Pureza negra
Me puso sus dos ojos sobre
mis dos ojos. Y todo
lo vi ya negro… Las estrellas
enlutaron, con el jazmín de agosto,
en un fondo infinito de Sevilla,
Giraldas, con crespones alegóricos.
¡Sombra que encandilaste
mi corazón! ¡Serenos, negros ojos
que, en un tranquilo juego de osadías
y dulzuras, trocasteis el tesoro
mejor del mundo!
¡Ojos, lo puro
es ahora negro, por vosotros!
Mar en calma
Mar en calma, la noche plateada
se ofrece inmensa a mi amargura;
ruta total de puro azul
para ultraocasos solos de ventura última.
¡Si a ti yo llegara,
nadando en esta despejada luna.
("trianarts")
viernes, 31 de mayo de 2019
jueves, 30 de mayo de 2019
Mario Santiago Papasquiaro (1953/1998 )
Correspondencia infra
El mar toca nuestros cuerpos
para sentir su cuerpo
Lo mismo en Manzanillo pedregoso
que en Neviot / isla de corales del desierto
Nosotros devolvemos su sonrisa de sal
dibujando nuestros nombres & apetencias
en el caparazón de los cangrejos
que parecen buscar viejas patas de palo devoradas
por la arena
El mar se para de cabeza
& nos canta / en el idioma más desnudo & afín
a nuestro tacto
Port Vendrés Ville ruge como atún encolerizado
en nuestros ojos
Bernard prende 1 de sus aretes verde flúor en la cabellera
alfilereada de 1 erizo
Los demás pescadores del Saint Joan / Fetiche II
desde sus camarones se sinceran a su modo
con éste también su mar que los filma fijamente
Ahí donde ellos se aflojan su nervioso pantalón
& sus labios no dejan de ulular
cuando ven hasta las anginas del Peñón de Gibraltar
moviéndose como dados o peces plateados
en la sombra de sus vasos de ron.
("el placard")
miércoles, 29 de mayo de 2019
Alicia Ostriker (1937 )
La bendición de la anciana, el tulipán y el perro
Estar bendecida
dijo la anciana
es tener tantos
nietos que
el amor de Dios
pase a través tuyo
como la leche a través de una vaca.
Estar bendecido
dijo el tulipán rojo oscuro
es voltearles los ojos
con el golpe de lujuria
implícito en
tu pollera levantada
Estar bendecido
dijo el perro
es tener una pizca
de Dios
adentro
y que todos los demás perros
puedan olerla.
("el placard", versiòn sandra toro)
Estar bendecida
dijo la anciana
es tener tantos
nietos que
el amor de Dios
pase a través tuyo
como la leche a través de una vaca.
Estar bendecido
dijo el tulipán rojo oscuro
es voltearles los ojos
con el golpe de lujuria
implícito en
tu pollera levantada
Estar bendecido
dijo el perro
es tener una pizca
de Dios
adentro
y que todos los demás perros
puedan olerla.
("el placard", versiòn sandra toro)
martes, 28 de mayo de 2019
Amalia Bautista (1962 )
Hay alguien en el mundo
Hay alguien en el mundo, no sé dónde,
o sí lo sé, pero mejor lo olvido,
que me desnuda sólo con mirarme
y me sueña vestida de princesa.
Alguien con quien no puedo resistirme
a arder bajo la ducha.
Alguien con quien resulta inevitable
sudar en un iglú
("el almirante ruina")
Hay alguien en el mundo, no sé dónde,
o sí lo sé, pero mejor lo olvido,
que me desnuda sólo con mirarme
y me sueña vestida de princesa.
Alguien con quien no puedo resistirme
a arder bajo la ducha.
Alguien con quien resulta inevitable
sudar en un iglú
("el almirante ruina")
lunes, 27 de mayo de 2019
Catalina Gonzàlez Restrepo (1976 )
En vez de la pàgina
Yo,
acostumbrada a hurgar en las bibliotecas,
lastimada por el olor a moho,
alérgica al polvo,
prefiero hundirme en tus piernas cálidas,
ávida de beber esa humedad que calma la sed
sólo por un instante.
Yo,
decidida a abandonarme,
acepto tus arbustos,
en vez de la página fría y estéril
que al fin y al cabo viene de ti.
Alimento
Revisamos nuestros buzones
esperando siempre la última carta,
vivimos para recibir.
Somos como pájaros que guardan las alas
mientras sus corazones laten
en pechos calientes.
—Yo cargo tus palabras en la cartera
como una limosna extra—.
No podemos dormir,
soñamos con anillos en cada dedo,
que mides mi torso con tus manos
y descubres la piel
antes de que se marchen los invitados.
("omi-bus")
Yo,
acostumbrada a hurgar en las bibliotecas,
lastimada por el olor a moho,
alérgica al polvo,
prefiero hundirme en tus piernas cálidas,
ávida de beber esa humedad que calma la sed
sólo por un instante.
Yo,
decidida a abandonarme,
acepto tus arbustos,
en vez de la página fría y estéril
que al fin y al cabo viene de ti.
Alimento
Revisamos nuestros buzones
esperando siempre la última carta,
vivimos para recibir.
Somos como pájaros que guardan las alas
mientras sus corazones laten
en pechos calientes.
—Yo cargo tus palabras en la cartera
como una limosna extra—.
No podemos dormir,
soñamos con anillos en cada dedo,
que mides mi torso con tus manos
y descubres la piel
antes de que se marchen los invitados.
("omi-bus")
domingo, 26 de mayo de 2019
Chantal Maillard (1951 )
Llevo acostada
Llevo acostada largo tiempo
en la orilla. Mis pechos
son colinas cubiertas de hoja seca.
Levanto la cabeza y me contemplo:
en mis muslos el vello a punto de ser vello,
me incorporo: la hierba a punto de ser hierba,
doy un paso y despierto al agua
a punto de ser agua,
se asusta un ave negra a punto de ser ave a punto
de ser negra…
Un resplandor me ciega:
el bosque me contempla, a punto de ser bosque,
a punto de ser tuya.
