muy poco tiempo
dura el pesar de amor, que sólo
tiene que durar toda la vida.
No conocí tu casa antigua,
no conozco la nueva. Nunca
seré por ellas traicionado;
no supieron de mí. Yo, lejos;
también para ti desconocido.
("del templo de su cuerpo", fce, méxico, 1992)
martes, 19 de julio de 2016
Louise Glück (1943 )
Viudas
Mi madre juega a las cartas con mi tía,
Rencor y Malicia, el pasatiempo familiar, el juego
que mi abuela enseñó a todas sus hijas.
Pleno verano: demasiado calor para salir.
Hoy, gana mi tía; le tocan las mejores cartas.
Mi madre está lenta, tiene problemas de concentración.
No se acostumbra a su propia cama este verano.
El verano pasado no tuvo problemas
para acostumbrase al piso. Aprendió a dormir ahí
para estar cerca de mi padre.
Él estaba muriendo; tenía una cama especial.
Mi tía no afloja, no tiene consideración
con el cansancio de mi madre.
Es como fueron criadas: muestras tu respeto peleando.
Aflojar es un insulto al oponente.
Cada jugador tiene una pila a la izquierda, cinco cartas en la mano.
Está bueno quedarse adentro en días como este,
quedarse donde está fresco.
Y este es mejor que otros juegos, mejor que el solitario.
Mi abuela se anticipó; preparó a sus hijas.
Ellas tienen cartas; se tienen una a la otra.
No necesitan más compañía.
El juego continúa durante toda la tarde, pero el sol no se mueve.
Solo sigue brillando, hasta dejar el pasto amarillo.
Eso debe parecerle a mi madre.
Y luego, de repente, algo termina.
Mi tía ha practicado por más tiempo; será por eso que juega mejor.
Sus cartas se evaporan: eso es lo que quieres, ese es el objetivo: al final,
el que no tiene nada gana.
("de sibilas y pitias", trad. silvia camerotto)
lunes, 18 de julio de 2016
Elsa López (1943 )
Hemigrammus Caudovittatus
a juan antonio baños
Era un pez muy solemne.
Hablaba con los ángeles, los santos y las vírgenes
que los barcos piratas habían abandonado
en las criptas sin luz de los océanos.
Y, a pesar de lo oscuro de las profundidades,
le brillaban las escamas y le brillaban los ojos
como dos lentejuelas o dos ónices negros.
Cuando me presentía,
huían sus miradas al ruido de mis pasos
como si le asustasen los cantos y las voces
de esos seres huraños con los que convivía.
Y cuando se nublaba o se escondía el sol,
subía a lo más alto,
y me traía del fondo anillos y collares
para que yo supiera lo mucho que me amaba.
("portal de poesía")
domingo, 17 de julio de 2016
Uriel Martínez (1950 )
Nadie respondía
como en un cuento gótico salí
de la siesta con paraguas,
sin bufanda ni abrigo;
me guarecí del agua y la tormenta
bajo toldos grises, bajo nubes cerradas;
como en un cómic sin lectores
quise bajarme las mangas del suéter
pero ni suéter ni pipa ni gorra
de los años en b/n;
caminé sobre charcos, cauces,
canales, aparadores sin luz
ni maniquíes, cerca de cafeterías
cerradas y crespones mudos;
volví al principio del relato
de callados portones,
golpeé la aldaba tres veces;
escuché aleteos de ancianos sordos,
de lámparas apagadas.
[Inédito]
como en un cuento gótico salí
de la siesta con paraguas,
sin bufanda ni abrigo;
me guarecí del agua y la tormenta
bajo toldos grises, bajo nubes cerradas;
como en un cómic sin lectores
quise bajarme las mangas del suéter
pero ni suéter ni pipa ni gorra
de los años en b/n;
caminé sobre charcos, cauces,
canales, aparadores sin luz
ni maniquíes, cerca de cafeterías
cerradas y crespones mudos;
volví al principio del relato
de callados portones,
golpeé la aldaba tres veces;
escuché aleteos de ancianos sordos,
de lámparas apagadas.
[Inédito]
sábado, 16 de julio de 2016
Anne Sexton (1928/1974 )
La furia de las tormentas
La lluvia tamborilea como hormigas rojas,
rebotando cada una en mi ventana.
