jueves, 1 de noviembre de 2018
Carmen Boullosa (1954 )
Darío Galicia: dos intervenciones
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Me escribe Juan Pascoe -el primer editor de Roberto Bolaño- que topó en la Librería Madero del centro de la Ciudad de México con Darío Galicia, el poeta, uno de los tres mosqueteros del piquete o Comité Central de los Infrarrealistas, formado también por Bolaño y Mario Santiago. Darío Galicia, un nombre con alturas míticas, que Bolaño cambió en su novela Los detectives salvajes por Piel Divina; no sé por qué. La verdad es que Darío Galicia tiene más jale que ese nombre.
Darío Galicia fue becario Salvador Novo apenas instituidas las becas para poetas jóvenes menores de 21 años, cuando acababa de morir Salvador Novo. En las primeras dos generaciones fuimos afortunados Verónica Volkow, el dicho Galicia, Francisco Segovia y la que aquí escribe, entre otros.. Me acuerdo de Darío Galicia en la fiesta para dar la bienvenida a los nuevos becarios en el University Club de Reforma casi esquina con Insurgentes. Iba vestido con overoles de mezclilla, muy en contraste con los trajes de los organizadores y otros poetas que por lo menos llevaban saco de pana, la verdad es que yo lo encontré elegantísimo. Darío Galicia, encantador, lleno de espontaneidad y frescura, inteligente, se podría haber comido al mundo, le sobraba ingenio, chispa, energía. Además era muy buen poeta. Aunque perteneciéramos a bandos contrarios, y él fuera gay y yo una muchachita, no sé por qué me perdonó la vida. Sospecho que nos caímos bien, o si fue que él me resultó tan grato que eso bastó para repartir a los dos partes, la suya y la mía. El caso es que por él los Infras nunca me hicieron la guerra.
2
La beca Salvador Novo consistía, cuando la fundaron, en una mensualidad muy sustanciosa, quiero decir 'muy' para nuestros estándares. Esto antes de las debacles financieras del peso mexicano, cuando tenía tres ceros más que hoy, cuando la economía apuntaba a que nos íbamos a ir al cielo, cuando España era pobre y nosotros en relación a ellos un país rico. La beca Novo incluía seguro médico. En lo que a mí respecta, nunca me he sentido más rica. El seguro médico le salvó la vida a Darío Galicia: era becario cuando se le reventó un aneurisma. Tuvieron que hacerle una cirugía del cerebro, de hecho dos. Estoy hablando del año del caldo, principios de los setenta, era casi imposible salir bien librado de una cirugía del cocolín. Roberto Bolaño escribió un poema de la visita que le hizo cuando convalecía de la segunda operación en 1976. Está en su libro Los perros románticos, "Visita a un convaleciente", ahí dice que "con la trepanación" -exageración o libertad poética- a Darío Galicia se le esfumó la memoria, y que su papá opinaba que había una buena nueva en las desgracias,
había perdido su inclinación sexual. Dudo las dos cosas porque topé con él un par de años después y nos reconocimos y porque lo vi -o eso recuerdo- en un antro de los suyos, donde yo tomaba copas acompañando a algún amigo, la única mujer a la redonda. Nunca lo volví a ver. Creo haber hablado con Bolaño de él, los dos lo dábamos por muerto.
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Pero Juan Pascoe lo vio en la Librería Madero, y no paseaba, no reconocía, no derramaba talento, chispa, ingenio, no estaba comprando libros. Era un mendigo callejero que vociferaba: "Yo soy Carlos Monsiváis" -de quien fue tan amigo-, "Yo soy Carlos Fuentes"- a quien puedo jurar que nunca conoció-.
Me llegó su e-mail apenas llegar a casa de Madrid, donde fue a dar una conferencia y de pilón me colé a ver la adaptación teatral de la novela póstuma de Bolaño, 2666, que terminó con la proyección de una inmensa fotografía del autor a la que la butaquería llena le aplaudió a rabiar.
Y yo, claro que al leer el e-mail de Pascoe, no pude sino comparar cómo los países tienen la facultad de ser generosos con sus talentos, o francamente ojetes. Y dejemos de lado a los talentos: no sé si el estado de salud de Darío Galicia, pero si ya no escribe más, si tiene problemas y dificultades, no hay estado que lo proteja. Y si escribe...¡pues lo dicho!
Por mi parte, un minuto de palabras -el silencio no se me da- por Darío Galicia.
[revista "Día siete", diario El Universal, 13 de abril 2008, secc. "hasta atrás"]
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