Si pregunto a los hombres
Si pregunto a los hombres
qué es aquel cuerpo inmenso
que vibra al otro lado de los bosques,
me contestan: «el mar».
Si te pregunto qué es el mar
me dices:
«un animal de lluvia que sin tregua recorre
la distancia infinita que de sí mismo le separa».
Quieres ponerme a prueba, pretendes confundirme.
Sé que aquel cuerpo inmenso
eres tú
cuando sales del bosque
y arrojas tu saliva sobre el mundo.
("poesìa cuatro")
Llevo acostada largo tiempo
en la orilla. Mis pechos
son colinas cubiertas de hoja seca.
Levanto la cabeza y me contemplo:
en mis muslos el vello a punto de ser vello,
me incorporo: la hierba a punto de ser hierba,
doy un paso y despierto al agua
a punto de ser agua,
se asusta un ave negra a punto de ser ave a punto
de ser negra…
Un resplandor me ciega:
el bosque me contempla, a punto de ser bosque,
a punto de ser tuya.
Si pregunto a los hombres
Si pregunto a los hombres
qué es aquel cuerpo inmenso
que vibra al otro lado de los bosques,
me contestan: «el mar».
Si te pregunto qué es el mar
me dices:
«un animal de lluvia que sin tregua recorre
la distancia infinita que de sí mismo le separa».
Quieres ponerme a prueba, pretendes confundirme.
Sé que aquel cuerpo inmenso
eres tú
cuando sales del bosque
y arrojas tu saliva sobre el mundo.
("poesìa cuatro")
sábado, 25 de mayo de 2019
Olvido García Valdés (1950 )
A Miguel
Te habías quedado todo el día
allí, de pie, mirando las montañas,
y era, dijiste, alimento
para los ojos, corazón
quebrantado. Yo pasaba, parece,
en el atardecer,
andando en bicicleta por un sendero.
Lo cuentas y quedo contemplándolo
con esperanza, una buena esperanza
nodriza de la vejez. Yo lo llamo
dulzura, la música dulzura que conforta
o hidrata la aspereza. Algunos niños
cercanos al autismo, cuando crecen,
imprimen o padecen movimiento
constante, un ritmo de hombros
ajeno a cualquier música, latido,
circulatoria sangre propia, sin contacto.
Sólo a veces sus ojos buscan
engañosamente; no hay dulzura
ni aspereza, un sonido
interior los envuelve, sangre roja.
Contemplo las montañas de tu sueño,
busco en ellas tus ojos.
Y escruto, sin embargo, el corazón,
las junturas y médula, los sentimientos
y pensamientos del corazón. Nada hidrata.
Nada amortigua. Escrutar es áspero
y no lame. Las horas últimas
de la vigilia: sabia
la disciplina monacal que impone
levantarse a maitines. Enjugar,
sostener, confortar: mirar la noche.
Volver al corazón. Entonces ya la música
es azul, azul es la dulzura. Pedir.
("zendalibros")
Te habías quedado todo el día
allí, de pie, mirando las montañas,
y era, dijiste, alimento
para los ojos, corazón
quebrantado. Yo pasaba, parece,
en el atardecer,
andando en bicicleta por un sendero.
Lo cuentas y quedo contemplándolo
con esperanza, una buena esperanza
nodriza de la vejez. Yo lo llamo
dulzura, la música dulzura que conforta
o hidrata la aspereza. Algunos niños
cercanos al autismo, cuando crecen,
imprimen o padecen movimiento
constante, un ritmo de hombros
ajeno a cualquier música, latido,
circulatoria sangre propia, sin contacto.
Sólo a veces sus ojos buscan
engañosamente; no hay dulzura
ni aspereza, un sonido
interior los envuelve, sangre roja.
Contemplo las montañas de tu sueño,
busco en ellas tus ojos.
Y escruto, sin embargo, el corazón,
las junturas y médula, los sentimientos
y pensamientos del corazón. Nada hidrata.
Nada amortigua. Escrutar es áspero
y no lame. Las horas últimas
de la vigilia: sabia
la disciplina monacal que impone
levantarse a maitines. Enjugar,
sostener, confortar: mirar la noche.
Volver al corazón. Entonces ya la música
es azul, azul es la dulzura. Pedir.
("zendalibros")
viernes, 24 de mayo de 2019
Amalia Bautista (1962 )
Nada sabemos
Nunca sabremos si los engañados
son los sentidos o los sentimientos,
si viaja el tren o viajan nuestras ganas,
si las ciudades cambian de lugar
o si todas las casas son la misma.
Nunca sabremos si quién nos espera
es quién debe esperarnos, ni tampoco
a quién tenemos que aguardar en medio
de un frío andén. Nada sabemos.
Avanzamos a tientas y dudamos
si esto que se parece a la alegría
es la señal definitiva
de que hemos vuelto a equivocarnos.
("ruadaspretas")
Nunca sabremos si los engañados
son los sentidos o los sentimientos,
si viaja el tren o viajan nuestras ganas,
si las ciudades cambian de lugar
o si todas las casas son la misma.
Nunca sabremos si quién nos espera
es quién debe esperarnos, ni tampoco
a quién tenemos que aguardar en medio
de un frío andén. Nada sabemos.
Avanzamos a tientas y dudamos
si esto que se parece a la alegría
es la señal definitiva
de que hemos vuelto a equivocarnos.
("ruadaspretas")
jueves, 23 de mayo de 2019
José Ángel Valente (1929/2000 )
El crimen
Hoy he amanecido
como siempre, pero
con un cuchillo
en el pecho. Ignoro
quién ha sido,
y también los posibles
móviles del delito.
Estoy aquí
tendido
y pesa vertical
el frío.
La noticia se divulga
con relativo sigilo.
El doctor estuvo brillante, pero
el interrogatorio ha sido
confuso. El hecho
carece de testigos.
(Llamada de portera,
dijo
que el muerto no tenía
antecedentes políticos.
