Los nombres de los muertos
Abrió la mano y contó con los dedos
los nombres de los muertos,
Luego usó los dedos de la otra mano.
Añadió a la lista los colores que le rodeaban,
las ramas del árbol que estaba frente a su casa,
las plantas del camino y las hojas del bosque.
Y antes de dormirse,
Añadió su propio nombre.
("life vest under your seat", s/c al traductor)
miércoles, 30 de noviembre de 2016
martes, 29 de noviembre de 2016
Jesús Munárriz (1940 )
Fast food
Frente al luciente centro comercial
recién inaugurado,
dos pobres -pobre y pobra-
dispuestos a almorzar:
comida rápida.
Dos bolsas negras llenas de basura
con cuidado escogidas
de las que embuten el contenedor
de una comunidad de propietarios.
Sentados en la acera sin asfaltar aún,
junto a una estaca de árbol de plantación reciente,
su botín escudriñan
y devoran:
huesos poco apurados, mondas de fruta, pan
seco, unos espaguetis, unos tomates pochos,
patatas fritas frías,
un menú equilibrado tal vez, asequible al menos,
que riega rojo el tinto.
Mutuamente se ofrecen con amor
los mejores hallazgos y preseas.
Fast food y todo gratis,
aquí no ahoga Dios, decir parecen,
aquí sólo desecha.
("apología de la luz")
Frente al luciente centro comercial
recién inaugurado,
dos pobres -pobre y pobra-
dispuestos a almorzar:
comida rápida.
Dos bolsas negras llenas de basura
con cuidado escogidas
de las que embuten el contenedor
de una comunidad de propietarios.
Sentados en la acera sin asfaltar aún,
junto a una estaca de árbol de plantación reciente,
su botín escudriñan
y devoran:
huesos poco apurados, mondas de fruta, pan
seco, unos espaguetis, unos tomates pochos,
patatas fritas frías,
un menú equilibrado tal vez, asequible al menos,
que riega rojo el tinto.
Mutuamente se ofrecen con amor
los mejores hallazgos y preseas.
Fast food y todo gratis,
aquí no ahoga Dios, decir parecen,
aquí sólo desecha.
("apología de la luz")
lunes, 28 de noviembre de 2016
Luis García Montero (1958 )
Da vergüenza decirlo
Con los ojos vendados,
para que no pudieses recordar el camino,
intenté conducirte
al refugio sereno donde guardé mi vida.
Da vergüenza decirlo,
pero a veces los años construyen una casa
de medios sentimientos,
de verdades medianas,
de pasiones dormidas como animales viejos,
de cenizas y sueños humillados.
Y el cuerpo se acostumbra,
y las sombras apoyan su cabeza
en un pecho de sombra,
y el corazón se siente en paz o se doblega
a una derrota cómoda sin heridas mortales.
Da vergüenza decirlo.
Con los ojos vendados
para que no pudieses recordar el camino,
intenté conducirte
a mi mundo sereno de verdades a medias.
No me ha sido posible.
Esta noche insegura,
que mueve los relojes con la prisa
de tu pulso más vivo,
me envuelve y me repite:
no te ha sido posible.
Esta noche de viento,
que fue soltando amarras hasta quedarse tuya
como un delirio de melena negra,
me llama y me confirma:
no te ha sido posible.
Esta noche de gente
que pasa por las calles con tus ojos,
con la forma que tienes de vestirte,
con tu sonrisa de país lejano,
esta noche me empuja y me convence:
no te ha sido posible.
Y aquí estoy yo,
que voy soltando amarras hasta quedarme tuyo
y camino hacia el mar
con los ojos cerrados,
como una barca deja su refugio,
una barca feliz que se repite:
no me ha sido posible,
porque nada me importa,
sólo tu piel,
la piel de una tormenta.
Da vergüenza decirlo.
Con los ojos vendados,
para que no pudieses recordar el camino,
intenté conducirte
al refugio sereno donde guardé mi vida.
Da vergüenza decirlo,
pero a veces los años construyen una casa
de medios sentimientos,
de verdades medianas,
de pasiones dormidas como animales viejos,
de cenizas y sueños humillados.
Y el cuerpo se acostumbra,
y las sombras apoyan su cabeza
en un pecho de sombra,
y el corazón se siente en paz o se doblega
a una derrota cómoda sin heridas mortales.
Da vergüenza decirlo.
Con los ojos vendados
para que no pudieses recordar el camino,
intenté conducirte
a mi mundo sereno de verdades a medias.
No me ha sido posible.
Esta noche insegura,
que mueve los relojes con la prisa
de tu pulso más vivo,
me envuelve y me repite:
no te ha sido posible.
Esta noche de viento,
que fue soltando amarras hasta quedarse tuya
como un delirio de melena negra,
me llama y me confirma:
no te ha sido posible.
Esta noche de gente
que pasa por las calles con tus ojos,
con la forma que tienes de vestirte,
con tu sonrisa de país lejano,
esta noche me empuja y me convence:
no te ha sido posible.
Y aquí estoy yo,
que voy soltando amarras hasta quedarme tuyo
y camino hacia el mar
con los ojos cerrados,
como una barca deja su refugio,
una barca feliz que se repite:
no me ha sido posible,
porque nada me importa,
sólo tu piel,
la piel de una tormenta.
Da vergüenza decirlo.
("rua das pretas")
sábado, 26 de noviembre de 2016
Eduardo Bechara (1972 )
Llanto
Treinta años pidiendo que
no lloráramos tu muerte.
La primera vez en uno
de esos almuerzos de domingo:
Carolina tenía diez años,
Daniel seis
y yo ocho…
Nos miramos,
un ácido quemó
mi estómago,
te pedimos que no hablaras
de esas cosas.
Mamá en silencio…
sus ojos perdidos
ocultaban su miedo.
Te gustaba traer el tema
cuando estábamos juntos.
Empezaste a sumarle al discurso
tu última voluntad:
lanzar tu cuerpo al mar
para volver a la naturaleza.
Siempre que te escuchaba
regresaba la amargura,
el desencanto,
y el ácido volvía a quemar
la boca de mi estómago.
Un año nuevo en Manhattan
te oí decir que habías llevado una
vida larga,
yo tenía treinta y cinco…
Cada vez que lo decías volvía
el desasosiego
para envolvernos
a mamá y a mí.
Entonces, ya respirabas
con dificultad,
te cansabas,
preferías no salir a caminar…
Hoy tengo treinta y ocho,
ella te susurra
y te veo resistir
conectado a una máquina
que respira por ti.
Lloro,
todos lloran,
tú nos miras en silencio.
Treinta años pidiendo que
no lloráramos tu muerte.
La primera vez en uno
de esos almuerzos de domingo:
Carolina tenía diez años,
Daniel seis
y yo ocho…
Nos miramos,
un ácido quemó
mi estómago,
te pedimos que no hablaras
de esas cosas.
Mamá en silencio…
sus ojos perdidos
ocultaban su miedo.
Te gustaba traer el tema
cuando estábamos juntos.
Empezaste a sumarle al discurso
tu última voluntad:
lanzar tu cuerpo al mar
para volver a la naturaleza.
Siempre que te escuchaba
regresaba la amargura,
el desencanto,
y el ácido volvía a quemar
la boca de mi estómago.