Esas hormigas tienen mucho dolor
y gritan mientras golpean,
como si sus pequeñas patas sólo estuvieran
cosidas y sus cabezas encoladas.
Y oh, traen a la mente la tumba,
tan humilde, tan deseosa de ser fustigada
con su desagradable letrero y
el cuerpo tumbado bajo la tierra
sin un paraguas.
La depresión es aburrida, creo,
y sería mejor hacer
una sopa y alumbrar la cueva.
("el poeta ocasional", trad. reina palazón)
viernes, 15 de julio de 2016
Luigi Amara (1971 )
Tabla de pesos y medidas
Se puede pesar el humo sustrayendo
al peso del tabaco
las cenizas.
Se pueden pesar también los sueños:
la báscula de medianoche
menos
la báscula de la mañana.
Se puede pesar incluso el alma,
restando al moribundo
el peso insobornable del cadáver.
Podrían pesarse así, la suciedad, las barbas,
los gramos de una idea
que rueda por largo rato en la cabeza.
Llevar entonces la tabla escrupulosa
de esta vida que mengua,
el antes y después de un susto,
de aquella carcajada.
("literal magazine")
Se puede pesar el humo sustrayendo
al peso del tabaco
las cenizas.
Se pueden pesar también los sueños:
la báscula de medianoche
menos
la báscula de la mañana.
Se puede pesar incluso el alma,
restando al moribundo
el peso insobornable del cadáver.
Podrían pesarse así, la suciedad, las barbas,
los gramos de una idea
que rueda por largo rato en la cabeza.
Llevar entonces la tabla escrupulosa
de esta vida que mengua,
el antes y después de un susto,
de aquella carcajada.
("literal magazine")
jueves, 14 de julio de 2016
Derek Walcott (1930 )
Limones de domingo
Desolados limones, contengan
bien, en su cuenco de barro,
la luz en su amarga pulpa,
que un resplandor amarillo
sea toda su armadura
este domingo desnudo;
que su luz indoblegable
rebote contra escudos de manzanas,
tan reales que se antojan de cera,
y compartan su agrio silencio
con la evocación que esta mujer
hace de los domingos de otro fruto,
hasta que formen, concentración mediante,
falanges con yelmo
preparadas para lo que venga,
hexagonales ciudades donde murieron abejas
en aras nada más de la dulzura,
que sus lámparas sean las últimas
en encenderse sobre esta barnizada mesa
el presente domingo, que demanda
algo más que la fe de los cirios,
algo más que conquistadores con yelmo
muriendo como abejas, que multiplican
los recuerdos en la rubia cabeza de ella;
mientras la tarde se vuelve borroso
añil, que sus lámparas
retengan, en este cuenco de barro
anocheciendo, vida aún, pero una vida
más allá de las lágrimas o las alegrías
del sereno, la alegre, neónica humedad
del crepúsculo que desdibuja
la figura de esta mujer recostada,
un limón, una lámpara si fuego.
("pleno verano, poesía selecta", ed. vaso roto, barcelona, 2012, trad. josé luis rivas)
Desolados limones, contengan
bien, en su cuenco de barro,
la luz en su amarga pulpa,
que un resplandor amarillo
sea toda su armadura
este domingo desnudo;
que su luz indoblegable
rebote contra escudos de manzanas,
tan reales que se antojan de cera,
y compartan su agrio silencio
con la evocación que esta mujer
hace de los domingos de otro fruto,
hasta que formen, concentración mediante,
falanges con yelmo
preparadas para lo que venga,
hexagonales ciudades donde murieron abejas
en aras nada más de la dulzura,
que sus lámparas sean las últimas
en encenderse sobre esta barnizada mesa
el presente domingo, que demanda
algo más que la fe de los cirios,
algo más que conquistadores con yelmo
muriendo como abejas, que multiplican
los recuerdos en la rubia cabeza de ella;
mientras la tarde se vuelve borroso
añil, que sus lámparas
retengan, en este cuenco de barro
anocheciendo, vida aún, pero una vida
más allá de las lágrimas o las alegrías
del sereno, la alegre, neónica humedad
del crepúsculo que desdibuja
la figura de esta mujer recostada,
un limón, una lámpara si fuego.
