miércoles, 13 de agosto de 2014
Dezsó Kosztolányi (1885/1936 )
Treinta y dos años
Tengo ahora treinta y dos años.
Es verano.
Quizás
el verano que esperaba.
El sol, con su luz dorada, golpea
mi rostro bronceado de salud
y, lentamente,
con mi traje blanco, camino.
El humo del tabaco amarillo de mi pipa
es azul y pálido.
En un banco del jardín, bajo los árboles,
mi mujer duerme dulcemente.
A la entrada, mi hijo. Los ojos una llama azul,
gran cabeza rubia.
Suave boca de sueño, que acaricia
un hilo de leche tibia.
Tarde salvaje, la tierra abrasa.
Flores ebrias y zumbido de avispas.
Esto murmuraré en la agonía:
era verano. Y la felicidad se fue
a otra parte. El sol golpeó con su luz dorada
mi rostro bronceado de salud y,
lentamente, con mi traje blanco, caminé.
El humo del tabaco amarillo de mi pipa
era azul y pálido.
En un banco del jardín, bajo los árboles,
mi mujer dormía dulcemente.
A la entrada, mi hijo, los ojos una llama azul,
gran cabeza rubia.
Suave boca de sueño que acariciaba
un hilo de leche tibia.
Era una tarde salvaje y abrasadora.
Flores ebrias y zumbido de avispas.
(fuente: "rima interna", versión de Martín López-Vega)
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