domingo, 28 de junio de 2020
Uriel Martínez 1950 )
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Fase 3 (parte 11)
1.
De tarde en tarde me voy de un encierro (de cien días) a otro encierro (el sueño). A veces es más prolífico el segundo que el primero: en éste vago por los rincones de casa y, como preso, me aso de barrotes invisibles que existen dentro de mí, entre sien y sien, entre el tercer ojo y la nuca de piedra; si opto por el primero, huyo de mi presión arterial, del tam-tam de la vejez y sus estuches de dolencias, migraña y el crac de articulaciones desgastadas; de sueños y planes no consumados: desde páginas no redactadas hasta pesadillas no plasmadas en versículos, en capítulos, en apartados postales vacíos. Siempre vacíos.
2.
Aunque no escojo el paisaje de mis sueños, me someto al dictado del inconsciente, al entrenamiento aprendido en la vida, a la suma de panorámicas vistas y dejadas atrás como el viajero que se ha acomodado del lado de la ventanilla. Ese entrenamiento se compone de aquellos que abandonaron estaciones y terminales sin llevarse consigo maletas, cofres y obra enmarcada después del último disparo, después de expulsar suavemente las burbujas del estanque antes del ahogo, de la última inhalación de gas aspirado voluntaria y silenciosamente. Esos fueron valientes, los otros somos variantes vegetales, ya mezquites, ya magueyes, ya maleza silvestre, ya cactos coronados de púas y de oscuras raíces.
3.
Aunque no decido intencionalmente el guión de mis sueños, sin yo darme cuenta sigo una bitácora que se cumplirá, cada tarde, entre sesenta y noventa minutos. No necesito de un tic-tac, emerjo del reposo como el bebé que es halado por la ubre brillante de la madre, por el pezón que gotea savia, por la gota del suero que baja silenciosa de la pelvis a la boca sedienta. Por suerte los sueños se desvanecen pronto, por suerte caigo de pie antes del viento presagioso de lluvia, tengo tiempo de anotar en el cuaderno los latidos previos al oscurecer, al final del día, a la rutina de una pandemia que no sé cuántos resistan.
4.
Por favor no molestar
Wei Shuiyin
Permítanme quitarme la ropa protectora y la máscara.
Remover la carne de mi cuerpo de su armadura
Déjenme confiar en mi propia salud.
Déjenme respirar sin ser molestada
Ah ...
Los lemas son suyos
Las alabanzas son suyas
La propaganda, los trabajadores modelo, todo suyo
Simplemente estoy cumpliendo mi deber
Actuando con la conciencia de un sanitario
A menudo, no hay más remedio que ir a la batalla con el torso desnudo
Sin tiempo para elegir entre la vida y la muerte.
Sin ningún ideal elevado
Por favor, no me condecoren con guirnaldas
No me aplaudan
Ahórrenme el reconocimiento por lesiones laborales, martirio o cualquier otro mérito.
No vine a Wuhan para admirar las flores de cerezo
Y no vine por el paisaje, para recibir halagos
Solo quiero regresar a casa a salvo cuando termine la epidemia
Incluso si todo lo que queda son mis huesos
Debo llevarme a casa con mis hijos y mis padres.
Pregunto:
¿Quién quiere llevar las cenizas de un compañero?
Camino a casa
Medios de comunicación, periodistas
Por favor no me molesten otra vez
Lo que llaman los hechos reales, los datos
No tengo tiempo ni ganas de seguir con ellos
Cansada todo el día, toda la noche
Descansar, dormir
Eso es más importante que su elogio.
Les invito a que vean, si pueden
Esas casas desinfectadas
¿Sale humo de las chimeneas?
Los teléfonos celulares perdidos en el crematorio
¿Han sido encontrados sus dueños?
traducción de josé carlos monroy rodríguez
5.
El fin del mundo
Parece tan próximo el fin a ciertos pusilánimes que hasta se retiran a una montaña para aguardarlo a pie quieto. Fin y Día del Juicio. Los presagios van precipitándose. Todo se entiende porque está todo muy oscuro.
Terrible, ese estruendo. Escucha bien. ¿Ya un cataclismo? Es el motor que pasa. ¿Crujen los cimientos, se enrarece el aire? Una casa en obra. ¡Cómo huele ahí! Química, purísima química: nauseabundos olores elaborados, dirigidos.
Nada más fácil para la inteligencia que el abandono a un apocalipsis. Ninguna tentación seduce al ánimo vulgar como el desánimo. ¿La muerte nos lo resolverá todo, ocultos en nuestros miedos, frente a los incesantes derrumbes?
Fin del mundo, de tu mundo... Cálmate. Da cuerda al reloj. Todavía se necesitarán millones y millones de años. Aunque la Historia ocurre vertiginosamente, los minutos son muy lentos. Paciencia, paciencia intrauterina.
jorge guillén
6.
a) Cuando terminó la pandemia, en mi pueblo habían cerrado todos los negocios, excepto iglesias, partidos políticos y el miedo.
b) Según estadísticas del INEGI las primeras bajas por la pandemia fueron los incrédulos, fallecimientos que colapsaron hospitales, funerarias, crematorios y cementerios.
c) Cuando inició la siguiente oleada de la pandemia ("Renacimiento" le llamó la prensa), los animales que se creyeron extintos, recuperaron terrenos invadidos.
d) Cuando terminó la sanitización de Dogville, mi pueblo, todos empezaron a caer como moscas. Antes del fin de la primera oleada de Covid19.
Dogville, junio 2020
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