Un año nuevo en Manhattan
te oí decir que habías llevado una
vida larga,
yo tenía treinta y cinco…
Cada vez que lo decías volvía
el desasosiego
para envolvernos
a mamá y a mí.
Entonces, ya respirabas
con dificultad,
te cansabas,
preferías no salir a caminar…
Hoy tengo treinta y ocho,
ella te susurra
y te veo resistir
conectado a una máquina
que respira por ti.
Lloro,
todos lloran,
tú nos miras en silencio.
("marcelo leites")
viernes, 25 de noviembre de 2016
Pedro S. Sanz (1970 )
Memoria de la tierra
Sólo somos memoria,
quebradizos los huesos,
tomados del primer
cañaveral, muy débil, inexperto,
por el viento batido.
Lo demás sólo barro,
masa informe de donde surge el alma.
La muerte sea quizás
depositar las cañas, más el lodo
gris de nuestras miserias,
ante la puerta cerrada del cielo.
Quizá la muerte sea
perder la memoria de nuestras manos.
("crepusculario siglo 21")
Sólo somos memoria,
quebradizos los huesos,
tomados del primer
cañaveral, muy débil, inexperto,
por el viento batido.
Lo demás sólo barro,
masa informe de donde surge el alma.
La muerte sea quizás
depositar las cañas, más el lodo
gris de nuestras miserias,
ante la puerta cerrada del cielo.
Quizá la muerte sea
perder la memoria de nuestras manos.
("crepusculario siglo 21")
jueves, 24 de noviembre de 2016
Manuel Bandeira (1886/1968 )
Desencanto
Yo hago versos como quien llora
De desaliento… de desencanto…
Cierra mi libro, si por ahora
No tienes motivo alguno de llanto.
Mi verso es sangre. Voluptuosidad ardiente
Tristeza esparcida… remordimiento vano…
Me duele en las venas. Amargo y caliente
Cae, gota a gota, del corazón.
Y en estos versos de angustia ronca
Así de los labios la vida corre,
Dejando un acre sabor en la boca.
–Yo hago versos como quien muere.
("poéticas", trad. helga maria saboia becerra)
Yo hago versos como quien llora
De desaliento… de desencanto…
Cierra mi libro, si por ahora
No tienes motivo alguno de llanto.
Mi verso es sangre. Voluptuosidad ardiente
Tristeza esparcida… remordimiento vano…
Me duele en las venas. Amargo y caliente
Cae, gota a gota, del corazón.
Y en estos versos de angustia ronca
Así de los labios la vida corre,
Dejando un acre sabor en la boca.
–Yo hago versos como quien muere.
("poéticas", trad. helga maria saboia becerra)
miércoles, 23 de noviembre de 2016
Alda Merini (1931/2009 )
La Tierra Santa
He conocido Jericó.
he tenido también yo mi Palestina,
las murallas del manicomio
eran las murallas de Jericó
y una charca de agua infectada
nos ha bautizado a todos.
Ahí adentro éramos hebreos
y los Fariseos estaban arriba
y allí estaba también el Mesías
confundido en la multitud:
un loco que aullaba al Cielo
todo su amor por Dios.
Todos nosotros, rebaño de ascetas
éramos como los pájaros
y cada tanto una red
oscura nos aprisionaba
pero íbamos a las misas
las misas de nuestro Señor
y Cristo Salvador.
Fuimos lavados y sepultos,
olíamos a incienso.
Y después, cuando amábamos
nos hacían los electroshocks
porque, decían, un loco
no puede amar a nadie.
Pero un día dentro del sepulcro
también yo fui reanimada
y también yo como Jesús
he tenido mi resurrección,
pero no subí a los cielos
descendí al infierno
desde donde vuelvo a mirar atónita
las murallas de la antigua Jericó.
("otra iglesia es imposible", versión j. aulicino)
He conocido Jericó.
he tenido también yo mi Palestina,
las murallas del manicomio
eran las murallas de Jericó
y una charca de agua infectada
nos ha bautizado a todos.
Ahí adentro éramos hebreos
y los Fariseos estaban arriba
y allí estaba también el Mesías
confundido en la multitud:
un loco que aullaba al Cielo
todo su amor por Dios.
Todos nosotros, rebaño de ascetas
éramos como los pájaros
y cada tanto una red
oscura nos aprisionaba
pero íbamos a las misas
las misas de nuestro Señor
y Cristo Salvador.
Fuimos lavados y sepultos,
olíamos a incienso.
Y después, cuando amábamos
nos hacían los electroshocks
porque, decían, un loco
no puede amar a nadie.
Pero un día dentro del sepulcro
también yo fui reanimada
y también yo como Jesús
he tenido mi resurrección,
pero no subí a los cielos
descendí al infierno
desde donde vuelvo a mirar atónita
las murallas de la antigua Jericó.
("otra iglesia es imposible", versión j. aulicino)
martes, 22 de noviembre de 2016
Xosé Bolado (1946 )
Escrituras sagradas
Quién, cerca de la muerte,
no se acobarda por la blancura del papel,
por el silencio de la tierra deshabitada,
por la corriente que se despeña indiferente
a los abedules nuevos como arriba
lo fuese a la luz festiva del serbal.
Quién en esta circunstancia cotidiana
puede negarse a darle madre a la voz
y a no testar en líneas largas y claras
todas las palabras en las que sintió la vida.
Cómo irse callando
sin tapiarle la herencia a una ventana,
sin dejarle al compañero las escrituras sagradas.
("portal de poesía")
Quién, cerca de la muerte,
no se acobarda por la blancura del papel,
por el silencio de la tierra deshabitada,
por la corriente que se despeña indiferente
a los abedules nuevos como arriba
lo fuese a la luz festiva del serbal.
Quién en esta circunstancia cotidiana
puede negarse a darle madre a la voz
y a no testar en líneas largas y claras
todas las palabras en las que sintió la vida.
Cómo irse callando
sin tapiarle la herencia a una ventana,
sin dejarle al compañero las escrituras sagradas.
("portal de poesía")
lunes, 21 de noviembre de 2016
Alberto Blanco (1951 )
Declaración de amor a la orilla del mundo
Todo lo que no alcanzamos a decirnos
lo dijeron los árboles temblando por nosotros:
las espigas rosadas al borde del camino,
los pájaros hundidos en su canto invisible
y un rumor que venía de todas partes y de ninguna.
Recuerdo que me detuve a recoger una piedra
y la levanté con gran cuidado -amorosamente-
como si hubiera sido un pajarillo
que acabara de caerse de su nido.
La puse junto a tu oído y te dije:
- Cierra los ojos… ¿la escuchas?
- Sí, ¿qué es?
- Es la niebla.
("portal de poesía")
Todo lo que no alcanzamos a decirnos
lo dijeron los árboles temblando por nosotros:
las espigas rosadas al borde del camino,
los pájaros hundidos en su canto invisible
y un rumor que venía de todas partes y de ninguna.
Recuerdo que me detuve a recoger una piedra
y la levanté con gran cuidado -amorosamente-
como si hubiera sido un pajarillo
que acabara de caerse de su nido.
La puse junto a tu oído y te dije:
- Cierra los ojos… ¿la escuchas?
- Sí, ¿qué es?
- Es la niebla.