("pleno verano, poesía selecta", ed. vaso roto, barcelona, 2012, trad. josé luis rivas)
miércoles, 13 de julio de 2016
Paula Abramo (1980 )
Faca
O dicionário é o universo. Baba-se (sic) de
esclarecimentos, mas atordoa, à primeira
vista, como a agitação das grandes cidades
desconhecidas.
Raul Pompeia
No quedaba claro
si se gababan o se
babeaban o se grababan, pero,
en todo caso,
aturdían.
Así,
a primera vista,
los tortuosos callejones de Léxico
City.
Yo
primero,
habité una casa llamada faca.
La palabra faca babeaba
por los extremos:
la lengua recién estrenada
asomaba por el tajo nuevo,
lamiendo
las comisuras de grasa tierna
y leche
y brincos en la cama. Era una casa
de plata, con filos que grababan, gateaban
babeaban
en un cuarto, a las siete
de la tarde, en la colonia
San Miguel Chapultepec.
Era una faca. No era un cuchillo corvo, era
una faca, no
un machete, era
una faca de desayuno, punta roma, faca
de untar miel en el pan,
pero cortaba,
la primera
palabra
que dije en otra lengua.
Era un filo serrado, la palabra
tenía
dientes diminutos,
de leche,
cortaba
como un arado marcando los confines
de una tierra:
del muro hacia adentro es faca (pero
por educación, no se esgrime
una faca
en presencia de los otros), del muro
hacia afuera están las calles están
sus petimetres y sus dandies y sus cholos,
están
las verdaderas facas, los
cuchillos de este mundo, la faca
se queda en casa.
Es
la casa: el libro en el estante, el cuento
por la noche, cortado
por la faca, por un muro
de silencio:
la faca untando el pan
de cada día.
("revista lecturas")
O dicionário é o universo. Baba-se (sic) de
esclarecimentos, mas atordoa, à primeira
vista, como a agitação das grandes cidades
desconhecidas.
Raul Pompeia
No quedaba claro
si se gababan o se
babeaban o se grababan, pero,
en todo caso,
aturdían.
Así,
a primera vista,
los tortuosos callejones de Léxico
City.
Yo
primero,
habité una casa llamada faca.
La palabra faca babeaba
por los extremos:
la lengua recién estrenada
asomaba por el tajo nuevo,
lamiendo
las comisuras de grasa tierna
y leche
y brincos en la cama. Era una casa
de plata, con filos que grababan, gateaban
babeaban
en un cuarto, a las siete
de la tarde, en la colonia
San Miguel Chapultepec.
Era una faca. No era un cuchillo corvo, era
una faca, no
un machete, era
una faca de desayuno, punta roma, faca
de untar miel en el pan,
pero cortaba,
la primera
palabra
que dije en otra lengua.
Era un filo serrado, la palabra
tenía
dientes diminutos,
de leche,
cortaba
como un arado marcando los confines
de una tierra:
del muro hacia adentro es faca (pero
por educación, no se esgrime
una faca
en presencia de los otros), del muro
hacia afuera están las calles están
sus petimetres y sus dandies y sus cholos,
están
las verdaderas facas, los
cuchillos de este mundo, la faca
se queda en casa.
Es
la casa: el libro en el estante, el cuento
por la noche, cortado
por la faca, por un muro
de silencio:
la faca untando el pan
de cada día.
("revista lecturas")
martes, 12 de julio de 2016
Rubén Bonifaz Nuño (1923/2013 )
Del templo de su cuerpo
C
A su imagen y semejanza
formándote; lamido, amado
por cinceles de dolor, tu cuerpo
vive declarando cómo eres:
Poderosa y benigna, blanda
como amapolas, consistente
como heroicas corazas, casta
copa del placer; fuente sin tregua
de inundaciones cadenciosas.
Con sensuales hábitos, descubre
tu fuerza cabal de nadadora
a contracorriente,; tu paciencia
en sufrir para alcanzar; condensa
tu plenitud en la victoria.
Traductor y origen, sin traiciones;
intérprete y causa; sacerdote
y dios de tu culto, te revela
al revelarse en tus altares.