Es una obsesión que la persigue
desde la muerte del marido.)
Por mi parte no tengo
nada que declarar.
Se busca al asesino;
sin embargo,
tal vez no hay asesino,
aunque se enrede así el final de la trama.
Sencillamente yazgo
aquí, con un cuchillo…
Oscila, pendular y
solemne, el frío.
No hay pruebas contra nadie. Nadie
ha consumado mi homicidio.
(·zendalibros")
Hoy he amanecido
como siempre, pero
con un cuchillo
en el pecho. Ignoro
quién ha sido,
y también los posibles
móviles del delito.
Estoy aquí
tendido
y pesa vertical
el frío.
La noticia se divulga
con relativo sigilo.
El doctor estuvo brillante, pero
el interrogatorio ha sido
confuso. El hecho
carece de testigos.
(Llamada de portera,
dijo
que el muerto no tenía
antecedentes políticos.
Es una obsesión que la persigue
desde la muerte del marido.)
Por mi parte no tengo
nada que declarar.
Se busca al asesino;
sin embargo,
tal vez no hay asesino,
aunque se enrede así el final de la trama.
Sencillamente yazgo
aquí, con un cuchillo…
Oscila, pendular y
solemne, el frío.
No hay pruebas contra nadie. Nadie
ha consumado mi homicidio.
(·zendalibros")
miércoles, 22 de mayo de 2019
Olvido García Valdés (1950 )
Hundir los dedos entre sus cabellos
Hundir los dedos entre sus cabellos
o pájaros jugando,
muy despacio, a caerse de un cable
de la luz,
muy despacio, abanico
de mirlos.
Cerca hay una charca y un árbol
en el centro.
Reverbera la fiebre,
el amarillo hiere sobre el agua.
("zendalibros")
Hundir los dedos entre sus cabellos
o pájaros jugando,
muy despacio, a caerse de un cable
de la luz,
muy despacio, abanico
de mirlos.
Cerca hay una charca y un árbol
en el centro.
Reverbera la fiebre,
el amarillo hiere sobre el agua.
("zendalibros")
martes, 21 de mayo de 2019
José Angel Valente (1929/2000 )
Latitud
No quiero más que estar sobre tu cuerpo
como lagarto al sol los días de tristeza.
Se disuelve en el aire el llanto roto,
al pie de las estatuas
recupera la hiedra
y tu mano me busca
por la piel de tu vientre
donde duermo extendido.
El pensamiento melancólico
se tiende, cuerpo, a tus orillas,
bajo el temblor del párpado, el delgado
fluir de las arterias,
la duración nocturna del latido,
la luminosa latitud del vientre,
a tu costado, cuerpo, a tus orillas,
como animal que vuelve a sus orígenes.
("marcelo leites")
No quiero más que estar sobre tu cuerpo
como lagarto al sol los días de tristeza.
Se disuelve en el aire el llanto roto,
al pie de las estatuas
recupera la hiedra
y tu mano me busca
por la piel de tu vientre
donde duermo extendido.
El pensamiento melancólico
se tiende, cuerpo, a tus orillas,
bajo el temblor del párpado, el delgado
fluir de las arterias,
la duración nocturna del latido,
la luminosa latitud del vientre,
a tu costado, cuerpo, a tus orillas,
como animal que vuelve a sus orígenes.
("marcelo leites")
lunes, 20 de mayo de 2019
Golgona Anghel (1979 )
Poeta en la Plaza de la Alegría:
No soy infeliz. No, no me quiero matar.
Tengo hasta cierta simpatía por esta vida
pasada en los coches de línea
de un lado al otro.
Me gustan mis vacaciones
frente al televisor.
Adoro a esas mujeres de aire banal
que entran en directo en el canal.
Me gustan esos hombres con bigotes y pulseras gruesas.
Creo en los milagros de Fátima
y en el bacalao con broa.
Me gusta toda aquella gente.
Quiero ser uno de ellos.
No, no guardo ningún sentido escondido.
Estas palabras, por cierto, pueden ser encontradas
en todos los números de la revista Caras.
El orden a veces cambia.
No quiero que me hagan ningún análisis del poema.
No, no escriban tesis, por favor.
Esto es apenas un croché
olvidado encima de la nevera.
Gracias por haber venido hasta aquí a besarme el anillo.
Gracias por haber buscado la eternidad de la raza.
Pero la poesía, mes chers, no salva, no brilla, sólo
caza.
("eg", trad. anibal cristobo)
domingo, 19 de mayo de 2019
Uriel Martìnez (1950 )
Ordeno la cama
con el amanecer aún oscuro,
sin prisas y sin nervios en mi entorno,
cuando el sol despunta de la cocina
se desprende un olor familiar: es el café
que avisa "aquí estoy";
temprano recuerdo la visita
del gato silencioso
que apareció en pretiles
en busca del sol
como visita inoportuna;
esta vez no lo amenacé con la chancla
pero prontamente nos tomamos
la medida sin parpadeo de nadie,
sin bufarnos uno al otro;
quiso entrar a casa con ese porte
que lo distingue, con ese gesto
de caballero con el rabo en alto,
silencioso;
silenciosamente condené la puerta,
estampé la espalda en tablas
de antiguas resinas y thiner,
en viejas caricias de brochas
en madera.
(Inèdito)
sábado, 18 de mayo de 2019
Linda Pastan (1932 )
En el jardín
Le digo a mi perro que se siente
y se sienta,
y le doy una galletita.
Le digo que venga,
viene
y se sienta,
y le doy
otra galletita.
Le digo a mi perro ¡acostado!
y se sienta,
mirándome
desde abajo con fe
y adoración.
Espero.
Le doy
una galletita.
Es el principio
del amor y
la desobediencia.
Nunca tuve la intención
de ser un dios.
("el placard", ver. sandra toro)
viernes, 17 de mayo de 2019
Linda Pastan (1932 )
Voces
Juana oyó voces,
y por ello ardió.
Mientras conduzco en la oscuridad
escribo poemas.