("portal de poesía")
domingo, 20 de noviembre de 2016
Uriel Martínez (1950 )
La mesa servida
qué ventaja llevan sobre
nosotros nuestros muertos,
cuántos grafitos y cuadernos
hemos acumulado ante
la imposibilidad de mostrarlos,
de exhibirlos en sueños,
en recuerdos, en camas derruidas
cuántos silencios les debemos
a ellos, los fallecidos; cuántas
moscas se posaron sobre párpados
inertes, labios blancos, fríos,
mojados en ausencia
cuántos calendarios más
nos faltan para olvidarlos,
para no llevarlos al lado,
en la parte más secreta
de chamarras, camisas, abrigos
y botones perdidos
cuántos muertos en orden
alfabético siguen ahí, guardados
sin reposo, sin nosotros
con ellos, sin café, sin mesa,
no más con su silencio,
su ausencia tan querida.
Como cáncer presentido, adivinado,
acurrucados dormimos, los dedos
trenzados a la distancia;
sí, a la distancia, en aquella
luz que apenas titila.
[Inédito]
qué ventaja llevan sobre
nosotros nuestros muertos,
cuántos grafitos y cuadernos
hemos acumulado ante
la imposibilidad de mostrarlos,
de exhibirlos en sueños,
en recuerdos, en camas derruidas
cuántos silencios les debemos
a ellos, los fallecidos; cuántas
moscas se posaron sobre párpados
inertes, labios blancos, fríos,
mojados en ausencia
cuántos calendarios más
nos faltan para olvidarlos,
para no llevarlos al lado,
en la parte más secreta
de chamarras, camisas, abrigos
y botones perdidos
cuántos muertos en orden
alfabético siguen ahí, guardados
sin reposo, sin nosotros
con ellos, sin café, sin mesa,
no más con su silencio,
su ausencia tan querida.
Como cáncer presentido, adivinado,
acurrucados dormimos, los dedos
trenzados a la distancia;
sí, a la distancia, en aquella
luz que apenas titila.
[Inédito]
sábado, 19 de noviembre de 2016
Juan Carlos Mestre (1957 )
Asamblea
Queridos compañeros carpinteros y ebanistas,
les traigo el saludo solidario de los metafísicos,
también para nosotros la situación se ha hecho insostenible,
los afiliados se niegan a seguir pagando cuotas,
a partir de este momento la lírica no existe,
con el permiso de ustedes la poesía
ha decidido dar por terminadas sus funciones este invierno,
no lo tomen a mal,
pero aún quisiéramos pedirles una cosa,
mis viejos camaradas amigos de los árboles,
acuérdense de nosotros cuando canten La Internacional.
("rua das pretas")
Queridos compañeros carpinteros y ebanistas,
les traigo el saludo solidario de los metafísicos,
también para nosotros la situación se ha hecho insostenible,
los afiliados se niegan a seguir pagando cuotas,
a partir de este momento la lírica no existe,
con el permiso de ustedes la poesía
ha decidido dar por terminadas sus funciones este invierno,
no lo tomen a mal,
pero aún quisiéramos pedirles una cosa,
mis viejos camaradas amigos de los árboles,
acuérdense de nosotros cuando canten La Internacional.
("rua das pretas")
viernes, 18 de noviembre de 2016
Juan Vicente Piqueras (1960 )
Víspera de quedarse
Todo está preparado: la maleta,
las camisas, los mapas, la fatua esperanza.
Me estoy quitando el polvo de los párpados.
Me he puesto en la solapa
la rosa de los vientos.
Todo está a punto: el mar, el aire, el atlas.
Sólo me falta el cuándo,
el adónde, un cuaderno de bitácora,
cartas de marear, vientos propicios,
valor y alguien que sepa
quererme como no me quiero yo.
El barco que no existe, la mirada,
los peligros, las manos del asombro,
todo está preparado: en serio, en vano.
("rua das pretas)
Todo está preparado: la maleta,
las camisas, los mapas, la fatua esperanza.
Me estoy quitando el polvo de los párpados.
Me he puesto en la solapa
la rosa de los vientos.
Todo está a punto: el mar, el aire, el atlas.
Sólo me falta el cuándo,
el adónde, un cuaderno de bitácora,
cartas de marear, vientos propicios,
valor y alguien que sepa
quererme como no me quiero yo.
El barco que no existe, la mirada,
los peligros, las manos del asombro,
todo está preparado: en serio, en vano.
("rua das pretas)
jueves, 17 de noviembre de 2016
Karmelo C. Iribarren (1959 )
¡Claro!
Me miro en una foto
de cuando tenía veinte años
y no me reconozco.
"No puede ser -me digo-
que ese inocente con cara de pan
ázimo, sea yo. Qué ha hecho
de mí, la vida". Y me sirvo
otro trago. Y luego otro. Y otro.
Y empiezo a verlo todo
muchísimo más claro.
("rua das pretas")
Me miro en una foto
de cuando tenía veinte años
y no me reconozco.
"No puede ser -me digo-
que ese inocente con cara de pan
ázimo, sea yo. Qué ha hecho
de mí, la vida". Y me sirvo
otro trago. Y luego otro. Y otro.
Y empiezo a verlo todo
muchísimo más claro.
("rua das pretas")
miércoles, 16 de noviembre de 2016
Alfonsina Storni (1892/1938 )
Espera
He de darte las manos, espera, todavía
está llena la tierra del murmullo del día.
La bóveda celeste no deja ver ninguna
de sus estrellas... duerme en los cielos la luna.
He de darte las manos, pero aguarda, que ahora
todo piensa y trabaja -la vida es previsora-
Pero el corazón mío se esconde solitario,
desconsolado y triste por el bullicio diario.
Hace falta que todo lo que se mueve cobre
una vaga pereza, que el esfuerzo zozobre,
que caiga sobre el mundo un tranquilo descanso,
un medio todo dulce, consolador y manso.
Espera... dulcemente, balsámica de calma,
se llegará la noche, yo te daré las manos,
pero ahora lo impiden esos ruidos mundanos;
hay luz en demasía, no puedo verte el alma.
He de darte las manos, espera, todavía
está llena la tierra del murmullo del día.
La bóveda celeste no deja ver ninguna
de sus estrellas... duerme en los cielos la luna.
He de darte las manos, pero aguarda, que ahora
todo piensa y trabaja -la vida es previsora-
Pero el corazón mío se esconde solitario,
desconsolado y triste por el bullicio diario.
Hace falta que todo lo que se mueve cobre
una vaga pereza, que el esfuerzo zozobre,
que caiga sobre el mundo un tranquilo descanso,
un medio todo dulce, consolador y manso.
Espera... dulcemente, balsámica de calma,
se llegará la noche, yo te daré las manos,
pero ahora lo impiden esos ruidos mundanos;
hay luz en demasía, no puedo verte el alma.
