Otros
Siempre pensé
que cuando Lady Macbeth
decía que la vida era una fábula
llena de ruido y furia
contada por un tonto
Lady Macbeth hablaba de la vida de los otros
Y cuando Radiohead lloraba la existencia
de gente con las alas arrancadas
muriendo en una cárcel de antibióticos
lo decía por otros
Y cuando Nabokov aseguraba
que siempre en el placer hay algo triste
que nos puede arrastrar tristeza arriba
yo creía que hablaba del placer de los otros
Y cuando CS Lewis
exploraba las fuentes del dolor
tiraba de ese hilo que forman las preguntas
para saber si hay algo al otro lado de estar solo
para saber si hay algo
al otro extremo de la soledad
cuando Lewis lloraba
el silencio de Dios
y la ausencia de Dios ante el dolor
era siempre el dolor de otros nunca el mío
Pero ahora
("life vest under your seat")
viernes, 31 de julio de 2015
jueves, 30 de julio de 2015
Gordon E. McNeer (1943 )
Abuelo
para john h. evans
En mis sueños veo tus pies ante mí
andando por un camino polvoriento de México.
El Colt que llevas para proteger el oro,
el Bisley 41 que vigila mi sueño,
aún no tiene ninguna muesca en el cañón.
Hace calor.
Tu ropa empapada de sudor
huele igual que tus hijos no nacidos.
Aún estamos vivos todos de algún modo.
Emiliano y Pancho son sólo sólo
niños del pueblo de ojos muy abiertos.
Tu mundo es joven, claro, nítido.
1910 es sólo un año más.
La mujer junto a ti en mi escritorio
no ha conocido al hombre que serás un día.
A la enfermera que te limpia la frente
en la cama del hospital
mientras allí agonizas
aún le falta mucho para nacer.
Más tarde, en el coche, dijiste:
creo que ahora se puede ir a 50.
Me duele tanto tu recuerdo:
me has vuelto del revés
y me has dejado así,
como esos animales que yo desollaba
cuando era niño.
("sólo una vez aquí en la tierra, 52 poetas del mundo", ed. valparaíso, méxico, 2001, trad. del autor.)
para john h. evans
En mis sueños veo tus pies ante mí
andando por un camino polvoriento de México.
El Colt que llevas para proteger el oro,
el Bisley 41 que vigila mi sueño,
aún no tiene ninguna muesca en el cañón.
Hace calor.
Tu ropa empapada de sudor
huele igual que tus hijos no nacidos.
Aún estamos vivos todos de algún modo.
Emiliano y Pancho son sólo sólo
niños del pueblo de ojos muy abiertos.
Tu mundo es joven, claro, nítido.
1910 es sólo un año más.
La mujer junto a ti en mi escritorio
no ha conocido al hombre que serás un día.
A la enfermera que te limpia la frente
en la cama del hospital
mientras allí agonizas
aún le falta mucho para nacer.
Más tarde, en el coche, dijiste:
creo que ahora se puede ir a 50.
Me duele tanto tu recuerdo:
me has vuelto del revés
y me has dejado así,
como esos animales que yo desollaba
cuando era niño.
("sólo una vez aquí en la tierra, 52 poetas del mundo", ed. valparaíso, méxico, 2001, trad. del autor.)
miércoles, 29 de julio de 2015
Nikola Madzirov (1973 )
He visto sueños
Yo he visto sueños que nadie recuerda
y llantos en tumbas equivocadas.
He visto abrazos en un avión que cae
y calles de arterias todas abiertas.
Yo vi volcanes más dormidos aún
que raíces de un árbol genealógico,
y vi también un niño que no teme la lluvia.
Pero a mí no me vio nadie.
A mí nadie me vio.
("sólo una vez aquí en la tierra, 52 poetas del mundo", ed. valparaíso, méxico, 2014
trad. yolanda castaño y marija petrovska)
Yo he visto sueños que nadie recuerda
y llantos en tumbas equivocadas.
He visto abrazos en un avión que cae
y calles de arterias todas abiertas.
Yo vi volcanes más dormidos aún
que raíces de un árbol genealógico,
y vi también un niño que no teme la lluvia.
Pero a mí no me vio nadie.
A mí nadie me vio.
("sólo una vez aquí en la tierra, 52 poetas del mundo", ed. valparaíso, méxico, 2014
trad. yolanda castaño y marija petrovska)
martes, 28 de julio de 2015
Cesare Pavese (1908/1950 )
Pensamientos de Deola
Deola pasa la mañana sentada en el café
y ninguno la mira. A esta hora en la ciudad todos corren
bajo el sol todavía fresco del alba. Ni siquiera Deola
busca a nadie, sólo fuma tranquila y respira la mañana.
Mientras estaba en la pensión, siempre tuvo que dormir a esta hora
para reponer fuerzas: la estera de la cama
se la ensuciaban con los zapatones obreros y soldados,
los clientes que rompen la espalda. Pero, solas, es distinto:
se puede hacer un trabajo más fino, con poca fatiga.
El señor de ayer la despertó temprano,
la besó y la llevó (me quedaría contigo
en Turín, querida, si pudiera) hasta el tren
a desearle buen viaje.
Está atontada pero fresca esta vez,
y le gusta ser libre, Deola, y beber su leche
y comer medialunas. Esta mañana es casi una señora
y, si mira a los que pasan, lo hace sólo por no aburrirse.
A esta hora se duerme en la pensión y hay olor a cerrado
—la patrona salió de paseo— es de estúpidas quedarse allí adentro.
Para rondar de noche los locales, hace falta presencia
y en pensión, a los treinta, se ha perdido lo poco que resta.
Deola se sienta mostrando el perfil a un espejo
y se mira en lo fresco del vidrio. Algo pálido el rostro:
no es que el humo se estanque. Arruga las cejas.
Harían falta las ganas que tenía Marí, para durar
en pensión (porque, mujer, los hombres
vienen aquí para sacarse los caprichos que no les dan
la esposa ni la novia) y Marí trabajaba
incansable, llena de brío y buena salud.
Los que pasan delante del café no distraen a Deola
que sólo trabaja de noche, con lentas conquistas
en la música de su local. Echando ojeadas
a un cliente o buscándole el pie, le gustan las orquestas
que la hacen sentirse una actriz en la escena de amor
con algún joven rico. Para vivir le basta
un cliente cada noche. (Quizá el señor de ayer
me llevaba realmente consigo.) Estar sola, si quiere,
de mañana, sentada en el café. Y no buscar a nadie.
("griselda garcía", traducción de horacio armani)
Deola pasa la mañana sentada en el café
y ninguno la mira. A esta hora en la ciudad todos corren
bajo el sol todavía fresco del alba. Ni siquiera Deola
busca a nadie, sólo fuma tranquila y respira la mañana.
Mientras estaba en la pensión, siempre tuvo que dormir a esta hora
para reponer fuerzas: la estera de la cama
se la ensuciaban con los zapatones obreros y soldados,
los clientes que rompen la espalda. Pero, solas, es distinto:
se puede hacer un trabajo más fino, con poca fatiga.
El señor de ayer la despertó temprano,
la besó y la llevó (me quedaría contigo
en Turín, querida, si pudiera) hasta el tren
a desearle buen viaje.
Está atontada pero fresca esta vez,
y le gusta ser libre, Deola, y beber su leche
y comer medialunas. Esta mañana es casi una señora
y, si mira a los que pasan, lo hace sólo por no aburrirse.
A esta hora se duerme en la pensión y hay olor a cerrado
—la patrona salió de paseo— es de estúpidas quedarse allí adentro.
Para rondar de noche los locales, hace falta presencia
y en pensión, a los treinta, se ha perdido lo poco que resta.