Anoche pensando
en cómo espaciar los versos
me pasé una señal de stop.
Cuando me justifiqué
el policía asintió,
y me puso
una multa.
Un entendido me dijo
que los escritores tienen un plazo de quince años:
luego llega la repetición,
incluso la locura.
Como Midas, supongo que
todo lo que tocamos se convierte
en un poema
cuando el hechizo existe.
Pero piensa en el poeta después de ese plazo
tocando los árboles que
siempre ha tocado,
pero esta vez no ocurre nada.
Imagínatelo yendo de un tronco
a otro, magullándose
las manos con la áspera corteza.
Sólo quedan cinco años.
A veces entierro
mis poemas en el jardín,
reservándolos
para los fríos días venideros.
De todos modos
te quemas por ello.
("poèticas", traducción de rosa lentini y susan schreibman)
Juana oyó voces,
y por ello ardió.
Mientras conduzco en la oscuridad
escribo poemas.
Anoche pensando
en cómo espaciar los versos
me pasé una señal de stop.
Cuando me justifiqué
el policía asintió,
y me puso
una multa.
Un entendido me dijo
que los escritores tienen un plazo de quince años:
luego llega la repetición,
incluso la locura.
Como Midas, supongo que
todo lo que tocamos se convierte
en un poema
cuando el hechizo existe.
Pero piensa en el poeta después de ese plazo
tocando los árboles que
siempre ha tocado,
pero esta vez no ocurre nada.
Imagínatelo yendo de un tronco
a otro, magullándose
las manos con la áspera corteza.
Sólo quedan cinco años.
A veces entierro
mis poemas en el jardín,
reservándolos
para los fríos días venideros.
De todos modos
te quemas por ello.
("poèticas", traducción de rosa lentini y susan schreibman)
jueves, 16 de mayo de 2019
Adrienne Rich (1929/2012 )
Árboles
Desde el interior, los árboles avanzan hacia el bosque,
el bosque que estuvo vacío todos aquellos días,
donde ningún pájaro podía posarse,
ningún insecto esconderse,
y ningún sol podía enterrar su pies en la sombra;
en el bosque vacío de esas noches,
los árboles abundarán por la mañana.
Las raíces se esfuerzan toda la noche
por desprenderse de las grietas
en el suelo de la terraza.
Las hojas se retuercen hacia los vidrios,
pequeños vástagos endurecidos por el esfuerzo
largas y torcidas ramas que se desprenden con dificultad
bajo el techo, como pacientes recién dados de alta,
medio-aturdidos, dirigiéndose
hacia las puertas de la clínica.
Aquí me acomodo. Las puertas se abren hacia la terraza,
escribo extensas cartas
donde apenas menciono el bosque
y su partida de la casa.
La noche está fresca, la luna entera brilla
en un cielo aún abierto.
El aroma de hojas y liquen
llega como una voz a las habitaciones.
Mi mente está plena de susurros
que permanecerán en silencio mañana.
Escucha. Los vidrios se quiebran,
se tambalean los árboles
Hacia la noche. El viento
se apresura a recibirlos.
Como un espejo la luna se ha quebrado
y en la copa del roble más alto
relampaguean ahora sus fragmentos.
1963
("a media voz", versión de myriam díaz-diocaretz)
Desde el interior, los árboles avanzan hacia el bosque,
el bosque que estuvo vacío todos aquellos días,
donde ningún pájaro podía posarse,
ningún insecto esconderse,
y ningún sol podía enterrar su pies en la sombra;
en el bosque vacío de esas noches,
los árboles abundarán por la mañana.
Las raíces se esfuerzan toda la noche
por desprenderse de las grietas
en el suelo de la terraza.
Las hojas se retuercen hacia los vidrios,
pequeños vástagos endurecidos por el esfuerzo
largas y torcidas ramas que se desprenden con dificultad
bajo el techo, como pacientes recién dados de alta,
medio-aturdidos, dirigiéndose
hacia las puertas de la clínica.
Aquí me acomodo. Las puertas se abren hacia la terraza,
escribo extensas cartas
donde apenas menciono el bosque
y su partida de la casa.
La noche está fresca, la luna entera brilla
en un cielo aún abierto.
El aroma de hojas y liquen
llega como una voz a las habitaciones.
Mi mente está plena de susurros
que permanecerán en silencio mañana.
Escucha. Los vidrios se quiebran,
se tambalean los árboles
Hacia la noche. El viento
se apresura a recibirlos.
Como un espejo la luna se ha quebrado
y en la copa del roble más alto
relampaguean ahora sus fragmentos.
1963
("a media voz", versión de myriam díaz-diocaretz)
miércoles, 15 de mayo de 2019
Mikeas Sànchez (1980 )
Còmo ser un buen salvaje
Mi abuelo Simón quiso ser un buen salvaje,
aprendió castilla
y el nombre de todos los santos.
Danzó frente al templo
y recibió el bautismo con una sonrisa.
Mi abuelo tenía la fuerza del Rayo Rojo
y su nagual era un tigre.
Mi abuelo era un poeta
que curaba con las palabras.
Pero él quiso ser un buen salvaje,
aprendió a usar la cuchara,
y admiró la electricidad.
Mi abuelo era un chamán poderoso
que conocía el lenguaje de los dioses.
Pero él quiso ser un buen salvaje,
aunque nunca lo consiguió.
("masdemx")
Mi abuelo Simón quiso ser un buen salvaje,
aprendió castilla
y el nombre de todos los santos.
Danzó frente al templo
y recibió el bautismo con una sonrisa.
Mi abuelo tenía la fuerza del Rayo Rojo
y su nagual era un tigre.
Mi abuelo era un poeta
que curaba con las palabras.
Pero él quiso ser un buen salvaje,
aprendió a usar la cuchara,
y admiró la electricidad.
Mi abuelo era un chamán poderoso
que conocía el lenguaje de los dioses.
Pero él quiso ser un buen salvaje,
aunque nunca lo consiguió.
