martes, 9 de julio de 2013

James Schuyler (1923/1991 )

 
 
Un cuchillo de piedra

26 de diciembre de 1968
Querido Kenward:
qué joyita
de abrecartas. Es justo lo que andaba
necesitando, algo
donde posar los ojos, que siempre
había querido, que equivale
a decir que se trata de algo
cuya falta sentí sin ser consciente
de ella, algo sin uso práctico
y a la vez esencial, como una caja
de botones, o mapas, cielos verdes
matutinos, islitas y canales
en un plato de avena, o el vapor
de un consomé de ostras. Ágata marrón,
veteada como un bosque
por un humo que tiene
el toque acuoso de la seda de mar,
en una rápida ensenada
de aguas contaminadas por el óxido.
Presenta líneas ondulantes
de atardecer del norte, como un Munch
sin angustia, con dejos
casi de ámbar: en nariz,
una idea resinosa, a la vista
una aguja laqueada, verde
donde no existe ningún verde, como
una imagen residual, pero presente.
Pulido como un hacha, y elegante
como un pequeño lago de montaña,
tan viril como un lingam,
el clima de noviembre vuelto piedra,
¿para qué cosa sirve
exactamente? ¿Para
abrir cartas? No, se trata de un objeto,
feroz, oscuro, hermoso,
cuya sorpresa está
en que la sorpresa, una vez
que pasó, sigue ahí para siempre:
algo que al disfrutarse
no se consume. Lo i-
rrecuperable vuelve
en un mundo marrón
fabricado en madera,
salpicado de nieve, ojo de la tor-
menta aún en piedra.
 
(texto tomado del sitio "zaidenwerg".)

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