domingo, 20 de septiembre de 2020

Uriel Martínez (1950 )


                                                                       rarámuri




 Fase 3 (parte 23)


1.

A veces imagino, un domingo cualquiera, que termina la Pandemia, que saldremos a la puerta de entrada y asomaremos a la calle para ver a los que pasan: ya no se verán  féretros ni a los deudos portar el color del luto, los pasos del duelo, la música que acompaña a los muertos, las flores reglamentarias. La debida coreografía. Pero recordaremos cómo era salir a la calle con un estilo espontáneo, con la morralla suficiente para volver a casa con los encargos anotados, con la receta reglamentaria vigente para extenderla al farmacéutico calvo que nos prepare la fórmula del remedio solicitado; seremos capaces de encontrar el paso, de recobrar el aplomo del que sabe cómo volver de donde partió; recordaremos al vecino que nunca apagaba la bombilla de su domicilio esperando al hijo marinero que un día partió hacia una ciudad de nombre impronunciable y del cual no tiene noticia; reconoceremos a la chica fea que salía de casa de sus patrones con el bote de rueditas con la basura desbordada, la chica más puntual del vecindario -madre de una hija educada en las redes sociales-, la que se ausenta los domingos y el Día de la Virgen porque viaja al Santuario a venerarla. No lo sé, sinceramente, cómo saldremos de esta pausa dilatada.


2.

Hay días, hay temporadas en que la casa que habito me desconoce. He desalojado del clóset fotos, grabados, carteles, afiches, revistas y cartas olvidadas -cartas manuscritas firmadas con seudónimo y redactadas con tinta china. He ensayado darle un nuevo rostro a los muros: he clavado cuadros en un orden aparente, en busca de que muestren otra vida las celdas que integran mi entorno en estos meses de Pandemia (y los que falten). Me he procurado inciensos y  resinas para ensayar otras formas de rutina. He sido testigo de la agonía y muerte del calentador de agua, he atestiguado el fracaso del fontanero que reviva el artefacto después de décadas de servicio, de mudanzas obligadas, de renuncias a domicilios, de caseros dichosos de haber recuperado una propiedad invadida por un desconocido, por un forastero indeseable. He presenciado -luego de un acceso de tos sin cubrebocas-, ver el puente dental partido en dos. De noche, antes de conciliar el sueño, he escuchado cómo un cuerpo se viene abajo en la sala: he comprobado cómo el atril de madera ha caído astillado al suelo, vencido por la fila de libros del estante fatigado con el peso de lecturas pasadas, de libros leídos sin anteojos y sin los ojos de lectores ahora invadidos de nubes y cataratas y dilatadas carnosidades. En fin, pequeñas catástrofes sin importancia.


3.

He mudado la tarima del reposo diario: la cabecera apuntó al norte por años y la he redirigido hacia el poniente; esto con la intención de recuperar el equilibrio emocional perdido luego de seis meses de Pandemia.

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Envidias a los jóvenes que van por la ciudad sin mascarilla protectora a entrevistarse con un(os) amigo(s) a quienes abrazarán en señal de gusto por verse de nuevo; envidiarás a aquellos que asisten al rave donde bailarán y beberán hasta ya entrado el nuevo día. envidiarás a aquellas parejas de tu mismo sexo que harán el amor en el pasto sin sentir el frío de la madrugada.

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Te morirás de la envidia de aquellos ancianos que piden al servicio de Uber Eats te envíen a domicilio a un chico con la sonrisa de brad pitt, la pigmentación de tez de johnny depp y el aplomo de quentin tarantino para urdir su próximo cast. Has presenciado la entrada triunfal del Otoño a tu vida, a tus calendarios, a tus cápsulas, obleas, jarabes y enjuagues bucales; a tus reuralgias.


4.

Un martes de septiembre, el mes de la patria por antonomasia, llega a casa la mala nueva: otra baja más causada por la Pandemia venida de lejos; y aunque con tiempo de avisaron del progreso de semáforo de color rojo a naranja, la Muerte llama de nuevo a tu barrio, a tu manzana, a tu puerta. A tu vida.


4.

PROFECÍA MAPUCHE

Dicen los mapuches:

"Hace unos meses que las quilas del sur de Chile están floreciendo extrañamente. Lo hacen más o menos cada 70  años. Este es un clásico signo, una antigua profecía mapuche –es decir, de la Naturaleza– respecto a que vienen crisis muy totales, “batallas muy grandes”, donde habrá muertes y hambrunas, dicen ellos. Pero también significa renovación y brotes nuevos: “Después del fuego, la lluvia y la vida jovencita”.

quilas: Plantas de la familia de las gramíneas, parecidas al bambú pero más fuerte. América Meridional.

 
 SEQUÍA

1."Durango, Dgo. Elementos de Protección Civil y de la Procuraduría Federal de Protección al Medio Ambiente (Profepa) capturaron la tarde del viernes a un puma macho americano que bajó de la sierra en busca de comida a las calles de Santiago Papasquiaro. En lo que va del año, cinco animales salvajes –dos pumas, dos zorrillos y un oso negro– han llegado a las zonas urbanas de cinco municipios en busca de alimento. El animal fue visto en calles de la colonia Villas del Mirador, donde los vecinos dieron la alerta. Finalmente fue capturado vivo en una propiedad de la colonia Real Campestre." ("ámbar y spunk")

2. Le dije a Bruno que no me sorprendía la nota sobre el puma macho americano que bajó de sus dominios a procurarse comida para sí y sus cachorros; que en temporada de secas hacen lo mismo los rarámuri de Chihuahua, cuando se les ve recorrer los centros urbanos de Coahuila, que igual hacen los tepehuanos de Durango, los coras de Nayarit y los huicholes de Jalisco y los menonitas de Miguel Auza (Zacatecas y Nuevo Casas Grandes (Chihuahua).

3. Incluso le recomendé un poema de Alfonso Reyes, "Yerbas del tarahumara", tomado del blog "al pial de la palabra" . Se reproduce la primera estrofa:

"Han bajado los indios tarahumaras,

que es señal de mal año

y de cosecha pobre en la montaña."

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Dogville, septiembre 2020                                                                                       (Inédito)



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