jueves, 18 de junio de 2020

Juan Bañuelos (1932/2017 )

Aleación IV


Nada ha cambiado salvo lo que es irreal


De todo los asesinos
de la realidad

el más peligroso
permanece

No saca su revólver
pulsa un instrumento

con el que convoca
al brillo y al caos

de las significaciones

Esa música abandera
un cortejo de transeúntes

que entra y sale por sus labios
aplaudiendo

Bebe en las fuentes de Tlalpan
se dirige a la Calzada de los Misterios

y su sombra se agiganta
en la pared:

qué miserable levedad

una simple nervadura
bajo el diluvio de su ser

Hoy toca otro aire

Las cuerdas frías se tensan
mezclando los sentidos

(la mente esconde
acantilados peligrosos)

Débil por la energía
que se libera de su peso

flota monótono

Escayola de sombra
bucea en el mar
que está en la nieve

junto a las furias extraviadas
se mece en la montaña de la brisa

necesita la oscuridad
que lleva el viento

en cadena explosiva se fisiona
con la luz y el murmullo

No saca su revólver

Tañe el espesor
del infinito

pulsa el cielo deshabitado
del azar

mas de su mano comen
sílabas silvestres

soles y átomos

manzanas del incendio o(h) dios que nacen
en lucha con su dios

el mismo como es
sin dar su nombre

con una ciudadela de medusas
cercándolo a Halo

hostilmente inasistido

(más allá del acorde
vuelto nube el ritmo
rodea la quietud

esa cima que cambia de color
a la distancia)

Fluye la mente ondula
despierta en los sentidos

se duerme en la abstracción
siempre sola revoloteando

entre cirros y cúmulos
entre el hombre del puente y el véspero tardío

o en el inmóvil ejercicio
de la nada

la mente alcanza cuanto nombra
con el rasgueo de estrellas fugitivas

-En la mayor indigencia de la soledad
la firma del instante es el relámpago.


("la jornada semanal", no. 19, nueva época, 22 oct. 1989)

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