("de sibilas y pitias")
martes, 15 de noviembre de 2016
Moya Cannon (1956 )
Manos
para eamonn y kathleen
Fue en algún lugar sobre la costa noreste de Brasil,
sobre Fortaleza, una ciudad de la que nada sé,
salvo que está llena de gente
cuyas vidas son un misterio
mayor que el río Amazonas;
fue ahí, mientras el avioncito del monitor de vuelo
se desplazaba al ecuador
y viraba al este hacia Marruecos,
cuando empecé de nuevo a pensar en las manos,
en lo extraño que es que nuestras vidas
–la vida de la francesita pelirroja a mi izquierda,
la vida del niño argentino a mi derecha,
mi vida y las vidas de todos los pasajeros dormidos
que están siendo rápidamente transportados en la oscuridad
sobre el oscurecido Atlántico–,
todas esas vidas ahora estuvieran siendo sujetadas
por las manos del piloto,
y pienso en otras manos que pueden sostener nuestras vidas,
las manos del cirujano
a quien tendré que volver a ver cuando llegue a casa,
las manos de la inteligente enfermera de cabello negro
que desenrolló de mi cuello el cordón umbilical,
las suaves manos de mi madre,
las manos de esos otros
que me quisieron
hasta que parece casi
como si esto fuera lo que es la vida humana:
ser pasado de mano en mano,
ser, improbablemente, llevado sobre un océano.
para eamonn y kathleen
Fue en algún lugar sobre la costa noreste de Brasil,
sobre Fortaleza, una ciudad de la que nada sé,
salvo que está llena de gente
cuyas vidas son un misterio
mayor que el río Amazonas;
fue ahí, mientras el avioncito del monitor de vuelo
se desplazaba al ecuador
y viraba al este hacia Marruecos,
cuando empecé de nuevo a pensar en las manos,
en lo extraño que es que nuestras vidas
–la vida de la francesita pelirroja a mi izquierda,
la vida del niño argentino a mi derecha,
mi vida y las vidas de todos los pasajeros dormidos
que están siendo rápidamente transportados en la oscuridad
sobre el oscurecido Atlántico–,
todas esas vidas ahora estuvieran siendo sujetadas
por las manos del piloto,
y pienso en otras manos que pueden sostener nuestras vidas,
las manos del cirujano
a quien tendré que volver a ver cuando llegue a casa,
las manos de la inteligente enfermera de cabello negro
que desenrolló de mi cuello el cordón umbilical,
las suaves manos de mi madre,
las manos de esos otros
que me quisieron
hasta que parece casi
como si esto fuera lo que es la vida humana:
ser pasado de mano en mano,
ser, improbablemente, llevado sobre un océano.
("el poeta ocasional", versión jorge fondebrider)
lunes, 14 de noviembre de 2016
Sharon Olds (1942 )
Ahogándose
Las madres están sentadas en la cocina, las últimas
horas de la tarde, la luz como resina
sólida en el agua junto a los tallos dorados,
el té como ámbar de bailarinas; se sumergen
en su lengua, charlan. Están siempre temiendo
lo peor para sus hijos; la grieta entre las tablas,
el clavo, el gancho, las escaleras al sótano,
toda la sangre de sus pequeños cuerpos –
Si mirás por la ventana mientras la oscuridad se filtra
y el cuarto es como una jarra amarilla,
hay un ángulo, hay un momento, en que se puede ver que cada
madre
lleva una mujer colgada al cuello
arrastrándola– su propia madre que la agarra y la hunde
en la luz que se apaga.
("malón malón", pdf, trad. de maver y foglia)
Las madres están sentadas en la cocina, las últimas
horas de la tarde, la luz como resina
sólida en el agua junto a los tallos dorados,
el té como ámbar de bailarinas; se sumergen
en su lengua, charlan. Están siempre temiendo
lo peor para sus hijos; la grieta entre las tablas,
el clavo, el gancho, las escaleras al sótano,
toda la sangre de sus pequeños cuerpos –
Si mirás por la ventana mientras la oscuridad se filtra
y el cuarto es como una jarra amarilla,
hay un ángulo, hay un momento, en que se puede ver que cada
madre
lleva una mujer colgada al cuello
arrastrándola– su propia madre que la agarra y la hunde
en la luz que se apaga.
("malón malón", pdf, trad. de maver y foglia)
domingo, 13 de noviembre de 2016
Uriel Martínez (1950 )
El regreso de Arturo Belano
1. Si viviera hoy 8 de noviembre, habría vuelto a México para reunirse con Arturo Belano. Al enterarse que ya habría muerto, organizaría la poesía inédita que dejó el autor de "Jeta de santo" y retiraría del mercado editorial las antologías apócrifas que circulan desde Oaxaca (almadía), Cuernavaca (la ratona cartonera) y actualizaría el índice de "Muchachos desnudos bajo el arco iris de fuego". Llegaría con sus hijos a iniciar una nueva vida y se instalaría en un departamento de renta congelada del centro histórico, la colonia Doctores o Jardín Balbuena.
2. Su regreso, por supuesto, incomodaría a muchos, a miles. Lima representaría, para ellos, una amenaza metafísica, la salida de su ataúd de Frankenstein, que regresa para acabar con Mary Shelley y sus imitadores. Ya instalado en su nueva vida, el autor de "Amuleto" rastrearía el final incierto de Darío Galicia, el poeta evaporado misteriosamente cuando descendía los escalones en la boca del metro Balderas. Despertaría al imbécil que dormido teje distintas hipótesis sobre el fin del autor de "Narraciones cinematográficas".
3. De modo sistemático se negaría a participar en mesas redondas y encuentros acerca de la herencia literaria de los Infrarrealistas; y recogería de la circulación las versiones falsas del Manifiesto redactado por él y Arturo Belano. Daría a la prensa las fotos inéditas que conservó toda su primera vida de sus reuniones en el café La Habana, de los convivios en casa de Blanca Haro y en el depa de Elena Milán, de los cuartos de azotea de Tacubaya donde se cocinaron los poemas aún inéditos de Belano yel propio Lima.
4. Ya anciano, dominado por su bipolaridad, el último día de su vida: a) se arrojaría a las vías del metro, b) se daría un tiro con un arma decomisada a un poli pacheco; c) moriría de un pasón una madrugada fría en la Alameda aunque la autopsia precisaría que falleció de hipotermia; etcétera.
5. Incluso en el último instante recordaría al primer amor de su vida mexicana, Lisa.
(en muro fb 'la azotea')
sábado, 12 de noviembre de 2016
Felipe Benítez Reyes (1960 )
Playa en octubre
Todo es un tanto gris, pero la luz
tiende, despreocupada, ante nosotros
la nostalgia dorada de otros días.
Aún no somos mayores
y el tiempo es voz lejana.
En la vieja amistad reconocidos,
sabemos que el año próximo
tendrán palabras nuevas nuestras vidas,
y serán luminosas.
("life vest under your seat")
Todo es un tanto gris, pero la luz
tiende, despreocupada, ante nosotros
la nostalgia dorada de otros días.
Aún no somos mayores
y el tiempo es voz lejana.
En la vieja amistad reconocidos,
sabemos que el año próximo
tendrán palabras nuevas nuestras vidas,
y serán luminosas.