("masdemx")
martes, 14 de mayo de 2019
Antonia Pozzi (1912/1938 )
Riberas perdidas
No junto a claros ríos
sino a orillas de tristes ciénagas
descansábamos;
sumergir la mano
era perderla
en el cieno
corrompido del fondo.
Y el verde de los olmos
lucía
en la calígine;
estaban frescas las flores
del prado;
y de otras flores se nutría
valiente
el corazón.
Pero el agua fangosa atravesaba
el camino;
aquel olor corrupto deshacía
el doliente latir de la ternura;
era imposible sofocar
la misteriosa voz
gimiente.
Estábamos perdidos.
("hojanegraoficial", trad. juan andrès gutièrrez)
No junto a claros ríos
sino a orillas de tristes ciénagas
descansábamos;
sumergir la mano
era perderla
en el cieno
corrompido del fondo.
Y el verde de los olmos
lucía
en la calígine;
estaban frescas las flores
del prado;
y de otras flores se nutría
valiente
el corazón.
Pero el agua fangosa atravesaba
el camino;
aquel olor corrupto deshacía
el doliente latir de la ternura;
era imposible sofocar
la misteriosa voz
gimiente.
Estábamos perdidos.
("hojanegraoficial", trad. juan andrès gutièrrez)
lunes, 13 de mayo de 2019
Linda Pastan (1932 )
El contestador
Llamo y oigo tu voz
en el contestador
semanas después de tu muerte,
un pichón de fantasma que todavía extraña
los mensajes humanos.
¿Te dejo uno, contándote
que la trama de nuestra vida
se había rasgado antes
pero que esta rotura repentina no
va a ser fácil ni rápida de arreglar?
En tu casa, que se vacía, los demás
enrollan las alfombras, empaquetan libros,
toman café en tu mesa antigua,
y escuchan los mensajes que dejaste
en una máquina embrujada
por el timbre de tu voz,
más palpable que las fotos
o las huellas digitales. Este primer día
de este primer otoño sin vos,
avergonzada y resistiéndome
pero incontenible, vuelvo a marcar
el número que conozco de corazón,
en un mundo menguado agradecida
por la piedad accidental de las máquinas,
escucho y cuelgo.
("el placard", versiòn sandra toro)
domingo, 12 de mayo de 2019
Laia Carbonell (1986 )
Mi diario
Escribía mi diario con los deditos
convencida de que mi padre no lo leía.
Era en el verano y entonces sólo importaba
que el camping tuviese piscina,
que no nos picasen demasiado los mosquitos,
que los padres no se peleasen,
que no me dejasen dos semanas en casa de mis padrinos en septiembre.
Es que la extrañeza me devoraba en casa de mis padrinos
en aquel valle de montañas resecas.
A mí me tocaba enjugar la tristeza
que chorreaba mejillas abajo de mi madrina
y caía sobre el delantal manchado de sangre de gallina
y de hijo.
Y de hijo tendido en el prado y ella como una pietà
aquellos septiembres secos en Pallars
de meriendas en El Cuco
y noches amedrentadas de suelos que crujían
de camino al lavabo;
de suelos que crujían y relojes descompuestos
marcando siempre la misma hora
y las lágrimas de la pietà con sangre de hijo en el delantal;
de hijo desangrándose en el regazo de la pietà
y el mundo congelado en el único instante del mundo.
Y yo enjugándole la tristeza de las mejillas.
Y la pietà de bata blanca en el hospital psiquiátrico
años más tarde.
Años más tarde, cuando los antidepresivos habían taponado
los grifos de la tristeza mejillas abajo,
de la tristeza del único instante del mundo
paseando por el hospital psiquiátrico en bata blanca.
«Esta falda que llevas te la podría haber hecho yo.
¿Ves esta semilla? Es de este árbol. Ten».
Y esa semilla en la bolsa de mi chaqueta
áspera y puntiaguda como las montañas
y la tristeza de la pietà
que ahora era un pantano de bata blanca
y las compuertas cerradas
paseando por el hospital.
Y el agua estancada
se volvió dolor en la espalda de la pietà
que ya no llevaba el delantal manchado de sangre;
se la habían limpiado,
le habían taponado la tristeza con antidepresivos
y ya no se veía,
y por eso no nos espantaba tanto.
Pero su mirada marcaba la hora
de todos los relojes descompuestos
en el único instante del mundo,
en medio del prado,
con el hijo manchándole el delantal
convencida de que mi padre no lo leía.
Era en el verano y entonces sólo importaba
que el camping tuviese piscina,
que no nos picasen demasiado los mosquitos,
que los padres no se peleasen,
que no me dejasen dos semanas en casa de mis padrinos en septiembre.
Es que la extrañeza me devoraba en casa de mis padrinos
en aquel valle de montañas resecas.
A mí me tocaba enjugar la tristeza
que chorreaba mejillas abajo de mi madrina
y caía sobre el delantal manchado de sangre de gallina
y de hijo.
Y de hijo tendido en el prado y ella como una pietà
aquellos septiembres secos en Pallars
de meriendas en El Cuco
y noches amedrentadas de suelos que crujían
de camino al lavabo;
de suelos que crujían y relojes descompuestos
marcando siempre la misma hora
y las lágrimas de la pietà con sangre de hijo en el delantal;
de hijo desangrándose en el regazo de la pietà
y el mundo congelado en el único instante del mundo.
Y yo enjugándole la tristeza de las mejillas.
Y la pietà de bata blanca en el hospital psiquiátrico
años más tarde.
Años más tarde, cuando los antidepresivos habían taponado
los grifos de la tristeza mejillas abajo,
de la tristeza del único instante del mundo
paseando por el hospital psiquiátrico en bata blanca.
«Esta falda que llevas te la podría haber hecho yo.
¿Ves esta semilla? Es de este árbol. Ten».
Y esa semilla en la bolsa de mi chaqueta
áspera y puntiaguda como las montañas
y la tristeza de la pietà
que ahora era un pantano de bata blanca
y las compuertas cerradas
paseando por el hospital.
