lunes, 18 de marzo de 2019

Rocío Yasmín Bermúdez Longoria







Dogville como testigo en Los cuervos (Y otras historias de horror)

de Uriel Martínez.




Las historias de Uriel Martínez en Los cuervos ( y otras historias de horror), es un libro conmovedor en muchos sentidos; tienen una propuesta interesante, que reflejan un sentido del humor irónico y negro. La mayoría de los escenarios se desarrollan en la Ciudad de México, ya sea en el metro o en algún otro punto por el que transita el protagonista en su visita a ese lugar, otro de los espacios recurrente del autor es Dogville como llama a la Ciudad Zacatecas, donde ubica a diversos personajes, en el café, las calles o en la librería: La Azotea. En la lectura de los relatos van surgiendo preguntas, algunas son contestadas y otras no, una de esas interrogantes, ¿qué pasa con los segregados de la sociedad?, están presentes en la gran metrópoli, pero también en Dogville, en Guadalajara, en Durango, Sombrerete, está latente una marginación social, económica, intelectual, incluso una marginación moral, ¿qué hacer con ellos? Se conjuntan este tipo de marginaciones, están unidas, pensando en este tipo de personajes que bien asumen una actitud ausente, de indiferencia, o quizá una postura de angustia, de nostalgia en  la cotidianidad de la vida.
El camino que recorren las historias, en la brevedad de las mismas, reflejan solidaridad o se cuestiona si existe, con aquellos que son vulnerables ante la complejidad que exige pertenecer a los diversos sectores de la población, en ese ajetreo constante, cuál es el comportamiento humano frente a la fragilidad, si existe la ayuda genuina, auténtica, si las personas se apoyan unas a otras o si sólo existe en la medida que las condiciones estén en igualdad moral, económica o intelectual, desaparece esa igualdad para explotar la superioridad al máximo, quién juzga esa moralidad para poder decir, esto es moral y lo otro no lo es, ese alguien que califica, tendría que estar por arriba de los que clasifica o estar a su nivel, para estar por arriba de los demás hay diferentes posibilidades, como cuando se tiene una moral más sólida, se predomina sobre los demás, sujetarse a los efectos, a las actuaciones de los otros, en esa medida se es una víctima de la moralidad y se constituye como posible crítico. Otra actitud, es si se tiene la fuerza y el poder para castigar la moralidad independientemente de si se tiene la moralidad o no. También se plantea una humanidad buena o mala en sí misma, quiénes son los buenos y quiénes los malos, sólo los rechazados o débiles, qué se hace con ellos, se van a castigar o a redimir, si se decide eximir, si es posible o no, en ese sentido Uriel lleva a los personajes a que lleguen hasta determinadas consecuencias por terribles que sean.
Los cuervos (y otras historias de horror), es una obra que nos muestra esa forma de asumirse en la ironía, en el humor satírico, negro en lo trágico de la existencia, a través de 24 historias cortas que conforman el libro. Uriel Martínez, cincela historias desde su voz interna que recorremos con una experiencia grata, nos muestra las minificciones que se leen con fluidez y deja mucho a la imaginación. Los ambientes y entornos revelan el mundo del escritor, desde su pasión por la literatura, sus gustos e inclinación por determinados autores, el mundo de Uriel, la vida doméstica en lo habitual, el amor como un lejano deseo, el sexo como una posibilidad efímera. El reflejo de una soledad fina.
El personaje de Lafcadio Casquillo, muestra al escritor que espera el triunfo en la publicación de sus novelas, coincide con el narrador en las charlas de café, en las lecturas de Cioran, de Porchia, pero no le agrada la segunda novela que presentó: “ Dormí tranquilo, quizá para su siguiente obra dé en el clavo, supuse. «Pobrecillo».”  Es notorio el tono irónico del narrador, que manifiesta una ridiculización hacía Casquillo.
Bulldozer, la mascota que deja el padre en la casa antes de abandonar a la esposa y al hijo “Luego de amarrarlo al árbol, le limpié las heridas del cuello y la cara; recuerdo que gemía cuando le pasaba el trapo empapado para limpiarlo (…) Bulldozer ya no oyó cuando llegó una patrulla y se detuvo.”  El niño pierde primero al padre, después a su amigo, que sólo con él era manso. En la historia se respira una atmósfera con una situación cruel.
“Para empezar mal la semana (…) derramé una copa para vino tinto donde guardo cucharas, tenedores, cuchillos y popotes reciclables sobre el trinchador y un refrigerador, herencia de mi abuela. El Westinghouse, de la Segunda Guerra Mundial, enorme y pesado.”   El personaje se encuentra ante la imposibilidad de moverlo  y se le van agregando más contratiempos, ahora se le cae el cereal, lo que provoca el insomnio a causa del ratón que come y roe lo caído. Queda atrapada en la soledad de su casa y en el peso de los años.
En el aglutinamiento de la estación del metro y el fastidio de la gente en la cercanía de la estampa de la Santa Muerte y otros tatuajes, que contempló a detalle el personaje, está lo opuesto “la Niña Blanca te sonreía como nadie, los ojitos le brillaron como si, al fin, te hubiera encontrado. Supiste que ya no descenderías en la siguiente estación (…).”
En el ambiente adverso en el que se desenvuelven las historias, donde el narrador, en primera persona, se perfila en ocasiones con voz femenina o masculina, en su lucha por lograr sus objetivos o llegar a su destino. Es lo que caracteriza la obra de Uriel Martínez, así como las disertaciones por enjuiciar o enaltecer las acciones que rodean determinada circunstancia en la que se ven inmersos los personajes.
En el relato “El cajero”, lo que parece va mal en el cajero, pueden estar peor al salir de ese lugar, también al mismo tiempo la ternura. “Antes de mi regreso a Dogville pasé a un cajero automático de Banamex (…) me pidió la clave de mi cuenta: anoté los cuatro dígitos que me dieron en «servicio a clientes», pero la maldita máquina me pidió seis. El personaje al salir olvida su mala suerte al encontrarse  con otro panorama “(… una mujer joven acostada sobre cartones y periódicos y con una bolsita de polietileno quizá con algún solvente. (…) Junto al cuerpo, (…) estaba una criatura de escasos años (…) hablando sola como platican los niños. Al verme, (…) con los bracitos extendidos me dijo: «Papi, papi…»”  De forma mordaz describe y ridiculiza el ambiente que se torna común en una ciudad sobrepoblada, frente a esa realidad está la capacidad para expresar la sensibilidad en la candidez del infante.
En el cuento “Herencia de silencios”, la voz del Uriel Martínez la cede a un narrador autodiegético, en la que muestra sus predilecciones literarias —en la librería La Azotea—, con autores que recomendaba a sus clientes, entre ellos las obras: “Rubem Fonseca y Patricia Highsmith, Claudio Margis y Mario Bellatin…”  En el mundo de los libros giran a su alrededor infinidad de opciones, según el marco que los acoge, de ellos se desprenden diversos entornos, desde la preocupación que atormenta al dueño de una biblioteca ante la idea de la muerte o a los lectores que al mismo tiempo están en el industria de los mismos; así como en la venta de los libros, llegan ediciones de libros apócrifos y autores fantasmas. “El mundo, dicen, está hecho de detalles, de atenciones mínimas, de pequeños acuerdos y obsequios”. Es lo que gira en el universo del escritor. Es en ese sentido que quizá el autor esté preparando su próximo libro: Diario de un Perturbado.


(ensayo leído el 14.III.2019 en la Ciudadela del Arte)



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