("life vest under your seat")
viernes, 11 de noviembre de 2016
Rosario Bléfari (1965 )
Nogal
Yo tuve un nogal amigo que era un elefante
sus hojas eran ojos que vibraban con el viento
y el estuche verde de sus nueces teñía las manos
su corteza se desprendía en anillos
era mi hermano gris
generoso y suave
era fácil treparlo
abrazarlo
acariciarlo
llegar muy alto
esconderse entre sus brazos
mis ojos latiendo entre sus ojos
sintiendo el perfume de las cercanas cerezas maduras
debería haber llorado sobre las marcas
cuando la soga de la hamaca fue retirada
porque ya era la despedida
ahora él sigue en el mismo lugar
tal vez más gruesos sus brazos más finos
tal vez haya sobrepasado el tejado
y sigan cerca los frutales vecinos
y cuando yo ya no esté en este mundo
él seguirá creciendo y reconstruyéndose
y no seré más la que lo abandonó para seguir su camino
sino parte de todo lo que él deja atrás
en el transcurrir de su larga vida enraizada.
("marcelo leites")
Yo tuve un nogal amigo que era un elefante
sus hojas eran ojos que vibraban con el viento
y el estuche verde de sus nueces teñía las manos
su corteza se desprendía en anillos
era mi hermano gris
generoso y suave
era fácil treparlo
abrazarlo
acariciarlo
llegar muy alto
esconderse entre sus brazos
mis ojos latiendo entre sus ojos
sintiendo el perfume de las cercanas cerezas maduras
debería haber llorado sobre las marcas
cuando la soga de la hamaca fue retirada
porque ya era la despedida
ahora él sigue en el mismo lugar
tal vez más gruesos sus brazos más finos
tal vez haya sobrepasado el tejado
y sigan cerca los frutales vecinos
y cuando yo ya no esté en este mundo
él seguirá creciendo y reconstruyéndose
y no seré más la que lo abandonó para seguir su camino
sino parte de todo lo que él deja atrás
en el transcurrir de su larga vida enraizada.
("marcelo leites")
jueves, 10 de noviembre de 2016
Philip Larkin (1922/1985 )
Contar
Pensar de a uno
Se hace fácil:
Un cuarto, una cama, una silla,
Una persona allí,
Tiene un sentido cabal; una serie
De deseos pueden cumplirse
Un ataúd llenarse.
Pero contar hasta dos
Es más difícil de hacer;
Porque uno debe ser negado
Antes de intentarlo.
("otra iglesia es imposible", versión jorge fondebrider)
miércoles, 9 de noviembre de 2016
Armando Roa Vial (1966 )
Escala al infinito, relectura de Leopardi
Entre hontanares y marjales
el tenue clamor del viento
despeina estas orillas
dispersando las gaviotas.
El horizonte se agolpa indeciso
sobre la quilla impaciente del atardecer:
olas remolcadas bajo la estela del sol
en los arrecifes de un litoral adormecido.
El flujo y reflujo de la marea:
sargazos, tumultos de espuma,
la sal silenciosa de los días
en los archipiélagos de la soledad.
Y todo para que mares de otros tiempos
bañen mi silueta
con el dulce naufragio de un hombre.
Cuando las riberas del lenguaje han dejado de abrevar.
("otra iglesia es imposible")
Entre hontanares y marjales
el tenue clamor del viento
despeina estas orillas
dispersando las gaviotas.
El horizonte se agolpa indeciso
sobre la quilla impaciente del atardecer:
olas remolcadas bajo la estela del sol
en los arrecifes de un litoral adormecido.
El flujo y reflujo de la marea:
sargazos, tumultos de espuma,
la sal silenciosa de los días
en los archipiélagos de la soledad.
Y todo para que mares de otros tiempos
bañen mi silueta
con el dulce naufragio de un hombre.
Cuando las riberas del lenguaje han dejado de abrevar.
("otra iglesia es imposible")
martes, 8 de noviembre de 2016
Darío Rojo (1964 )
Una tabla sostenida por monstruos marinos
eso es el fin. Pero al no poder soportar
una verdad tan simple
tuvimos que inventar la noción de infinito.
Un complejo sistema de combinatorias que sólo
es posible cuando olvidamos el par de tortugas
que todo lo sostiene: una de espaldas a la otra.
("otra iglesia es imposible")
eso es el fin. Pero al no poder soportar
una verdad tan simple
tuvimos que inventar la noción de infinito.
Un complejo sistema de combinatorias que sólo
es posible cuando olvidamos el par de tortugas
que todo lo sostiene: una de espaldas a la otra.
("otra iglesia es imposible")
lunes, 7 de noviembre de 2016
Sharon Olds (1942 )
Innombrable
Ahora empiezo a mirar el amor
distinto, ahora que sé que no
estoy bajo su luz. Quiero preguntarle a mi
casi–ya–no marido cómo es esto de no
amar, pero él no quiere hablar de eso,
él quiere calma para el n de lo nuestro.
Y a veces siento como si yo, ahora,
no estuviera acá – estoy bajo su mirada
de treinta años, no bajo la mirada del amor,
siento una invisibilidad
como un neutrón en una cámara de niebla
perdido en un acelerador gigante, donde
lo que no se puede ver es inferido
a partir de lo visible.
Después de que suena la alarma,
lo acaricio, mi mano es como una cantante
que canta a lo largo de él, como si fuera
la carne de él la que canta, en todo su registro,
tenor de la vértebra más alta,
barítono, bajo, contrabajo.
Quiero decirle, ahora, ¿Cómo
era amarme –cuando me mirabas,
qué veías? Cuando él me amaba, yo miraba
hacia el mundo como desde adentro
de una profunda morada, una madriguera, o un pozo, yo miraba jo
hacia arriba, al mediodía, y veía a Orión brillando
– cuando pensaba que él me amaba, cuando pensaba
que estábamos unidos no solo por el tiempo de la respiración,
sino por la larga continuidad,
los caramelos duros del fémur y la piedra,
lo inalterable. Él no parece enojado,
yo no parezco enojada
salvo en chispazos de mal humor,
todo es cortesía y horror. Y después
cuando digo, ¿esto tiene que ver
con ella?, él dice, No, tiene que ver con
vos, no estamos hablando de ella.
("salto de ciervo", pdf, trad. patricio foglia y natalia leiderman)
Ahora empiezo a mirar el amor
distinto, ahora que sé que no
estoy bajo su luz. Quiero preguntarle a mi
casi–ya–no marido cómo es esto de no
amar, pero él no quiere hablar de eso,
él quiere calma para el n de lo nuestro.
Y a veces siento como si yo, ahora,
no estuviera acá – estoy bajo su mirada
de treinta años, no bajo la mirada del amor,
siento una invisibilidad
como un neutrón en una cámara de niebla
perdido en un acelerador gigante, donde
lo que no se puede ver es inferido
a partir de lo visible.
Después de que suena la alarma,
lo acaricio, mi mano es como una cantante
que canta a lo largo de él, como si fuera
la carne de él la que canta, en todo su registro,
tenor de la vértebra más alta,
barítono, bajo, contrabajo.
Quiero decirle, ahora, ¿Cómo
era amarme –cuando me mirabas,
qué veías? Cuando él me amaba, yo miraba
hacia el mundo como desde adentro
de una profunda morada, una madriguera, o un pozo, yo miraba jo
hacia arriba, al mediodía, y veía a Orión brillando
– cuando pensaba que él me amaba, cuando pensaba
que estábamos unidos no solo por el tiempo de la respiración,
sino por la larga continuidad,
los caramelos duros del fémur y la piedra,
lo inalterable. Él no parece enojado,
yo no parezco enojada
salvo en chispazos de mal humor,
todo es cortesía y horror. Y después
cuando digo, ¿esto tiene que ver
con ella?, él dice, No, tiene que ver con
vos, no estamos hablando de ella.