Irradiándote de lo más íntimo
de sí; cumplidora de sus vías,
te muestra en formas comprensibles.
Porque te hace, te conoce;
lo conozco yo porque me hiciste.
("del templo de su cuerpo", fce, méxico, 1992)
C
A su imagen y semejanza
formándote; lamido, amado
por cinceles de dolor, tu cuerpo
vive declarando cómo eres:
Poderosa y benigna, blanda
como amapolas, consistente
como heroicas corazas, casta
copa del placer; fuente sin tregua
de inundaciones cadenciosas.
Con sensuales hábitos, descubre
tu fuerza cabal de nadadora
a contracorriente,; tu paciencia
en sufrir para alcanzar; condensa
tu plenitud en la victoria.
Traductor y origen, sin traiciones;
intérprete y causa; sacerdote
y dios de tu culto, te revela
al revelarse en tus altares.
Irradiándote de lo más íntimo
de sí; cumplidora de sus vías,
te muestra en formas comprensibles.
Porque te hace, te conoce;
lo conozco yo porque me hiciste.
("del templo de su cuerpo", fce, méxico, 1992)
lunes, 11 de julio de 2016
Uriel Martínez (1950 )
Esa mañana...
Esa mañana ventosa, antes de las ocho, te vi por el balcón, llevabas un saco gris y una corbata roja que no te acomodaba, imaginé que ibas al árbol de los ahorcados; cojeabas un poco como todos los que llevan en el portafolios una solicitud de trabajo.
(muro fb del autor)
domingo, 10 de julio de 2016
Ángel González (1925/2008 )
Adiós. Hasta otra vez o nunca.
Quién sabe qué será,
y en qué lugar de niebla.
Si habremos de tocarnos para reconocernos.
Si sabremos besamos por falta de tristeza.
Todo lo llevas con tu cuerpo.
Todo lo llevas.
Me dejas naufragando en esta nada
inmensa.
Cómo desaparece el monte
—me dejas...—,
se hunde el río
—...en esta...—,
se desintegra la ciudad.
Despiertas.
(poesi.as)
Quién sabe qué será,
y en qué lugar de niebla.
Si habremos de tocarnos para reconocernos.
Si sabremos besamos por falta de tristeza.
Todo lo llevas con tu cuerpo.
Todo lo llevas.
Me dejas naufragando en esta nada
inmensa.
Cómo desaparece el monte
—me dejas...—,
se hunde el río
—...en esta...—,
se desintegra la ciudad.
Despiertas.
(poesi.as)
sábado, 9 de julio de 2016
Carlos Marzal (1961 )
Las cosas han cambiado
Las cosas han cambiado,
y todo sigue igual que ha estado siempre.
Sabías que una vida no era lugar bastante,
para lo que una vida debía merecer,
y hoy sigue sin bastarnos.
Antes no había
lugar al que llegar, no había sombra, puerto,
un más allá del viaje donde decir ya basta,
hemos dado por fin con el final del túnel,
y hoy el túnel, el puerto, la sombra y el final
están igual de lejos. Suma y sigue.
En el amor no había
nada distinto al resto de las cosas,
pero sí era distinto
ese juego violento al que apostar la vida,
y que a veces movía las estrellas,
la luz de la conciencia, y al que hoy sigues jugando,
y en él te va la vida.
Las palabras no ofrecen
la nave que abre el mundo, ni hoy ni entonces,
pero algunas palabras, al trazar una historia,
con su amarga belleza, que no nos abre el mundo,
nos lo hacen habitable.
De unos tiempos sin gloria
a otros sin gloria. Tal como sucedía
ayer, quien se equivoca no ha de volver atrás.
Sólo el orgullo nos mantiene en pie,
y el miedo a empeorar en adelante.
Las cosas han cambiado.
Y ni más sabio,
ni deseos más puros,
ni más fuerte.
Todo es igual. Han cambiado las cosas.
Nada de lo que diga importa demasiado,
y todo sigue en el lugar de entonces.
("salvo el crepúsculo.blogspot")
Las cosas han cambiado,
y todo sigue igual que ha estado siempre.
Sabías que una vida no era lugar bastante,
para lo que una vida debía merecer,
y hoy sigue sin bastarnos.