Deola se sienta mostrando el perfil a un espejo
y se mira en lo fresco del vidrio. Algo pálido el rostro:
no es que el humo se estanque. Arruga las cejas.
Harían falta las ganas que tenía Marí, para durar
en pensión (porque, mujer, los hombres
vienen aquí para sacarse los caprichos que no les dan
la esposa ni la novia) y Marí trabajaba
incansable, llena de brío y buena salud.
Los que pasan delante del café no distraen a Deola
que sólo trabaja de noche, con lentas conquistas
en la música de su local. Echando ojeadas
a un cliente o buscándole el pie, le gustan las orquestas
que la hacen sentirse una actriz en la escena de amor
con algún joven rico. Para vivir le basta
un cliente cada noche. (Quizá el señor de ayer
me llevaba realmente consigo.) Estar sola, si quiere,
de mañana, sentada en el café. Y no buscar a nadie.
("griselda garcía", traducción de horacio armani)
lunes, 27 de julio de 2015
Elsa Cross (1946 )
Bacantes
VI
Emigramos a los bosques
como ascetas,
a un rigor destemplado.
Y otra locura hacía presa de esos cuerpos sin carne,
los ojos agrandados,
las mejillas hundidas.
Tensó la cuerda hasta romperla.
Su mente volaba como un pájaro.
Se iba a la punta de los árboles
a esperar la salida del sol.
Pero ella quedaba abajo,
unía a esos mundos florecientes su cuerpo seco.
Fría sal de madrugada en el pico de los gorriones.
Veía colibríes, mariposas sin nombre como encajes.
Furias de muerte la nutrían.
Oía trompetas en el aire,
gritaba hasta quedarse muda.
A punto de matar,
a punto de cegarse,
y los gorriones cruzaban el cielo como si nada.
El mundo seguía igual.
Sólo su mente vagaba como rata por escondrijos,
revolvía en la chimenea las cenizas.
Y luego se remontaba.
Perdía el rostro del tiempo.
La hacía caminar por las murallas de ciudades sitiadas,
la hacía gritar desde una hoguera,
la hacía cantar vistiendo sayales rugosos
o frecuentar cafés miserables bajo la nieve de París,
pianos tropezando en un vals desafinado.
Los cuerpos se consumían.
Gritaba profecías bajo el sol,
oía salmos,
maldecía y su saliva secaba las plantas,
su pensamiento podía fulminar.
Y sin embargo veía esos pájaros amarillos,
emigrados del norte.
Cantaban posados en una rama,
se hacían el amor.
Y ella deliraba, insomne,
y dentro de su mente
otra mente observaba como un ojo.
Y ella volaba en busca de su amado.
Nos volvíamos ciervos,
cruzábamos los bosques como flechas.
("espirales, poemas escogidos 1965-1999", unam, méxico, 2000)
domingo, 26 de julio de 2015
Uriel Martínez (1950 )
El amado
III
Señor
si un día murieses
en mis brazos
sé que no pesas
menos que una pluma
si al morir cayeses
sin alma al suelo
no sé si serías
astillas
si un día te
derritieses al sol
no sé si serías
agua sangre o nada
pero no sé
a ciencia cierta
si agua sangre
astillas o pluma
si un día
un instante
un segundo
un suspiro, polvo
no sé si antifaz
duda, dolor,
nadie, soplo,
aire eres
III
Señor
si un día murieses
en mis brazos
sé que no pesas
menos que una pluma
si al morir cayeses
sin alma al suelo
no sé si serías
astillas
si un día te
derritieses al sol
no sé si serías
agua sangre o nada
pero no sé
a ciencia cierta
si agua sangre
astillas o pluma
si un día
un instante
un segundo
un suspiro, polvo
no sé si antifaz
duda, dolor,
nadie, soplo,
aire eres
sábado, 25 de julio de 2015
Fernando Molano Vargas (1961/1998 )
Pillados
Qué suerte
en casa han descubierto
los papelitos de amor con que sueles tejer
sólo para mí
tu telaraña
A estas alturas ya papá se habrá enterado
y no tardarán en venir tras de nosotros
como perros enceguecidos
algunas abominaciones:
corramos pues
a doblar la esquina
Antes de que nos alcancen
toma:
son estas mis canicas favoritas
mi trompo
mi bodoquera
y mi colección de piedritas
este es mi Álbum de Historia Natural “Jet”
y aquí metidos
mis poetas que más quiero
mi tarjeta de identidad
y la foto de mi bautizo
toma todas mis cosas:
mi viejo placer de niño
y mis pasiones bobas
este algo que ahora soy y este mi nombre
-toma sobre todo mi corazón
y guárdalas bien en tus bolsillos
Porque aún soy vulnerable y tratarán de aniquilarlas:
no dejes que te las quiten
("todas mis cosas en tus bolsillos")
Qué suerte
en casa han descubierto
los papelitos de amor con que sueles tejer
sólo para mí
tu telaraña
A estas alturas ya papá se habrá enterado
y no tardarán en venir tras de nosotros
como perros enceguecidos
algunas abominaciones:
corramos pues
a doblar la esquina
Antes de que nos alcancen
toma:
son estas mis canicas favoritas
mi trompo
mi bodoquera
y mi colección de piedritas
este es mi Álbum de Historia Natural “Jet”
y aquí metidos
mis poetas que más quiero
mi tarjeta de identidad
y la foto de mi bautizo
toma todas mis cosas:
mi viejo placer de niño
y mis pasiones bobas
este algo que ahora soy y este mi nombre
-toma sobre todo mi corazón
y guárdalas bien en tus bolsillos
Porque aún soy vulnerable y tratarán de aniquilarlas:
no dejes que te las quiten
("todas mis cosas en tus bolsillos")
viernes, 24 de julio de 2015
Kim Addonizio (1954 )
Primer poema para ti
Me gusta tocar tus tatuajes en total
oscuridad, cuando no puedo verlos. Sé con precisión
dónde están, conozco de memoria las delicadas
líneas de pulsante luminosidad sobre
un pezón, puedo encontrar, como por instinto, los azules
remolinos de agua en tu hombro donde una serpiente
se enrolla, enfrentando a un dragón. Cuando te jalo
hacia mí, tomándote hasta que estamos apagados
y quietos en las sábanas, adoro besar
los dibujos en tu piel. Ellos durarán hasta
que seas ceniza; cualquier cosa que permanezca
o se transforme en dolor entre nosotros, ellos seguirán
ahí.Esta permanencia es aterradora.
Así que los toco en la oscuridad; pero los toco, tratando.
("sólo una vez aquí en la tierra. Cincuenta y dos poetas del mundo, ed. valparaíso, méxico, 2014, traducción de andrea muriel)
jueves, 23 de julio de 2015
Antonio Gamoneda (1931 )
Blues del cementerio
Conozco un pueblo –no lo olvidaré–
que tiene un cementerio demasiado grande.
Hay en mi tierra un pueblo sin ventura
porque el cementerio es demasiado grande.
Sólo hay cuarenta almas en el pueblo.
No sé para qué tanto cementerio.
Cierto año la gente empezó a irse
y en muchas casas no quedaba nadie.
El año que la gente empezó a irse
en muchas casas no quedaba nadie.
Se llevaban los hijos y las camas.
Tenían que matar los animales.
El cementerio ya no tiene puertas
y allí entran y salen las gallinas.
El cementerio ya no tiene puertas
y salen al camino las ortigas.
Parece que saliera el cementerio
a los huertos y a las calles vacías.
Conozco un pueblo. No lo olvidaré.
Ay, en mi tierra sin ventura,
no olvidaré a mi pueblo.
¡Qué mala cosa es haber hecho
un cementerio demasiado grande!
("archivo de la poesía española reciente")
miércoles, 22 de julio de 2015
Eleni Vakaló (1921/2000 )
El ojo de mi padre
Mi padre tenía un ojo de vidrio.