("salto de ciervo", pdf, trad. patricio foglia y natalia leiderman)
domingo, 6 de noviembre de 2016
Fabián Iriarte (1963 )
Dichtung und warheit
quise hacer una lista para el supermercado
tan lista y original como para que resultara poema
(aquel poeta lo hizo, por qué no, de cuyo nombre
no puedo acordarme) / pero
me di cuenta de que no podría
comprar esos artículos de lujo: faisán o caviar beluga
o pétalos de orquídea piel de tigre
solamente pan de nuez
quizás y almendras ahumadas y galletitas de trigo partido
y mostaza a la miel / ¿ves?
no alcanza para un poema
("marcelo leites")
sábado, 5 de noviembre de 2016
Jacqueline Goldberg (1966 )
Dublín
(Fragmento)
He comprado una guía turística de Dublín.
Habla de su centro histórico
y de sobrecogedores parajes alrededor de la bahía.
Cuenta de leyendas celtas, inviernos tranquilos,
siglos en un vistazo.
Se sabe, nunca iré a Dublín.
Tampoco habrá tiempo para volver a Viena,
al cementerio judío de Praga,
a la Villa Savoye, en Poissy.
Bram Stoker era de Dublín.
Oscar Wilde era de Dublín.
James Joyce era de Dublín.
Handel estrenó su Mesías en el Music Hall de Fishamble Street.
Samuel Beckett nació en el sur de Dublín.
Son imanes, aunque jamás comprenda Dublín.
No quedan aviones que partan desde mi cama.
La cárcel es el país.
El país lo incesante.
Llevo garganta de espinas,
manos sísmicas e incurables.
Ahora mismo escribo un libro sobre mi temblor.
La enfermedad es un género literario:
gustan tanto los padecimientos,
la transparencia de los jarabes amargos.
La guía habla de un paseo de noventa minutos
por el Dublín literario y georgiano.
Atraviesa plazas, recorre un tramo del Grand Canal.
No veo hospitales.
—Mauricio, ¿cuánto vale un pasaje a Irlanda?
—No sé, es engorroso averiguarlo hoy domingo.
—Déjalo. Nunca iré a Dublín.
No basta amanecer con un libro entre las piernas.
Mejor leerse en sólido.
El mediodía barre papeles en mi escritorio.
Acopio lo absurdo, lo templado, cierto ruido.
Alguien llora.
Quizá el niño con cáncer un piso más arriba.
Tal vez el pianista dos pisos más abajo.
Estamos en cautiverio,
cada quien en su naturaleza muerta.
«Todo de antes. Nada más jamás. Pero jamás tan fracasado. Peor
fracasado. Con cuidado jamás peor fracasado», escribe Samuel
Beckett en Rumbo a peor.
Detesto lo maravilloso que puede ser Beckett.
Yo merecía ser de su Dublín de castillos y faros,
pero nací en ciudad de tierra negra.
Tenue es la dicha.
Salgo, emprendo lo que puedo.
Luzco normal, tengo una muela fracturada.
Es tanto lo que no se sabe de mí.
Así los improperios.
(…)
(Fragmento)
He comprado una guía turística de Dublín.
Habla de su centro histórico
y de sobrecogedores parajes alrededor de la bahía.
Cuenta de leyendas celtas, inviernos tranquilos,
siglos en un vistazo.
Se sabe, nunca iré a Dublín.
Tampoco habrá tiempo para volver a Viena,
al cementerio judío de Praga,
a la Villa Savoye, en Poissy.
Bram Stoker era de Dublín.
Oscar Wilde era de Dublín.
James Joyce era de Dublín.
Handel estrenó su Mesías en el Music Hall de Fishamble Street.
Samuel Beckett nació en el sur de Dublín.
Son imanes, aunque jamás comprenda Dublín.
No quedan aviones que partan desde mi cama.
La cárcel es el país.
El país lo incesante.
Llevo garganta de espinas,
manos sísmicas e incurables.
Ahora mismo escribo un libro sobre mi temblor.
La enfermedad es un género literario:
gustan tanto los padecimientos,
la transparencia de los jarabes amargos.
La guía habla de un paseo de noventa minutos
por el Dublín literario y georgiano.
Atraviesa plazas, recorre un tramo del Grand Canal.
No veo hospitales.
—Mauricio, ¿cuánto vale un pasaje a Irlanda?
—No sé, es engorroso averiguarlo hoy domingo.
—Déjalo. Nunca iré a Dublín.
No basta amanecer con un libro entre las piernas.
Mejor leerse en sólido.
El mediodía barre papeles en mi escritorio.
Acopio lo absurdo, lo templado, cierto ruido.
Alguien llora.
Quizá el niño con cáncer un piso más arriba.
Tal vez el pianista dos pisos más abajo.
Estamos en cautiverio,
cada quien en su naturaleza muerta.
«Todo de antes. Nada más jamás. Pero jamás tan fracasado. Peor
fracasado. Con cuidado jamás peor fracasado», escribe Samuel
Beckett en Rumbo a peor.
Detesto lo maravilloso que puede ser Beckett.
Yo merecía ser de su Dublín de castillos y faros,
pero nací en ciudad de tierra negra.
Tenue es la dicha.
Salgo, emprendo lo que puedo.
Luzco normal, tengo una muela fracturada.
Es tanto lo que no se sabe de mí.
Así los improperios.
(…)
("otra iglesia es imposible")
viernes, 4 de noviembre de 2016
Charles Simic (1938 )
Mentes que divagan
Mi vecina me estaba contando
sobre su gato ciego
que de noche va a -
-¿A dónde va?- pregunté.
Justo en ese momento mi madre
me gritó que entrara para lavarme las manos
porque la cena ya estaba servida:
el ratoncito que el gato había atrapado.
("si le ha fallado la suerte", ed. cal y arena, méx., 2015, trad. rafael vargas)
Mi vecina me estaba contando
sobre su gato ciego
que de noche va a -
-¿A dónde va?- pregunté.
Justo en ese momento mi madre
me gritó que entrara para lavarme las manos
porque la cena ya estaba servida:
el ratoncito que el gato había atrapado.
("si le ha fallado la suerte", ed. cal y arena, méx., 2015, trad. rafael vargas)
jueves, 3 de noviembre de 2016
Theodore Roethke (1908/1963 )
Dolor
He conocido la inexorable tristeza de los lápices,
ordenados en sus cajas, el dolor de los blocks y los pisapapeles,
toda la miseria de las carpetas y las gomas de pegar,
la desolación en los inmaculados lugares públicos,
la solitaria sala de recepción, el baño, la caja de interruptores eléctricos,
el inalterable pathos de la palangana y la jarra,
el rito de la multicopiadora, el sujetapapeles y la coma,
una eterna duplicación de vidas y objetos.
Y he visto el polvo de las paredes de las instituciones
filtrarse, casi invisible, a través de las interminables tardes de tedio,
infinitamente más fino que la harina, vivo, más peligroso que el sílice
dejando caer una delgada capa sobre las uñas y las delicadas pestañas
barnizando el cabello claro, y los rostros duplicados, convencionales y grises.
