a. durero
Tengo los ojos
Tengo los ojos de mi padre
que en abanico desplegaban el cielo
como un firmamento tachonado
de copos fríos, de lunares como
noches.
Tengo los labios de mi madre
que en noches recónditas musitaban
una oración, una llave para abrir
cauce al silencio.
Tengo las manos del abuelo
entre mis dedos, como un tejido
inconcluso, un modo de decir
estoy solo y me harto
de mi hambre.
Tengo entre mis planes
planear otra oración
y musitarla de noche
luego que la oscuridad acampe.
4 marzo 98
("revista equis", número 8, diciembre 1998, cdmx)
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