Antes no había
lugar al que llegar, no había sombra, puerto,
un más allá del viaje donde decir ya basta,
hemos dado por fin con el final del túnel,
y hoy el túnel, el puerto, la sombra y el final
están igual de lejos. Suma y sigue.
En el amor no había
nada distinto al resto de las cosas,
pero sí era distinto
ese juego violento al que apostar la vida,
y que a veces movía las estrellas,
la luz de la conciencia, y al que hoy sigues jugando,
y en él te va la vida.
Las palabras no ofrecen
la nave que abre el mundo, ni hoy ni entonces,
pero algunas palabras, al trazar una historia,
con su amarga belleza, que no nos abre el mundo,
nos lo hacen habitable.
De unos tiempos sin gloria
a otros sin gloria. Tal como sucedía
ayer, quien se equivoca no ha de volver atrás.
Sólo el orgullo nos mantiene en pie,
y el miedo a empeorar en adelante.
Las cosas han cambiado.
Y ni más sabio,
ni deseos más puros,
ni más fuerte.
Todo es igual. Han cambiado las cosas.
Nada de lo que diga importa demasiado,
y todo sigue en el lugar de entonces.
("salvo el crepúsculo.blogspot")
viernes, 8 de julio de 2016
Arnaldo Calveyra (1929/2015 )
Poema
Palabras a no dudarlo, palabras, no otra cosa. Palabras en lugares, las mismas en diferentes textos, palabras vueltas del revés desde la primera letra. A punto de poema. Halladas en ocasiones, en lindes de un olvido, en manos aún torpes de aprendices de sol y de sombra, ¿poesía qué, cuándo, poesía cómo?
Acentos tales. Palabras que quieren decirnos algo oculto desde siempre por las parcas de los sueños, escondido entre los pliegues.
("salvo el crepúsculo.blogspot")
Palabras a no dudarlo, palabras, no otra cosa. Palabras en lugares, las mismas en diferentes textos, palabras vueltas del revés desde la primera letra. A punto de poema. Halladas en ocasiones, en lindes de un olvido, en manos aún torpes de aprendices de sol y de sombra, ¿poesía qué, cuándo, poesía cómo?
Acentos tales. Palabras que quieren decirnos algo oculto desde siempre por las parcas de los sueños, escondido entre los pliegues.
("salvo el crepúsculo.blogspot")
jueves, 7 de julio de 2016
Raúl Gómez Jattin (1954/1997 )
Roxana
Nunca ha visto un hombre tan hermoso como él
con la piel dorada y los ojos como la noche
con esa musculatura perfecta tal la de un dios
Tampoco ha conocido a alguien de su cultura
Le dice palabras de una sabiduría que ella
jamás imaginara ni tuviera noticia
y la trata con tanta distinción que Darío
-su padre- luce a su lado torpe y zafio
Mas a pesar de todo eso ansía regresar
a los jardines de Persépolis o a la playa
de Ormuz o a su palacio en el desierto
porque a veces en medio de la noche ha sorprendido
a quien ama -Alejandro rey de Macedonia
y ahora también de Persia- levantarse
del lecho donde la ha amado
e irse a la alcoba de Epafrodito su amigo
quien lo espera desnudo y embriagado de vino
("amanecer en el valle del sinú", fce, méx-colombia, 2005)
miércoles, 6 de julio de 2016
Oliverio Girondo (1891/1967 )
Señora
Señora hay demasiados pájaros
En vuestro piano
Que atrae el otoño sobre una selva
Espesa de nervios palpitantes y libélulas
Los árboles en arpegios insospechados
A veces pierden la orientación del globo
Señora lo soporto todo. Sin cloroformo
Desciendo al fondo del alba
El ruiseñor rey de setiembre me informa
Que la noche se deja caer entre la lluvia
Burlando la vigilancia de vuestras miradas
Y que una voz canta lejos de la vida
Para sostener el espacio desclavado
El espacio tan lleno de estrellas que se va a caer
Señora a las diez huele a tabaco de artista
Amáis el nadir a cuerpo de pájaro
Sois un fenómeno ligero
Me voy solitario hacia el ocaso de los turistas
Es mucho más bello
("salvo el crepúsculo")
Señora hay demasiados pájaros
En vuestro piano
Que atrae el otoño sobre una selva
Espesa de nervios palpitantes y libélulas
Los árboles en arpegios insospechados
A veces pierden la orientación del globo
Señora lo soporto todo. Sin cloroformo
Desciendo al fondo del alba
El ruiseñor rey de setiembre me informa
Que la noche se deja caer entre la lluvia
Burlando la vigilancia de vuestras miradas
Y que una voz canta lejos de la vida
Para sostener el espacio desclavado
El espacio tan lleno de estrellas que se va a caer
Señora a las diez huele a tabaco de artista
Amáis el nadir a cuerpo de pájaro
Sois un fenómeno ligero
Me voy solitario hacia el ocaso de los turistas
Es mucho más bello
("salvo el crepúsculo")
martes, 5 de julio de 2016
Mark Strand (1934/2014 )
Yo fui un explorador polar
Yo fui un explorador polar cuando era joven
y me pasé incontables días con sus noches congelándome
en un lugar vacío tras de otro. Finalmente,
abandoné mis viajes y me quedé en mi casa,
y allí creció dentro de mi un repentino exceso de deseo,
como si una corriente muy brillante de luz, como ésas que se ven
adentro de un diamante, me estuviera atravesando.