("otra iglesia es imposible", trad. diana dunkelberger y marcelo rioseco)
He conocido la inexorable tristeza de los lápices,
ordenados en sus cajas, el dolor de los blocks y los pisapapeles,
toda la miseria de las carpetas y las gomas de pegar,
la desolación en los inmaculados lugares públicos,
la solitaria sala de recepción, el baño, la caja de interruptores eléctricos,
el inalterable pathos de la palangana y la jarra,
el rito de la multicopiadora, el sujetapapeles y la coma,
una eterna duplicación de vidas y objetos.
Y he visto el polvo de las paredes de las instituciones
filtrarse, casi invisible, a través de las interminables tardes de tedio,
infinitamente más fino que la harina, vivo, más peligroso que el sílice
dejando caer una delgada capa sobre las uñas y las delicadas pestañas
barnizando el cabello claro, y los rostros duplicados, convencionales y grises.
("otra iglesia es imposible", trad. diana dunkelberger y marcelo rioseco)
miércoles, 2 de noviembre de 2016
Eunice Odio (1919/1974 )
Posesión en el sueño
Ven
Amado
Te probaré con alegría.
Tú soñarás conmigo esta noche.
Tu cuerpo acabará
donde comience para mí
la hora de tu fertilidad y tu agonía;
y porque somos llenos de congoja
mi amor por ti ha nacido con tu pecho,
es que te amo en principio por tu boca.
Ven
Comeremos en el sitio de mi alma.
Antes que yo se te abrirá mi cuerpo
como mar despeñado y lleno
hasta el crepúsculo de peces.
Porque tú eres bello,
hermano mío,
eterno mío dulcísimo,
Tu cintura en que el día parpadea
llenando con su olor todas las cosas,
tu decisión de amar,
de súbito,
desembocando inesperado a mi alma,
Tu sexo matinal
en que descansa el borde del mundo
y se dilata.
Ven
Te probaré con alegría.
Manojo de lámparas será a mis pies tu voz.
Hablaremos de tu cuerpo
con alegría purísima,
como niños desvelados a cuyo salto
fue descubierto apenas, otro niño,
y desnudado su incipiente arribo,
y conocido en su futura edad, total, sin diámetro,
en su corriente genital más próxima,
sin cauce, en apretada soledad.
Ven
te probaré con alegría.
Tú soñarás conmigo esta noche,
y anudarán aromas caídos nuestras bocas.
Te poblaré de alondras y semanas
eternamente oscuras y desnudas.
(en muro fb hernán vargascarreño)
Ven
Amado
Te probaré con alegría.
Tú soñarás conmigo esta noche.
Tu cuerpo acabará
donde comience para mí
la hora de tu fertilidad y tu agonía;
y porque somos llenos de congoja
mi amor por ti ha nacido con tu pecho,
es que te amo en principio por tu boca.
Ven
Comeremos en el sitio de mi alma.
Antes que yo se te abrirá mi cuerpo
como mar despeñado y lleno
hasta el crepúsculo de peces.
Porque tú eres bello,
hermano mío,
eterno mío dulcísimo,
Tu cintura en que el día parpadea
llenando con su olor todas las cosas,
tu decisión de amar,
de súbito,
desembocando inesperado a mi alma,
Tu sexo matinal
en que descansa el borde del mundo
y se dilata.
Ven
Te probaré con alegría.
Manojo de lámparas será a mis pies tu voz.
Hablaremos de tu cuerpo
con alegría purísima,
como niños desvelados a cuyo salto
fue descubierto apenas, otro niño,
y desnudado su incipiente arribo,
y conocido en su futura edad, total, sin diámetro,
en su corriente genital más próxima,
sin cauce, en apretada soledad.
Ven
te probaré con alegría.
Tú soñarás conmigo esta noche,
y anudarán aromas caídos nuestras bocas.
Te poblaré de alondras y semanas
eternamente oscuras y desnudas.
(en muro fb hernán vargascarreño)
martes, 1 de noviembre de 2016
Rodolfo Hinostroza (1941 )
Del infante difunto
La llamada de mi padre, alta como un penacho de plumas
y al tacto como la pringamosa de aquellos baños…
¿Recuerdas?
Las aguas ferrosas que calentaban tu cuerpo tenían
colores,
de serpiente plana, y la tierra se había descosido en sus
espacios,
y llevábamos nuestra infancia como un estandarte
sin sombras, entre paraísos de yeso, y ángeles larvados
y la tía apócrifa.
De ella digo, ¿qué digo?, que en sus ojos ardían
mis espadas de estaño y que se había fugado
cuando las hogueras carcomían la noche de San Juan.
Se me había advertido, se me había repetido: «Octavio,
Octavio,
una gran ola salió del río cuando tú nacías. Nos salvamos
porque las campanas sonaron a muerto
y la familia había cavilado toda esa madrugada.
Trepamos a los cerros
y durante todo un día vimos morir al pueblo.
El Huascarán
nos miraba y entonces fue que sentimos esa blancura
imperdonable».
(Nosotros tres habíamos enterrado ceremoniosamente,
en un rincón del patio, bajo la gotera,
al canario muerto entre las trenzas de mi hermana.
Las campanas del ángelus nos doblaban las rodillas
y de la muerte sabíamos que era una bella palabra.
Sí,
porque mirábamos a los púlpitos de arcilla achacosa
en donde dormitaban ángeles bonachones, y nosotros sabíamos
llevar el domingo en los hombros, como una prenda nueva.)
No volverás a aquello, ni hallarás ese patio cuadrado
con una fecha dibujada en piedras negras. Los países se encogen
como esa tía abuela que olía a alcanfor,
y los hierros de las capitales inundan esos claros espacios
donde tu corazón anclaba, como un canto rodado.
No sentirás
los pasos de tu padre midiendo las estancias
donde los retratos negreaban, como párpados muertos.
No volverás
¿Recuerdas ahora?
¿Ahora recuerdas?:
«Júrame que no dirás a nadie
que esa lechecita que tienen los mayores
entra al estómago, y después dicen que nace el hijo.
Como a la Asunción, ¿te acuerdas de su barriga?
No lo digas a nadie».
Y nosotros espiábamos, porque en el pórtico de esa casa
que olía a jazmines, las hermanas Cárdenas besaban,
y se hacían besar por los soldados.
Entonces los sudores repentinos desleían las sábanas de lino,
y yo había creído en los cuentos de la india desdentada
que vendía yerbas contra el mal de ojos, y cuando vi
esa mano huesuda en el terrado, bajo ese cielo rojo,
ella rió y lloró, cubriéndome de besos.
¡Oh, los sueños, los sueños que tomaban la forma de cestos de mimbre
donde un Niño Dios nadaba entre dos aguas!
Yo no conocía el mar
y todo era sólido al tacto, como aquella familia
que se había procreado entre cerros y estrellas
en tiempos tan lejanos como la lengua que hablaban los sirvientes.
Pedro Granados me cargaba conmovido:
Sus más jóvenes hijos eran muertos en un aluvión de piedra y lodo
y yo había oído que en ciertos días perdía la memoria.
Oh, y la hermosa caligrafía de tu madre, y sus manos que dibujaban
catedrales de barro cocido, y los prohibidos baúles de cuero,
donde los libros se agitaban como peces asustados.
