El amado
Señor, no espero abundancia,
deseo el silencio y la tinta;
no deseo el deseo ni el lujo,
espero la paciente espera;
no aspiro paraísos, busco
cada noche la droga del sueño;
no tengo planes futuros
ni proyectos pasados,
simplemente pasar como el medio
día, el cenit, el sosegado ocaso;
quiero adormecerme con tu
indiferencia, con tu rostro de perfil,
suponer que no escuchas, que no
respiras, que no vives,
pero así, sin ti a mi lado,
deseo, espera, sueños, noches mueren.
y qué es la vida sino desear y esperar. ¡Me gustó, Uriel!
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