jueves, 12 de julio de 2018

Berta Piñán (1974 )

El daño






Imito los modos de una joven

pero no lo soy.

Soy esa otra que estrenó

mil veces, insomne,

la mañana,

la que sintió miedo y frío

entre unos brazos

—y allí mismo se abrieron las herida—.

Soy la que probó la navaja

de la soledad adentrándose, impúdica,

en la carne,

la que presintió la barbarie,

la que claudicó,

la que sobrevivió,

la que durmió mientras enterraban

a los suyos.

Soy la que siempre supo quién susurraba

al otro lado de la puerta,

la que contempló una libélula,

azul como el mediodía, azul,

detenerse en el borde de una hoja

—y la muerte también se detuvo allí

por un instante—.

Soy la que escuchó en la noche más larga

crecer palabras de amor, morir

palabras de amor

mientras, afuera, la tormenta gemía

como un soldado moribundo

en la trinchera.

Imito los modos

de una joven

pero mis versos están gastados,

usados para tapar fugas,

agujeros de otras vidas

que nunca son la mía.

Quiero parecer una joven

pero las manos me delatan,

las manchas, los dientes

me delatan.



Quiero imitar los modos de una joven

pero tengo miedo de los coches

que atraviesan las calles

a mi paso,

del silbido que sale

de mis bronquios,

del aire de plomo que respiran

mis hijas.

Sometido a la tortura de los años,

mi cuerpo —enemigo— me señala.

Como perros hambrientos, mis dedos

escarban, furiosos, en la grieta.




Y el daño sigue ahí.



("la tribu")

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