De niño
De niño en el colegio me recomendaron
santificar las fiestas;
y santifiqué tu cuerpo
la primera noche.
Y glorifiqué tus manos
que me curaron viejas
heridas, antiguas costras,
lejanas pesadillas.
Y bendije tus ojos que pasearon
la primera vez por añejas dolencias,
articulaciones, silencios,
ballestas.
De chico de uniforme blanco
memoricé oraciones para la mañana,
el medio día, la media tarde,
la media noche.
Y así aprendí a conjurar miedos,
timideces, balbuceos, trabalenguas,
oscuridades, deseos miccionales,
erecciones, sonambulismos. Todo.
O casi todo porque tú,
el caballero de armadura de peltre,
de boca de río, de uñas verdosas
como alfanjes, un día...
[Inédito]
Las cosas que se aprenden de niño no se olvidan y es conveniente repetirlas de mayores para que no se olviden.
ResponderEliminarHasta que aprendes a musitar tus propias oraciones.
ResponderEliminarEvidentemente falta completar la historia poética. un día... ¿qué?
ResponderEliminarNo es telenovela, no continuará el martes.
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