Los domingos que se quedaba en casa sacaba de su bolsillo
otros ojos, los pulía con el extremo de su manga y llamaba
a mi madre para que eligiera.Mi madre reía.
.
Las mañanas mi padre estaba complacido. Jugaba con el ojo
en la palma de su mano antes de ponérselo y decía que
era un buen ojo. Pero yo no quería creerlo.
.
Echaba un oscuro chal sobre mis hombros como si tuviera
frío y era para espiar. Al final un día lo vi llorar. No tenía
ninguna diferencia con un ojo de verdad.
.
("emma gunst", versión de francisco torres córdova)
Mi padre tenía un ojo de vidrio.
Los domingos que se quedaba en casa sacaba de su bolsillo
otros ojos, los pulía con el extremo de su manga y llamaba
a mi madre para que eligiera.Mi madre reía.
.
Las mañanas mi padre estaba complacido. Jugaba con el ojo
en la palma de su mano antes de ponérselo y decía que
era un buen ojo. Pero yo no quería creerlo.
.
Echaba un oscuro chal sobre mis hombros como si tuviera
frío y era para espiar. Al final un día lo vi llorar. No tenía
ninguna diferencia con un ojo de verdad.
.
("emma gunst", versión de francisco torres córdova)
martes, 21 de julio de 2015
Javier Aguirre Gandarias (1941 )
Algunas frutas
Algunas frutas,
carnes pocas,
ir al médico,
o que venga
una vez por semana,
la nieve
sentado en la silla
con la manta,
la nieve
que sigue cayendo
y no se amilana,
con pastillas
que impiden recordar
la infinita ventana,
además de lo que humilla
cuando hablan todos
en voz alta
y sin que nadie te vea
vas a mear
y no vuelves.
Algunas frutas,
carnes pocas,
ir al médico,
o que venga
una vez por semana,
la nieve
sentado en la silla
con la manta,
la nieve
que sigue cayendo
y no se amilana,
con pastillas
que impiden recordar
la infinita ventana,
además de lo que humilla
cuando hablan todos
en voz alta
y sin que nadie te vea
vas a mear
y no vuelves.
("apología de la luz")
lunes, 20 de julio de 2015
Dolores Etchecopar (1956 )
El comienzo
9
¿de dónde sopla el viento que abre
las pequeñas jaulas
de la memoria?
el mar está prohibido dijo una voz
que salía del mar
el mar de las desapariciones
vivíamos allí
¿se puede?
a ciegas tanteo esa sustancia oscura
que atraviesa mi cuerpo día tras día
¿dónde estoy?
ahora levanto uno de sus miles de brazos
y para esa mano más fría que el mar
que me tienden desde la costa
sólo tengo la mascarilla
de la Madonna de los gritos
("otra iglesia es imposible")
9
¿de dónde sopla el viento que abre
las pequeñas jaulas
de la memoria?
el mar está prohibido dijo una voz
que salía del mar
el mar de las desapariciones
vivíamos allí
¿se puede?
a ciegas tanteo esa sustancia oscura
que atraviesa mi cuerpo día tras día
¿dónde estoy?
ahora levanto uno de sus miles de brazos
y para esa mano más fría que el mar
que me tienden desde la costa
sólo tengo la mascarilla
de la Madonna de los gritos
("otra iglesia es imposible")
domingo, 19 de julio de 2015
Uriel Martínez (1950 )
El amado
II
señor, si tú envías
las aguas, las islas
y arroyos, envía la oscuridad;
si es tu voluntad el abrigo
del sol, la cauda de manantiales
y la brisa en las espaldas,
recíbenos con el cansancio;
si tu deseo es que hagamos la lectura
de las bóvedas celestes, ilumina
con tu ceguera veredas y trayectos;
si levantaste altas torres,
simas oscuras, distancias desiertas,
acorta la vida,y colma de hambre
a tus creaturas;
si es tu criterio alimentar
las llamas de algunas noches,
no olvides la compasión
que mueve al justo.
II
señor, si tú envías
las aguas, las islas
y arroyos, envía la oscuridad;
si es tu voluntad el abrigo
del sol, la cauda de manantiales
y la brisa en las espaldas,
recíbenos con el cansancio;
si tu deseo es que hagamos la lectura
de las bóvedas celestes, ilumina
con tu ceguera veredas y trayectos;
si levantaste altas torres,
simas oscuras, distancias desiertas,
acorta la vida,y colma de hambre
a tus creaturas;
si es tu criterio alimentar
las llamas de algunas noches,
no olvides la compasión
que mueve al justo.
sábado, 18 de julio de 2015
Uberto Stabile (1959 )
El beneficio de la duda
No sé si la poesía deba buscar la verdad o la belleza
no creo siquiera en el deber de la poesía
ni creo que la verdad sea finalmente algo hermoso
incluso esto también es verdad.
Ignoro cuantos muertos entran
en una sola raya de coca
en un litro de gasolina
en un cristal tallado
en un telediario
no sé cuantas tumbas sin nombre caben en un desierto
seguro que muchas más que cruces en la calles de Juárez.
No encuentro belleza en las palabras
ni hallo fe en las plegarias
por ello me sigo preguntando
cuantos muertos caben en una oración
en una bandera
en un discurso a la nación
en un olvido.
("crepusculario siglo 21")
No sé si la poesía deba buscar la verdad o la belleza
no creo siquiera en el deber de la poesía
ni creo que la verdad sea finalmente algo hermoso
incluso esto también es verdad.
Ignoro cuantos muertos entran
en una sola raya de coca
en un litro de gasolina
en un cristal tallado
en un telediario
no sé cuantas tumbas sin nombre caben en un desierto
seguro que muchas más que cruces en la calles de Juárez.
No encuentro belleza en las palabras
ni hallo fe en las plegarias
por ello me sigo preguntando
cuantos muertos caben en una oración
en una bandera
en un discurso a la nación
en un olvido.
("crepusculario siglo 21")
viernes, 17 de julio de 2015
Lorena López (1972 )
Fin de semana largo
El hombre pesca
y ya no sabe si pesca por pescar o
si pesca porque está triste.
Sus compañeros silenciosos
buscan el agua con la mirada perdida
(pozo de río, graduación, aumento negado, pan sin sal)
hasta que alguien dice
ya está el asado
y entonces largan todo
para sumarse a la dicha
de la carne fresca.
El hombre pesca
y ya no sabe si pesca por pescar o
si pesca porque está triste.
Sus compañeros silenciosos
buscan el agua con la mirada perdida
(pozo de río, graduación, aumento negado, pan sin sal)
hasta que alguien dice
ya está el asado
y entonces largan todo
para sumarse a la dicha
de la carne fresca.
("emma gunst")
jueves, 16 de julio de 2015
Jorge Cantú de la Garza (1937/1998 )
Prevenido
Al cumplir cuarenta y cinco
saludaré a la oscura tortuga
que entrará por mi ventana
como saludé al baboso caracol
de mis veinte años.
Al cumplir cuarenta y cinco
abriré mis manos para ver
cuánto ha crecido la moneda
que sólo yo he de gastar.
Cuando llegue el día, el día,
sabré reconocerlo.
Aunque no haya nadie alrededor,
no volveré el rostro.
No caeré
en esa vergonzosa tentación.
("celebraciones y epitafios", editorial oasis, méxico, mcmlxxxiv)
Al cumplir cuarenta y cinco
saludaré a la oscura tortuga
que entrará por mi ventana
como saludé al baboso caracol
de mis veinte años.
Al cumplir cuarenta y cinco
abriré mis manos para ver
cuánto ha crecido la moneda
que sólo yo he de gastar.
Cuando llegue el día, el día,
sabré reconocerlo.