Y el agua estancada
se volvió dolor en la espalda de la pietà
que ya no llevaba el delantal manchado de sangre;
se la habían limpiado,
le habían taponado la tristeza con antidepresivos
y ya no se veía,
y por eso no nos espantaba tanto.
Pero su mirada marcaba la hora
de todos los relojes descompuestos
en el único instante del mundo,
en medio del prado,
con el hijo manchándole el delantal
(texto tomado del muro fb de orlando guillèn, poeta y traductor)
sábado, 11 de mayo de 2019
Antonia Pozzi (1912/1938 )
Precoz otoño
La niebla es de plata, borra
las sombras de los pinos,
agranda los jardines
al alba.
Al chopo le amarillea una hoja
y al castaño del monte
se le ha muerto una rama.
Temores que ajenos a sí mismos
duermen en el aire celeste:
este final que cada año vuelve
y es siempre nuevo.
Como el último árbol del bosque,
el último hombre ha contado las muertes;
sin embargo su muerte lo alcanza
por sorpresa.
18 de agosto, 1935
("la nube habitada", trad. herme g. donis)
La niebla es de plata, borra
las sombras de los pinos,
agranda los jardines
al alba.
Al chopo le amarillea una hoja
y al castaño del monte
se le ha muerto una rama.
Temores que ajenos a sí mismos
duermen en el aire celeste:
este final que cada año vuelve
y es siempre nuevo.
Como el último árbol del bosque,
el último hombre ha contado las muertes;
sin embargo su muerte lo alcanza
por sorpresa.
18 de agosto, 1935
("la nube habitada", trad. herme g. donis)
viernes, 10 de mayo de 2019
Jan Wagner (1971 )
ensayo sobre el jabón
siempre ha habido una pastilla a la mano,
siguiendo sus propias fases,
menguando, como casi todo,
luego resurgía, lleno otra vez
y blanco radiante en la jabonera.
pesaba en el puño como una piedra,
espumaba, se reblandecía:
uno lavaba el caín del abel.
si lo olvidábamos, se deshacía
en una lasca de asteroide cuarteada,
pero helo ahí, húmedo y refulgente
como un objeto extraído del fondo del mar,
primoroso durante algunos segundos,
estamos todos sentados a la mesa:
una noche sin luna, las manos fragantes.
("periódico de poesía", unam, 6 mayo 2019, versión víctor herrera)
siempre ha habido una pastilla a la mano,
siguiendo sus propias fases,
menguando, como casi todo,
luego resurgía, lleno otra vez
y blanco radiante en la jabonera.
pesaba en el puño como una piedra,
espumaba, se reblandecía:
uno lavaba el caín del abel.
si lo olvidábamos, se deshacía
en una lasca de asteroide cuarteada,
pero helo ahí, húmedo y refulgente
como un objeto extraído del fondo del mar,
primoroso durante algunos segundos,
estamos todos sentados a la mesa:
una noche sin luna, las manos fragantes.
("periódico de poesía", unam, 6 mayo 2019, versión víctor herrera)
jueves, 9 de mayo de 2019
Juan Carlos Bautista (1964 )
El muchacho del autobús
¿Qué sería de aquel muchacho
que una tarde
me dio su mano de pronto
en medio del autobús,
su mano durísima de muchos trabajos?
Sin mirarme,
con la cabeza baja,
me dio su mano de pronto,
sin decirme nada.
Era tanta la gente
que íbamos muy juntos y serios,
como esposos,
mirándonos sin vernos.
¿Qué sería de su belleza
y de su compasión?
Hoy puede ser cualquiera
de los hombres que viajan
a mi lado, abatidos.
Pero esa vez,
aquella vez…
¿Qué sería de sus manos?
¿Seguirá mirando así, sin mirar?
¿Seguiría platicándome así, sin hablar?
El viaje, recuerdo, fue largo
y, de pronto, él se apartó con delicadeza
y se fue.
Ah, bodas extrañas
y profundas
de los que no quieren conocerse
y se entregan completos en un roce furtivo,
cogiéndose de las manos
para dejarle al otro,
sin pedir nada,
una moneda deslumbrante como un pezón.
("periódico de poesía2, unam, abril 2019)
miércoles, 8 de mayo de 2019
Ana Rosetti (1950 )
Si recordaras, amor mío
Si recordaras, amor mío, qué es lo que te aguarda tras las
seguras paredes de la espera.
Si recordaras cómo ¡y qué cruelmente! el deseo atendido
oculta su puñalada de decepción.
Si recordaras que, una vez que la pasión estalla, el secreto
deja de ser escudo y huída,
no me insistirías para que te mostrara, para que te ofreciera,
para que te otorgue.
Sino que te resignarías a sobrevivir dentro de mí en el dúctil
territorio de los sueños, donde todos los modos de ternura
que puedas inventar son permitidos, toda tempestad música
y ningún temor es irrevocable.
Si recordaras, Amor mío, qué es lo que te aguarda tras las
seguras paredes de mi corazón,
no me obligarías a levantarme en armas contra ti, a detenerte,
a desmentirte, a amordazarte, a traicionarte...
antes de que te me arrebaten, dulce silencio mío,
mi único tesoro, insensato e irreductible sentimiento.
("poesía cuatro")
Si recordaras, amor mío, qué es lo que te aguarda tras las
seguras paredes de la espera.
Si recordaras cómo ¡y qué cruelmente! el deseo atendido
oculta su puñalada de decepción.
Si recordaras que, una vez que la pasión estalla, el secreto
deja de ser escudo y huída,
no me insistirías para que te mostrara, para que te ofreciera,
para que te otorgue.
Sino que te resignarías a sobrevivir dentro de mí en el dúctil
territorio de los sueños, donde todos los modos de ternura
que puedas inventar son permitidos, toda tempestad música
y ningún temor es irrevocable.
Si recordaras, Amor mío, qué es lo que te aguarda tras las
seguras paredes de mi corazón,
no me obligarías a levantarme en armas contra ti, a detenerte,
a desmentirte, a amordazarte, a traicionarte...
antes de que te me arrebaten, dulce silencio mío,
mi único tesoro, insensato e irreductible sentimiento.
