La casa rentera
Hay un lisiado rentando el piso alto de la casa,
un lisiado que se emborracha por las noches
lamenta sus piernas débiles y sus manos chuecas.
Yo lo ignoro,
mientras pague las pesetas justas
para comprar las caretas,
poco me importa su llanto.
Salgo, camino estirada, presumo:
botas de tacones altos –para disimular la pierna corta-
un abrigo largo –para esconder el declive de las vértebras-
guantes negros –para cubrir los dedos secos-
Casi modelando voy por la calle,
con un maquillaje perfecto,
un pelo perfecto,
a simple vista todo en mí es perfecto.
Pero adentro, de regreso, en la casa,
un fastidioso lisiado habita
y es, un inquilino perpetuo.
(blog de la autora)
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