Llené una página tras otra con imágenes de lo que había presenciado:
océanos gimientes de témpanos, glaciares gigantescos, y el blanco
golpeado por el viento de los icebergs. Después, sin nada más para decir, paré
y puse mi atención en lo que estaba ahí cerca. Casi a una misma vez,
un hombre que vestía un sobretodo oscuro y sombrero de ala ancha
apareció debajo de los árboles enfrente de mi casa.
La forma en que miraba hacia delante, y cómo se paraba,
sin distribuir su peso, con los brazos colgándole
a un costado, me dieron la impresión de que lo conocía.
Pero tan pronto levanté la mano para hacerle un saludo,
dio un paso atrás y luego se dio vuelta, y empezó a desvanecerse
como se desvanece el ansia hasta que ya no queda nada de ella.
("el poeta ocasional", trad. ezequiel zaidemwerg)
Yo fui un explorador polar cuando era joven
y me pasé incontables días con sus noches congelándome
en un lugar vacío tras de otro. Finalmente,
abandoné mis viajes y me quedé en mi casa,
y allí creció dentro de mi un repentino exceso de deseo,
como si una corriente muy brillante de luz, como ésas que se ven
adentro de un diamante, me estuviera atravesando.
Llené una página tras otra con imágenes de lo que había presenciado:
océanos gimientes de témpanos, glaciares gigantescos, y el blanco
golpeado por el viento de los icebergs. Después, sin nada más para decir, paré
y puse mi atención en lo que estaba ahí cerca. Casi a una misma vez,
un hombre que vestía un sobretodo oscuro y sombrero de ala ancha
apareció debajo de los árboles enfrente de mi casa.
La forma en que miraba hacia delante, y cómo se paraba,
sin distribuir su peso, con los brazos colgándole
a un costado, me dieron la impresión de que lo conocía.
Pero tan pronto levanté la mano para hacerle un saludo,
dio un paso atrás y luego se dio vuelta, y empezó a desvanecerse
como se desvanece el ansia hasta que ya no queda nada de ella.
("el poeta ocasional", trad. ezequiel zaidemwerg)
lunes, 4 de julio de 2016
Orhan Pamuk (1952 )
Flaubert en Estambul
Aún luchando con la sífilis, que provocaría que en poco tiempo se le cayera el pelo y que su madre no lograra reconocerlo cuando por fin lo viera, Flaubert va a un burdel en Estambul. El dragomán -intérprete, guía- que les enseñaba a todos los viajeros occidentales aquellos sitios le lleva a un lugar en Gálata tan "sucio" y en el que las mujeres son tan "repugnantes" que Flaubert quiere irse de inmediato. Pero, según lo que él mismo escribe, en ese momento la "madame" propietaria del establecimiento le ofrece a su huésped francés su propia hija. Se trata de una muchacha de dieciséis o diecisiete años que a Flaubert le gusta mucho, pero que no quiere acostarse con él. La gente de la casa obliga a la chica -uno siente cierta curiosidad por saber qué haría el escritor mientras la convencían- y cuando por fin los dos se quedan solos ella le pide en italiano a Flaubert que le enseñe su órgano para saber si está enfermo o no. "¡Como me daba miedo que me viese el pene le dije que lo consideraba un insulto y me largué de allí!", escribe.