("poesía cuatro")
martes, 7 de mayo de 2019
Ingeborg Bachmann (1926/1973 )
Cierta clase de pérdida
De uso compartido: las épocas del año, los libros y algo de música.
Las llaves, las tazas de té, la cesta del pan, sábanas y una cama.
Un ajuar de palabras, de gestos, traídos, usados, gastados.
Unas normas de casa respetadas. Dichas. Hechas. Y siempre tendida la mano.
Me enamoré del invierno, de un septeto vienés y del verano.
De mapas, de una cabaña en la montaña, de una playa y una cama.
Un culto hecho de fechas, de irrevocables promesas,
de adorar un poco y ser devoto ante nada,
(…los periódicos doblados, las cenizas frías, el trozo de papel con una nota a mano)
de religión intrépida, puesto que la iglesia era esta cama.
De la vista del lago surgió mi inagotable pintura.
Desde el balcón había que saludar a la gente, mis vecinos.
A salvo junto a la chimenea cobraba su color más intenso mi pelo.
Era el timbre de la puerta al sonar la alarma de mi alegría.
No es a ti a quien perdí,
sino al mundo.
("life vest under your seat", s/c al traductor)
De uso compartido: las épocas del año, los libros y algo de música.
Las llaves, las tazas de té, la cesta del pan, sábanas y una cama.
Un ajuar de palabras, de gestos, traídos, usados, gastados.
Unas normas de casa respetadas. Dichas. Hechas. Y siempre tendida la mano.
Me enamoré del invierno, de un septeto vienés y del verano.
De mapas, de una cabaña en la montaña, de una playa y una cama.
Un culto hecho de fechas, de irrevocables promesas,
de adorar un poco y ser devoto ante nada,
(…los periódicos doblados, las cenizas frías, el trozo de papel con una nota a mano)
de religión intrépida, puesto que la iglesia era esta cama.
De la vista del lago surgió mi inagotable pintura.
Desde el balcón había que saludar a la gente, mis vecinos.
A salvo junto a la chimenea cobraba su color más intenso mi pelo.
Era el timbre de la puerta al sonar la alarma de mi alegría.
No es a ti a quien perdí,
sino al mundo.
("life vest under your seat", s/c al traductor)
lunes, 6 de mayo de 2019
Ted Hughes (1930/1998 )
Los caballos
Subí a través del bosque en la hora oscura antes del alba.
Un aire amenazante, una quietud de hielo;
ni una hoja, ni un pájaro:
un mundo hecho de escarcha. Llegué a lo alto del bosque
donde creaba al respirar figuras retorcidas en la luz de hierro.
Pero drenaban ya la oscuridad los valles
y luego –ennegreciendo los vestigios grises– en la linde
del claro se abrió el cielo. Y vi entonces los caballos.
Enormes en la espesa niebla –diez en total–
quietos como menhires. Respiraban inmóviles,
sus crines lacias, sus precisos cascos angulados,
sin hacer ningún ruido.
Pasé a su lado. Ninguno resopló ni giró la cabeza.
Fragmentos grises, silenciosos
de un silencioso mundo gris.
Y arriba en la ladera me detuve a escuchar el vacío.
Y el lamento de un pájaro mostró su filo en el silencio.
De a poco era posible percibir detalles. Luego
brotó naranja, rojo el rojo sol
en silencio, y rompiendo desde el centro una rasgada nube,
sacudió el fondo abierto, hizo ver el azul
y los grandes planetas suspendidos.
Yo volví,
tropezando en la fiebre de mi sueño, hacia el bosque
desde las cimas encendidas,
a donde estaban los caballos. Ahí seguían,
ahora humeando y brillantes en la luz,
sus lacias crines pétreas, sus cascos delicados
conmoviéndose en el deshielo mientras todo alrededor
fulguraba en los fuegos de la escarcha. Pero seguían en silencio.
Ninguno hizo un sonido,
con sus cabezas suspendidas, sin apuro, igual que el horizonte,
muy arriba del valle, bajo los altos rayos rojos.
En las calles ruidosas, a través de los años, las personas,
ojalá pueda siempre recordar este sitio solitario
entre los rayos y las nubes rojas, donde escuché los pájaros,
donde escuché durar los horizontes.
("hablar de poesía", trad. alejandro crotto y diego alfaro palma)
domingo, 5 de mayo de 2019
Uriel Martínez (1950 )
La vecina
de abajo
Ya había oscurecido el domingo, ya habías cotejado tus correos, el muro y tenías abierta la puerta de casa para que la luz del día se desvaneciera gradualmente, cuando llegó sin previo aviso mi vecina del segundo piso. Me puso sus garras, como es costumbre en ella, en el muslo izquierdo. Le dije que su dueña me pidió ya no darle leche ni chocolates, que ya no era una muchacha sino una adulta, recién desparasitada. Esto por prescripción veterinaria. Que se comportara como tal, le pedí. Entonces me levanté, cogí una galleta salada Gamesa y se la aventé al corredor. Cerré la puerta. Cuando se hubo ido, reabrí y ahí estaba, intacta, la galleta.
Aunque
Aunque no es noche salgo al
balcón y veo
los coches que
van llegando
al tanatorio, veo
si alguien
ha tirado una piedra
al cristal
de la ventana; ni aire
hace ni pasa
nadie, será un alma
sin puertas,
una sed lejana, una
nube que
nadie ve que va o viene.
Hotel
Hace cuanto
que no
coincido
contigo en aquel
hotel de
mala muerte,
en aquel
estanque de aguas
negras, en
aquel Río de los Perros,
en aquel
templo derruido
en que
juraste amor y fidelidad
sin fin, en
aquellas noches
en que nadie
ni nosotros vislumbramos
desenlace.
El regreso
Regresas a
Ítaca porque a dónde más irías, aunque las ráfagas en las paredes y los muros
derribados hablan mucho de una ciudad que no te ama. Ni tú a ella.
