Hierba
La sala de estar está invadida por hierba. Ha surgido alrededor de los muebles. Se extiende a través del comedor, pasando la puerta vaivén hacia la cocina. Se extiende por millas y millas a través de las paredes…
Hay tesoros en la hierba, cosas caídas o puestas allí; un palo oxidado que alguna vez fue una navaja, una lápida… Todo escondido en la hierba en el cuero cabelludo del prado…
En un sótano bajo la hierba un anciano se sienta en una mecedora, meciéndose de un lado a otro. En sus brazos sostiene a un niño, el cuerpo infantil de sí mismo. Y se mece de un lado a otro bajo la hierba en la oscuridad…
El Delicado
Había permanecido en la cama más tiempo del que usualmente le toma a la fatiga de uno agotarse.
Muy a menudo hay una canción que uno debe cantar toda la noche; se repite y no hay quien la pare. Uno le marca el compás con los dientes caninos, o con los dedos de los pies. Es un tic musical.
He oído decir que es un mensaje que uno no se atreve a escuchar. En la oscuridad el inconsciente es algo peligroso. Prefiero “Melancholy Baby” a cualquier otra cosa que pueda escuchar. Y así escucho toda la noche “Melancholy Baby”, rechinando cada sílaba con mis dientes.
Uno siente que las cosas están a punto de cambiar. He sentido esto toda mi vida. Es una disposición que le quita significado a cada acto, volviendo cada situación obsoleta, poniendo el presente en el pasado.
Un hombre es una serie de objetos guardados en una caja, el sonido de un tren, los sonidos de sus propios líquidos goteando a través de los íntimos arroyos de su cuerpo, un cierto número de huesos, sombras de árboles que caen a través de la carne como un estampado de nervios, o vasos sanguíneos; derrames, intercambios, desconexiones…
Improvisación montada en un trozo de carne, tendido en la cama en la noche.
“Melancholy Baby” una y otra vez. Ralentizada. Fuera de tiempo… Cada sílaba una y otra vez…
("revistaharoldo", traducción candela fernández)
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