Aunque no haya nadie alrededor,
no volveré el rostro.
No caeré
en esa vergonzosa tentación.
("celebraciones y epitafios", editorial oasis, méxico, mcmlxxxiv)
miércoles, 15 de julio de 2015
César Antonio Molina (1952 )
La Coruña
Construyeron tan altos edificios
que desde ningún punto
se ve ya el faro de mi infancia.
Hoy la luz se estrella
contra los grandes bloques de cemento
y no hay más verdad que la de esas
omnipotentes vallas que cubren las fachadas.
Perdí los cines, los cafés, las trasatlánticos
inmensos como rascacielos por encima de las aduanas.
Perdí mi eucaliptos, mis plátanos queridos.
¡Todos talados! ¡Talados! ¡Todos talados!
Su recta hilera que me protegía con su tacto
en la Puerta de Aires.
¡Oh! Si al menos supiera lo que hicieron con sus ramas.
Diez o doce, o apenas menos golpes de hacha
van aniquilando los lugares de mi memoria.
¿Dónde estoy?
Y ahora despierto y sólo siento el manto de la niebla,
y la luz que no llega
para iluminar mi espíritu perdido por sus calles.
Mientras, a lo lejos, suena la draga como un yunque
arrancando un sanguinolento mordisco de amargura.
("poética y poesía", fundación juan march, madrid, mmx)
Construyeron tan altos edificios
que desde ningún punto
se ve ya el faro de mi infancia.
Hoy la luz se estrella
contra los grandes bloques de cemento
y no hay más verdad que la de esas
omnipotentes vallas que cubren las fachadas.
Perdí los cines, los cafés, las trasatlánticos
inmensos como rascacielos por encima de las aduanas.
Perdí mi eucaliptos, mis plátanos queridos.
¡Todos talados! ¡Talados! ¡Todos talados!
Su recta hilera que me protegía con su tacto
en la Puerta de Aires.
¡Oh! Si al menos supiera lo que hicieron con sus ramas.
Diez o doce, o apenas menos golpes de hacha
van aniquilando los lugares de mi memoria.
¿Dónde estoy?
Y ahora despierto y sólo siento el manto de la niebla,
y la luz que no llega
para iluminar mi espíritu perdido por sus calles.
Mientras, a lo lejos, suena la draga como un yunque
arrancando un sanguinolento mordisco de amargura.
("poética y poesía", fundación juan march, madrid, mmx)
martes, 14 de julio de 2015
Enrique Lihn (1929/1988 )
Te pedí...
Te pedí que te cortaras el pelo
para que volviera a su suavidad natural
Como todo lo demás, lo hiciste a medias
A medias me rompieron la cara en tu nombre, a la vuelta de la esquina
a medias me esperabas, entretanto, en la casa, pues partiste enseguida
a refugiarte en otra. Y a medias le había dicho al agresor
que me amabas. Pero, eso sí, le diste mi nombre y mi dirección
pues no todo ha de hacerse a medias
tuviste la honradez de pensar
en un cincuenta por ciento.
("la mirada del lobo")
Te pedí que te cortaras el pelo
para que volviera a su suavidad natural
Como todo lo demás, lo hiciste a medias
A medias me rompieron la cara en tu nombre, a la vuelta de la esquina
a medias me esperabas, entretanto, en la casa, pues partiste enseguida
a refugiarte en otra. Y a medias le había dicho al agresor
que me amabas. Pero, eso sí, le diste mi nombre y mi dirección
pues no todo ha de hacerse a medias
tuviste la honradez de pensar
en un cincuenta por ciento.
("la mirada del lobo")
lunes, 13 de julio de 2015
Elsa Cross (1946 )
La dama de la torre
Fui tan sombría como la dama de la torre.
Cubrí los pies con mantos de brocado
y a la hora del crepúsculo
visité todos los días en la ventana
idéntico paisaje de montañas doradas,
cielo oscuro y distante
surcado por malas aves y por nubes.
Cómo pudo caber
tanta desolación en dos ojos oscuros,
tanta soledad en una sola vida.
No está el amor.
Sólo una cicatriz dolorosa y profunda,
sólo la imagen de un perfil que se diluye
como en los salterios fatigados
la última pavana de la fiesta.
¿En dónde está el caballero ausente?
¿En qué bosque lejano
se desangró sobre la hierba oscura?
Los ríos, los valles, las veredas
convergían hacia ti.
¿En dónde estás?
Que el corazón te mire todavía,
que los brazos puedan circundarte
aunque ya no lo sepas.
Amado mío, esposo,
te vas con los restos últimos de luz.
Vengan las sombras,
vengan las sombras para siempre.
Tenga yo
el castillo más vasto
para pasear mi soledad,
el rincón más oscuro
para dejarla un momento y recogerla.
Tenga cien galerías de cortinajes negros,
tenga la más alta torre
para ocultarme en el último desván
y hundir mi cara en una telaraña.
Tenga un campanario
que doble el minuto de tu muerte.
Oh varón hermosísimo,
el que tañía la cítara al atardecer,
el que tañía mi espíritu y mi cuerpo,
el más valeroso y el más sabio.
No habrá calabozo tan estrecho
que ahogue esta furia.
Dolor tanto más agudo
cuantas más cosas salieron de sus manos.
Que al verme en el espejo
perciba mi esqueleto solamente.
Las mejillas marchitas,
los restos de color entre los labios.
Yo soy quien verdaderamente ha muerto.
Salgan las palabras que no son más que palabras.
Salgan a formular espejismos solamente,
a no decir lo que las sombras son,
a no decir que un punto luminoso
puede ser también un punto oscuro,
a no decir que es putrefacto
un paisaje de rosas y violetas,
a no decir lo que es perder la luz,
caer de lo más alto
a un foso de serpientes.
Quién cantará el amor de nuevo.
No es decir nada
decir que el corazón se rompe.
Que a mi paso se sequen los jardines
y caigan las aves de su vuelo.
Quede mudo para siempre el gallo
que gritó en el crepúsculo.
No fue el alba
la que me separó de los brazos del amado
porque no soy la dama de la torre,
porque tú no eres sólo el caballero.
Una rosa no es más que una rosa.
La metáfora no existe.
El ángel se transforma.
La figura purísima y celeste
se vuelve obscena e insidiosa.
Voy a discernir la santidad de los objetos,
mi santidad.
Dama de los cerdos y de los armadillos.
El gesto de mi cara
es el mismo de un caballero muerto.
Qué justa náusea de mí misma.
Escucharé paciente
ladrar a los perros del camino.
Ascenderé del valle a la montaña.
Seré melancólica
porque yo sola me llene de tinieblas.
Yo pongo en ellas las tinieblas o la luz:
las cosas. Son simplemente lo que son.
El silencio. El silencio. El silencio.
Tiemble tu cuerpo desprovisto de amparo,
tiemble tu alma desnuda de consuelo,
tiemble tu corazón mordido por un tigre,
tiemblen tus manos inútiles y solas.
Sea en tu boca la palabra justa.
La vida es un largo camino hacia la luz.
Pero no es tiempo todavía,
antes encógete
hasta no ser
más de lo que por ti sola eres.
Falta andar en andrajos el camino,
con los pies descalzos,
el desierto de piedras amarillas y agrietadas,
falta olvidar que hubo pájaros un día.
Venga la purificación.
Arda mi corazón en una hoguera,
hasta que sean el día y la hora.
¿Dónde estás caballero, el más hermoso?
Graba con un cincel tu rostro en la memoria.
Los dos muramos hoy ahogados en la acequia,
los dos caigamos a un abismo,
los dos seamos devorados por el fuego.
La luz envuelve la corteza de las cosas,
el límite pobre de mi cuerpo;
equivoca nuestros nombres y los funde.
