sábado, 10 de marzo de 2018

Enrique Banchs (1888/1968 )



El Cristo del juzgado



Mientras lee el secretario con voz que atrista
de los considerandos partes primeras,
el juez que tiene cara de prestamista
va marcando el programa de las carreras.

Se trata del proceso de un anarquista
que gritó cuatro cosas por las aceras,
y el a latere docto pasa en revista
los cargos que merecen penas severas.

Tiene el muro un doliente Crucificado
que fermenta en sus llagas toscos rubíes.
Cercanas a los clavos del pie llagado

se entretejen rojizas llagas de herrumbre...
(¿Qué hará entre providencias y entre otrosíes
ese cuerpo de ayunos y mansedumbres...?)


Las risas



Francisco Rabelais ríe ruidosamente
con los puños cerrados sobre el hígado, como
ríen las mesoneras. Pero ¡cuán sutilmente
corta de Machiavelo su fino labio acromo!

La sonrisa de Hugo fue familiar y tierna:
algo de madre joven y algo de Carlomagno.
Y era la de León Trece -tan infantil y eterna-
de viejito sin dientes al pie de un roble magno.

Desde el lucero suave, que apenas es sonrisa
fugitiva en la angélica boca de Monna Lisa,
hasta la de Edgar Alan Poe, risa de calavera,

el alma que se asoma al jardín de las frases
como un volatinero, cambia tantos disfraces,
que siendo siempre virgen, a veces es ramera.


("el poeta ocasional")

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