("estambul", ed. mondadori, méxico, 2006, trad. rafael carpintero)
domingo, 3 de julio de 2016
Uriel Martínez (1950 )
Nunca tuve
nunca tuve un nieto de cinco
ni de veinte ni de cincuenta
canas arrugas ni muertes;
jamás tampoco un hijo
a quien asir de la mano,
el hombro, ni seguirlo como
sombra después de mediodía;
jamás tuve un padre
con cintura en cual medirme,
fijarme adherirme como
quien procura salud enfermedad
distanciamiento;
nunca el sol me pegó
en cara, nuca, pelo,
cansancio, euforia;
nuncamente esto ni aquello
ni lo otro ni lo de más allá
sólo este sentimiento de hoja
desprendida y llevada
por esa fuerza extraña y desconocida.
[Inédito]
nunca tuve un nieto de cinco
ni de veinte ni de cincuenta
canas arrugas ni muertes;
jamás tampoco un hijo
a quien asir de la mano,
el hombro, ni seguirlo como
sombra después de mediodía;
jamás tuve un padre
con cintura en cual medirme,
fijarme adherirme como
quien procura salud enfermedad
distanciamiento;
nunca el sol me pegó
en cara, nuca, pelo,
cansancio, euforia;
nuncamente esto ni aquello
ni lo otro ni lo de más allá
sólo este sentimiento de hoja
desprendida y llevada
por esa fuerza extraña y desconocida.
[Inédito]
sábado, 2 de julio de 2016
Miguel Barnet (1940 )
El oficio
Quédate con tu misterio,
describe la mesa, el animal doméstico,
el delantal floreado de la madre,
el presuroso amor si lo deseas,
pero no lo digas todo en el poema,
que permanezca siempre una puerta abierta y golpeando,
un campo no surcado a la intemperie,
deja para el otro que vendrá, amigo o enemigo,
esa leve ambigüedad, ese otro poema.
Quédate con tu misterio,
describe la mesa, el animal doméstico,
el delantal floreado de la madre,
el presuroso amor si lo deseas,
pero no lo digas todo en el poema,
que permanezca siempre una puerta abierta y golpeando,
un campo no surcado a la intemperie,
deja para el otro que vendrá, amigo o enemigo,
esa leve ambigüedad, ese otro poema.
("rua das petras")
viernes, 1 de julio de 2016
Vasko Popa (1922/1991 )
El triángulo sabio
Había una vez un triángulo
Tenía tres lados
Escondía el cuarto
En su ardiente centro
De día escalaba sus tres cumbres
Y admiraba su centro
De noche reposaba
En uno de sus tres ángulos
Al alba contemplaba cómo sus tres lados
Convertidos en tres ruedas ardientes
Se perdían en el azul sin retorno
Sacaba su cuarto lado
Lo besaba y quebraba tres veces
Para ocultarlo de nuevo en el viejo lugar
Y otra vez tenía tres lados
Y de nuevo escalaba de día
Sus tres cumbres
Y admiraba su centro
Y de noche reposaba
En uno de sus tres ángulos
("poesía", ed. calamus-fce, méxico, 2012, 2a. ed., trad. juan octavio prenz)
Había una vez un triángulo
Tenía tres lados
Escondía el cuarto
En su ardiente centro
De día escalaba sus tres cumbres
Y admiraba su centro
De noche reposaba
En uno de sus tres ángulos
Al alba contemplaba cómo sus tres lados
Convertidos en tres ruedas ardientes
Se perdían en el azul sin retorno
Sacaba su cuarto lado
Lo besaba y quebraba tres veces
Para ocultarlo de nuevo en el viejo lugar
Y otra vez tenía tres lados
Y de nuevo escalaba de día
Sus tres cumbres
Y admiraba su centro
Y de noche reposaba
En uno de sus tres ángulos
("poesía", ed. calamus-fce, méxico, 2012, 2a. ed., trad. juan octavio prenz)