domingo, 9 de julio de 2017

Uriel Martínez (1950 )





 Poesía lejos del mundo

                                     

1.
Viví el año 1968 en la periferia de México, acaso sin conciencia de clase y egresado, los primeros años de vida escolar, de una escuela confesional en que aprendí las tablas de la Ley sin poseer, tampoco, el significado de muchos dogmas y como se aprende, a esa edad, las tablas de multiplicación o el himno equis. De memoria y mecánicamente. Acaso empecé a expresarme por escrito sin saber que aquello era verso o prosa o nada. Cierto es que en mi escuela (secundaria) hubo "huelga" por lo que nos decían había sucedido en Tlatelolco pero yo no leía periódicos sino que veía tele, pero Jacobo (Zabludovsky) y el diario "Excélsior" contaban las cosas de otro modo, como de otro modo me habían contado la infancia de quienes nos dieron patria, libros de texto gratuito, desayunos escolares y elegías a este y aquel episodio de nuestro pasado. Todo contrapuesto al Génesis, al Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal y a la costilla de Adán. En un principio fui educado para "confesarme" de rodillas, frente a un hombre vestido de negro, desconocido para mí, y yo delante de él en el confesionario. Hasta que fui cambiado de escuela.

2.
Puedo decir que mis primeros pasos fueron marcados por una condición nómada: de niño me llevaron de la cuna a casa de los abuelos; luego de muerto mi padre, de mi lugar de origen a otra ciudad -como quien dice del campo a las luces de neón-; para avanzar en mis estudios, viajaba de un lugar a otro, igual para ver cine, para consultar libros y bibliotecas, para cumplir con las tareas escolares en grupo y para estudios y repasos de apuntes previo a los exámenes de fin de curso. Varias veces hube de pasar la noche fuera de casa a petición de algún compañero de escuela. Creo que primero viví mis primeros episodios sexuales que mis primerizos balbuceos literarios, aunque la inquietud homoerótica la había empezado a experimentar a una edad temprana. Sería en Torreón cuando viví la primera experiencia de que alguien me bajara los cortos (bóxer) más allá de las corvas.

3.
Dentro de ese nomadismo que me marcó, un día llegué a estudiar y trabajar a la ciudad de México (1973) y donde ya tenía amigos en dos talleres de creación literaria (UNAM) y fuera del ámbito estudiantil,. Uno de ellos, Carlos Eduardo Turón (1935-1992), amigo a su vez de Efraín Huerta, José Revueltas y Abigael Bohórquez -escritores todos-, me abrió camino con otros poetas, curiosamente todos ellos alejados de círculos oficiales. Por todo lo hasta aquí evocado, niego que yo sea un heredero directo de las "libertades sociales conseguidas" en la década de 1960 pues una primera distinción literaria obtenida mientras cursaba la Preparatoria en Durango fue gracias al jurado de un premio de poesía, jurado encabezado por José Joaquín Blanco y quien me abrió las puertas para mi única colaboración publicada en la capital, en el suplemento "México en la cultura", de la revista "Siempre!".

4.
No niego haber sido amigo cercano de los cabecillas del Infrarrealismo, sólo que a diferencia de ellos -hijos de familia-, yo vivía en ese entonces de mi trabajo y me costeaba los estudios, por lo cual no podía amanecerme en la farra y pulular de un café a otro, de un recital a otro ni organizando boicots a Juan Pérez o Juan de las Cuerdas. En este sentido fui independiente de los independientes y, como tal, me identificaba con los "raros" como el poeta Darío Galicia, con el pintor Enrique Guzmán, con el dramaturgo Manuel Herrera, muertos antes o después del fallecimiento de Mario Santiago Papasquiaro y Roberto Bolaño, también amigos entrañables. Cuando busqué una beca del Centro Mexicano de Escritores no la conseguí, hasta que un día recibí un recado de Fernando Curiel (UNAM) para impartir un taller de lírica en Casa del Lago.

5.
Con estas palabras espero haber desmentido a Sergio Téllez-Pon quien me hizo el "favor" de incluirme en su cuaderno La síntesis rara de un siglo loco, poesía homoerótica en México, edición Fondo Editorial Tierra Adentro, primera edición 2017. Ensayo endeble y superficial en que no se incluyó la poesía de Carlos Eduardo Turón, autor de La libertad tiene otro nombre (1979) y de las novelas "Sobre esta piedra" (1981) y "Las cenizas de Roma" (inédita). "Estudioso" que cita incompleto el nombre del cantante Mario Eduardo Rivas como integrante de la comitiva gay que asistió a la primera manifestación en la ciudad de México (1979) y donde, además, se ignoró al vate Dionicio Morales. Tampoco cita el año del fallecimiento de Francisco X. Alarcón en los EEUU.


[Inédito]

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