Cae, para que pueda yo
tocar tu mano al levantarte.
Te cantaré mi cancioncilla desabrida.
Voy a decir las letanías del agua transparente,
del sol que cae sobre las cosas,
del amado que cae sobre la amada.
La mañana.
Zumban los insectos visitando las flores,
llega el viento a nosotros.
Faltan palabras,
aún no he dicho nada.
Tanto amor apresará el momento.
¿Cuál era el nombre de ese día,
el nombre de aquellas hojas en forma de corazón,
el corazón que se...
que no se...
Empiece la primera palabra de alabanza.
1969
("Espejo al sol, poemas 1964/1981", ed.sep/plaza y valdés., méxico, 1988)
Fui tan sombría como la dama de la torre.
Cubrí los pies con mantos de brocado
y a la hora del crepúsculo
visité todos los días en la ventana
idéntico paisaje de montañas doradas,
cielo oscuro y distante
surcado por malas aves y por nubes.
Cómo pudo caber
tanta desolación en dos ojos oscuros,
tanta soledad en una sola vida.
No está el amor.
Sólo una cicatriz dolorosa y profunda,
sólo la imagen de un perfil que se diluye
como en los salterios fatigados
la última pavana de la fiesta.
¿En dónde está el caballero ausente?
¿En qué bosque lejano
se desangró sobre la hierba oscura?
Los ríos, los valles, las veredas
convergían hacia ti.
¿En dónde estás?
Que el corazón te mire todavía,
que los brazos puedan circundarte
aunque ya no lo sepas.
Amado mío, esposo,
te vas con los restos últimos de luz.
Vengan las sombras,
vengan las sombras para siempre.
Tenga yo
el castillo más vasto
para pasear mi soledad,
el rincón más oscuro
para dejarla un momento y recogerla.
Tenga cien galerías de cortinajes negros,
tenga la más alta torre
para ocultarme en el último desván
y hundir mi cara en una telaraña.
Tenga un campanario
que doble el minuto de tu muerte.
Oh varón hermosísimo,
el que tañía la cítara al atardecer,
el que tañía mi espíritu y mi cuerpo,
el más valeroso y el más sabio.
No habrá calabozo tan estrecho
que ahogue esta furia.
Dolor tanto más agudo
cuantas más cosas salieron de sus manos.
Que al verme en el espejo
perciba mi esqueleto solamente.
Las mejillas marchitas,
los restos de color entre los labios.
Yo soy quien verdaderamente ha muerto.
Salgan las palabras que no son más que palabras.
Salgan a formular espejismos solamente,
a no decir lo que las sombras son,
a no decir que un punto luminoso
puede ser también un punto oscuro,
a no decir que es putrefacto
un paisaje de rosas y violetas,
a no decir lo que es perder la luz,
caer de lo más alto
a un foso de serpientes.
Quién cantará el amor de nuevo.
No es decir nada
decir que el corazón se rompe.
Que a mi paso se sequen los jardines
y caigan las aves de su vuelo.
Quede mudo para siempre el gallo
que gritó en el crepúsculo.
No fue el alba
la que me separó de los brazos del amado
porque no soy la dama de la torre,
porque tú no eres sólo el caballero.
Una rosa no es más que una rosa.
La metáfora no existe.
El ángel se transforma.
La figura purísima y celeste
se vuelve obscena e insidiosa.
Voy a discernir la santidad de los objetos,
mi santidad.
Dama de los cerdos y de los armadillos.
El gesto de mi cara
es el mismo de un caballero muerto.
Qué justa náusea de mí misma.
Escucharé paciente
ladrar a los perros del camino.
Ascenderé del valle a la montaña.
Seré melancólica
porque yo sola me llene de tinieblas.
Yo pongo en ellas las tinieblas o la luz:
las cosas. Son simplemente lo que son.
El silencio. El silencio. El silencio.
Tiemble tu cuerpo desprovisto de amparo,
tiemble tu alma desnuda de consuelo,
tiemble tu corazón mordido por un tigre,
tiemblen tus manos inútiles y solas.
Sea en tu boca la palabra justa.
La vida es un largo camino hacia la luz.
Pero no es tiempo todavía,
antes encógete
hasta no ser
más de lo que por ti sola eres.
Falta andar en andrajos el camino,
con los pies descalzos,
el desierto de piedras amarillas y agrietadas,
falta olvidar que hubo pájaros un día.
Venga la purificación.
Arda mi corazón en una hoguera,
hasta que sean el día y la hora.
¿Dónde estás caballero, el más hermoso?
Graba con un cincel tu rostro en la memoria.
Los dos muramos hoy ahogados en la acequia,
los dos caigamos a un abismo,
los dos seamos devorados por el fuego.
La luz envuelve la corteza de las cosas,
el límite pobre de mi cuerpo;
equivoca nuestros nombres y los funde.
Cae, para que pueda yo
tocar tu mano al levantarte.
Te cantaré mi cancioncilla desabrida.
Voy a decir las letanías del agua transparente,
del sol que cae sobre las cosas,
del amado que cae sobre la amada.
La mañana.
Zumban los insectos visitando las flores,
llega el viento a nosotros.
Faltan palabras,
aún no he dicho nada.
Tanto amor apresará el momento.
¿Cuál era el nombre de ese día,
el nombre de aquellas hojas en forma de corazón,
el corazón que se...
que no se...
Empiece la primera palabra de alabanza.
1969
("Espejo al sol, poemas 1964/1981", ed.sep/plaza y valdés., méxico, 1988)
domingo, 12 de julio de 2015
Ana Blandiana (1942 )
Plegaria
Dios de las libélulas, de las mariposas nocturnas,
de las alondras y las lechuzas,
Dios de las lombrices, de los escorpiones
y de las cucarachas de cocina,
Dios que enseñaste a cada uno algo distinto
y sabes de antemano qué le ocurrirá a cada cual,
daría lo que fuera por entender lo que sentiste
al fijar las proporciones
de los venenos, colores y perfumes,
al colocar en un pico el cantar, y el graznar en otro,
y en un alma el crimen, y el éxtasis en otra,
daría lo que fuera sobre todo por saber si te arrepentiste
al hacer víctimas a unos y a otros verdugos,
igualmente culpable ante todos
porque a todos dejaste ante hechos consumados.
Dios de la culpabilidad de decidir en solitario
la proporción entre el bien y el mal,
balanza que apenas mantiene en equilibrio
el cuerpo ensangrentado
del hijo que no se te parece.
("life vest under your seat", s/c. a traductores)
Dios de las libélulas, de las mariposas nocturnas,
de las alondras y las lechuzas,
Dios de las lombrices, de los escorpiones
y de las cucarachas de cocina,
Dios que enseñaste a cada uno algo distinto
y sabes de antemano qué le ocurrirá a cada cual,
daría lo que fuera por entender lo que sentiste
al fijar las proporciones
de los venenos, colores y perfumes,
al colocar en un pico el cantar, y el graznar en otro,
y en un alma el crimen, y el éxtasis en otra,
daría lo que fuera sobre todo por saber si te arrepentiste
al hacer víctimas a unos y a otros verdugos,
igualmente culpable ante todos
porque a todos dejaste ante hechos consumados.
Dios de la culpabilidad de decidir en solitario
la proporción entre el bien y el mal,
balanza que apenas mantiene en equilibrio
el cuerpo ensangrentado
del hijo que no se te parece.
("life vest under your seat", s/c. a traductores)
Alí Calderón (1982)
[Sabiduría]
a federico vite
-Maestro Basho
¿cómo volverme
un poeta esencial?
-Vuélvete puto.
VIII
Refinamiento de los poetas:
ajotamiento de los hombres.
("imago prima", uaz, mmv)
a federico vite
-Maestro Basho
¿cómo volverme
un poeta esencial?
