lunes, 27 de julio de 2020

Jorge Campos (1987 )

Monumento a mi inquisición



Lo cierto es que nunca quise

ni quiero soñarte perfecto.

Me gustan los templos en ruinas,

las murallas agrietadas,

las criptas que nadie visita

y el lento desenfreno de las hierbas.

Te prefiero así, remoto y abstraído,

como la esperanza nocturna

que muere antes de tocar la luz.

Potro de mis torturas,

horquilla de mis miedos.

Te prefiero así,

invencible en el rodeo de bestia salvaje

huyendo de la soga que doma,

para luego despenarme fiero contra la puntilla

que de una estocada acorte

mi impostergable fin.



Debajo de una piedra están escritos nuestros nombres



Así entregamos a la tierra lo que le pertenece:

sexo brutal sobre hongos que lavan nuestros espíritus libres.

Debajo de la piedra volví a buscarte,

pero ya no están nuestros cuerpos.

Sólo quedan las cenizas de nuestros miedos,

los escombros de nuestro sexo en la barricada,

hongos que quemaron nuestros labios,

y un cielo trastocado que no volvió a la luz.

Sólo queda la piedra que perdura más que nuestros nombres,

más de lo que nosotros mismos y nuestros sueños perduraron.



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