(muro fb del
autor)
sábado, 4 de mayo de 2019
Fernando Pessoa (1888/1935 )
No tengas nada en las manos
No tengas nada en las manos
ni una memoria en el alma,
que -cuando un día tus manos
pongan el óbolo último,
cuando las manos te abran-,
nada se te caiga de ellas.
¿Qué trono te quieren dar
que Átropos no te lo quite?
¿Qué laurel que no se mustie
en los arbitrios de Minos?
¿Qué horas que no te conviertan
en la estatua de sombra?
¿Que serás cuando, de noche,
estés al fin del camino?
Coge las flores, mas déjalas luego
caer, apenas miradas.
Al sol siéntate. Y abdica
para ser el rey de ti mismo.
("de sibilas y pitias", versión de ángel crespo)
No tengas nada en las manos
ni una memoria en el alma,
que -cuando un día tus manos
pongan el óbolo último,
cuando las manos te abran-,
nada se te caiga de ellas.
¿Qué trono te quieren dar
que Átropos no te lo quite?
¿Qué laurel que no se mustie
en los arbitrios de Minos?
¿Qué horas que no te conviertan
en la estatua de sombra?
¿Que serás cuando, de noche,
estés al fin del camino?
Coge las flores, mas déjalas luego
caer, apenas miradas.
Al sol siéntate. Y abdica
para ser el rey de ti mismo.
("de sibilas y pitias", versión de ángel crespo)
viernes, 3 de mayo de 2019
Yannis Ritsos (1909/1990 )
Un marinero viejo
El abuelo en un rincón,
en el otro sus diez nietos,
y nueve velas hincadas
en el pan están ardiendo.
Los niños callan, las madres
se arrancan locas el pelo
y, al fondo, la libertad
mira y suspira en silencio.
Piedras
Llegan y se van los días, sin plan y sin sorpresas.
Las piedras se empapan de luz y de memoria.
Hay uno que coloca una piedra por almohada.
Otro que, antes de bañarse, deja su ropa debajo de una piedra,
que no la lleve el aire. Otro que usa una piedra por escaño
o mojón en su huerto, el cementerio, el establo, el bosque.
Tarde, tras la puesta del sol, al volver a casa,
cualquier piedra de la playa que pongas en tu mesa
es una estatuilla – una pequeña Niki, o el perro de Artemisa -,
y esa piedra en que a mediodía un joven posó sus pies mojados,
es un Patroclo, con pestañas cerradas y sombrías.
("trianarts", trad. román bermejo)
El abuelo en un rincón,
en el otro sus diez nietos,
y nueve velas hincadas
en el pan están ardiendo.
Los niños callan, las madres
se arrancan locas el pelo
y, al fondo, la libertad
mira y suspira en silencio.
Piedras
Llegan y se van los días, sin plan y sin sorpresas.
Las piedras se empapan de luz y de memoria.
Hay uno que coloca una piedra por almohada.
Otro que, antes de bañarse, deja su ropa debajo de una piedra,
que no la lleve el aire. Otro que usa una piedra por escaño
o mojón en su huerto, el cementerio, el establo, el bosque.
Tarde, tras la puesta del sol, al volver a casa,
cualquier piedra de la playa que pongas en tu mesa
es una estatuilla – una pequeña Niki, o el perro de Artemisa -,
y esa piedra en que a mediodía un joven posó sus pies mojados,
es un Patroclo, con pestañas cerradas y sombrías.
("trianarts", trad. román bermejo)
jueves, 2 de mayo de 2019
Constantino Cavafis (1863/1933 )
El viejo
En una esquina del café sonoro de murmullos confusos
un anciano sentado se inclina sobre la mesa,
leyendo un periódico, sin compañía.
Y en el ocaso de su miserable senectud
piensa cuán poco gozó en los años)
cuando tuvo la fuerza y el verbo y la belleza.
Sabe que está muy viejo, y lo siente, y lo ve.
Y, sin embargo, le parece que la juventud
fue ayer. ¡Corto intervalo, corto!
Y piensa en qué forma lo embaucó la prudencia,
cómo de ella se fió y qué locura
cuando la engañadora le decía: «Mañana.
Tienes todo tu tiempo».
Se acuerda de los impulsos que detuvo y cuántas
delicias sacrificó. Ocasiones perdidas
que burla ahora su prudencia insensata.
…A fuerza de rumiar pensamientos y recuerdos
el vértigo lo invade. Y se duerme
inclinado sobre la mesa del café.
("trianarts", trad. fernando arbeláez)
En una esquina del café sonoro de murmullos confusos
un anciano sentado se inclina sobre la mesa,
leyendo un periódico, sin compañía.
Y en el ocaso de su miserable senectud
piensa cuán poco gozó en los años)
cuando tuvo la fuerza y el verbo y la belleza.
Sabe que está muy viejo, y lo siente, y lo ve.
Y, sin embargo, le parece que la juventud
fue ayer. ¡Corto intervalo, corto!
Y piensa en qué forma lo embaucó la prudencia,
cómo de ella se fió y qué locura
cuando la engañadora le decía: «Mañana.
Tienes todo tu tiempo».
Se acuerda de los impulsos que detuvo y cuántas
delicias sacrificó. Ocasiones perdidas
que burla ahora su prudencia insensata.
…A fuerza de rumiar pensamientos y recuerdos
el vértigo lo invade. Y se duerme
inclinado sobre la mesa del café.
("trianarts", trad. fernando arbeláez)
miércoles, 1 de mayo de 2019
Cindy Jiménez Vera (1978 )
Mitopoiesis
Aquel día llegó con una carta de desalojo en las manos. Fue así como el horno, las gavetas, las cortinas y los zapatos dejaron de aparecer en aquellos poemas
domésticos.
Aquel día llegó con una carta de desalojo en las manos. Fue así como el horno, las gavetas, las cortinas y los zapatos dejaron de aparecer en aquellos poemas
domésticos.
("poesía cuatro")