-Vuélvete puto.
VIII
Refinamiento de los poetas:
ajotamiento de los hombres.
("imago prima", uaz, mmv)
sábado, 11 de julio de 2015
Rosario Castellanos (1925/1974 )
Destino
Alguien me hincó sobre este suelo duro.
Alguien dijo: Bebamos de su sangre
y hagamos un festín sobre sus huesos.
Y yo me doblegué como un arbusto
cuando lo acosa y lo tritura el viento,
sin gemir el lamento de Job, sin desgarrarme
gritando el nombre oculto de Dios, esa blasfemia
que todos escondemos
en el rincón más lóbrego del pecho.
Olvidé mi memoria,
dejé jirones rotos, esparcidos
en el último sitio donde una breve estancia
se creyera dichosa:
ahí donde comíamos en torno a una mesa
el pan de la alegría y los frutos del gozo.
(Era una sola sangre en varios cuerpos
como un vino vertido en muchas copas.)
Pero a veces el cuerpo se nos quiebra
y el vino se derrama.
Pero a veces la copa reposa para siempre
junto a la gran raíz de un árbol de silencio.
Y hay una sangre sola
moviendo un corazón desorbitado
como aturdido pájaro
que torpe se golpea en muros pertinaces,
que no conoce el cielo,
que no sabe siquiera que hay un ámbito
donde acaso sus alas ensayarían el vuelo.
Una mujer camina por un camino estéril
rumbo al más desolado y tremendo crepúsculo.
Una mujer se queda tirada como piedra
en medio de un desierto
o se apaga o se enfría como un remoto fuego.
Una mujer se ahoga lentamente
en un pantano de saliva amarga.
Quien la mira no puede acercarle ni una esponja
con vinagre, ni un frasco de veneno,
ni un apretado y doloroso puño.
Una mujer se llama soledad.
Se llamará locura.
("poesía no eres tú", fce, letras mexicanas, méx., 1985)
Alguien me hincó sobre este suelo duro.
Alguien dijo: Bebamos de su sangre
y hagamos un festín sobre sus huesos.
Y yo me doblegué como un arbusto
cuando lo acosa y lo tritura el viento,
sin gemir el lamento de Job, sin desgarrarme
gritando el nombre oculto de Dios, esa blasfemia
que todos escondemos
en el rincón más lóbrego del pecho.
Olvidé mi memoria,
dejé jirones rotos, esparcidos
en el último sitio donde una breve estancia
se creyera dichosa:
ahí donde comíamos en torno a una mesa
el pan de la alegría y los frutos del gozo.
(Era una sola sangre en varios cuerpos
como un vino vertido en muchas copas.)
Pero a veces el cuerpo se nos quiebra
y el vino se derrama.
Pero a veces la copa reposa para siempre
junto a la gran raíz de un árbol de silencio.
Y hay una sangre sola
moviendo un corazón desorbitado
como aturdido pájaro
que torpe se golpea en muros pertinaces,
que no conoce el cielo,
que no sabe siquiera que hay un ámbito
donde acaso sus alas ensayarían el vuelo.
Una mujer camina por un camino estéril
rumbo al más desolado y tremendo crepúsculo.
Una mujer se queda tirada como piedra
en medio de un desierto
o se apaga o se enfría como un remoto fuego.
Una mujer se ahoga lentamente
en un pantano de saliva amarga.
Quien la mira no puede acercarle ni una esponja
con vinagre, ni un frasco de veneno,
ni un apretado y doloroso puño.
Una mujer se llama soledad.
Se llamará locura.
("poesía no eres tú", fce, letras mexicanas, méx., 1985)
viernes, 10 de julio de 2015
Joan Margarit (1938 )
Suite
Se levanta temprano, está sentado
en la sala de estar. Aún es de noche.
Recuerda cuando, aquí, Lluís Claret
tocó para los tres, él y ellas dos,
que le escucharon donde este sofá,
el mismo donde ahora espera el alba.
Como si una sirena sonase en algún puerto,
el chelo despedía a la muchacha
con la segunda Suite de Bach.
Tu madre y yo empezamos a ser viejos,
pero esto tú no habrás de verlo nunca,
murmura el hombre mientras mira el patio.
Cuando ya cantan los primeros pájaros,
pone la misma pieza tocada por Lluís.
Sobre su pecho siente el suave peso
de la cabeza de Joana. Ella,
al clarear, ha vuelto, generosa,
en la segunda Suite de violonchelo,
que es por donde entra, desde su muerte, en casa.
("poética y poesía", fundación juan march, madrid, mmx, trad.del propio autor)
Se levanta temprano, está sentado
en la sala de estar. Aún es de noche.
Recuerda cuando, aquí, Lluís Claret
tocó para los tres, él y ellas dos,
que le escucharon donde este sofá,
el mismo donde ahora espera el alba.
Como si una sirena sonase en algún puerto,
el chelo despedía a la muchacha
con la segunda Suite de Bach.
Tu madre y yo empezamos a ser viejos,
pero esto tú no habrás de verlo nunca,
murmura el hombre mientras mira el patio.
Cuando ya cantan los primeros pájaros,
pone la misma pieza tocada por Lluís.
Sobre su pecho siente el suave peso
de la cabeza de Joana. Ella,
al clarear, ha vuelto, generosa,
en la segunda Suite de violonchelo,
que es por donde entra, desde su muerte, en casa.
("poética y poesía", fundación juan march, madrid, mmx, trad.del propio autor)
jueves, 9 de julio de 2015
Dana Gioia (1950 )
Sunday night in Santa Rosa
The carnival is over. The high tents,
the palaces of light, are folded flat
and trucked away. A three-time loser yanks
the Wheel of Fortune off the wall. Mice
pick through the garbage by the popcorn stand.
A drunken giant falls asleep beside
the juggler, and the Dog-Faced Boy sneaks off
to join the Serpent Lady for the night.
Wind sweeps ticket stubs along the walk.
The Dead Man loads his coffin on a truck.
Off in a trailer by the parking lot
the radio predicts tomorrow's weather
while a clown stares in a dressing mirror,
takes out a box, and peels away his face.
The carnival is over. The high tents,
the palaces of light, are folded flat
and trucked away. A three-time loser yanks
the Wheel of Fortune off the wall. Mice
pick through the garbage by the popcorn stand.
A drunken giant falls asleep beside
the juggler, and the Dog-Faced Boy sneaks off
to join the Serpent Lady for the night.
Wind sweeps ticket stubs along the walk.
The Dead Man loads his coffin on a truck.
Off in a trailer by the parking lot
the radio predicts tomorrow's weather
while a clown stares in a dressing mirror,
takes out a box, and peels away his face.
Sábado por la noche en Santa Rosa
Terminó el carnaval. Las carpas en lo alto,
los palacios de luz, se doblan y se meten
al camión. Un tres veces presidiario quita
de la pared la Rueda de la Fortuna. Espulgan
ratones la basura del puesto de palomas
de maíz. Un gigante borracho duerme al lado
del acróbata, el Niño Cara de Perro huye
para pasar la noche con la Dama Serpiente.
Al paso, el viento barre talones de boletos.
El hombre muerto sube su ataúd al camión.
Desde un cámper en su estacionamiento,
el radio pronostica el tiempo de mañana;
mientras, en un espejo, se contempla un payaso,
después saca una caja y se quita el rostro.
(original en "rua das petras"; trad. en español en "el lo cotidiano")
miércoles, 8 de julio de 2015
Charles Simic (1938 )
Al destino
Para mi has sido siempre más real que Dios.
Proporcionas la utilería para una tragedia,
clavas los clavos e invitas a verla
a unos cuantos amigos íntimos.
Sólo por ser amigable, hiciste coja a una linda muchacha,
atropellaste a un niño con una motocicleta.
