viernes, 1 de diciembre de 2017

Marguerite Yourcenar (1903/1987 )

Dos poemas para una muerta

1
Los que nos esperaban se agotaron de esperar,
Murieron sin saber que vendríamos.
Cerraron los brazos que ya no podían tender,
Nos heredaron un remordimiento, no un recuerdo.

Las plegarias, las flores, el gesto más dulce
Son tardíos regalos que Dios no bendice.
Los vivos y los muertos no se entienden;
La muerte, cuando viene, nos junta sin unirnos.

No conocemos la dulzura de sus tumbas.
Nuestros gritos, sueltos demasiado tarde, se agobian, caen,
Penetran sin eco en la sonora eternidad;

Los muertos, desdeñosos o forzados a callarse,
No nos escuchan, en el umbral negro de miesterio,
Llorar por un amor que nunca fue.

II
He aquí la miel que escurre al corazón profundo de las rosas,
Los colores, los perfumes y los amados alientos.
Usted no sonreirá a la belleza de las cosas;
Sus brazos prestos a abrirse están, al fin, cerrados.

No sentirá sobre sus párpados condenados
El deshojamiento suave de grandes lágrimas perfumadas.
Su corazón en metamorfosis se disuelve;
Llego justo a tiempo de perderla para siempre.

El ser es sólo un nombre; el tiempo un número;
Sobre la senda al sol yo habría amado su sombra;
Golpeo mi amor en las aristas de una tumba.

La muerte, menos vacilante, supo mejor lograrla;
Si usted piensa en nosotros, su corazón debe compadecernos,
Y creeremos que la muerte de una tea, deslumbra.


("papel canela", año I, no.11, enero 2002, trad. uriel martínez)

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