Cactácea
El cacto coronado de espinas
lo cambié de lugar por ver si
florecía. Sé que fue decisión
desatinada porque él buscaba
el sol con sus manitas tiernas.
Lo pasé del balcón a la cocina,
es decir, de donde podía beber sol,
oxígeno y escuchar los aleteos
de seres volátiles, lo pasé
a un lugar cálido y a la vez oscuro.
Cerca del fogón permaneció una semana,
tiempo que le bastó para ladearse
como ebrio que vuelve una y otra
vez el estómago.
Esta semana lo regresé a donde estuvo:
el corredor que conduce a casa.
Así recuperará las púas perdidas.
[Inédito]
No hay comentarios:
Publicar un comentario