Puedo pensar en un millón de ejemplos similares.
Lo repito: me asombra la frecuencia con que nos topamos.
Quizá la respuesta esté en una de esas máquinas
que venden chicles y adivinan la suerte en el barrio chino,
en la vieja puerta que rechina al abrirse en una película
de horror,
en un mazo de cartas que dejé en la playa.
Siento cómo te acurrucas junto a mí en la noche,
con tu aliento cálido, tus manos frías,
y yo me asemejo a un viejo piano
que cuelga afuera de una ventana en el extremo de una cuerda.
("el cultural", no.1, traductor rafael vargas, poeta)
Para mi has sido siempre más real que Dios.
Proporcionas la utilería para una tragedia,
clavas los clavos e invitas a verla
a unos cuantos amigos íntimos.
Sólo por ser amigable, hiciste coja a una linda muchacha,
atropellaste a un niño con una motocicleta.
Puedo pensar en un millón de ejemplos similares.
Lo repito: me asombra la frecuencia con que nos topamos.
Quizá la respuesta esté en una de esas máquinas
que venden chicles y adivinan la suerte en el barrio chino,
en la vieja puerta que rechina al abrirse en una película
de horror,
en un mazo de cartas que dejé en la playa.
Siento cómo te acurrucas junto a mí en la noche,
con tu aliento cálido, tus manos frías,
y yo me asemejo a un viejo piano
que cuelga afuera de una ventana en el extremo de una cuerda.
("el cultural", no.1, traductor rafael vargas, poeta)
martes, 7 de julio de 2015
Domingo Alfonso (1935 )
Alguien enciende un Hi Fi
He retirado poco a poco mis dedos
de la selva amarilla que preside tu frente.
Así, tendida de espaldas,
se acodan en el pasado tus ojos
y vuelves a pertenecer a los hombres que me precedieron.
Prefiero entonces contemplar a la noche;
interpretar de la gran página abierta en su negrura,
los muchos enigmas que olvidé con el tiempo,
verdades ocultas que no pude aprender.
Ahora alguien, como siempre a esta hora,
enciende un hi-fi y coloca el mismo concierto
–precisamente el mismo concierto–
con sus dos manos que deben parecerse a las mías.
Tal vez luego beba un vaso de vino,
se asome a una ventana, mire la noche despacio
mientras tiene a sus espaldas una mujer que sueña con otro.
("el poeta ocasional")
He retirado poco a poco mis dedos
de la selva amarilla que preside tu frente.
Así, tendida de espaldas,
se acodan en el pasado tus ojos
y vuelves a pertenecer a los hombres que me precedieron.
Prefiero entonces contemplar a la noche;
interpretar de la gran página abierta en su negrura,
los muchos enigmas que olvidé con el tiempo,
verdades ocultas que no pude aprender.
Ahora alguien, como siempre a esta hora,
enciende un hi-fi y coloca el mismo concierto
–precisamente el mismo concierto–
con sus dos manos que deben parecerse a las mías.
Tal vez luego beba un vaso de vino,
se asome a una ventana, mire la noche despacio
mientras tiene a sus espaldas una mujer que sueña con otro.
("el poeta ocasional")
lunes, 6 de julio de 2015
David Huerta (1949 )
Eres un ciervo...
Eres un ciervo de oro entre la neblina, y bailas
con esa gracia y esa extrañeza ante mis ojos de náufrago.
Has estado en otros países, en otros territorios. Y
has llegado, brillando, serena y clara; y bailas,
ante mis ojos desasistidos. Tus pies y tu torso
se mueven con una gracia de ángeles en medio
de la esmaltada paz de estos lugares. Has llegado,
cegadora, y este amor te refleja como un destino,
como una alucinación. He de tocar tus manos cuando,
fatigada, te acerques a mí para pedirme agua. Y
he de tocar tus labios bajo esta luna purificada. Y
he de sentir en el pecho el amor por tu gracia y
por las indelebles visiones que has dejado en mi cuerpo.
("espejo de la danza", unam, méxico, mcmlxxx)
Eres un ciervo de oro entre la neblina, y bailas
con esa gracia y esa extrañeza ante mis ojos de náufrago.
Has estado en otros países, en otros territorios. Y
has llegado, brillando, serena y clara; y bailas,
ante mis ojos desasistidos. Tus pies y tu torso
se mueven con una gracia de ángeles en medio
de la esmaltada paz de estos lugares. Has llegado,
cegadora, y este amor te refleja como un destino,
como una alucinación. He de tocar tus manos cuando,
fatigada, te acerques a mí para pedirme agua. Y
he de tocar tus labios bajo esta luna purificada. Y
he de sentir en el pecho el amor por tu gracia y
por las indelebles visiones que has dejado en mi cuerpo.
("espejo de la danza", unam, méxico, mcmlxxx)
domingo, 5 de julio de 2015
Uriel Martínez (1950 )
El amado
Señor, no espero abundancia,
deseo el silencio y la tinta;
no deseo el deseo ni el lujo,
espero la paciente espera;
no aspiro paraísos, busco
cada noche la droga del sueño;
no tengo planes futuros
ni proyectos pasados,
simplemente pasar como el medio
día, el cenit, el sosegado ocaso;
quiero adormecerme con tu
indiferencia, con tu rostro de perfil,
suponer que no escuchas, que no
respiras, que no vives,
pero así, sin ti a mi lado,
deseo, espera, sueños, noches mueren.
Señor, no espero abundancia,
deseo el silencio y la tinta;
no deseo el deseo ni el lujo,
espero la paciente espera;
no aspiro paraísos, busco
cada noche la droga del sueño;
no tengo planes futuros
ni proyectos pasados,
simplemente pasar como el medio
día, el cenit, el sosegado ocaso;
quiero adormecerme con tu
indiferencia, con tu rostro de perfil,
suponer que no escuchas, que no
respiras, que no vives,
pero así, sin ti a mi lado,
deseo, espera, sueños, noches mueren.
sábado, 4 de julio de 2015
María Auxiliadora Álvarez (1956 )
Poema
usted nunca ha parido
no conoce
el filo de los machetes
no ha sentido
las culebras del río
nunca ha bailado
en un charco de sangre querida
doctor
no meta la mano tan adentro
que ahí tengo los machetes
que tengo una niña dormida
y usted nunca ha pasado
una noche en la culebra
usted no conoce el río
("la tribu de frida")
usted nunca ha parido
no conoce
el filo de los machetes
no ha sentido
las culebras del río
nunca ha bailado
en un charco de sangre querida
doctor
no meta la mano tan adentro
que ahí tengo los machetes
que tengo una niña dormida
y usted nunca ha pasado
una noche en la culebra
usted no conoce el río
("la tribu de frida")
viernes, 3 de julio de 2015
Alfredo R. Placencia (1875/1930 )
Mi Cristo de cobre
Quiero un lecho raído, burdo, austero
del hospital más pobre; quiero una
alondra que me cante en el alero;
y si es tal mi fortuna
que sea noche lunar la en que me muero,
entonces, oid bien qué es lo que quiero:
quiero un rayo de luna
pálido, sutilísimo, ligero...
De esta luz quiero yo; de otra, ninguna.
Como el último pobre vergonzante,
quiero un lecho raído
en algún hospital desconocido,
y algún Cristo de cobre, agonizante,
y una tremenda inmensidad de olvido
que, al tiempo de sentir que me he partido,
cojan la luz y vayan por delante.
Con eso soy feliz, nada más pido.
¿Para qué más fortuna
que mi lecho de pobre,
y mi rayo de luna,
y mi alondra y mi alero,
y mi Cristo de cobre,
que ha de ser lo primero...?
Con toda esa fortuna
y con mi atroz inmensidad de olvido,
contento moriré; nada más pido.
