domingo, 11 de febrero de 2018

Uriel Martínez (1950 )

 La quincena



Entré en la tienda de conveniencia, me compré un café y tomé prestado un diario de los que siempre nadie lleva, luego me senté a hojearlo. Rato después llegó un viejo con bastón, una bolsa de trapo y se sentó frente a mí. La mesa es angosta igual que los asientos. El hombre de barba puso una receta médica junto a su bastón atravesado y cerca de mi sombrilla. De la bolsa de trapo, abrió el zipper y vació la morralla que había juntado con el pretexto de la receta. Mientras ordenaba las monedas por denominación: de diez, de cinco, de uno y de valor inferior, acomodé las secciones del diario cogido en préstamo. "Con permiso", le dije al compañero circunstancial. Estaba tan avocado a sus finanzas de fin de quincena y semana, que no vio que, junto con mi sombrilla, me llevaba la receta médica recién expedida. Salí a la calle, me puse un parche portátil que siempre cargo, un bigote de ixtle blanco, me despojé la placa de dientes y me fui a la fila de pasajeros que van al pueblo más cercano, con la receta enarbolada.

dogville, septiembre 2017

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