De qué se llora, di de qué se llora
cuando se tiene padres sólidos, y la saliva invade la boca,
y se ha recibido una vieja cuchara de plata,
y se pasea, a la luz de la luna, por un bosque de cedros
conteniendo las ganas de orinar. De qué se llora entonces
cuando en las tardes de yodo hemos prendido velas
a los Santos Patronos, cuando nada ha caído, salvo, tal vez,
el nido de ese pájaro en un charco. De qué se llora
cuando los días se cierran como un aro y El Mundo
es una palabra que salta y produce escozor en nuestras lenguas?
Recuerdas, exiliado por tu brutal sonambulismo, recuerdas
las alcantarillas de tu ciudad que nutrieron al río de oro,
¿Recuerdas el abrevadero, junto a la alameda de los muertos
marcada con enormes piedras blancas como el llanto de un dios,
donde se encontraban los talismanes y los palos torcidos
que inundaban de majestad tu frente?
(Seres, nombres de seres.
Deslumbramiento de monos habladores bajo el cielo feriado,
tambores de piel de chivo alejando cosas y cosas de bronce
hacia las capitales escarlata, mientras mi madre,
partícipe de mi sueño, aguardaba por unas bellas frutas que yo había visto
en el mercado, al fondo, junto a las ollas pintadas.)
De este destino diré hoy que lo vi crecer
como el arco de yeso de la casa, cuando mi sombra huía
como una llama muerta. Y del llanto que pendió
de los dedos monótonos, digo que puede ser ternísimo
cuando se tiene una espada de lata
y las estrellas llegan a abrevar sus distancias
en la mirada parda.
Porque yo recuerdo
que tuve todo eso, y que vi reposar a un burro blanco
en el sol de Enero y que oí comentar a los mayores
las noticias de cierta lejana guerra. Y el movimiento del caballo
y ese rey perezoso me retuvieron horas y horas
en el perfume de la media mañana
esperando la brillante jugada de mi padre.
("vallejo & co.")
La llamada de mi padre, alta como un penacho de plumas
y al tacto como la pringamosa de aquellos baños…
¿Recuerdas?
Las aguas ferrosas que calentaban tu cuerpo tenían
colores,
de serpiente plana, y la tierra se había descosido en sus
espacios,
y llevábamos nuestra infancia como un estandarte
sin sombras, entre paraísos de yeso, y ángeles larvados
y la tía apócrifa.
De ella digo, ¿qué digo?, que en sus ojos ardían
mis espadas de estaño y que se había fugado
cuando las hogueras carcomían la noche de San Juan.
Se me había advertido, se me había repetido: «Octavio,
Octavio,
una gran ola salió del río cuando tú nacías. Nos salvamos
porque las campanas sonaron a muerto
y la familia había cavilado toda esa madrugada.
Trepamos a los cerros
y durante todo un día vimos morir al pueblo.
El Huascarán
nos miraba y entonces fue que sentimos esa blancura
imperdonable».
(Nosotros tres habíamos enterrado ceremoniosamente,
en un rincón del patio, bajo la gotera,
al canario muerto entre las trenzas de mi hermana.
Las campanas del ángelus nos doblaban las rodillas
y de la muerte sabíamos que era una bella palabra.
Sí,
porque mirábamos a los púlpitos de arcilla achacosa
en donde dormitaban ángeles bonachones, y nosotros sabíamos
llevar el domingo en los hombros, como una prenda nueva.)
No volverás a aquello, ni hallarás ese patio cuadrado
con una fecha dibujada en piedras negras. Los países se encogen
como esa tía abuela que olía a alcanfor,
y los hierros de las capitales inundan esos claros espacios
donde tu corazón anclaba, como un canto rodado.
No sentirás
los pasos de tu padre midiendo las estancias
donde los retratos negreaban, como párpados muertos.
No volverás
¿Recuerdas ahora?
¿Ahora recuerdas?:
«Júrame que no dirás a nadie
que esa lechecita que tienen los mayores
entra al estómago, y después dicen que nace el hijo.
Como a la Asunción, ¿te acuerdas de su barriga?
No lo digas a nadie».
Y nosotros espiábamos, porque en el pórtico de esa casa
que olía a jazmines, las hermanas Cárdenas besaban,
y se hacían besar por los soldados.
Entonces los sudores repentinos desleían las sábanas de lino,
y yo había creído en los cuentos de la india desdentada
que vendía yerbas contra el mal de ojos, y cuando vi
esa mano huesuda en el terrado, bajo ese cielo rojo,
ella rió y lloró, cubriéndome de besos.
¡Oh, los sueños, los sueños que tomaban la forma de cestos de mimbre
donde un Niño Dios nadaba entre dos aguas!
Yo no conocía el mar
y todo era sólido al tacto, como aquella familia
que se había procreado entre cerros y estrellas
en tiempos tan lejanos como la lengua que hablaban los sirvientes.
Pedro Granados me cargaba conmovido:
Sus más jóvenes hijos eran muertos en un aluvión de piedra y lodo
y yo había oído que en ciertos días perdía la memoria.
Oh, y la hermosa caligrafía de tu madre, y sus manos que dibujaban
catedrales de barro cocido, y los prohibidos baúles de cuero,
donde los libros se agitaban como peces asustados.
De qué se llora, di de qué se llora
cuando se tiene padres sólidos, y la saliva invade la boca,
y se ha recibido una vieja cuchara de plata,
y se pasea, a la luz de la luna, por un bosque de cedros
conteniendo las ganas de orinar. De qué se llora entonces
cuando en las tardes de yodo hemos prendido velas
a los Santos Patronos, cuando nada ha caído, salvo, tal vez,
el nido de ese pájaro en un charco. De qué se llora
cuando los días se cierran como un aro y El Mundo
es una palabra que salta y produce escozor en nuestras lenguas?
Recuerdas, exiliado por tu brutal sonambulismo, recuerdas
las alcantarillas de tu ciudad que nutrieron al río de oro,
¿Recuerdas el abrevadero, junto a la alameda de los muertos
marcada con enormes piedras blancas como el llanto de un dios,
donde se encontraban los talismanes y los palos torcidos
que inundaban de majestad tu frente?
(Seres, nombres de seres.
Deslumbramiento de monos habladores bajo el cielo feriado,
tambores de piel de chivo alejando cosas y cosas de bronce
hacia las capitales escarlata, mientras mi madre,
partícipe de mi sueño, aguardaba por unas bellas frutas que yo había visto
en el mercado, al fondo, junto a las ollas pintadas.)
De este destino diré hoy que lo vi crecer
como el arco de yeso de la casa, cuando mi sombra huía
como una llama muerta. Y del llanto que pendió
de los dedos monótonos, digo que puede ser ternísimo
cuando se tiene una espada de lata
y las estrellas llegan a abrevar sus distancias
en la mirada parda.
Porque yo recuerdo
que tuve todo eso, y que vi reposar a un burro blanco
en el sol de Enero y que oí comentar a los mayores
las noticias de cierta lejana guerra. Y el movimiento del caballo
y ese rey perezoso me retuvieron horas y horas
en el perfume de la media mañana
esperando la brillante jugada de mi padre.
("vallejo & co.")