("el libro de dios", ed. conaculta, tercera serie lecturas mexicanas, no.9, 1990)
Quiero un lecho raído, burdo, austero
del hospital más pobre; quiero una
alondra que me cante en el alero;
y si es tal mi fortuna
que sea noche lunar la en que me muero,
entonces, oid bien qué es lo que quiero:
quiero un rayo de luna
pálido, sutilísimo, ligero...
De esta luz quiero yo; de otra, ninguna.
Como el último pobre vergonzante,
quiero un lecho raído
en algún hospital desconocido,
y algún Cristo de cobre, agonizante,
y una tremenda inmensidad de olvido
que, al tiempo de sentir que me he partido,
cojan la luz y vayan por delante.
Con eso soy feliz, nada más pido.
¿Para qué más fortuna
que mi lecho de pobre,
y mi rayo de luna,
y mi alondra y mi alero,
y mi Cristo de cobre,
que ha de ser lo primero...?
Con toda esa fortuna
y con mi atroz inmensidad de olvido,
contento moriré; nada más pido.
("el libro de dios", ed. conaculta, tercera serie lecturas mexicanas, no.9, 1990)
jueves, 2 de julio de 2015
Eugenio Montejo (1938/2008 )
Cementerio de Vaugirard
A Teófilo Tortolero
Los muertos que conmigo se fueron a París
vivían en el cementerio Vaugirard.
En el recodo de los fríos castaños
donde la nieve recoge las cartas
que el invierno ha lacrado,
recto lugar, gélidas tumbas, nadie, nadie
sabrá nunca leer sus epitafios.
Un alba en escarchas de mármol
y el helado aguaviento
soplando sobre amargas ráfagas,
Alba de Vaugirard, rincón donde la muerte
es una explosión interminable. Piedras, huesos, retama.
¿Quién oía el tintinear de sus pailas
a la sagrada hora del café
cuando son interminables sus chácharas?
¿Qué silencio tan hondo allí suplía
el cantar de uno solo de sus gallos?
Muertos de sol, de espacios, de sábanas,
muertos de estrellas, de pastos, de vacadas,
muertos bajo tierra a caballo.
Los muertos que conmigo se fueron a París
vivían en el cementerio Vaugirard,
estéril pabellón de graníticas tapias.
¿Qué queda allí de esa memoria
ahora que la última luz se ha embalsamado?
¿Qué recordarán sus camaradas
de sus voces, de sus humildes hábitos?
Alba de Vaugirard, niebla compacta,
amistad con que la luna clavetea las lápidas,
¿qué quedó allí de aquellos huéspedes
agradecidos de tanta posada?
¿Qué noticias envían ahora lejanos
a los caídos, a los vencidos, a los suicidas olvidados?
Un alba en escarchas de mármol
y el helado aguaviento
soplando sobre amargas ráfagas.
Oscuro lugar donde la muerte
es una explosión interminable
sobre recuerdos, átomos, retama.
¿Qué permanece de tanta memoria?
¿Quién llega ahora a oír sus chácharas
cuando la nieve recoge las cartas
que el invierno ha lacrado? Nadie, nadie
sabrá nunca leer sus epitafios.
("ars scribendi")
A Teófilo Tortolero
Los muertos que conmigo se fueron a París
vivían en el cementerio Vaugirard.
En el recodo de los fríos castaños
donde la nieve recoge las cartas
que el invierno ha lacrado,
recto lugar, gélidas tumbas, nadie, nadie
sabrá nunca leer sus epitafios.
Un alba en escarchas de mármol
y el helado aguaviento
soplando sobre amargas ráfagas,
Alba de Vaugirard, rincón donde la muerte
es una explosión interminable. Piedras, huesos, retama.
¿Quién oía el tintinear de sus pailas
a la sagrada hora del café
cuando son interminables sus chácharas?
¿Qué silencio tan hondo allí suplía
el cantar de uno solo de sus gallos?
Muertos de sol, de espacios, de sábanas,
muertos de estrellas, de pastos, de vacadas,
muertos bajo tierra a caballo.
Los muertos que conmigo se fueron a París
vivían en el cementerio Vaugirard,
estéril pabellón de graníticas tapias.
¿Qué queda allí de esa memoria
ahora que la última luz se ha embalsamado?
¿Qué recordarán sus camaradas
de sus voces, de sus humildes hábitos?
Alba de Vaugirard, niebla compacta,
amistad con que la luna clavetea las lápidas,
¿qué quedó allí de aquellos huéspedes
agradecidos de tanta posada?
¿Qué noticias envían ahora lejanos
a los caídos, a los vencidos, a los suicidas olvidados?
Un alba en escarchas de mármol
y el helado aguaviento
soplando sobre amargas ráfagas.
Oscuro lugar donde la muerte
es una explosión interminable
sobre recuerdos, átomos, retama.
¿Qué permanece de tanta memoria?
¿Quién llega ahora a oír sus chácharas
cuando la nieve recoge las cartas
que el invierno ha lacrado? Nadie, nadie
sabrá nunca leer sus epitafios.
("ars scribendi")
miércoles, 1 de julio de 2015
Lêdo Ivo (1924/2012 )
No todos
No todos dejan la marca de su paso por la tierra
o son sorprendidos por el pavo real que atraviesa el bosque
y abre su cola en el silencio del mundo.
No todos murmuran palabras de amor al caer la noche
y se refugian en tiendas blancas levantadas junto al océano
o esperan que los navíos confiados a la sabiduría de los astilleros comiencen a silbar.
No todos vieron la muerte en el rostro bien amado
o sufrieron hambre, desolación y frío.
No todos encontraron la llave perdida durante el temporal
o copularon al atardecer en grandes moteles abanderados situados a la orilla del mar.
Hay también quienes sienten una cierta aflicción cuando los trenes llegan a los viaductos
y quienes escalan las montañas durante el invierno y resbalan en el hielo.
Y no todos conocen el camino de la floresta y escucharon lo súbito
y se detuvieron ante el musgo que reverdece los grandes árboles
y hay incluso quienes son indiferentes a los vuelos de los pájaros
y a las sirenas de las ambulancias en las autopistas congestionadas.
No todos contemplaron a la muchacha suicida en la camilla del depósito de cadáveres
y notaron que sus manos estaban colocadas como si estuviera rezando.
No todos vieron al pavo real. No todos escucharon los silbidos del navío.
Y esta es la suprema diferencia que divide a los hombres cuando el día nace.
No todos dejan la marca de su paso por la tierra
o son sorprendidos por el pavo real que atraviesa el bosque
y abre su cola en el silencio del mundo.
No todos murmuran palabras de amor al caer la noche
y se refugian en tiendas blancas levantadas junto al océano
o esperan que los navíos confiados a la sabiduría de los astilleros comiencen a silbar.
No todos vieron la muerte en el rostro bien amado
o sufrieron hambre, desolación y frío.
No todos encontraron la llave perdida durante el temporal
o copularon al atardecer en grandes moteles abanderados situados a la orilla del mar.
Hay también quienes sienten una cierta aflicción cuando los trenes llegan a los viaductos
y quienes escalan las montañas durante el invierno y resbalan en el hielo.
Y no todos conocen el camino de la floresta y escucharon lo súbito
y se detuvieron ante el musgo que reverdece los grandes árboles
y hay incluso quienes son indiferentes a los vuelos de los pájaros
y a las sirenas de las ambulancias en las autopistas congestionadas.
No todos contemplaron a la muchacha suicida en la camilla del depósito de cadáveres
y notaron que sus manos estaban colocadas como si estuviera rezando.
No todos vieron al pavo real. No todos escucharon los silbidos del navío.
Y esta es la suprema diferencia que divide a los hombres cuando el día nace.
("la mirada del lobo", tr. martín lópez-vega)