domingo, 17 de diciembre de 2017

Uriel Martínez (1950 )

El código de barras


I.

Quiero salir al café antes que se haga noche, antes que oscurezca; en esta temporada del año oscurece temprano y en cuanto se mete el sol, se dispara el frío; y no quiero volver en taxi. Puede que más tarde caiga nieve. Esta mañana hubo llovizna que más tarde cada gota se volvió copo casi imperceptible, suave como pluma, tenue como amable.
     Sé que al salir al centro habrá clientes en panaderías, en mezcalerías, en tiendas con artículos de consumo diario, de productos perecederos que irán a caer a peroles y ollas humeantes. El frío que se espera en la siguiente madrugada no es para menos; los termómetros caerán por debajo de cero grados centígados, se esperan muertes por infarto, hipotermia, bronquitis, neumonía, por inhalación de bióxido de carbono, asfixia, según informan los medios electrónicos y la prensa de nota roja.
   A la violencia que asuela al país en cientos de modalidades, ahora sumaremos el toque de queda impuesto por una temporada de hielo, de frío crudo, de puertas y ventanas tapiadas.

II.

Aquí no hay toque de queda, dicen el gobierno, la iglesia, la milicia, los diarios, la televisión, la radio e internet. Prueba de ello -argumentan- son los negocios concurridos, los hospitales, las Cruces Rojas, las patrullas, los trenes que trasladan coches ensamblados, los albergues colmados de seres saciados, las jugueterías, los orfelinatos, los bancos y casas de cambio saturados, los carteristas y paqueros, las sexoservidoras que abarrotan las esquinas, parques, hoteles de paso, cervecerías, baños de vapor y carreteras. El grueso quinceañeras putas de minifalda.

III.

Se le recomienda a la población enviar a los jóvenes de ambos sexos con artesanos de Tatoo y Piercing . Así será más fácil identificarlos en caso de desaparición, a S. y a B. por ejemplo, y salvarlos de la fosa sin nombre, ya sea en un erial sin dueño, en un terreno no cercado o donde se dé el caso. Se sugiere a las familias con hijos menores de veinte años de edad, se estampen un tatuaje ya en la ingle, la corva, el codo o en el talón, se propone que sean sus siglas de nombre y apellidos, un símbolo heráldico o en latín, algo breve como fiat lux. Se ha pensado también en injertarse un chip, pero... Se trata, en suma, que cada joven porte un código de barras oculto.

IV.

De no procederse así, observa un investigador universitario, seguirán multiplicándose las legiones de madres y padres que buscan a sus hijas (os) desaparecidos mientras se dirigían al colegio, a la guardería, a la disco o a cualquier punto de reunión. Pasan las horas y no hay quien atienda a los dolidos familiares en el Ministerio Público, en la oficina de derechos humanos bajo el pretexto de fin de semana de asueto (por ley) o la cena de aniversario equis de los responsables de atender al ciudadano. La alerta ámbar, el código rojo o la alarma se encenderán otro día, siempre y cuando no los citen de última hora en Palacio de Gobierno. Esto de conducirse por los cauces legales tiene más contras que pros.

V.

Voy al café, regreso pronto; si me retraso en la oficina, te llamo; salgo al súper, ahora vuelvo; si me llaman, no me tardo; voy al banco, ya vengo; salgo a cargar gasolina; si viene alguien, salí al cajero; me traes Marlboro, no lo olvides; necesito también leche deslactosada y los analgésicos, no te tardes, cuídate mucho, llévate la gabardina, llevas suficiente, lo pides ligero y sin azúcar, me juatsappeas, no quiero estar con pendiente. Etcétera, etcétera, etcétera. El señor K ya no volvió. Ya me imagino.


[Inédito]
   

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